15 de septiembre de 2018

Construcción colectiva de saberes

Por Yessica Alquiciras, José Godoy y Evangelina Robles (Colectivo por la Autonomía)
Julio, 2018

Del trabajo en la sierra al entramado del saber. En el trabajo en la Sierra Huichol donde estuvimos involucrados entre 1996 y 2006, desarrollamos una “metodología” de trabajo que denominamos metodología del sujeto. También la llegamos a llamar free-jazz, ya que estaba basada en el diálogo permanente de saberes. La llamamos así porque cuestionaba frontalmente la dinámica que imponía la metodología oficial (por así llamarla) de “el proyecto” sobre el sujeto. Una dinámica que negaba permanentemente el objeto o contexto de la realidad social, ambiental, técnica, cultural, espiritual, al mismo tiempo que discriminaba las grandes capacidades del pueblo huichol para autogestionar su territorio.

 
Los programas y proyectos siempre se han creado en instituciones ajenas a la realidad local, regional y nacional a la cual se pretenden aplicar y promover.

En cambio, los resultados del modo de trabajo conjunto y autogestionario con las comunidades derivaron en un autoreconocimiento y crecimiento generalizado de las capacidades técnicas (geográficas, legales, ecológicas, etcétera), económicas y organizativas. Las asambleas crecieron en presencia en un 1000% (de 200 a 2000 comuneros activos en una comunidad) al comenzar a solucionar una amplia gama de problemáticas internas y externas para la “reconstitución integral de su territorio”, recuperando y ocupando efectivamente 60 mil hectáreas en 300 juicios; haciendo un trabajo de vinculación “igualitaria” con profesionistas de todas las ramas del conocimiento y otros pueblos. Todo con la firme creencia de que, antes que otros, cada quien es protagonista de su propia realidad.

Esta experiencia de reconstitución territorial sería imposible de llevar a cabo sin el conocimiento histórico, jurídico, geográfico, ambiental del problema, por parte de las comunidades y sus propias autoridades tradicionales. Esto no se reconoce fácilmente, aunque sea obvio.

Encontramos en las prácticas narrativas una herramienta para poner en interlocución nuestros paradigmas y reconocer la historia que nos lleva a la práctica colaborativa. Busquemos dar algún contexto de nuestra práctica.

Es importante hacer el esfuerzo práctico de reconocimiento de las diferentes epistemologías, (principios, fundamentos y métodos del conocimiento humano): rural, urbano, infantil, indígena, etcétera. Preguntarnos qué se conoce, como se conoce y cuál es el universo que conoce. Cuál es su experiencia de vida que define su relación con lo que se conoce.

Cómo es la formación de individuos capaces de elaborar conocimiento y saberes colectivamente y desde diferentes fuentes. Cuáles son los principales retos personales y grupales; incluso institucionales.

Cómo enfrentamos el racismo, la marginación y el desprecio que afectan la percepción y validez que otorgamos a una aportación cognitiva. Cuando nos “imaginamos” que el otro no sabe.

Un ejemplo que poníamos como reto a los “manejadores y ordenadores territoriales” era que comprendieran la concepción del suelo y el ciclo del agua de los wixaritari (así se llaman los huicholes a ellos mismos), lo cual implicaba poner en juego todas las capacidades técnicas y los paradigmas científicos y éticos. A la vez que encerraba en gran medida sus saberes técnicos ancestrales y la garantía de su prevalencia como pueblo —más el ejercicio de un idioma diferente y el establecimiento de mecanismos de traducción.

La transdisciplinariedad nos lleva también a crear nuevos conceptos.

Es un reto a la creatividad establecer un lenguaje que nos comunique efectivamente y describa realidades como, también, las provocadas por la agroindustria.

Es mucho más urgente la investigación transdisciplinaria para resolver problemas que para crearlos. Las ciencias y tecnologías “aisladas” que generan una “solución” en su laboratorio sin voltear a ver el contexto en el que se desarrollará su “Frankenstein” deberían pasar por un filtro multidisciplinario que revisara los límites de las soluciones aisladas. Ejemplos de esta situación hay miles en la industria.

Sin embargo, la solución al problema generado demanda una complejidad y una integralidad de saberes y conocimientos que superan o exigen grandes esfuerzos transdisciplinarios y colaborativos.

Desconozco las discusiones sobre la subjetividad del conocimiento científico. Pero creo que es importante reconocer la impronta subjetiva del conocimiento científico. Nos parece ilustrativo el debate de los últimos años sobre el cáncer que provocan los alimentos transgénicos y su consecuente paquete tecnológico de agroinsumos. Unos científicos “demostraron” que no causaba cáncer dando maíz OGM tres meses a ratas. Otros demostraron que sí causaba cáncer dándolo 6 meses en ratas. Como mexicanos con sentido común diríamos: “ni somos ratas, ni consumimos 3 o 6 meses, ni en cantidades despreciables” ya que lo consumimos mucho y toda la vida. Y pensábamos: qué pasa cuando la investigación la hace un chino o un nórdico, ¿influye la experiencia y el interés personal, es decir la subjetividad? Entonces en gran medida ¿los límites y temas los impone la experiencia subjetiva y el interés político y económico?

Uno entiende la alarma y preocupación de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad en México y de la doctora Elena Álvarez-Bullya cuando descubren con apoyo de comunidades indígenas y campesinas de todo el país que los productos de maíz “comunitario” son mucho más limpios en términos de glifosato y transgénicos que los productos industrializados que se encuentran en las tiendas de conveniencia y que están en un 80% o más contaminados y la gente los consume masivamente como botanas, cereales, etcétera.

Es mucho más probable que sean los saberes ambientales populares los que nos saquen del atolladero o crisis ambiental global actual que la suma de políticas y programas o “falsas soluciones” a esta crisis. Los valores y principios que implican las nuevas formas de diálogo, investigación y práctica son un asunto de supervivencia.

Como ejemplo en el ámbito alimentario y ambiental el saber indígena, campesino y popular sobre el agua, el viento, el suelo, los bosques y las selvas es el que puede, región por región, alimentar a los habitantes del planeta, limpiarlo y ofrecer calidad de vida, y orientar la investigación y la praxis científica y técnica hacia verdaderas soluciones prácticas y que, de forma colaborativa, alcancen a ver y prever sus limitantes y sus límites, así como a pensar con responsabilidad la capacidad de responder a la pregunta de quién puede reparar o dar mantenimiento a la herramienta generada. Sea ésta producto de la ingeniería, el derecho, etcétera.
 
Con temor a ser insistentes sería bueno elaborar la pregunta: ¿Qué implicaciones o problemas propicia una innovación o propuesta técnica-científica? Y ¿qué disciplinas tendrán que conjuntarse para resolverla?

Un reto es arribar, cada vez más, a la creación transdisciplinaria, dialógica y colaborativa. Que se refleje en el reforzamiento del sujeto, como individuo con capacidad de proyecto, y en el objeto, como contexto donde se resuelve colectivamente la crisis de la existencia del sujeto.

Nosotros encontramos en la asamblea indígena el espacio de diálogo, definición de problemas y búsqueda de soluciones en un contexto de intercambio de saberes igualitario donde la palabra de todos no sólo es necesaria sino indispensable en el desarrollo de las actividades humanas. Es la experiencia más amplia que hemos conocido del diálogo multitudinario y la construcción colectiva del saber. Es en la asamblea (del pueblo wixárika) donde hemos conocido y comprendido la creación, identificación de prioridades y análisis de contextos más creativa, de la cual se desprende la práctica comunitaria.

La perspectiva transdisciplinaria y colaborativa también nos propicia la amistad. La necesidad de enamorarse de la disciplina, el saber y la práctica del otro.

No son precisamente las metodologías, modelos y conceptos sino los valores y capacidades generadas lo que genera los resultados de este tipo de investigación. Lo que Iván Illich en su “sociedad desescolarizada” llamaba el curriculum oculto de la educación, los valores intrínsecos que produce la vida académica, es esa especie de bullyng que nos hace sentir ignorantes y no complementarios entre las materias y los grados de estudio.

Es en efecto, “otra estética cognitiva”, de las emociones la que plantea relaciones horizontales en la búsqueda de información y supuestos o hipótesis, así como del desarrollo de sus argumentos.

Vista desde fuera, la ciencia “dura”, “formal”, o como quiera que podamos llamarla, reprime aparentemente la subjetividad a tal grado que tiene más claro “lo que no le toca” que “lo que le toca”. El discurso que conlleva esa represión puede manifestar una negación de las consecuencias o alteridades de la estricta percepción científica.

Se podría pensar en un glosario y en algún tipo de evaluación-preparación para el trabajo transdisciplinario (diálogos, talleres, charlas, viajes de prueba), donde se comprendan, por ejemplo, la trascendencia de las bases epistemológicas y subjetivas, las capacidades de escuchar, la curiosidad por el otro.

Así lo hacía Iván Illich en sus talleres de verano del Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), por allá en la década de 1960, donde llegaban los misioneros del desarrollo del primer mundo a “prepararse” para su dispersión por América Latina. En estos seminarios se estudiaban idiomas y se discutía críticamente el concepto de desarrollo y la sociedad industrial, logrando que la mayor parte de los promotores en vez de seguir su llamado colonizador se regresaran a sus países de origen a revisar más en detalle lo que iban a proponer, logrando volver a revisar introspectivamente su práctica hasta 90% de los candidatos.

Igual la experiencia en la sierra huichol era de ida y vuelta: los teiwaris (mestizos) se preguntaban ¿Cómo pueden vivir así los wixaritari?, mientras los wixaritari se preguntaban ¿Cómo pueden vivir así los teiwaris? Muchísima gente, más de la que imaginamos, no aguanta esto. Eso nos llevó a pensar que lo que pasa en un territorio se gestiona fundamentalmente al modo y con el saber y la sabiduría del pueblo involucrado.

La imaginación es ilimitada (sobre todo cuando se jugó mucho de pequeño) y nos facilita crear y creer en mundos y formas diferentes. Propicia nuestra libertad y hace florecer la sabiduría popular. Como dice John Berger “El ingenio popular es generalmente invisible. Algunas veces, cuando se lo recobra para alguna acción política, se visibiliza. El resto del tiempo se utiliza a diario para la supervivencia personal clandestina”.

Es importante definir o explorar los límites de la perspectiva monodisciplinar para el objeto de estudio e iniciar una crítica que justifique la alternativa propuesta. Que se refleje en el reforzamiento del sujeto, como individuo con capacidad de proyecto, y en el objeto, como contexto donde se resuelve colectivamente la crisis de la existencia del sujeto.

Reconocer quién ejerce o ha sido afectado en su soberanía en un territorio concreto para establecer un vínculo legítimo con el derecho histórico de los sujetos (colectivos).

En nuestra práctica también han sido importantes los talleres de saberes y geopolítica. La construcción colectiva del mapa local o regional, en el contexto global para enfocar mejor las decisiones y prácticas en torno (por ejemplo) a la defensa ambiental contra represas, trasnacionales agroalimentarias, mineras, industrias. Y en la construcción de alternativas agroecológicas, cooperativas, etcétera.

Quién ejemplifica mejor la transdisciplinariedad y colaboración es la comunidad en cualquiera de sus dimensiones. En nuestra experiencia la mejor manera de elaborar sistemas de información geográfica (SIG) para la defensa del territorio es la formación técnica de las comunidades, que sumada a las capacidades adquiridas desde la infancia dieron resultados espectaculares que simplemente habrían sido imposibles en nuestras manos. Los talleres que realizamos en el Instituto Técnico de Educación Superior de Occidente (Iteso) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sobre estos temas fueron de gran construcción e intercambio de saberes.

Creemos que la oportunidad y habilidad de descubrir otros o nuevos lenguajes es uno de los retos “académicos” de una investigación.

Es crucial describir las limitaciones, obstáculos, contradicciones y marginaciones generadas por el Estado que trasgreden las relaciones reales entre individuos (y propician la deshabilitación del sujeto) para influir en su entorno imponiendo falacias que suponen que las comunidades desconocen por falta de pericia, especialización o autoridad. Puede pensarse un indicador para reconocer el nivel de intervención del Estado y las instituciones privadas directamente derivado de esta ceguera.

Del documento de estudio se puede derivar un principio que nos ha parecido fundamental en la investigación colaborativa: la investigación y el conocimiento que surge de lo social es colectivo, comunitario, es la mejor defensa de los resultados de la investigación, dejarlos efectivamente en la comunidad o el ámbito social que los vuelva aprovechables y los sume al bagaje del conocimiento o del saber para todos.

Jalisco gigante agroalimentario (la “agricultura empresarial”.

“gigantes pero ecológicos”.)

Dos imágenes:

1.       Invernaderos y granjas en edificios inocuos y con sistemas electrónicos de iluminación y riego de lujo para plantas y animales. A un lado albergues precarios para jornaleros sin ningún servicio y trabajo acasillado o esclavo.

2.      Se promueve la inocuidad en el campo y rocían glifosato sobre las poblaciones rurales de México: la gente se pregunta ¿estamos en guerra?

La desocupación del campo para establecer sus soluciones agroindustriales, que incluyen la generación súper contaminante de “energías limpias” como los biocombustibles, la energía solar o eólica, ya es forzada o bajo amenaza, ya sea de los promotores oficiales o de los grupos criminales. Una vez establecida esta dinámica comienza la trata de personas y la entrada de estupefacientes para aguantar las jornadas y condiciones de trabajo promovidas por los emprendedores y promotores de la transformación del trabajo campesino en asalariados proletarizados. Posteriormente se ve un paisaje desolado, aunque con una gran presencia de infraestructura de metal y plástico, la contaminación, la disolución del tejido social, la enfermedad, la miseria y la muerte.

La agroindustria de Jalisco el “gigante agroalimentario de México” produce empaquetados de aguacate, bayas, moras, azúcar, agave, forrajes, papas para frituras y carne con clembuterol. Por si alguien pensaba que producen alimentos.

“El trabajo del campesino es pesado y poco productivo”: éste es el argumento de los funcionarios defensores de la agroindustria para promoverla. Sí, es pesado, pero no te mata, te da satisfacción y es falso que no sea productivo. En cambio, el trabajo en la agroindustria es pesado, intoxica y en largo periodo mata y no es tan productivo como parece.

Incluso tienen que hacer zonas económicas especiales para justificar la explotación y la miseria.

Las comunidades que resisten hacen un doble esfuerzo para seguir reproduciendo sus alimentos y su forma de vida de un modo independiente. Están resistiendo esta agresión que penetra la comunidad y la familia y seguir haciendo comunidad para resguardar los saberes y en algún sentido la especie de utopía postindustrial de la que hablaba illich hace cuarenta años. Cuando en su libro La convivialidad dice: “Las dos terceras partes de la humanidad pueden aún evitar el atravesar por la era industrial si eligen, desde ahora, un modo de producción basado en un equilibrio postindustrial, ese mismo contra el cual las naciones superindustrializadas se verán acorraladas por la amenaza del caos”.

Vemos en Facebook la infografía de dos grandes soluciones tecnológicas juntas: un plantío de 3 mil hectáreas de celdas solares transformando altiplanos, selvas o bosques en áridas zonas desertificadas, bañadas de glifosato para “sellar” el suelo. Y la segunda: un súper invento de transformar toda la basura plástica de la ciudad en una “pintura” blanca que supuestamente reduzca el calor en 3 grados. Los usuarios de la red lo reproducen y se desviven en likes a las soluciones “ecológicas”.

¿En qué momento perdimos el sentido común y pensamos que un plantío de esta naturaleza es una propuesta ecológica? Cualquier concentración, retomando a Illich, cualquier superproducción industrial de un bien o servicio tiene resultados catastróficos que se revierten a la propia solución.

Me quedo pensando, volviendo a los resultados catastróficos, que en la escuela nos enseñaron que en esa selva o bosque sólo viven ositos y leones: cuando en realidad hay toda esa riqueza natural junto con comunidades que son arrancadas de esos territorios. En el caso de Jalisco hay una comunidad que antiguamente fue un bosque y ahora se dedican al monocultivo de maíz y alguna que otra moda agroindustrial. Los jóvenes se han organizado porque se imaginan que su comunidad llamada Palos Altos vuelva a ser un bosque con producción campesina. Ahora a los padres endeudados por la agroindustria les ofrecen sembrar celdas solares por varias décadas, ya que el precio del maíz no les está resultando. Los jóvenes ven que conforme creció la oferta tecnológica se fue hundiendo su sueño.

Volviendo a Illich, en nuestra propia instrumentación “resulta difícil imaginar una sociedad de herramientas simples, en donde los humanos pudieran lograr sus fines utilizando una energía puesta bajo su control personal. Nuestros sueños están estandarizados, nuestra imaginación industrializada, nuestra fantasía programada. No somos capaces de concebir más que sistemas de hiperinstrumentalización para los hábitos sociales, adaptados a la producción en masa”. La celda solar tendría que adaptarse según el espacio, donde realmente se requiriera.

Por miles de años la técnica fue una herencia de la humanidad para cultivar el alimento, calentarse, hacer el techo o la vivienda, sanarse, y convivir con las bestias.

La memoria de nuestros logros inmemoriales

Estamos buscando siempre una complejidad, no queremos estar atrapados en una línea histórica que acaba por ser muy roma, muy chata. Buscamos ir tejiendo todas las líneas históricas que se van entrelazando. Es a partir del entrelazamiento que tenemos la posibilidad única de entender lo que está ocurriendo. El mundo es más y más complejo, más entretejido. Complejidad quiere decir: el entretejido. No podemos tener una sola narrativa.

 
Hay varias narrativas que confluyen para tener un efecto directo sobre cómo nos alimentamos, qué posibilidad tenemos de alimentarnos, qué posibilidad de ser independientes, qué posibilidad de defender los territorios de la gente que produce la comida en primer lugar, y que además son los que desde siempre han estado en contacto con la naturaleza (de tal modo que nos permiten ver el horizonte completo de lo que tendría que ser la alimentación, de lo que tendría que ser la labor creativa de la gente que empezó a producir alimentos y los producía para sí misma y después los empezó a producir para otros, en las cercanías de su comunidad). Y eso era soberanía alimentaria sin que pensaran en el término “soberanía alimentaria”.

Es decir, no había la necesidad jurídica de establecer una soberanía alimentaria; era la solución directa: de una serie de necesidades, urgencias y planteamientos surgía la pertinencia.

Esto se comenzó a ver hace unos 10 mil años por lo menos en varias partes del mundo.

Aquí en Mesoamérica hay quienes disputan el encuentro con el maíz. Yo no quiero llamarle la domesticación que “el hombre” hizo del maíz porque ésa es una narrativa sesgada. Fue un encuentro de mujeres y hombres con el maíz y el maíz de alguna manera crio, prohijó, cuidó a los humanos y los humanos criaron, prohijaron y cuidaron al maíz: una crianza mutua.

También tenemos que reconocer las dos narrativas diferentes del maíz. En inglés por lo menos sí se puede distinguir bastante bien entre las dos narrativas. Una es la del maize, el maíz nativo que conocemos, y el otro que es la del corn (el grano genérico), esa cosa industrial que de algún modo nos venden como maíz. Esas dos narrativas son tan diferentes que también hoy pesan. Son dos diferentes narrativas. Dos líneas históricas que se entrelazan, pero que en realidad son paralelas a la vez que opuestas totalmente. La saga del maíz industrial comienza en laboratorios que producen semillas estandarizadas que se activan mejor sin “competencias” en un monocultivo extensivo saturado de agroquímicos, deslavando la tierra y estableciendo desiertos verdes. La saga del maíz nativo tiene que ver con la confianza y el cariño y es la relación de intercambio y resguardo de semillas ancestrales con las que se va conversando cada vez que siembra en una conversación colectiva, interminable, de generación en generación.

Hoy también pesa la narrativa de lo que fueron las reformas estructurales que dieron pie a los Tratados de Libre Comercio que desmadejaron, deshojaron, destrozaron infinidad de tejidos naturales, sociales, políticos, económicos. En un principio sirvieron de candado para que las reformas estructurales que arrasaron con la vida en el campo no pudieran moverse y al hacerlo se abrió el abanico las devastaciones y los despojos que no terminan y que, al contrario, se recrudecen con días.

En la corriente contraria de tales narrativas —cual si fueran de otro planeta— el secretario de agricultura hasta abril pasado Juan Calzada, y ahora los nuevos personajes que se perfilan como secretario de agricultura, Víctor Villalobos, y el “vicepresidente” Alfonso Romo, pasan por alto las narrativas anteriores, se desentienden de la historia de la alimentación humana, del trato con la gente que produce sus alimentos (y que durante diez mil años ha cuidado nuestra alimentación), y destinan a esta gente a servir de mano de obra. Mano de obra, dicen, que va a regresar a los jóvenes al campo cuando en realidad lo que ocurre es que los hunden en invernaderos a cuarenta y tantos grados llenos de agroquímicos: trece, catorce horas. Y en esas trece o catorce horas sufren todas las vejaciones posibles para abaratar lo más que se pueda la producción de “berries” con la cuales van presumiendo por el mundo entero. Berries y brócoli, jitomates y pepinos y quien sabe que tantas hortalizas de las cuales presumen en que somos de los diez principales productores y exportadores.

Lo extraño es que Juan Calzada nunca profería la palabra “comida”, o “alimentos”. Siempre dijo: ganamos tanto, produjimos tantas divisas. Estamos orgullosos de las exportaciones que produjeron tal cantidad de ganancias.

Y lo que tampoco se menciona nunca son los devastadores efectos de una guerra sostenida contra la subsistencia de los pueblos que permiten una precariedad como la que empuja a los jóvenes a ser mano de obra semi-esclava en los invernaderos. En los “grinjauses”, les dicen ahora.

Tenemos que ejercer nuestra memoria e intentar abrir nuestras estructuras para aprehender una epistemología de campo, más que lineal, porque así son los mapas desde arriba. Un tramado de veredas que de pronto, cuando acercamos el foco y penetramos uno de tantos senderos, vamos iluminando las tramas y de regreso al macro hasta enfocar un panorama mucho más denso y a la vez preciso que si vamos sólo por un caminito, pretendiendo que ese caminito lo refleje todo. Sopesar así, los hilos, para intentar tejidos imaginantes.

Por qué es tan fundamental entender la guerra sostenida contra la subsistencia de los pueblos. La guerra a la subsistencia es la base de la acumulación originaria. Si no se quiebra la subsistencia de los pueblos no se puede establecer la acumulación originaria. Pero a la vez, se quiere ocultar esta relación. Cuando se quiebra la labor creativa que producía alimentos, la gente se vuelve dependiente de quienes le pongan a trabajar en cualquier circunstancia. la libertad individual y colectiva quedan apabulladas.

Así, podemos establecer otras dos narrativas: una que dice que es la agroindustria quien alimenta al mundo y otra que dice que quienes alimentan al mundo son los pueblos tan castigados, tan deshabilitados, tan arrinconados, tan prohibidos, tan despreciados, tan ninguneados, tan invisibilizados.

El Grupo ETC ha hecho un trabajo muy notable, en “¿Quién nos alimentará ”(http://www.etcgroup.org/es/quien_alimentara), al igual que GRAIN, que ha confrontado esas dos narrativas en “Hambrientos de tierra”, (www.grain.org/article/entries/4956) y entre ambos, buscan respuestas a dicha pregunta fundamental: quién alimenta realmente al mundo.

Cuáles estrategias son cruciales para que remontemos el futuro hacia un periodo de estabilidad y certeza no sólo de si comeremos o no, sino de si podemos resolver con nuestros propios medios lo que más nos importa, y cómo lo lograremos.

Porque tenemos que responder sobre todo a la lógica de la pertinencia, de la importancia que puede tener para diversos grupos humanos, para los pueblos originarios, para comunidades campesinas y también para la comunidad urbana, y buscar cómo podemos darles la vuelta a las grandes industrias, cómo podemos frenar al sistema alimentario agroindustrial global.

Este sistema agroalimentario industrial mundial es responsable de una buena parte de los gases con efecto invernadero que están provocando los aumentos de temperatura, pero también los alocamientos del clima. Tal extremamiento es un caos climático. Y por esto en GRAIN se insiste en que no es un cambio climático, es un robo del clima, nos están despojando de las condiciones climáticas que teníamos. Un sistema agroalimentario industrial mundial que desde el acaparamiento de tierras hasta el supermercado o los restaurantes o las tiendas que le venden comida a la gente, establece cadenas que, sumadas en sus efectos, son apabullantes sus repercusiones.

Hoy, un reciente informe de GRAIN nos alerta de cómo las grandes compañías de carne y lácteos son las principales responsables de los gases con efecto de invernadero. (“Emisiones imposibles: Cómo están calentando el planeta las grandes empresas de carne y lácteoswww.grain.org/es/article/entries/6010). Según el informe, en su conjunto, las cinco principales corporaciones productoras de carne y lácteos del mundo, son actualmente responsables de un mayor número de emisiones anuales de gases con efecto de invernadero que Exxon, Shell o BP.

Actualmente, la ganadería genera más emisiones de gases con efecto de invernadero que todo el transporte mundial en su conjunto. No se trata del cuidado de animales de traspatio sino de la enorme industria de la carne y los lácteos, que además no sólo tiene grupos de presión que defienden sus intereses en los organismos internacionales sino que no reportan sus emisiones de gases, o las subrepresentan al no incluir todas las emisiones de toda su cadena de suministro, todo aquello que va del acaparamiento de tierras y el cambio de uso del suelo, al momento en que se venden los “alimentos en los supermercados, las tiendas o los restoranes.

Ese gran arco que va de un lugar a otro describe todos los procesos nocivos por donde va golpeando en diferentes lugares suma emisiones de gases con efecto de invernadero, y devastaciones y despojos de diversa índole. Pensemos en la devastación de la deforestación, el exilio de la gente que tuvo que ceder sus tierras, la gran gama de agroquímicos con los que la agroindustria siembra para producir materias primas para la producción de alimentos procesados o para alimentar el ganado confinado que estará a disposición para la carne o los lácteos. Pensemos en el transporte y la dislocación que implica. En el almacenado, la refrigeración, el empacado, la distribución local y al menudeo, o su procesamiento y nuevo empacado como productos envasados, enlatados, en paquetes o frascos.

No obstante, lo que aquí nos importa, por un momento, es cómo en cada paso también sufren las potencialidades humanas.

Lo más crucial es eso. Cómo está golpeando la potencialidad humana: desde cómo resuelve la gente su alimentación hasta la manera en que la gente se percibe a sí misma, porque no es lo mismo cómo se percibe un jornalero arrinconado en esos invernaderos, que cómo ser percibe una campesina o un campesino originario de alguno de los tantos orgullosos pueblos indígenas que siguen manteniendo luces muy importantes para el futuro de la humanidad y que atesoran e intercambian sus semillas y las están procurando.

La diferencia entre uno y otro es del cielo a la tierra. Pese a que desde la ciudad la gente siempre piense en el campesinado como los jodidos.

Se les pobretea cuando en realidad —si se lograron zafar de la imagen que les impuso el extensionismo del sistema— tienen una imagen de sí mismos que entraña mayor dignidad, mayor claridad de todo lo que está ocurriendo.

Siempre decimos que desde la milpa se ve el mundo entero por una razón muy tremenda que es: en la milpa se sienten todos los ataques, todos estos efectos nocivos de todos estos procesos. La gente los vive, los siente, los ubica y está tratando de resistir. Ahí se vuelca toda la devastación y el despojo y el desmadramiento —en el sentido literal de desmadrar, es decir, sacar de madre, sacar de cauce, desenraizando. Eso que Karl Polanyi llamó la Gran Transformación del Mundo. El proceso por el cual todo se desenraizó, se desmadró. Hay quien lo describe como una desincrustación. Los procesos dejaron de girar en torno a una vida cotidiana en corto y se deshilacharon por el mundo en eso que ahora llamamos globalización. El vaciamiento del sentido de todo aquello cercano y mutuo, y que ocurre en la vida cotidiana.

Para volver a una autonomía real, tendremos que recuperar nuestra soberanía alimentaria. Dejarnos de someter a los dictados de esa industria que con violencia rompe las escalas naturales en que ocurren los procesos que nos importan. Comenzar a reparar cada eslabón de esa avalancha de devastaciones y despojos.

Pero no es factible sólo hacer remiendos. Tiene que ser total la reparación. Es decir, cambiar la narrativa implícita, y como tal el proceso real que conlleva. Mientras sigamos en estos procesos de muerte, las narrativas sólo podrán ser de muerte.

Las transformaciones tendrán que ser radicales y no sólo programitas de autosuficiencia alimentaria y paquetes de semillas “mejoradas”, o en defensa de un maíz “criollo”, gourmet.

Por lo pronto, comenzar a hacer memoria de nuestra historia propia de certezas y logros inmemoriales.

___________________________

Por Ramón Vera -Editor, investigador independiente y acompañante de comunidades para la defensa de sus territorios, su soberanía alimentaria y autonomía. Forma parte de equipo Ojarasca y Grain

PANAMÁ: ALEMANA RESPONDE ARTÍCULO OFENSIVO SOBRE LOS KUNAS EN DIARIO EL PULSO

Hola a todos,

Yo desde lejos (Alemania) escribí una respuesta al artículo tan primitivo e ignorante publicado en El Pulso de Panamá. Lo envié al periódico vía e-mail el 2 septiembre, y tal vez sea de interés para ustedes, aunque sé que tal vez no exprese bien todo lo que sentí al leer el artículo y aunque tal vez contenga faltas de lenguaje.

Muchos saludos desde Alemania,

Verena Sandner Le Gall


Estimado director:

Estoy muy asustada por la manera en la cual su periódico comenta sobre los Indígenas Kunas en El Pulso de Panamá del 31 agosto del 2005.

Soy geógrafa de Alemania y le escribo desde lejos, habiendo trabajado desde hace más de diez años en la Comarca Kuna Yala para hacer investigaciones científicas sobre y con los Kunas, y habiendo convivido en pueblos Kunas durante varios meses.

Estoy muy preocupada por la reproducción de las imágenes tan agresivas y primitivas que usted aplica en la descripción de la Comarca Kuna Yala. Algunos de los comentarios son claramente falsos, como cuando suponen la dictadura de caciques o reyes.

Déjeme explicar los hechos en su propio país, porque parece que no los conoce muy bien: no hay ni ha habido reyes en la Comarca y los Caciques se eligen de una manera democrática y participativa. Esto se puede calificar de muy moderno y deja atrás a muchos países y regiones mucho más atrasados en este sentido (si hace el intento de informarse mejor sobre el sistema de Comarcas, hay muy buenas publicaciones científicas desde la perspectiva de "afuera" al respecto, como las de James Howe, Jorge Ventocilla, Mac Chapin, solo para nombrar los científicos más destacados y conocedores).

Cuando un cacique pierde el respaldo de la población puede ser remplazado por otra persona, y además las decisiones se toman en la asamblea general del Congreso General, de una manera participativa. Cada persona que haya asistido a un tal Congreso General pueda afirmar lo que yo he visto con mis propios ojos y lo que se puede leer en muchas publicaciones de los politólogos y antropólogos.

Además, es falso que las autoridades sean tolerantes con el narcotráfico, porque en 1994 ya supe que las autoridades estaban muy preocupadas por el narcotráfico. Los Caciques mismos me lo comentaron, como también en 1999 y 2000. Y en muchos documentos, las propias autoridades y organizaciones Kunas, lamentan el problema y piden ayuda en su solución.

El narcotráfico sobre todo se efectúa por gente foránea y porque llegan los paquetes por el mar, y claro, también porque hay individuos que participan también en el tráfico. Pero permítame preguntar: ¿Usted aceptaría si yo, como observadora desde afuera, clasificara a la Ciudad de Panamá como un nido de narcos porque hay algunos individuos que se dedican al narcotráfico en la ciudad?

Hablando del "atraso" que se menciona en el artículo, el aislamiento respecto a las denominadas "ventajas" de la vida moderna, permítame preguntar: ¿cuánto tiempo el autor del artículo ha pasado en Comarcas indígenas para informarse directamente? Tal vez se hubiera dado cuenta que la población ya utiliza muchas cosas de la vida moderna, desde radios y teléfonos, medicamentos modernos hasta computadoras, y tal vez no lo crea, pero ya hay videotecas.

Aunque bien se puede discutir sobre el valor de esto, para mí demuestra que la población está muy conciente en sus intentos de encontrar una mezcla entre lo moderno y lo tradicional, utilizando lo que puede de los dos y no permitiendo todo ciegamente, para dejarse cocacolaizado y con su propio McDonalds ¿en su opinión esto significaría ser moderno?

Hay que afirmar también que lo que usted denomina "atraso" desde otro punto de vista se ve como una riqueza de tradiciones y conocimientos, hasta métodos de medicina tradicional, de los cuales nosotros, los no-indígenas podemos aprender mucho y por lo menos tenemos que respetarlos.

En Kuna Yala yo he encontrado gente muy moderna en un sentido del pensamiento, de ideas políticas y culturales, que parecen muy actuales, modernos, sobre todo comparado con su manera muy atrasada de describir los indígenas, reproduciendo las opiniones de siglos atrás. Muchas veces yo estuve sorprendida del nivel de instrucción y sabiduría en Kuna Yala, no solamente en lo tradicional, sino en hechos de la vida moderna.

Un ejemplo: en 1994 me preguntaron varios Kunas cómo se ve la situación política en Alemania después de la reunificación, y discutieron eso conmigo porque ya sabían algo y se interesaban en el tema. Permítame decir algo polémico: he encontrado varios estadounidenses que pensaban que Hitler estaba todavía en el poder en Alemania, y otros que no sabían que se había reunificado, y creo que muchos ni saben dónde localizar Alemania en un mapa y no se interesan tampoco.

Los Kunas no caben en la imagen del "indio" ignorante, viviendo aislado del mundo moderno. Ahí hay periódicos, gente bien informada, y muy conciente de lo que se pasa en el mundo. Además, hay gente con un nivel de instrucción muy alto, científicos, artistas, poetas, etc.

Lo que a mí tal vez me sorprendió cuando llegué por primera vez - porque tenía en mente algo de los clichés sobre los indios que viven en la selva con flechas y no sabían nada del mundo moderno- por lo que tuve que revisar muy rápidamente mis ideas sobre ellos, aceptando la riqueza de su cultura y la mezcla de modernidad y tradicionalidad, algo muy fascinante y enriquecedor para mí.

Me asusta que todo eso no sea claro por los demás panameños. Me parece lamentable que conozcan tan poco de sus propias culturas y de su propio país, aunque los indígenas podrían aportar mucho a la sociedad nacional, solo si los dejaran aportar.

La opinión del artículo es tan falsa y llena de racismo que desde lejos me pregunto ¿por qué usted les tiene tanto miedo a los indígenas? ¿Tal vez porque están en el proceso de crear un modelo alternativo a la del estado nacional dominante, una sociedad abierta y que rechaza lo que se nos propone como lo máximo de la modernidad en un mundo globalizado, las inversiones de especuladores quienes quieren enriquecerse, destruyendo ambiente y población?

Yo estoy asustada de ver un nivel tan bajo en el análisis de su estado pluricultural, y nunca había pensado que se publiquen opiniones tan primitivas. Perdóneme, pero a mí siempre me había parecido que ese nivel de racismo y envidia hacia los indígenas por su forma de vivir y sus tierras se había dejado atrás desde hace mucho tiempo, en Panamá y a un nivel internacional.

A lo menos así lo demuestran las discusiones y documentos sobre los derechos indígenas al nivel de la ONU, que institucionaliza estos derechos más y más al nivel internacional, y como ha hecho su propio país con las leyes que garantizan Comarcas indígenas con la autodeterminación de sus pueblos.

Para mí, un periódico que reproduce tales opiniones, demuestra un gran atraso, y una sociedad que permite tales publicaciones de opiniones racistas, tal vez no se haya desarrollado tanto, porque no ha entendido que ser moderno y desarrollado es más que permitir inversiones de cualquier clase sin velar por los derechos de todos los pueblos y aceptarlos con toda la riqueza de su patrimonio cultural.

Con mis mejores saludos desde Alemania,

Verena Sandner Le Gall,
Licenciada en Geografía
Departamento de Geografía - Universidad de Kiel
Olshausenstr. 40 24098 Kiel, Alemania.
Correo electrónico:
sandner@geographie.uni-kiel.de

 
Fuentes: Recibido de Anelio Merry López, editor de Kunayarki, 3 de septiembre de 2005 y distribuido por Prensa Indígena: ewituri@lmm.megared.net.mx -  https://www.servindi.org/node/40374