14 de mayo de 2019

¿Qué agroecología queremos y necesitamos las organizaciones de la tierra?

Por Agencia de Noticias Biodiversidadla


Los días 4 y 5 de mayo se llevó a cabo en Saladillo - Provincia de Buenos Aires el taller “Agroecología y soberanía alimentaria” con la finalidad de fortalecer el proceso de debate y formación de organizaciones campesinas y de producción familiar en relación a las distintas visiones actuales sobre la Agroecología y sus implicancias en las diferentes esferas: productiva, organizativa, económica, social, política y cultural.

El taller organizado por Acción por la Biodiversidad y Ecos de Saladillo, con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo, contó con la participación del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI - VC), la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), Huerquen, el Movimiento Agroecológico de Mar del Plata, el Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, la Coordinadora Basta es Basta (Entre Ríos), integrantes de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria, de Nutrición- UBA, Córdoba y 9 de Julio, Asamblea de Río Cuarto sin Agrotóxicos, Desvío a la Raíz y productores de la Finca el Paraíso. Todas ellas provenientes de diferentes regiones de nuestro país, localizadas en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Entre Ríos y CABA.

A través de una metodología participativa, el eje central circuló alrededor de las experiencias de producción agroecológica, nuestros aprendizajes y las dificultades con las que nos encontramos en los planos organizativos y ante las presiones de un modelo de agricultura industrial. El día domingo se profundizó en la agroecología que queremos construir/que estamos construyendo, si bien fue un espacio de debate y diálogo plural hubo unanimidad en la afirmación de la necesidad de pensar una dimensión colectiva de la agroecología, la importancia de defender las semillas y compartir saberes.

Además, como parte del taller, se realizó la visita a la “Chacra La Bonita”, donde sus responsables nos contaron su rutina, invitándonos a un recorrido por cada espacio productivo, y generando un espacio de intercambio de saberes entre las diferentes organizaciones.

Algunas de las preguntas centrales que surgieron del diálogo y debate del taller fueron ¿Qué autonomía necesitamos construir? ¿Qué vínculo establecemos con el Estado?¿Cómo se hace/qué implica la vuelta al campo? ¿Cómo respondemos a los embates de las corporaciones del agronegocio? ¿Cuál es el rol de las mujeres? Cómo creamos experiencias no patriarcales?

La agroecología que necesitamos

“La agroecología es un camino de lucha para lograr la soberanía alimentaria, proteger las semillas, producir localmente, alimentar a los pueblos, que es el objetivo de los que estamos recorriendo este camino. Por eso no pretendemos ni ponerle un nombre ni cerrar conclusiones, es un espacio para abrir, compartir e intercambiar experiencias, para desde ahí avanzar en definiciones y preguntas”, afirmó Carlos Vicente de Acción por la Biodiversidad.

Delina Puma de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), nos aporta desde su experiencia, “en la agroecología no hay nada que se pierda, todo se va ganando, y vamos recuperando la felicidad. No necesitamos ayuda más que la de las propias campesinas. Investigamos, no es que no sabíamos producir sin agrotóxicos, se nos había olvidado. Ahora hasta producimos semillas. Entendimos que la agroecología no era cambiar la forma de producir, sino cambiar el cotidiano, creando la autonomía y la independencia de las empresas”.

El relato de Soledad Elisa Almada del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) da cuenta de las conquistas de la organización colectiva en los proyectos agroecológicos, “con el movimiento aprendimos nuestros derechos. Entonces aunque venga un señor de traje y maletín, no nos puede sacar de la tierra que trabajamos hace años, porque somos poseedores, y nadie nos toca, porque aprendimos a valorar nuestros derechos. Somos las que trabajamos y vivimos en la tierra”.

Como resultado de lo trabajado el día sábado, se ha llegado a la conclusión compartida que es necesario construir un proceso de apropiación de la agroecología, de la agricultura que hace miles de años practicaron los pueblos. Apropiarnos de esa agroecología, y ligarla a la lucha de los pueblos. No puede haber agroecología si no hay territorio en manos de la gente y sus organizaciones. Y si se logran apropiar de la palabra buscaremos nuevas...

¡Basta de agrotóxicos!

¡Agroecología de base campesina ya!

- Fotos por Camila Parodi y Manuel Correa.

1 de mayo de 2019

Brotes de rebelión. Mujeres y tierra

Natalia Tangona para la Agencia de Noticias Biodiversidadla
Idioma Español

29 abril 2019
 
Entrevista con Adriana Guzmán del Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia. Fragmentos de Claudia Korol y Vandana Shiva - “Ni las mujeres ni la tierra somos territorio de conquista”. Hablemos entonces de las mujeres y la tierra. Hablemos de los territorios, de la soberanía, de las relaciones igualitarias y de alianza. Hablemos de y con las compañeras que resisten y construyamos las respuestas y las acciones para rebrotar".

Las relaciones que entablamos las distintas culturas con el mundo, como la raíz desde la cual nacen las prácticas tanto benéficas como nocivas para con toda la biodiversidad, están en el centro de los debates de las luchas por la equidad. Es interesante abordar las miradas que se han ido construyendo y desenredando en las últimas décadas desde el feminismo y el ecologismo con respecto a este punto y acerca del hilo en común que atraviesa todos los estamentos de dominación: el sistema patriarcal y colonial. Ambos, caras de una misma moneda, ejecutados a través del capitalismo y el racismo, han concebido al agronegocio como, nada y nada menos, la creación idónea para concluir el batacazo final del proceso de destrucción del planeta. “Ni las mujeres ni la tierra somos territorio de conquista” se grita cada vez con más fuerza desde América Latina, desde el África, desde India, desde cada pueblo donde una mujer defiende una porción de tierra, un árbol, un río, una semilla. ¿Cómo hacemos para no ser devorados por la depredación neoliberal? ¿Cómo hacemos para no claudicar y convertirnos en parte del capitalismo? ¿Cómo nos descolonizamos, nos deconstruímos, nos quitamos las marcas históricas del racismo? ¿Cómo (re) aprendemos a mirar y mirarnos de otra forma?

“Ni las mujeres ni la tierra somos territorio de conquista”. Hablemos entonces de las mujeres y la tierra. Hablemos de los territorios, de la soberanía, de las relaciones igualitarias y de alianza. Hablemos de y con las compañeras que resisten y construyamos las respuestas y las acciones para rebrotar.

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La legitimación recíproca entre patriarcado y capitalismo se ha analizado mucho en materia de desigualdades laborales, en la sexualización de la división del trabajo, en la falta de autonomía y poder de decisión de las mujeres en aspectos económicos y productivos. El patriarcado naturaliza a la mujer a través de la biologización. El capitalismo ha femenizado a la naturaleza como manera de inferiorizarla. Es dominable, es explotable, no decide, sino que SE decide su función en el sistema. Su trabajo es invisibilizado.

El trabajo que las mujeres de la tierra realizan para la subsistencia y el mantenimiento de la vida no es considerado ni cuantificado como labores de producción. En su libro Somos tierra, semilla, rebeldía, Claudia Korol expone: “En el caso de las mujeres rurales, cuando hablamos de trabajo invisible, nos referimos a ese trabajo doméstico no remunerado, pero también a lo que podría ser considerado como trabajo productivo estricto, que sin embargo no se registra en las cuentas nacionales porque se considera como una extensión de las tareas de reproducción biológica y de la reproducción de la fuerza de trabajo. El cuidado de las huertas, de los animales, de las semillas, la recolección de frutos, la búsqueda del agua, se vuelven parte de las tareas no remuneradas y consideradas como no productivas, aunque provean de alimento, y hagan a las condiciones de sobrevivencia de millones de personas en el mundo. (…) Esta división de roles, asigna a las mujeres el cuidado de la casa, de la salud, de la educación y de sus familias, otorga a los hombres el manejo de la tierra y de la maquinaria, en definitiva de la “técnica”, y mantiene intactos los papeles asignados como masculinos y femeninos, y que durante siglos, y aún hoy, perduran en nuestras sociedades.” 1

Los ecosistemas de los cuales depende la vida en el mundo tampoco son tenidos en cuenta en relación a su productividad (no en términos mercantiles, sino de sostén) Las perturbaciones del clima, la extinción y la pérdida de biodiversidad, la contaminación, el consumo inequitativo, el extractivismo desmesurado, no parecieran ser suficientes motivos para la lógica neoliberal de “extraer, manufacturar, consumir y desechar” en pos de una economía basada en la abstracción, tal como lo indica la referente ecofeminista Vandana Shiva.

Abordando el tema de la agroecología y el feminismo con compañeras trabajadoras de la tierra, se aprende a dejar de observar el mundo de forma fragmentanda y a entender que, aunque cuesta desarmar esa mirada, tanto la agroecología como el feminismo son herramientas que abarcan una visión mucho más amplia donde todo se interrelaciona y que atenta contra las estructuras de poder capitalistas patriarcales. Se hace difícil, a veces, no analizar en términos de dualidad cuando los territorios rurales y los territorios urbanos traen consigo miradas, discursos y acciones dispares entre sí y propias de la realidad de cada entorno. Así como el agronegocio y el extractivismo arrasan con la vida de las mujeres rurales invisibilizadas y sobreexplotadas, en los barrios populares periféricos a los cascos urbanos, en las villas, en las tomas de tierras, la vorágine capitalista se cobra la vida de miles de personas, con sus desechos industriales, sus vertederos, sus incineradores tóxicos, sus basureros a cielo abierto. De las cuales, muchas han migrado de sus territorios arrasados buscando subsistir en las ciudades. Por otra parte, se ha enfatizado en el desarrollo del capitalismo como brazo del patriarcado, pero no sucede lo mismo con la asimilación del racismo como el otro brazo funcional.

Plantear la temática de las mujeres y la tierra implica el abordaje de una situación global que repercute en puntos estratégicos y básicos: el derecho a una distribución justa e igualitaria de la tierra, a la soberanía alimentaria; los derechos de las mujeres, a la soberanía de los cuerpos; el derecho a la identidad, a la soberanía de los pueblos; y los derechos de la Naturaleza, a la soberanía de su existencia y a formas productivas responsables y respetuosas. Se trata del reconocimiento del valor productivo y de preservación del trabajo de las mujeres y de la biodiversidad.

La participación de las mujeres en la agricultura está enormemente subestimada, pues a la gran mayoría de ellas no se las considera agricultoras sino amas de casa. A pesar de que sus jornadas de trabajo se extienden en promedio hasta las 16 horas diarias (según datos del Observatorio Centroamericano Mujeres y Tierra y las múltiples encuestas de uso del tiempo consultadas) durante las cuales combinan tareas dentro y fuera del hogar, las estadísticas ocultan su aporte productivo bajo la categoría del trabajo doméstico". 2

En este sentido, el Estado Plurinacional de Bolivia ha sido el primero en reconocer en su Artículo 338 “el valor económico del trabajo del hogar como fuente de riqueza y [que] deberá cuantificarse en las cuentas públicas”. 3

Adriana Guzmán integra el Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia, surgido al calor de las rebeliones en la llamada “masacre del gas”, en el 2003, bajo la presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada. Se trató de una insurrección social en la ciudad de La Paz que duró más de 30 días a partir de la decisión del gobierno de vender el gas boliviano a precios irrisorios y entreguistas en el marco de una crisis social gravísima. Allí fue donde el empoderamiento de las mujeres de las comunidades tomó fuerza y nació el movimiento.

- Hay dos problemáticas que son cruciales: la propiedad de la tierra y la feminización de la pobreza. El Estado Plurinacional de Bolivia ha sido el primero en reconocer el valor económico del trabajo del hogar como fuente de riqueza y parte del PBI. Sabemos también, que más allá de ello como antecedente importantísimo para los Estados, esto no incide directamente en la realidad de las mujeres campesinas e indígenas bolivianas y de cualquier país si no se asigna presupuesto idóneo a las áreas correspondientes y si no se avanza en una reforma agraria integral, popular y feminista. En el caso de las mujeres rurales no sólo se desconoce el trabajo en el hogar sino el mismo trabajo rural, el 100% del tiempo es trabajo invisibilizado. ¿Cómo rompemos la visión desarticulada de los Estados que separan las políticas ambientales, las políticas de género y las políticas de producción y que proyectan esa desarticulación en la visión social?

- En Bolivia, en 2015, después que logramos que en la Constitución se apruebe el artículo 338 donde se reconoce que el trabajo del hogar produce riqueza, exigimos que haya una encuesta del tiempo a nivel nacional. No se logra en todo el país, pero se logra una encuesta en varias comunidades del departamento de Chuquisaca, y esta encuesta del tiempo muestra que las mujeres tienen un trabajo efectivo, un trabajo de veinticinco horas al día, cosa que parece imposible porque el día tiene veinticuatro, pero como se hacen dos, tres tareas al mismo tiempo como criar, trabajar, cocinar, entonces una de las cosas importantes para lo que sirven estas encuestas del tiempo es para mirar más con estadísticas, con datos precisos lo que es el trabajo impago de las mujeres, lo que es el trabajo productivo no asalariado, lo que es el trabajo que se hace en la producción. Porque al ser un trabajo no asalariado no es que deje de ser explotación, porque cuando vos producís papa, por ejemplo, cosechas papa, maíz y el precio en las ciudades es un precio que está por debajo del precio que debería tener si contabilizamos la producción, el aporte de la tierra, la semilla y el trabajo que se dedica al sembrar, regar permanente, cuidar, cosechar, transportar, hay algo que no se cubre, hay algo que está subvalorado, que es el trabajo productivo de las mujeres en las comunidades. No se contabiliza la fuerza de trabajo como se contabilizan otras fuerzas de trabajo en un mundo capitalista, de mercado. Entonces por lo menos en la experiencia boliviana lo que se ha planteado para tener esta mirada compleja que no divida por un lado las políticas ambientales, por otro lado, las laborales, etc., sino que pueda atacar al sistema en su complejidad, es la despatriarcalización. Y hoy institucionalmente en el Estado está el Servicio Plurinacional de la Mujer y la Despatriarcalización que está haciendo ese intento, con todos los aportes de las organizaciones que hemos intentado que las políticas sean más complejas, o sea que al hablar se toquen todos los temas ambientales, de tierra, de fuerza, de trabajo impago y explotación, y que se traten en esa complejidad, que realmente se pueda atacar al patriarcado y cómo se estrella el patriarcado en el cuerpo de las mujeres. Para no verlo fragmentado, porque tratando fragmentadas las cuestiones no se resuelve nada. Pero creo que esa es una discusión compleja porque el Estado está así compartimentado. Salud, educación, tierra, como si todo eso no estuviera entrelazado. Más importante para mí que pensar cómo se enfrenta desde el Estado, es cómo nos articulamos desde las luchas, desde el movimiento de mujeres, el movimiento feminista, y no reproducimos esta compartimentación. Porque para nosotras resultan mucho más alejadas, a veces, las demandas del trabajo asaliariado, porque como nunca hemos tenido un trabajo asalariado sino un trabajo de producción, de circulación de productos, incluso de artesanías, entonces las luchas están compartimentadas. Creo que el desafío más bien está en rearticular la complejidad del sistema en nuestras luchas, rearticular nuestras luchas frente a la complejidad sistema y dejar las luchas compartimentadas. Nosotras tenemos lo que es la Tesis Política de la Despatriarcalización, de 2015, de la Alianza de las Mujeres en Defensa de la Revolución Democrática y Cultural, donde planteamos la despatriarcalización. Y una de las defensas es la jubilación universal para las mujeres. Universal porque, en general, las mujeres que están vinculadas a la producción agropecuaria, al trabajo en la tierra, nunca han recibido una jubilación. Quienes estamos dedicadas al trabajo de la tierra y la comercialización de productos en las ciudades, tampoco. Entonces esto podría atacar al sistema. Porque al tener una jubilación, pensamos que no sólo te incluyes en el sistema, sino que haces que explote. Porque el sistema no tiene la capacidad de pagar el trabajo impago y el trabajo productivo subvalorado que hacemos las mujeres. Exigirle eso sería una forma de ir dinamitando ese Estado. Otra cosa es la reconstitución de los pueblos, la reconstitución de los territorios y la reconstitución política. No sólo se trata de la defensa de la tierra, el saneamiento de la tierra o la titulación, sino de reconstituir las formas de decisión política, de gestión del poder, porque eso le quita el poder al Estado y atenta contra ese Estado que finalmente es patriarcal.

- Las feministas comunitarias platean la existencia de un patriarcado ancestral previo a la conquista y de un pacto entre este y el sistema patriarcal colonial. Un entronque patriarcal. Ahora bien, los postulados ecofeministas que proponen relaciones igualitarias y respetuosas con la biodiversidad y la tierra de las que formamos parte tienen mucho que ver con la cosmovisión ancestral de los pueblos indígenas que los colonizadores quisieron desaparecer. Por otra parte, los feminismos comunitarios, campesinos, indígenas, populares que surgen aquí parten de los mismos territorios, de las realidades de las mujeres campesinas e indígenas, de la identidad y la pertenencia. Estas herramientas tienen que complementar un accionar rural y un accionar urbano si pretendemos un cambio global. En este sentido, ¿cómo podemos formular en América Latina una alianza de lo urbano con los feminismos comunitarios?

- Hay diferencias, porque no podemos dejar de mirar que los feminismos que se construyen tienen su historia y su historia responde también a los cuerpos que los construyen, los territorios desde los cuales se construyen. Los hay vinculados al marxismo, con la lucha de clases, con la propiedad de los medios de producción, y se asume que transformando eso se transformarían todas las realidades, incluidas las que están vinculadas a las mujeres y al patriarcado. Entonces una primera diferencia es la concepción del sistema. Para nosotras el patriarcado es el sistema de todas las opresiones, no es un sistema más, oprime la humanidad, oprime naturaleza y se construye sobre el cuerpo de las mujeres. A veces hay como una lucha anticapitalista y una lucha ambientalista, una mezcla de las dos cosas, pero no de la complejidad del sistema, que implica hablar del patriarcado atravesando nuestros territorios, nuestras propias cosmovisiones, nuestra propia cultura, como pueblos ancestrales. Y por tanto se ven influenciadas por esas formas en las que se han construido en las ciudades atravesadas por el patriarcado, en las ciudades de nuestros territorios. Entonces los feminismos comunitarios, como en Bolivia, Venezuela, en Guatemala, en México en Chiapas y en Argentina con las hermanas migrantes, responden a la realidad de nuestros cuerpos en estos territorios. Porque, además, como vivimos un entronque patriarcal, cosa que no viven, por ejemplo, en Europa, este entronque patriarcal hace que vivamos un patriarcado más complejo. No se trata de que, si uno es mejor o peor, se trata de que hay feminismos que responden a un patriarcado capitalista y los feminismos comunitarios responden a un entronque patriarcal, al patriarcado colonial y al patriarcado ancestral entroncado. Por tanto, vivimos otro patriarcado, otro capitalismo, otra forma de colonialismo y racismo. Yo creo que, en América Latina, como dices, no necesariamente tiene que haber un aliado de los feminismos comunitarios en el área urbana. Cuando nosotras hablamos de comunidad, estamos hablando de la comunidad como una categoría política, una forma de relación de las personas con la naturaleza, asumiendo que somos parte de la naturaleza, que somos un mismo cuerpo, y que hacer daño a la naturaleza es hacernos daño también a nosotros. Cuestionamos la feminización de la naturaleza, del asumir que la Pacha es madre. Pacha es tiempo, es espacio, es el todo, la Pachamama es una cualidad de autoridad, no es mamá, no es pacha mamá, madre tierra. Entonces, así como tú hablas de una feminización de la pobreza, hay una feminización de la naturaleza para justificar su subordinación y su explotación. Eso es parte, hoy, de un entronque patriarcal porque es la misma cosmovisión y son los mismos pueblos indígenas. En el caso de Bolivia, el Evo, por ejemplo, ha hecho los diez mandamientos de la madre tierra. La feminización de la Pachamama, de la tierra, es un argumento profundamente patriarcal. Entonces todos esos elementos pueden servir y por supuesto en los sectores urbanos también. Porque estamos hablando de cuerpos comunes. Si bien nosotras nos enunciamos desde la comunidad y muchas vivimos gran parte de nuestra vida y nuestra acción política en la comunidad, no hemos dejado tampoco de habitar las ciudades y no creemos que haya una contradicción, que haya que buscar otro feminismo para las ciudades. Porque eso, además, implicaría una posición colonial y racista. Nos ha pasado a nosotras esto de que como el feminismo comunitario es para las indígenas que viven en el campo, nosotras tendríamos que buscar otro feminismo y eso también es una contradicción colonial y racista. Para nosotras es importante ahorita la alianza entre feminismo comunitario, popular, clasista, combativo, colectivo, como la llaman las hermanas indígenas en el Paraguay, para construir un feminismo desde estos territorios, desde estos cuerpos, y en esa alianza, en esa discusión que estamos haciendo hoy en diferentes territorios planteamos que ¿quiénes en Abya Yala no son indígenas? ¿Quiénes no vienen de lospueblos originarios? Incluso en el caso de Argentina y Chile que son mayormente migrantes de Europa, resulta que también en Europa ha habido comunidades y pueblos originarios, entonces yo me mantendría en la posición de que el feminismo comunitario no es un feminismo rural, los feminismos comunitarios no son feminismos indígenas en el sentido de que no son sólo para mujeres indígenas. Es un feminismo que lucha contra el patriarcado (porque hay otros que no luchan) como la lucha principal y estructural y que propone la comunidad y la comunidad de comunidades como forma de vida, un feminismo antiestatal, por ejemplo. Y entonces pensar a la comunidad como forma de relacionarnos, como forma de compartir un cuerpo político, de lucha, de vida digna, de vivir bien, es una propuesta de mundo y por tanto no es rural. Finalmente compartimos un entronque patriarcal en el área urbana y en el área rural.

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Cuando se hace referencia a los pueblos indígenas originarios campesinos, claro está que se incluyen a las mujeres, niñez, juventud y ancianidad que conformaban ese todo. Así lo demuestran las rebeliones a lo largo de la historia bajo un principio de no escisión de la comunidad; de la vida y la muerte; de la paz y la guerra; de la mujer y el varón; de lo tangible y lo no tangible. Se imprime una visión de complementariedad diametralmente opuesta a los designios de occidente que determinan a través de sus normas e instituciones que no sólo priman los intereses individuales, sino que todo se separa y que unos valen más que otros u otras. De ahí viene el derecho y la ganancia individual; lo público y lo privado; mujer aquí y hombre allá; los fuertes y los débiles; los superiores y los inferiores; en fin, todo se convierte en una división binaria, irreconciliable”. 4

El paradigma científico dominante ha establecido esta división irreconciliable entre Naturaleza y cultura, colocando a la humanidad como fuente de producción y a la Naturaleza como símbolo de incivilización y atraso. Así, las prácticas y saberes ancestrales son asociados a la ignorancia y los sistemas de regulación naturales del planeta no son considerados.

En el año 2008, Ecuador fue el primer país en reconocer a la Naturaleza como sujeto de derechos; y en 2010, el gobierno de Bolivia promovió la conformación del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza. El planeta está vivo y tiene derechos.

En la conferencia “Democracia de la Tierra y Derechos de la Naturaleza” llevada a cabo en Quito en 2011, la activista Vandana Shiva, del movimiento de mujeres Chipkoen la India, expuso: “La particular visión de los derechos de la naturaleza que han recogido ustedes en su Constitución, reconoce que hay algo superior al crecimiento económico. Lo llaman Sumak Kawsay [Buen Vivir](...) Este pensamiento supone un punto de partida bastante diferente al del crecimiento económico. El paradigma del crecimiento económico dice explota rápido, convierte a la naturaleza en dinero y tienes una solución mágica, pero como los nativos americanos dijeron, “solo cuando hayas matado el último pez y cortado el último árbol te darás cuenta de que no puedes comer el dinero.” El hecho de que los derechos de las personas y los derechos de la naturaleza fluyen en la misma dirección es parte del nuevo potencial de los derechos de la naturaleza en la Constitución Ecuatoriana”. 5

La OMC y los Tratados de Libre Comercio ponen la mira en las economías sostenidas por las mujeres y mercantilizan y someten a leyes de Propiedad Intelectual los recursos naturales. Al deslocalizar la producción, se vulnera el valor territorial de las actividades, se precariza aún más la fuerza de trabajo ya subvalorada o no reconocida, en beneficio del libre albedrío del capital y en desmedro de la soberanía de los pueblos.

"Tenemos que pensar de maneras frescas, y esas formas frescas son las mujeres que han enseñado a las mujeres, que la tierra les ha enseñado, que los campesinos y los pueblos, que la gente trabajadora ha sabido, que las culturas ancestrales han conocido y los pueblos originarios. Hacia allá es donde debemos voltear, tanto para: saber que la tierra está viva; que tenemos una responsabilidad hacia ellay ella tiene sus derechos;y que tenemos el deber de resistir este ataque final. El TPP es parte de ese ataque final". 6

El despojo, la persecución política, los asesinatos y la criminalización de la lucha de los pueblos campesinos e indígenas cuyo fin es el acaparamiento monopólico de las tierras, la privatización y manipulación de las semilllas y la digitalización del campo por parte del lobby agroindustrial, apoyado y financiado por los gobiernos, constituyen un escenario voraz y cotidiano que día a día encuentra resistencias en todo el mundo.

Cuando se habla de desastre ambiental, el desastre incluye a seres humanos que conforman el sobrante del sistema o la mano de obra sobreexplotada, y en su mayoría se trata de mujeres. Mujeres pobres, migrantes, campesinas e indígenas. Los focos de resistencia, por tanto, son llevados adelante por estas mujeres, incluso en lugares donde a veces no hay una conciencia colectiva en las acciones de estar resistiendo a un modelo genocida. Son las mujeres de los barrios populares más pobres, las trabajadoras industriales, las agricultoras, las que llevan en sus cuerpos las marcas de los contaminantes, de los agrotóxicos y de la opresión patriarcal. Son las mujeres de las comunidades las que dan el puntapié inicial para la formación de movimientos que resisten al despojo de la tierra y al desarrollismo industrial que sitúa a la alimentación como producto de especulación económica y no como un derecho humano.

"Esto es sobre la violencia contra la tierra y la violencia contra las sociedades, porque la forma particular de construir la economía, incluyendo la economía agrícola, beneficia a las industrias del combustible fósil, de los fertilizantes, los monopolios de las semillas y los poderes globales. Kissinger lo dijo con toda claridad: "el alimento es nuestra arma". No debemos olvidarlo jamás. Ahora están viendo a la semilla como un arma. El punto final resulta en que aquellos que causaron el problema están convirtiendo esta crisis en su siguiente oportunidad para la industria. Entonces tienes "agricultura inteligente para el clima". El mismo Monsanto que destruyó nuestras semillas, ahora está robando nuestras semillas resilientes. (Bill) Gates les está ayudando a piratear nuestras semillas resilientes al clima que nuestro campesinado cuidó, particularmente las mujeres. Porque, aunque las corporaciones ingresen al sector de las semillas, las principales criadoras han sido las mujeres. Desde México hasta India, han sido las mujeres quienes han sabido realmente en qué consiste seleccionar y cultivar para salvar la semilla. Monsanto ha comprado la compañía de datos más grande del mundo y juntas están apostando a lo que llaman "Big Data”. Convirtiendo la información en un nuevo producto. Colocan software espía en tractores con la colaboración con John Deere, la empresa de tractores. Ponen spyware en los tractores y el tractor manda la información del suelo sobre su nutrición y su hidratación a Monsanto. Y Monsanto te vende la información de vuelta a ti, eso es dinero. Todo en su visión del mundo es un producto". 7

Las luchas decisivas del siglo XXI son y serán contra el sistema patriarcal y contra el sistema agroalimentario industrializado. Las mujeres y la tierra han sido subordinadas, explotadas e invisibilizadas en las relaciones desiguales de poder que rigen el modelo mundial, hasta hoy.

Algo cruje, y es la opresión cayendo. Algo cruje, y es el planeta colapsando.

Algo cruje. Algo está brotando.

Notas:

[1] Korol, Claudia. 2016, Somos tierra, semilla, rebeldía: Mujeres, tierra y territorios en América Latina; primera edición, BuenosAires; coedición de GRAIN, Acción por la Biodiversidad y América Libre.

[2] Korol, Claudia. 2016, Somos tierra, semilla, rebeldía: Mujeres, tierra y territorios en América Latina; primera edición, BuenosAires; coedición de GRAIN, Acción por la Biodiversidad y América Libre.


[4] Espinoza, Claudia; 2011, Despatriarcalizando el Estado y la sociedad sin permisos en Políticas públicas, descolonización y despatriarcalización en Bolivia, Estado plurinacional; La Paz, Bolivia.

[5] Shiva, Vandana. 26/11/2011, Conferencia Magistral “Democracia de la Tierra y los Derechos de la Naturaleza”, Quito, Ecuador.

[6] Shiva, Vandana. 17/08/2016, La sacralidad de la tierra, entrevista de Luchadoras TV, disponible en You Tube: https://www.youtube.com/watch?v=TtJHV1xu7z4

[7] Shiva, Vandana. 17/08/2016, La sacralidad de la tierra, entrevista de Luchadoras TV, disponible en You Tube: https://www.youtube.com/watch?v=TtJHV1xu7z4

 
Fuente: Biodiversidad LA - http://www.biodiversidadla.org/Agencia-de-Noticias-Biodiversidadla/Brotes-de-rebelion.-Mujeres-y-tierra