Natalia
Tangona para la Agencia de Noticias Biodiversidadla
Idioma Español
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29 abril 2019
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Entrevista con Adriana Guzmán
del Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia. Fragmentos de Claudia
Korol y Vandana Shiva - “Ni las mujeres ni la tierra somos territorio de
conquista”. Hablemos entonces de las mujeres y la tierra. Hablemos de los
territorios, de la soberanía, de las relaciones igualitarias y de alianza.
Hablemos de y con las compañeras que resisten y construyamos las respuestas y
las acciones para rebrotar".
Las relaciones
que entablamos las distintas culturas con el mundo, como la raíz desde la cual
nacen las prácticas tanto benéficas como nocivas para con toda la
biodiversidad, están en el centro de los debates de las luchas por la equidad.
Es interesante abordar las miradas que se han ido construyendo y desenredando
en las últimas décadas desde el feminismo y el ecologismo con respecto a este
punto y acerca del hilo en común que atraviesa todos los estamentos de
dominación: el sistema patriarcal y colonial. Ambos, caras de una misma moneda,
ejecutados a través del capitalismo y el racismo, han concebido al agronegocio
como, nada y nada menos, la creación idónea para concluir el batacazo final del
proceso de destrucción del planeta. “Ni las mujeres ni la tierra somos
territorio de conquista” se grita cada vez con más fuerza desde América Latina,
desde el África, desde India, desde cada pueblo donde una mujer defiende una
porción de tierra, un árbol, un río, una semilla. ¿Cómo hacemos para no ser
devorados por la depredación neoliberal? ¿Cómo hacemos para no claudicar y
convertirnos en parte del capitalismo? ¿Cómo nos descolonizamos, nos
deconstruímos, nos quitamos las marcas históricas del racismo? ¿Cómo (re)
aprendemos a mirar y mirarnos de otra forma?
“Ni las mujeres
ni la tierra somos territorio de conquista”. Hablemos entonces de las mujeres y
la tierra. Hablemos de los territorios, de la soberanía, de las relaciones
igualitarias y de alianza. Hablemos de y con las compañeras que resisten y
construyamos las respuestas y las acciones para rebrotar.
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La legitimación
recíproca entre patriarcado y capitalismo se ha analizado mucho en materia de
desigualdades laborales, en la sexualización de la división del trabajo, en la
falta de autonomía y poder de decisión de las mujeres en aspectos económicos y
productivos. El patriarcado naturaliza a la mujer a través de la biologización.
El capitalismo ha femenizado a la naturaleza como manera de inferiorizarla. Es
dominable, es explotable, no decide, sino que SE decide su función en el
sistema. Su trabajo es invisibilizado.
El trabajo que
las mujeres de la tierra realizan para la subsistencia y el mantenimiento de la
vida no es considerado ni cuantificado como labores de producción. En su libro Somos
tierra, semilla, rebeldía, Claudia Korol expone: “En el caso
de las mujeres rurales, cuando hablamos de trabajo invisible, nos
referimos a ese trabajo doméstico no remunerado, pero también a lo que podría
ser considerado como trabajo productivo estricto, que sin embargo no se
registra en las cuentas nacionales porque se considera como una extensión de
las tareas de reproducción biológica y de la reproducción de la fuerza de
trabajo. El cuidado de las huertas, de los animales, de las semillas, la
recolección de frutos, la búsqueda del agua, se vuelven parte de las tareas no
remuneradas y consideradas como no productivas, aunque provean de alimento, y
hagan a las condiciones de sobrevivencia de millones de personas en el mundo.
(…) Esta división de roles, asigna a las mujeres el cuidado de la casa, de la
salud, de la educación y de sus familias, otorga a los hombres el manejo de la
tierra y de la maquinaria, en definitiva de la “técnica”, y mantiene intactos
los papeles asignados como masculinos y femeninos, y que durante siglos, y aún
hoy, perduran en nuestras sociedades.” 1
Los ecosistemas
de los cuales depende la vida en el mundo tampoco son tenidos en cuenta en
relación a su productividad (no en términos mercantiles, sino de sostén) Las
perturbaciones del clima, la extinción y la pérdida de biodiversidad, la
contaminación, el consumo inequitativo, el extractivismo desmesurado, no
parecieran ser suficientes motivos para la lógica neoliberal de “extraer,
manufacturar, consumir y desechar” en pos de una economía basada en la
abstracción, tal como lo indica la referente ecofeminista Vandana Shiva.
Abordando el
tema de la agroecología y el feminismo con compañeras trabajadoras de la
tierra, se aprende a dejar de observar el mundo de forma fragmentanda y a
entender que, aunque cuesta desarmar esa mirada, tanto la agroecología como el
feminismo son herramientas que abarcan una visión mucho más amplia donde todo
se interrelaciona y que atenta contra las estructuras de poder capitalistas
patriarcales. Se hace difícil, a veces, no analizar en términos de dualidad
cuando los territorios rurales y los territorios urbanos traen consigo miradas,
discursos y acciones dispares entre sí y propias de la realidad de cada
entorno. Así como el agronegocio y el extractivismo arrasan con la vida de las
mujeres rurales invisibilizadas y sobreexplotadas, en los barrios populares
periféricos a los cascos urbanos, en las villas, en las tomas de tierras, la
vorágine capitalista se cobra la vida de miles de personas, con sus desechos
industriales, sus vertederos, sus incineradores tóxicos, sus basureros a cielo
abierto. De las cuales, muchas han migrado de sus territorios arrasados
buscando subsistir en las ciudades. Por otra parte, se ha enfatizado en el
desarrollo del capitalismo como brazo del patriarcado, pero no sucede lo mismo
con la asimilación del racismo como el otro brazo funcional.
Plantear la
temática de las mujeres y la tierra implica el abordaje de una
situación global que repercute en puntos estratégicos y básicos: el derecho a
una distribución justa e igualitaria de la tierra, a la soberanía alimentaria;
los derechos de las mujeres, a la soberanía de los cuerpos; el derecho a la
identidad, a la soberanía de los pueblos; y los derechos de la Naturaleza, a la
soberanía de su existencia y a formas productivas responsables y respetuosas.
Se trata del reconocimiento del valor productivo y de preservación del trabajo
de las mujeres y de la biodiversidad.
“La
participación de las mujeres en la agricultura está enormemente subestimada,
pues a la gran mayoría de ellas no se las considera agricultoras sino amas de
casa. A pesar de que sus jornadas de trabajo se extienden en promedio hasta
las 16 horas diarias (según datos del Observatorio Centroamericano Mujeres y
Tierra y las múltiples encuestas de uso del tiempo consultadas) durante las
cuales combinan tareas dentro y fuera del hogar, las estadísticas ocultan su
aporte productivo bajo la categoría del trabajo doméstico". 2
En este sentido,
el Estado Plurinacional de Bolivia ha sido el primero en reconocer en su
Artículo 338 “el valor económico del trabajo del hogar como fuente de
riqueza y [que] deberá cuantificarse en las cuentas
públicas”. 3
Adriana
Guzmán integra el Feminismo
Comunitario Antipatriarcal de Bolivia, surgido al calor de las rebeliones
en la llamada “masacre del gas”, en el 2003, bajo la presidencia de Gonzalo
Sánchez de Lozada. Se trató de una insurrección social en la ciudad de La Paz
que duró más de 30 días a partir de la decisión del gobierno de vender el gas
boliviano a precios irrisorios y entreguistas en el marco de una crisis social
gravísima. Allí fue donde el empoderamiento de las mujeres de las comunidades
tomó fuerza y nació el movimiento.
-
Hay dos problemáticas que son cruciales: la propiedad de la tierra y la
feminización de la pobreza. El Estado Plurinacional de Bolivia ha sido el
primero en reconocer el valor económico del trabajo del hogar como fuente de
riqueza y parte del PBI. Sabemos también, que más allá de ello como antecedente
importantísimo para los Estados, esto no incide directamente en la realidad de
las mujeres campesinas e indígenas bolivianas y de cualquier país si no se
asigna presupuesto idóneo a las áreas correspondientes y si no se avanza en una
reforma agraria integral, popular y feminista. En el caso de las mujeres
rurales no sólo se desconoce el trabajo en el hogar sino el mismo trabajo
rural, el 100% del tiempo es trabajo invisibilizado. ¿Cómo rompemos la visión
desarticulada de los Estados que separan las políticas ambientales, las
políticas de género y las políticas de producción y que proyectan esa
desarticulación en la visión social?
- En Bolivia, en
2015, después que logramos que en la Constitución se apruebe el artículo 338
donde se reconoce que el trabajo del hogar produce riqueza, exigimos que haya
una encuesta del tiempo a nivel nacional. No se logra en todo el país, pero se
logra una encuesta en varias comunidades del departamento de Chuquisaca, y esta
encuesta del tiempo muestra que las mujeres tienen un trabajo efectivo, un
trabajo de veinticinco horas al día, cosa que parece imposible porque el día
tiene veinticuatro, pero como se hacen dos, tres tareas al mismo tiempo como
criar, trabajar, cocinar, entonces una de las cosas importantes para lo que
sirven estas encuestas del tiempo es para mirar más con estadísticas, con datos
precisos lo que es el trabajo impago de las mujeres, lo que es el trabajo
productivo no asalariado, lo que es el trabajo que se hace en la producción.
Porque al ser un trabajo no asalariado no es que deje de ser explotación,
porque cuando vos producís papa, por ejemplo, cosechas papa, maíz y el precio
en las ciudades es un precio que está por debajo del precio que debería tener
si contabilizamos la producción, el aporte de la tierra, la semilla y el
trabajo que se dedica al sembrar, regar permanente, cuidar, cosechar,
transportar, hay algo que no se cubre, hay algo que está subvalorado, que es el
trabajo productivo de las mujeres en las comunidades. No se contabiliza la
fuerza de trabajo como se contabilizan otras fuerzas de trabajo en un mundo
capitalista, de mercado. Entonces por lo menos en la experiencia boliviana lo
que se ha planteado para tener esta mirada compleja que no divida por un lado
las políticas ambientales, por otro lado, las laborales, etc., sino que pueda
atacar al sistema en su complejidad, es la despatriarcalización. Y hoy
institucionalmente en el Estado está el Servicio Plurinacional de la Mujer y la
Despatriarcalización que está haciendo ese intento, con todos los aportes de
las organizaciones que hemos intentado que las políticas sean más complejas, o
sea que al hablar se toquen todos los temas ambientales, de tierra, de fuerza,
de trabajo impago y explotación, y que se traten en esa complejidad, que
realmente se pueda atacar al patriarcado y cómo se estrella el patriarcado en
el cuerpo de las mujeres. Para no verlo fragmentado, porque tratando
fragmentadas las cuestiones no se resuelve nada. Pero creo que esa es una
discusión compleja porque el Estado está así compartimentado. Salud, educación,
tierra, como si todo eso no estuviera entrelazado. Más importante para mí que
pensar cómo se enfrenta desde el Estado, es cómo nos articulamos desde las
luchas, desde el movimiento de mujeres, el movimiento feminista, y no
reproducimos esta compartimentación. Porque para nosotras resultan mucho más
alejadas, a veces, las demandas del trabajo asaliariado, porque como nunca
hemos tenido un trabajo asalariado sino un trabajo de producción, de
circulación de productos, incluso de artesanías, entonces las luchas están
compartimentadas. Creo que el desafío más bien está en rearticular la
complejidad del sistema en nuestras luchas, rearticular nuestras luchas frente
a la complejidad sistema y dejar las luchas compartimentadas. Nosotras tenemos
lo que es la Tesis Política de la Despatriarcalización, de 2015, de la Alianza
de las Mujeres en Defensa de la Revolución Democrática y Cultural, donde
planteamos la despatriarcalización. Y una de las defensas es la jubilación
universal para las mujeres. Universal porque, en general, las mujeres que están
vinculadas a la producción agropecuaria, al trabajo en la tierra, nunca han
recibido una jubilación. Quienes estamos dedicadas al trabajo de la tierra y la
comercialización de productos en las ciudades, tampoco. Entonces esto podría
atacar al sistema. Porque al tener una jubilación, pensamos que no sólo te
incluyes en el sistema, sino que haces que explote. Porque el sistema no tiene
la capacidad de pagar el trabajo impago y el trabajo productivo subvalorado que
hacemos las mujeres. Exigirle eso sería una forma de ir dinamitando ese Estado.
Otra cosa es la reconstitución de los pueblos, la reconstitución de los
territorios y la reconstitución política. No sólo se trata de la defensa de la
tierra, el saneamiento de la tierra o la titulación, sino de reconstituir las
formas de decisión política, de gestión del poder, porque eso le quita el poder
al Estado y atenta contra ese Estado que finalmente es patriarcal.
-
Las feministas comunitarias platean la existencia de un patriarcado ancestral
previo a la conquista y de un pacto entre este y el sistema patriarcal
colonial. Un entronque patriarcal. Ahora bien, los postulados ecofeministas que
proponen relaciones igualitarias y respetuosas con la biodiversidad y la tierra
de las que formamos parte tienen mucho que ver con la cosmovisión ancestral de
los pueblos indígenas que los colonizadores quisieron desaparecer. Por otra
parte, los feminismos comunitarios, campesinos, indígenas, populares que surgen
aquí parten de los mismos territorios, de las realidades de las mujeres
campesinas e indígenas, de la identidad y la pertenencia. Estas herramientas
tienen que complementar un accionar rural y un accionar urbano si pretendemos
un cambio global. En este sentido, ¿cómo podemos formular en América Latina una
alianza de lo urbano con los feminismos comunitarios?
- Hay
diferencias, porque no podemos dejar de mirar que los feminismos que se
construyen tienen su historia y su historia responde también a los cuerpos que
los construyen, los territorios desde los cuales se construyen. Los hay
vinculados al marxismo, con la lucha de clases, con la propiedad de los medios
de producción, y se asume que transformando eso se transformarían todas las
realidades, incluidas las que están vinculadas a las mujeres y al patriarcado.
Entonces una primera diferencia es la concepción del sistema. Para nosotras el
patriarcado es el sistema de todas las opresiones, no es un sistema más, oprime
la humanidad, oprime naturaleza y se construye sobre el cuerpo de las mujeres.
A veces hay como una lucha anticapitalista y una lucha ambientalista, una
mezcla de las dos cosas, pero no de la complejidad del sistema, que implica
hablar del patriarcado atravesando nuestros territorios, nuestras propias
cosmovisiones, nuestra propia cultura, como pueblos ancestrales. Y por tanto se
ven influenciadas por esas formas en las que se han construido en las ciudades
atravesadas por el patriarcado, en las ciudades de nuestros territorios.
Entonces los feminismos comunitarios, como en Bolivia, Venezuela, en Guatemala,
en México en Chiapas y en Argentina con las hermanas migrantes, responden a la
realidad de nuestros cuerpos en estos territorios. Porque, además, como vivimos
un entronque patriarcal, cosa que no viven, por ejemplo, en Europa, este
entronque patriarcal hace que vivamos un patriarcado más complejo. No se trata
de que, si uno es mejor o peor, se trata de que hay feminismos que responden a
un patriarcado capitalista y los feminismos comunitarios responden a un
entronque patriarcal, al patriarcado colonial y al patriarcado ancestral
entroncado. Por tanto, vivimos otro patriarcado, otro capitalismo, otra forma
de colonialismo y racismo. Yo creo que, en América Latina, como dices, no
necesariamente tiene que haber un aliado de los feminismos comunitarios en el
área urbana. Cuando nosotras hablamos de comunidad, estamos hablando de la
comunidad como una categoría política, una forma de relación de las personas
con la naturaleza, asumiendo que somos parte de la naturaleza, que somos un
mismo cuerpo, y que hacer daño a la naturaleza es hacernos daño también a
nosotros. Cuestionamos la feminización de la naturaleza, del asumir que la
Pacha es madre. Pacha es tiempo, es espacio, es el todo, la Pachamama es una
cualidad de autoridad, no es mamá, no es pacha mamá, madre tierra. Entonces,
así como tú hablas de una feminización de la pobreza, hay una feminización de
la naturaleza para justificar su subordinación y su explotación. Eso es parte,
hoy, de un entronque patriarcal porque es la misma cosmovisión y son los mismos
pueblos indígenas. En el caso de Bolivia, el Evo, por ejemplo, ha hecho los
diez mandamientos de la madre tierra. La feminización de la Pachamama, de la
tierra, es un argumento profundamente patriarcal. Entonces todos esos elementos
pueden servir y por supuesto en los sectores urbanos también. Porque estamos
hablando de cuerpos comunes. Si bien nosotras nos enunciamos desde la comunidad
y muchas vivimos gran parte de nuestra vida y nuestra acción política en la
comunidad, no hemos dejado tampoco de habitar las ciudades y no creemos que
haya una contradicción, que haya que buscar otro feminismo para las ciudades.
Porque eso, además, implicaría una posición colonial y racista. Nos ha pasado a
nosotras esto de que como el feminismo comunitario es para las indígenas que
viven en el campo, nosotras tendríamos que buscar otro feminismo y eso también
es una contradicción colonial y racista. Para nosotras es importante ahorita la
alianza entre feminismo comunitario, popular, clasista, combativo, colectivo,
como la llaman las hermanas indígenas en el Paraguay, para construir un
feminismo desde estos territorios, desde estos cuerpos, y en esa alianza, en esa
discusión que estamos haciendo hoy en diferentes territorios planteamos que
¿quiénes en Abya Yala no son indígenas? ¿Quiénes no vienen de lospueblos
originarios? Incluso en el caso de Argentina y Chile que son mayormente
migrantes de Europa, resulta que también en Europa ha habido comunidades y
pueblos originarios, entonces yo me mantendría en la posición de que el
feminismo comunitario no es un feminismo rural, los feminismos comunitarios no
son feminismos indígenas en el sentido de que no son sólo para mujeres
indígenas. Es un feminismo que lucha contra el patriarcado (porque hay otros
que no luchan) como la lucha principal y estructural y que propone la comunidad
y la comunidad de comunidades como forma de vida, un feminismo antiestatal, por
ejemplo. Y entonces pensar a la comunidad como forma de relacionarnos, como
forma de compartir un cuerpo político, de lucha, de vida digna, de vivir bien,
es una propuesta de mundo y por tanto no es rural. Finalmente compartimos un
entronque patriarcal en el área urbana y en el área rural.
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“Cuando se
hace referencia a los pueblos indígenas originarios campesinos, claro está que
se incluyen a las mujeres, niñez, juventud y ancianidad que conformaban ese
todo. Así lo demuestran las rebeliones a lo largo de la historia bajo un
principio de no escisión de la comunidad; de la vida y la muerte; de la paz y
la guerra; de la mujer y el varón; de lo tangible y lo no tangible. Se imprime
una visión de complementariedad diametralmente opuesta a los designios de
occidente que determinan a través de sus normas e instituciones que no sólo
priman los intereses individuales, sino que todo se separa y que unos valen más
que otros u otras. De ahí viene el derecho y la ganancia individual; lo público
y lo privado; mujer aquí y hombre allá; los fuertes y los débiles; los
superiores y los inferiores; en fin, todo se convierte en una división binaria,
irreconciliable”. 4
El paradigma
científico dominante ha establecido esta división irreconciliable entre
Naturaleza y cultura, colocando a la humanidad como fuente de producción y a la
Naturaleza como símbolo de incivilización y atraso. Así, las prácticas y
saberes ancestrales son asociados a la ignorancia y los sistemas de regulación
naturales del planeta no son considerados.
En el año 2008,
Ecuador fue el primer país en reconocer a la Naturaleza como sujeto de
derechos; y en 2010, el gobierno de Bolivia promovió la conformación del Tribunal
Internacional de los Derechos de la Naturaleza. El planeta está vivo y
tiene derechos.
En la
conferencia “Democracia de la Tierra y Derechos de la Naturaleza” llevada a
cabo en Quito en 2011, la activista Vandana Shiva, del movimiento de
mujeres Chipkoen la India, expuso: “La particular visión de los
derechos de la naturaleza que han recogido ustedes en su Constitución, reconoce
que hay algo superior al crecimiento económico. Lo llaman Sumak Kawsay [Buen
Vivir](...) Este pensamiento supone un punto de partida bastante diferente
al del crecimiento económico. El paradigma del crecimiento económico dice
explota rápido, convierte a la naturaleza en dinero y tienes una solución
mágica, pero como los nativos americanos dijeron, “solo cuando hayas matado el
último pez y cortado el último árbol te darás cuenta de que no puedes comer el
dinero.” El hecho de que los derechos de las personas y los derechos de la
naturaleza fluyen en la misma dirección es parte del nuevo potencial de los
derechos de la naturaleza en la Constitución Ecuatoriana”. 5
La OMC y los
Tratados de Libre Comercio ponen la mira en las economías sostenidas por las
mujeres y mercantilizan y someten a leyes de Propiedad Intelectual los recursos
naturales. Al deslocalizar la producción, se vulnera el valor territorial de
las actividades, se precariza aún más la fuerza de trabajo ya subvalorada o no
reconocida, en beneficio del libre albedrío del capital y en desmedro de la
soberanía de los pueblos.
"Tenemos
que pensar de maneras frescas, y esas formas frescas son las mujeres que han
enseñado a las mujeres, que la tierra les ha enseñado, que los campesinos y los
pueblos, que la gente trabajadora ha sabido, que las culturas ancestrales han
conocido y los pueblos originarios. Hacia allá es donde debemos voltear, tanto
para: saber que la tierra está viva; que tenemos una responsabilidad hacia
ellay ella tiene sus derechos;y que tenemos el deber de resistir este ataque
final. El TPP es parte de ese ataque final". 6
El despojo, la
persecución política, los asesinatos y la criminalización de la lucha de los
pueblos campesinos e indígenas cuyo fin es el acaparamiento monopólico de las
tierras, la privatización y manipulación de las semilllas y la digitalización
del campo por parte del lobby agroindustrial, apoyado y financiado por los
gobiernos, constituyen un escenario voraz y cotidiano que día a día encuentra
resistencias en todo el mundo.
Cuando se habla
de desastre ambiental, el desastre incluye a seres humanos que conforman el
sobrante del sistema o la mano de obra sobreexplotada, y en su mayoría se trata
de mujeres. Mujeres pobres, migrantes, campesinas e indígenas. Los focos de
resistencia, por tanto, son llevados adelante por estas mujeres, incluso en
lugares donde a veces no hay una conciencia colectiva en las acciones de estar
resistiendo a un modelo genocida. Son las mujeres de los barrios populares más
pobres, las trabajadoras industriales, las agricultoras, las que llevan en sus
cuerpos las marcas de los contaminantes, de los agrotóxicos y de la opresión
patriarcal. Son las mujeres de las comunidades las que dan el puntapié inicial
para la formación de movimientos que resisten al despojo de la tierra y al
desarrollismo industrial que sitúa a la alimentación como producto de
especulación económica y no como un derecho humano.
"Esto
es sobre la violencia contra la tierra y la violencia contra las sociedades,
porque la forma particular de construir la economía, incluyendo la economía
agrícola, beneficia a las industrias del combustible fósil, de los
fertilizantes, los monopolios de las semillas y los poderes globales. Kissinger
lo dijo con toda claridad: "el alimento es nuestra arma". No debemos
olvidarlo jamás. Ahora están viendo a la semilla como un arma. El punto final
resulta en que aquellos que causaron el problema están convirtiendo esta crisis
en su siguiente oportunidad para la industria. Entonces tienes
"agricultura inteligente para el clima". El mismo Monsanto que
destruyó nuestras semillas, ahora está robando nuestras semillas resilientes.
(Bill) Gates les está ayudando a piratear nuestras semillas resilientes al
clima que nuestro campesinado cuidó, particularmente las mujeres. Porque,
aunque las corporaciones ingresen al sector de las semillas, las principales
criadoras han sido las mujeres. Desde México hasta India, han sido las mujeres
quienes han sabido realmente en qué consiste seleccionar y cultivar para salvar
la semilla. Monsanto ha comprado la compañía de datos más grande del mundo y
juntas están apostando a lo que llaman "Big Data”. Convirtiendo la información
en un nuevo producto. Colocan software espía en tractores con la colaboración
con John Deere, la empresa de tractores. Ponen spyware en los tractores y el
tractor manda la información del suelo sobre su nutrición y su hidratación a
Monsanto. Y Monsanto te vende la información de vuelta a ti, eso es dinero.
Todo en su visión del mundo es un producto". 7
Las luchas
decisivas del siglo XXI son y serán contra el sistema patriarcal y contra el
sistema agroalimentario industrializado. Las mujeres y la tierra han sido
subordinadas, explotadas e invisibilizadas en las relaciones desiguales de
poder que rigen el modelo mundial, hasta hoy.
Algo cruje, y es
la opresión cayendo. Algo cruje, y es el planeta colapsando.
Algo cruje. Algo
está brotando.
Notas:
[1] Korol, Claudia. 2016, Somos tierra, semilla,
rebeldía: Mujeres, tierra y territorios en América Latina; primera edición,
BuenosAires; coedición de GRAIN, Acción por la Biodiversidad y América Libre.
[2] Korol, Claudia. 2016, Somos tierra, semilla,
rebeldía: Mujeres, tierra y territorios en América Latina; primera edición,
BuenosAires; coedición de GRAIN, Acción por la Biodiversidad y América Libre.
[4] Espinoza, Claudia; 2011, Despatriarcalizando el
Estado y la sociedad sin permisos en Políticas públicas, descolonización y
despatriarcalización en Bolivia, Estado plurinacional; La Paz, Bolivia.
[5] Shiva, Vandana. 26/11/2011, Conferencia Magistral
“Democracia de la Tierra y los Derechos de la Naturaleza”, Quito, Ecuador.
Fuente: Biodiversidad LA - http://www.biodiversidadla.org/Agencia-de-Noticias-Biodiversidadla/Brotes-de-rebelion.-Mujeres-y-tierra