Nuestro sistema alimentario se caracteriza por ser heterogéneo y complejo, ya que comprenden diferentes medios y formas de obtención del alimento como lo son la caza, la pesca, la recolección y la práctica agroforestal familiar de nainu. Cosa que ha cambiado mucho en la actualidad.
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Olonagdiginya. Algunos productos básicos en cosecha en Gunayala. Archivo/CENDAH,
2021
Me pregunto, si es el sistema alimentario de producción agroforestal de nainu familiar la que se está aplicando, ahora que vivimos con la pandemia o es el sistema de roza, tala y quema a gran escala. Diez (10) hectáreas o más, a la madre tierra se la desnuda, que al final no es utilizada el 100% con cultivos. Al contrario, nuestro sistema alimentario, deja árboles medicinales y frutales entre cultivos, y luego de la cosecha de los cultivos anuales, por tres a cuatro años, se dejan los cultivos perennes y plantas medicinales, y en estado de regeneración o barbecho (Castillo y Beer, 1983; Castillo, 2001).
Nos jactamos de nuestra cultura ambiental, sin embargo, ya sabemos que no es así. Nos olvidamos de los conocimientos ancestrales, e indicamos que los viejos ya no lo transmiten, no aplicamos las normas ambientales que cada comunidad tiene o la que está establecido a nivel comarcal en nuestro Gunayar Igardummadwala. Los que asistimos a Onmaggednega podremos responder correctamente a esta realidad que ocurre.
Somos parte de esta tierra, las necesidades básicas se obtienen del entorno y los excedentes lo vendemos, sino estuviéramos en pandemia. Las actividades con la producción de alimentos, incluyen un entramado de prácticas, saberes y relaciones con seres no humanos como las plantas medicinales, animales, minerales, así como con los dueños espirituales del territorio, es un sistema de uso sostenible de la biodiversidad.
El efecto de la pandemia es tan impactante que no lo sentimos o simplemente lo ignoramos. Y, por lo tanto, las comunidades vuelven a caer enfermos. Como vemos, es un acto que incide negativamente en nuestras comunidades en lo económico, social, cultural y político. A nivel nacional ocurre lo mismo, los presupuestos públicos mal utilizados y genera limitantes considerables en la implementación de las políticas públicas y las estrategias encaminadas a reducir las desigualdades que afectan de forma desproporcionada a los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020).
Según el PNUD, sobre el análisis socioeconómico del impacto del COVID-19 en Panamá[1], indica que la desigualdad regional al interior del país es evidente, está probablemente subestimada. Ni el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) ni el Mapa de Información Económica de la República de Panamá (MINERPA) u otra institución panameña pública datos sobre el Producto Interno Bruto (PIB) en las llamadas comarcas indígenas. Tomando datos de MINERPA sobre ingreso mensual por provincia hay una diferencia de entre 4:1 y 5:1 entre las comarcas indígenas y la capital. La situación de las comarcas indígenas es de vital importancia en el contexto de la pandemia por COVID19, ya que, aunque representan apenas el 6.3% de la población, contienen más de una quinta parte de la población en pobreza.
La pandemia hizo reaccionar al pueblo Gunadule, pero esta reacción se invisibiliza, mal interpretada, indiferencia del Ministerio de Salud (MINSA), nada de respuestas a nuestras solicitudes, desconocimiento a nuestra medicina botánica (DULEINA)[2], no se aplicó la ley que establece la consulta y consentimiento previo, libre e informado a los pueblos indígenas[3], entre otros[4]. De todos modos, es muy loable agradecer las acciones del gobierno; además, es su responsabilidad como Estado-Nación.
Tal motivo hace que las propias comunidades tomen acciones importantes para resistir a la pandemia. En general, el pueblo Gunadule ha adoptado sus propias medidas de contención y mitigación como los cercos sanitarios, la prohibición de acceder a las comunidades, la creación de los comités comunitarios Covid-19, para la vigilancia y seguimiento, la supervisión comunitaria, la creación de normas o guías comunitarias de circulación y aislamiento; la utilización y el fomento de la medicina botánica – DULEINA. Y lo más importante es la adopción de medidas para asegurar la seguridad alimentaria. Este es el ejercicio de nuestro derecho a la autodeterminación, y muchos pueblos indígenas en Abiayala decidieron tomar las mismas acciones. El cierre de nuestros limites comunitarios, el cierre al acceso a la Comarca Gunayala[5], se hace para evitar que el virus se propague a nuestro territorio como las que ya ocurrieron en el pasado con otras enfermedades (FILAC, 2020; Kaplan y otros, 2020).
En la actualidad no podemos jactarnos que somos los mejores guardianes del sabbur, la selva, si antes, lo hacíamos no por conservarla prístina e intocable naturaleza, sino por establecer con ella una relación armónica y dinámica que permita el desarrollo de sus ciclos biológicos naturales. Nuestro paisaje natural, entonces es como un ecosistema biocultural y social dinámico de cultivos, áreas de rastrojo o barbecho, áreas con plantas y árboles medicinales nativas, zonas de caza, sitios sagrados (galumar), bosques primarios (negsered) y secundarios (nainu sergan), huertos ribereños de “buggi” (Ipomoea sp.), zonas de pesca, huertos caseros y comunales, huertos islas coralinas, que son en sí un sistema integrado de policultivos (Castillo y Beer, 1983; Castillo, 2001). Además, las varias especies de plantas que crecen, son indicadores de conservación e interacción biocultural, como alternativa de producción y como medio para lograr la seguridad alimentaria (Castillo y Beer, 1983; Castillo, 2001).
El sistema de producción agroforestal de nainu familiar, es basada en la naturaleza, por lo que es clave para comprender los sistemas de gestión de recursos naturales, porque son prácticas de uso de la tierra, con vista biocultural (Castillo, 2020). Si observamos bien las prácticas que realizan nuestros agricultores bajo el sistema agroforestal de nainu familiar, combinan varias actividades (no escritas) bajo un plan económico de gestión comunal de los recursos naturales. Por lo que, la sostenibilidad y el crecimiento están determinados por las extensiones de las áreas de cultivo en forma intensiva y no extensiva, por la diversidad de la producción y por las necesidades de alimentación.
Si querremos mantener la construcción del mañana al poner en práctica las enseñanzas ancestrales e históricas de uso y conservación de los recursos de la naturaleza. Entonces, los bosques, los árboles, la vida silvestre son nuestros hermanos, enriquecen el mundo cosmológico o/y holístico de nuestras vidas, en el sentido biocultural. Y como sostenemos, estos sistemas agroforestales de nainu familiar se asocian estrechamente a áreas de conservación (galumar), vida silvestre y bosques agrícolas o jardines forestales (nainu sergan), que buscan mantener el equilibrio ecológico y el bienestar de servicios ambientales (Beer, Harvey, Ibrahim, Harmand, Somarriba y Jiménez, 2003; Castillo,2020, 2001).
Las prácticas relacionadas con nuestro sistema alimentario, posibilita el intercambio de semillas y técnicas para la producción de alimento cultivado. El intercambio de semillas se ejecuta, la solidaridad comunitaria está presente, y no solo semillas, sino también en cultivos básicos alimentarios, como lo es el masi, mama, oba, wagub, entre otros.
Con el paso del tiempo, y es aceptable, nos estamos olvidando de lo nuestro, las frutas nativas que solía traer nuestros abuelos o padres del sabbur a la casa. La llamada modernización y la globalización han contribuido a que los aspectos culturales de los sistemas alimentarios propios o nativos vayan sufriendo adaptaciones o acomodaciones mediante la introducción de nuevos cultivos, el abandono de otros, o bien la fusión de elementos nuevos y antiguos. Uno de los aspectos o elementos culturales en los cuales esto queda de manifiesto es en la alimentación y en nuestra memoria histórica. Somos originarios del bosque y no del mar, nosotros los Gunadule no consumíamos la sal, hasta ahora que conocimos el mar, porque con la invasión europea lo trajeron para intercambio, y lo hemos adaptado a nuestra dieta alimentos no nativos, como lo son: gay o gaya o caña de azúcar (Saccharum officinarum), wagub o ñame (Dioscorea sp.), wari o ñampí (Colocasia esculenta), wagmadun o banano (Musa paradisiaca), oros sibbu o arroz blanco (Oryza sativa), oros ginnid o arroz rojo (Oryza rufipogon), entre otros. Por lo tanto, paso a paso estamos perdiendo nuestros productos forestales no maderables (PFNM), semillas y plantas nativas, sea alimentaria o medicinal, por no ser consumido o utilizado (Castillo, coord., 2016).
En Gunayala, hay una gran diversidad de especies frutales menos conocidas y subutilizados, que tienen amplia diversidad de variedades y poblaciones en estado silvestre, que están en algunos casos en peligro de desaparecer por el abandono y por la tala y quema. Algunos de estos frutales son: siagwa o cacao (Theobroma cacao), sur sia o cacao de mono (Herrania purpurea), mammi o mamey (Mammea americana), abu o guaba (Inga edulis), guabita cansaboca (Inga quaternata), eslo - caimito (Chrysophyllum cainito), sur nur o fruta de mono, borojocito o boca de vieja (Posoqueria latifolia), ísber o níspero (Lycania platypus), guseb o guate (Passiflora sp.), granadilla (Passiflora quadrangularis), nonita (Annona squamosa), sirruer o ciruela (Spondias purpurea) con poblaciones silvestres y algunos cultivares primitivos, que están desapareciendo, igualmente sucede con el sua o jobo (Spondias mombi). La bromelia bii o piñuelo o piro (Bromelia karatas), se consume en forma de chicha, rica en vitamina C, de sabor ácido, fuerte y refrescante, la naranjilla, Solanum quitoense, lo encontramos en cualquier nainu, no le damos importancia, entre muchos otros.
A pesar de estos cambios, la familia siempre viene siendo la base fundamental para el sistema de cultivo agroforestal de nainu. El trabajo agrícola dependía y depende hasta la actualidad, fundamentalmente de la unidad familiar. Las técnicas de cultivo utilizadas se basaron en la roza y no tala y quema (siembra bajo sombra, principalmente massunnad o plátano, siagwa y otros) y cultivos menores de cobertura, los abonos eran de origen natural, ubicados en el sitio. Se cree, que la técnica actual de roza, tala y quema, es una influencia española o por políticas de gobiernos (FAO, Fondo Indígena, 2015). Cosa que se practica hasta ahora. Pero algunos aún mantienen las técnicas ancestrales.
Por todo lo anterior, defender los sistemas alimentarios del pueblo Gunadule implica preservar, fortalecer y transmitir el conocimiento sobre el manejo e innovación de los sistemas agroforestales de nainu familiar aún prevalecientes, las prácticas adecuadas en el manejo de los cultivos, el procesamiento de los alimentos (que también va en vías de olvido), la conservación y trasmisión de semillas propias de cada grupo de producción o comunal, el intercambio entre familias y entre comunidades.
El coronavirus también nos da la oportunidad de conocer nuestra debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades. Principalmente, oportunidades de conocer nuestras capacidades e identificar los desafíos para poder superar y avanzar en la instrumentalización del Plan Estratégico de Gunayala (PEGY, 2015).
Esta crisis debería impulsarnos a redefinir la manera en que nos alimentamos. La investigación agrícola, a partir de nuestros intereses y cosmovisión puede desempeñar un papel crucial en la innovación de los sistemas alimentarios propios, haciéndolos más sostenibles y resilientes. No una investigación que tengan intereses para empresas industriales, nada de alimentos transgénicos, es decir, introducir organismo genéticamente modificado – OGM.
La pandemia de la covid-19 debería impulsarnos a redefinir la manera en que nos alimentamos como seres humanos. Hoy el mundo tiene ante sí una oportunidad única para adoptar medidas de largo alcance para promover dietas más sanas, motivar a los agricultores a producir una gama más variada de alimentos y fortalecer la colaboración entre los sectores agrícola, alimentario y de salud pública. La investigación agrícola puede desempeñar un papel crucial en la transformación de los sistemas alimentarios, haciéndolos más sostenibles y resilientes.
A manera de conclusión:
Los sistemas agroforestales (SAF) de los pueblos indígenas, como el nuestro, se están transformando en sentidos no deseables, y los principales indicadores de ello son:
1) la
disminución de las especies de semillas y plantas nativas por falta de consumo
y cultivo;
2) la pérdida
del conocimiento y/o abandono de las prácticas basadas en la naturaleza, como
lo son los sistemas agroforestales de nainu familiar prevalecientes;
3) al intensificar la práctica agrícola determina una disminución o pérdida de los períodos de descanso (barbecho), de la cobertura vegetal y de los cultivos nativos.
Finalmente, en este tiempo de la pandemia nuestros agricultores de nainu familiares u organizados en grupos productores, están demostrando liderazgo, contribuyendo a la alimentación nutricional, produciendo alimentos frescos y de calidad y orgánicos y manteniendo sus organizaciones.
Nosotros los pueblos indígenas como los campesinos alimentamos a la humanidad del planeta y somos agentes clave en la conservación de la diversidad biocultural en los sistemas alimentarios prevalecientes. La importancia de las semillas nativas y las plantas medicinales, los conocimientos ancestrales y las innovaciones que se necesitan han de ser reconocidos cada vez más como un factor fundamental para detener la rápida pérdida de la diversidad biológica. Seufert, Boselli y Mori (2021) indican que, recuperar el ciclo de la sabiduría ancestral, también será recuperar los sistemas de producción y gestión agroecológica como la columna vertebral de los sistemas alimentarios sostenibles y prevalecientes. Los conocimientos, prácticas e innovaciones, son cruciales para responder a perturbaciones como la pandemia de la COVID-19 y el cambio climático, y para tener éxito en todos los esfuerzos destinados a detener e invertir la rápida pérdida de biodiversidad.
En todos estos procesos, existen pueblos y organizaciones indígenas como campesina e instituciones académicas como el IPCPG, OPINUP, CENDAH, IIDKY y otros, interesadas en mantener estos sistemas debido a su importancia biocultural, ecológica, social, económica y resiliente.
REFERENCIAS:
Beer, John, Celia Harvey, Muhammad Ibrahim, Jean Harmand, Eduardo Somarriba y Francisco Jiménez (2003). «Servicios ambientales de los sistemas agroforestales». Revista Agroforestería en las Américas, 10 (2003): 85-92.
Castillo, G., 2020. Soluciones basadas en Nabgwana – Naturaleza Madre. CENDAH. En: Cobertura Forestal No. 61. El boletín de la Coalición Mundial por los Bosques - https://globalforestcoalition.org/es/forest-cover-61/#fc6105
Castillo, G. (Coord.), 2016. Rescate y valoración de semillas y plantas nativas de la Comarca Gunayala. CENDAH, Gunayala. Panamá. 27 p. (inédito).
Castillo, G. 2001. La Agricultura de “nainu” entre los Kunas de Panamá: Una Alternativa para el Manejo de Bosques Naturales. Etnoecológica Vol. 6 No. 8, 2001. 84-99 pp.
Castillo, G. y Beer, J., 1983. Utilización del bosque y de sistemas agroforestales en la Región Gardi, Kuna Yala (San Blas, Panamá). Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza, Universidad de las Naciones Unidas (CATIE/UNU), Turrialba, Costa Rica. 55 p.+ Anexos.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y otros (2020). “El impacto del COVID‐19 en los pueblos indígenas de América Latina‐Abya Yala: entre la invisibilización y la resistencia colectiva”, Documentos de Proyectos (LC/TS.2020/171), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). 84 p.
FAO, Fondo Indígena, 2015. Sistemas alimentarios tradicionales de los pueblos indígenas de Abya Yala [miskiyu, garífuna, mayangna, telpaneca]. Volumen II. La Paz, Bolivia. 216 p.
FILAC (Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe), 2020). “Coronavirus: pueblos indígenas en serio peligro de desaparición”, La Paz, 6 de mayo [en línea] https://www.filac.org/wp/comunicacion/filac-informa/coronavirus-pueblos-indigenas-en-seriopeligro-de-desaparicion/.
Kaplan, H. y otros (2020). “Voluntary collective isolation as a best response to COVID-19 for indigenous populations? A case study and protocol from the Bolivian Amazon”, The Lancet, vol. 395, Nº 10238, Ámsterdam, Elsevier.
PEGY, 2015. Gunayala 2025. Plan Estratégico de Gunayala 2015 – 2025. “Hacia una gestión territorial”. Congreso General Guna, Comarca Gunayala. Panamá, 2015. 112 p. + Anexo: PAC
Seufert, P. Boselli, M. y Mori, S., 2021. Recuperar el ciclo de la sabiduría: luces para realizar el derecho a las semillas. Guía para la implementación de los derechos del agricultor. Grupo de trabajo sobre biodiversidad agrícola del Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria (CIP), FIAN Internacional y el Centro Internazionale Crocevia. 79 p.
[1] file:///C:/Users/Administrador/Downloads/Evaluacion-Economica-Inicial-Covid-19-y-el-Alcance-de-las-Opciones-de-Politica-en-Panama.pdf
[2] Y esto que nuestro
Duleina está protegido por la Ley 17 de 2016, que establece la protección de
los conocimientos de la medicina tradicional indígena. Gaceta Oficial Digital -
file:///C:/Users/Administrador/Downloads/LEY-17-de-2016-QUE-ESTABLECE-LA-PROTECCI%C3%93N-DE-LOS-CONOCIMINETOS-DE-LA-MEDICINA-TRADICIONAL-IND%C3%8DGENA..pdf