Unión Europea
Alberto Rabilotta
Alberto Rabilotta
Con
la decisión del gobierno y el Parlamento griego de convocar el próximo 5 de
julio a un referendo para que los ciudadanos decidan si aprueban o rechazan el
dictado de la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo
Monetario Internacional (FMI) –la Troika-, el gobierno de Syriza ha llevado la cuestión de la crisis de la
deuda al lugar que le pertenece, o sea al nivel político de la decisión
popular, para que el pueblo decida la crucial cuestión política de si la
sociedad existe o no, de si el pueblo es soberano o no.
Este
referendo sobre “soberanía o sumisión” llega después de cinco meses de
negociaciones entre el gobierno dirigido por el primer ministro Alexis Tsipras
y la Troika, un proceso en el cual el gobierno de Syriza incorporó al pueblo
haciendo públicas sus posiciones y las crecientes exigencias de la Troika.
Este
fue un proceso de aprendizaje tanto para el pueblo como para el gobierno, ya
que –como dijo Tsipras en su anuncio del referendo [1]
- “luego de cinco meses de duras
negociaciones, nuestros socios han emitido en el Eurogrupo de anteayer (en
referencia al jueves 25 de junio) un ultimátum a la democracia griega y a su
pueblo. Un ultimátum que es contrario a los principios fundacionales y a los
valores de Europa, los valores de nuestro proyecto común europeo”.
De
entrada Syriza aceptó las reglas del juego impuestas por la Unión Europea (UE)
y negoció sobre las bases –como decíamos en el artículo “El catalizador griego”
[2]- “de supervivencia social enunciadas en el
Programa de Tesalónica, por el cual los ciudadanos griegos votaron en primer
lugar”, con la salvedad, como entonces subrayó Tsipras, de que Grecia "es
un país soberano, tenemos una democracia, tenemos un contrato con nuestro
pueblo y lo vamos a respetar".
Partido de principios y soberanía popular
Era
claro desde el principio que Syriza es un “partido de la izquierda radical”,
como lo indica su nombre, pero que llegó al gobierno con apenas un poco más del
tercio de los votos y que para alcanzar la mayoría en el Parlamento tuvo que
coaligarse con el partido nacionalista Griegos Independientes. El resultado
electoral, para cualquier análisis realista, implicaba que Syriza no podía
asumir lo que algunos esperaban –con esperanza en la izquierda y con miedo en
la cúpula de la UE-, o sea una decisión radical, como declararse en default y
abandonar el euro.
Syriza
planteaba (y sigue haciéndolo) la necesidad de transformar el modelo neoliberal
de la UE –la estabilidad monetaria y las finanzas es todo y la sociedad no
existe- para convertirlo en un modelo que dé prioridad a lo social, que
compense las grandes asimetrías económicas existentes entre los países de la UE
y que respete el principio de soberanía nacional cuando los pueblos así lo
decidan, entre otras reivindicaciones muy legítimas.
Los
dirigentes de Syriza nunca cerraron puertas a políticas radicales que llevasen
a un default de la deuda, pero saben que Grecia no es Islandia (que no formaba
parte de la UE) ni tampoco la Argentina (en lo económico), lo que significaba
que cualquier radicalización debía responder al factor principal: ¿Está el
pueblo griego dispuesto a enfrentar los sacrificios de un default para defender
su soberanía?
No se puede culpar a Tsipras…
Hasta
muy recientemente los sondeos han mostrado que no ¿Por qué? Por la simple razón
de que el totalitarismo del sistema neoliberal de la UE ha logrado “acuñar” el
euro en el pensamiento colectivo, como el “escudo protector” contra los males
de la inflación, la inestabilidad cambiaria, y vaya a saber cuántas ilusiones
más que constituyen actualmente la barrera de protección de la Troika.
Esta
realidad, que no es diferente de la que encontramos en Italia, España, Portugal
y otros países que el euro está estrangulando económica y socialmente, solo
dejaba a Syriza la vía de emprender un difícil camino de negociar con la UE –a
partir de un programa modesto, como es el de Tesalónica, pero aun así
inadmisible para la Troika de la UE-, de tener que retroceder donde fuera
necesario pero sin ceder en los principios y el mandato básico que había
recibido en las elecciones, y hacer partícipe al pueblo griego de este proceso
con vistas a que llegado el momento tuviera la oportunidad y el deber de sacar
las conclusiones definitivas.
Si
hay algo que debe reconocerse en este encomiable y democrático ejercicio de
acción política es que no se puede avanzar radicalmente más allá de los límites
de la voluntad popular, y en ese sentido la estrategia política de Syriza
respeta y se ajusta al principio de que el pueblo tendrá la última palabra.
No
hay que sorprenderse pues, de que la convocatoria referendaria sea criticada en
los diarios y las agencias de los financieros. Por ejemplo, y con la candidez
de quien adhiere a la teología de “la economía es todo y la sociedad no
existe”, el economista británico Philips Shaw de la firma de inversiones
Investec, criticó el referendo porque “usualmente en las democracias, son los
tecnócratas y los políticos que se ocupan de los detalles, mientras los
votantes son preguntados sobre asuntos amplios y de principios. Este
(referendo) es una transferencia de responsabilidad del Parlamento a los
electores”[3]
La
casi totalidad de pronunciamientos y “análisis” de los últimos días giran en
torno a la negociación y al fracaso, atribuido en general a la incomprensión
del gobierno de Syriza frente a las “duras pero sensatas” políticas de la
Troika, que constituyen –nos dicen esos economistas y políticos que no viven la
realidad de la austeridad-, la única salida al mantenimiento de Grecia en la
zona euro (ZE) y a la existencia futura de una economía viable en Grecia.
Raramente,
como en un artículo del New York Times (NYT), se menciona que Tsipras dijo al
Parlamento que la decisión de convocar a un referendo es para “honorar la
soberanía de nuestro pueblo”, o que exhortó a que los griegos den un “gran NO
al ultimátum” de los acreedores, reafirmando que su gobierno respetará el
resultado del plebiscito, “no importa cuál sea”. Y el NYT cita a Panos
Kammenos, dirigente del partido nacionalista Griegos Independientes que forma
parte de la coalición de gobierno, quien describió el comportamiento de los
acreedores hacia Grecia como “fascismo absoluto” y destinado a subyugar al
pueblo griego: “Nos están pidiendo que nosotros aniquilemos a Grecia, dijo en
un discurso interrumpido por sollozos” [4]
Una
de las pocas interpretaciones realistas fue la del economista Paul Krugman,
quien en su “blog” del NYT [5]
señaló que “hasta ahora cada señal de una inminente ruptura de (la zona) euro
fue falsa. Los gobiernos, no importa lo que digan durante las elecciones, ceden
a las demandas de la Troika; mientras tanto, el BCE da los pasos para calmar a
los mercados. Este proceso ha mantenido unida (la zona) euro, pero ha
perpetuado la profundamente destructiva austeridad –no dejemos que unos pocos
trimestres de modesto crecimiento en algunos países deudores oscurezcan el
inmenso costo de cinco años de desempleo masivo”.
Agrega,
el también Nobel de economía, que en términos políticos los grandes perdedores
de este proceso han sido los partidos de centro-izquierda, cuyo sometimiento a
(las políticas) de austeridad –y por lo tanto el abandono de lo que
supuestamente estaban a favor-, les ha hecho más daños que esas mismas
políticas a los partidos de centro-derecha. Me parece que la expectativa de la
Troika –pienso que es tiempo de dejar de pretender que algo ha cambiado, y
retornar al viejo nombre- o lo que al menos esperaba, es que Grecia fuera una
repetición de esa historia. Que Tsipras hiciera lo usual, abandonar una parte
de su coalición y probablemente verse forzado a una alianza con la centro-derecha,
o que el gobierno de Syriza cayera. Lo que puede pasar.
Pero
al menos hasta ahora, continúa Krugman, Tsipras no parece decidido a aceptar
una derrota. Al contrario, frente al ultimátum de la Troika ha programado un
referendo sobre si hay que aceptarlo. Esto ha llevado a muchas discusiones y
declaraciones que lo presentan como irresponsable, pero de hecho él está
haciendo lo correcto, por dos razones. Primero, si gana el referendo, el
gobierno griego saldrá fortalecido por la legitimidad democrática, que sigue
teniendo, pienso yo, importancia en Europa (Y si no la tiene, eso también
necesitamos saberlo).
Según
Krugman, hasta ahora Syriza ha estado en una difícil situación política, con
los votantes al mismo tiempo furiosos contra las nunca satisfechas exigencias
de austeridad y no dispuestos a abandonar el euro, y agrega que siempre ha sido
difícil –y sigue siéndolo- ver cómo
reconciliar ambas posiciones, y seguidamente apunta que el referendo plantea a
los votantes, en efecto, que escojan su prioridad, y eso le da a Tsipras el
mandato para hacer lo que debe si la Troika lo empuja en ese camino.
Krugman
finaliza expresando que si le preguntaran, diría que “empujar las cosas hasta
este punto ha sido un acto de monstruosa locura de parte de los gobiernos e
instituciones acreedores. Pero lo han hecho y no puedo culpar a Tsipras por
dirigirse a los votantes, en lugar de volverse contra ellos”.
El
choque en cámara lenta del tren económico de Grecia no solo está erosionando la
defectuosa unión monetaria. No importa cuál sea el resultado de las reuniones
de crisis de esta semana entre los líderes europeos en Bruselas, el prestigio
de las dos instituciones que son elementos claves del acuerdo posterior a la
segunda Guerra Mundial, el FMI y la UE en sí misma, han sufrido un daño
permanente. Rara vez los líderes de las
instituciones del mundo Occidental se han mostrado tan ineptos estratégicamente
como lo han hecho frente a la crisis en Grecia, con respuestas impregnadas de
pánico y rencor, escribe Peter Tasker –un analista basado en Tokio-, en la publicación Nikkeii
Asian Review [6].
Tasker
señala que aún ahora, la prioridad absoluta de la elite europea –el club de “la
vieja Europa” encabezado por Alemania-, parece querer mantener la divisa euro
en su forma actual, no importa su costo en términos de desempleo y colapso
social en el sur de Europa. La alternativa de sentido común, permitir que un
país pueda manejar su controlada salida del euro y reestructurar sus deudas
mientras sigue siendo miembro de la UE, es demasiado tabú como para ser
discutida.
Soberanía o sumisión
Será
la expresión soberana del pueblo la que decidirá si quiere sobrevivir en tanto
que tal, con todas las ventajas y sacrificios que implica a corto y mediano
plazo el rechazo de las exigencias de la Troika, o si acepta someterse al
dictado de la Troika para seguir aplicando el despiadado régimen de austeridad
destinado a satisfacer a los acreedores de una deuda en gran parte ilegal y,
más importante aún, a sentar el ejemplo de que es necesario enterrar
definitivamente la soberanía de los pueblos para poder así someterlos per secula
seculorum a pagar una renta a los oligarcas que controlan el parasitario
sistema financiero occidental.
Cuando
escribí “El catalizador griego”, la razón principal era la de hacer ver que el
triunfo electoral de Syriza era un fenómeno político importante porque ponía
sobre la mesa la cuestión “soberanía o sometimiento” de los pueblos en el
contexto del sistema de gobernanza de la UE, señalando que se abría una lucha
política caracterizada por una terrible asimetría.
Señalaba
que en “el origen de estos fracasos está la falta de democracia en el sistema
de gobierno y ese funcionamiento de tipo empresarial que quedó bien en claro en
2011, cuando la CE cambió de un plumazo a los primeros ministros de dos
gobiernos nacionales porque no obedecían al pie de la letra las ordenes de la
CE, del BCE y del FMI, de la Troika: Yorgos Papandreu, primer ministro de
Grecia, reemplazado por Lukas Papademos (2011-2012) y Silvio Berlusconi, primer
ministro de Italia, por Mario Monti (2011-2013). O sea que la Troika desalojó a
gobernantes electos para poner a sus procónsules, que habían hecho carrera en
el sistema financiero de Wall Street y la UE”.
Y que
“al oponerse a este sistema, Syriza no solamente sienta un excepcional ejemplo
sino que pone en tela de juicio el rígido sistema de gobernanza, que de paso
hay que aclarar que es un término muy usado para definir en la UE el sistema de
gobierno, pero en realidad apropiado para la verticalidad del sistema de toma
de decisiones de las empresas transnacionales o de las antiguas monarquías
absolutas, y no para las sociedades democráticas o que se dicen tal”.
Lo
importante de este proceso, que dentro de Grecia fue comunicado al pueblo para
que tuviera la última palabra, es que ha hecho renacer la opción política,
basada en la soberana voluntad popular, lo cual –no importa el resultado del
referendo-, es una derrota importante y de vastas consecuencias para el
totalitarismo de los mercados, el neoliberalismo.
Nadie
ignora que lo que ha sucedido y sucederá en Grecia es muy importante para el
proceso en curso en España, donde el dirigente de Podemos, Pablo Iglesias, dijo
que en su opinión “el problema no es Grecia, el problema es Europa. Alemania y
el FMI están destruyendo el proyecto político de Europa () están atacando a la
democracia” [7]
Syriza entre el No y el SI
Los
referendos sobre asuntos cruciales tienen que dar resultados inapelables, en
uno u otro sentido, y más cuando el gobierno que los convoca afirma, como es el
caso con Syriza, que respetará el resultado.
Si el
resultado es claramente mayoritario por el NO a las exigencias de la Troika, el
gobierno de Syriza saldrá fortalecido y la Troika sufrirá una primera y gran
derrota política, que junto a las disidencias internas sobre la agresiva
política de la UE contra Rusia, la creciente oposición popular contra el
Tratado Transatlántico con Estados Unidos y el rechazo al `sistema de cuotas`
para recibir los refugiados e inmigrantes ilegales, puede poner en tela de
juicio el sistema de gobernanza de la UE.
Un
triunfo de Syriza podría, si se corrige un tanto la inepcia de la dirigencia de
la UE, como la define Tasker, abrir paso a una negociación sentada en otros
términos que aquellos fijados exclusivamente por los acreedores. Pero si la
inepcia persiste en la cúpula de la UE no es descartable que como única vía
quede la confrontación, lo que puede llevar a la salida de Grecia de la ZE y de
la UE.
Si el
pasado y el presente sirven de referencia, no hay muchas esperanzas de cambios
reales en esa cúpula, más allá de las buenas palabras que edulcoran las malas
políticas.
El
futuro de Syriza en el gobierno no debe depender necesariamente de un resultado
desfavorable en el plebiscito del 5 de julio, a menos de una derrota con
márgenes bien superiores al 50 por ciento que sirva a las fuerzas de la
oposición y al megáfono de la UE para crear una desestabilización política en
medio de la grave crisis de liquidez monetaria que la BCE ya provocó al
cerrarle a Grecia el uso de los fondos de urgencia.
El
proceso comenzado por Syriza, de negociar sin tapujos y de mostrar en la
práctica lo bien fundado de las reivindicaciones de la izquierda radical ha
servido tanto para el gobierno como para el pueblo, es muy valioso y debería
ser preservado y profundizado porque en
definitiva es el único proceso que puede convertir al pueblo de espectador en
actor, y hacer renacer la política como instrumento para fortalecer (y no
enterrar) la democracia en la UE, y servir de guía a las experiencias que sin
duda vivirán otros pueblos muy próximamente.
En
síntesis, esta es la lección del “catalizador griego”.
_________________
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
Fuente: ALAI - http://www.alainet.org/es/articulo/170722
Notas:
[1] Discurso
de Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia, anunciando la convocatoria al
referendo griego, Página/12, 29 de junio 2015. http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-275966-2015-06-29.html