30/10/2018
Existen alternativas reales, justas y
saludables para frenar el cambio climático y estudios científicos recientes lo
demuestran, contrariamente a los que proponen opciones especulativas, teóricas
y altamente riesgosas como la geoingeniería climática.
El informe Missing Pathways to 1.5 (Caminos que
faltan para 1.5 grados), muestra que garantizar los derechos indígenas y
campesinos, restaurar bosques naturales y la transición hacia áreas de cultivo
agroecológico, junto con un cambio hacia dietas con menos carne, puede reducir
a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2050. Estiman
un potencial de reducción de cerca de 23 gigatoneladas anuales de dióxido de
carbono o equivalente, lo cual elimina la supuesta necesidad de usar técnicas
de geoingeniería. Son además cambios positivos para la biodiversidad, las
comunidades indígenas y campesinas, y para la salud de todas y todos. (https://tinyurl.com/y8l4wgfr)
Se basa en una amplia y detallada
revisión de documentos científicos recientes y fue publicado en octubre 2018
por una coalición de 38 organizaciones que trabajan por la justicia ambiental y
social, el derecho a la tierra y a la alimentación y por la agroecología y la
conservación de bosques. Las autoras principales son Kate Dooley y Doreen
Stabinsky, con la revisión y colaboración de la alianza CLARA (Climate Land, Ambition and Rights
Alliance).
El estudio sale al mismo tiempo que el
Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus
siglas en inglés) publica un nuevo informe sobre cómo limitar el calentamiento
global a 1. 5 º C con respecto a niveles preindustriales, un límite que
plantean crucial para evitar un cambio climático catastrófico. En tres
escenarios, el IPCC considera el uso de técnicas de geoingeniería para remover
dióxido de carbono de la atmósfera, pero en otro plantea que con medidas
basadas en las funciones de los ecosistemas –algunas como las que plantea el
estudio de CLARA- sería posible también alcanzar esa meta. (Ver más en “Caos
Climático, capitalismo y geoingeniería”)
Más de la mitad de las reducciones de
gases de efecto invernadero planteadas en el estudio de CLARA vendría de la
restauración y protección de bosques naturales y turberas (un tipo de humedal
que retiene altas cantidades de carbono y nitrógeno orgánicos). El resto se
puede lograr con cambios en la agropecuaria industrial –que es el mayor factor
de deforestación y destrucción de humedales–, con la recuperación de suelos y
agroecosistemas, a través de disminuir el uso de fertilizantes sintéticos,
apoyar sistemas agroecológicos y locales, y de parte de los consumidores,
cambiar la dieta.
El informe afirma que los “derechos
comunitarios sobre la tierra y bosques, son la acción climática más efectiva,
eficiente y equitativa que los gobiernos pueden ejercer para reducir su huella
de carbono y proteger los bosques del mundo”. Enfatiza la necesidad de afirmar
los derechos a tierra y al territorio de las comunidades y pueblos indígenas
para lograr los objetivos planteados. Todos los bosques del mundo están
habitados por comunidades indígenas, que son las principales cuidadoras de los
bosques. A nivel global, la mitad de esos territorios tienen reclamos de
tenencia por parte de comunidades, pero solamente el 20 por ciento tiene
reconocimiento legal.
Cuestiona también el uso del concepto
de “emisiones negativas”, un término absurdo que no existe en ningún idioma.
Fue inventado para justificar mantener la emisión de gases de efecto
invernadero, que se contrarrestarían, supuestamente, con medidas tecnológicas
para remover el carbono de la atmósfera (geoingeniería). Una opción de alto
riesgo que carga el problema a las generaciones futuras, colocándolas en
dependencia con los dueños de las tecnologías.
En contraposición, este informe plantea
formas de evitar las emisiones antes de que se generen, y remover el
excedente de carbono ya acumulado en la atmósfera a través de expandir los
bosques naturales con especies nativas y aumentar la agroforestería
comunitaria, entre otras medidas.
Con respecto al sistema
agroalimentario, que es el factor de mayores emisiones de GEI, plantea reducir
los desperdicios (que la FAO estima hasta en 40 por ciento de lo cosechado),
disminuir los transportes de alimentos, aumentar la producción y consumo local,
disminuir el uso de fertilizantes sintéticos y agroquímicos; reducir y mejorar
la ganadería, terminando con la cría confinada de vacas, cerdos y aves, y
basarla en alimentación de pradera. Complementariamente, ven como esencial
reducir el consumo de carne, que es muy desigual en el mundo por lo que se
dirigen especialmente a los que más consumen. La gran mayoría de la producción
industrial y consumo de carnes se concentra en sólo 6 países.
Señalan también el error de enfocarse
solamente en limitar la temperatura, planteando la crisis climática como
fenómeno aislado. Necesitamos respuestas holísticas a las crisis ambientales,
sociales, de salud y otras. Solamente los enfoques múltiples y sinérgicos
aportarán las verdaderas soluciones, tal como demuestra este estudio.
- Silvia Ribeiro es investigadora del
Grupo ETC