Las mujeres indígenas recurren a la acuicultura como instrumento de resiliencia tras años de conflicto y de pandemia
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO) y el Gobierno del Canadá prestaron apoyo a 43 comunidades indígenas de la
Amazonía peruana con el fin de revitalizar las iniciativas de pesca y
agrícolas, y recuperar las fuentes de alimentos y nutrición. © FAO.
01/06/2023
En septiembre de 1991, Rosalinda Shamayre Elías
escuchó explosiones y gritos en su comunidad.
“¡Terroristas, terroristas!”, gritó.
Su pueblo, los ashaninkas, un grupo de indígenas que ha vivido por miles
de años en las selvas lluviosas del Perú y el Brasil, sufrió una emboscada
por parte del antiguo grupo terrorista denominado Sendero Luminoso.
Esa noche una granada fue lanzada a la casa de Rosalinda, que logró huir
con sus tres hijos y se refugió en el bosque de Mazamari por
cuatro meses.
Rosa —como la llaman cariñosamente— y Héctor Luna Jacopo, su esposo, no solo perdieron su hogar, sino también a decenas de familiares y amigos durante los prolongados años de conflicto.
<Pese a la pérdida y el dolor inmensos, Rosa y Héctor lograron perseverar y sanar. En la lengua ashaninka, el término que se utiliza para describir esta situación es notsimancaque, que significa resiliencia o, más precisamente, la capacidad de sanar el alma y seguir adelante por el bien de la comunidad.
Los indígenas ashaninka del Perú se ampararon en el
notsimancaque —un término que significa resiliencia— durante los años de
conflicto y, más recientemente, de la pandemia de la enfermedad por coronavirus
(COVID 19). © FAO.
Dos decenios más tarde, se encontraron nuevamente ante el miedo, la
pérdida y la incertidumbre.
El 15 de marzo de 2020, las autoridades del Perú
anunciaron un confinamiento por la propagación de la COVID‑19, una enfermedad
nueva y desconocida en ese momento.
Su comunidad —El Milagro— tenía motivos para estar atemorizada, puesto
que a pesar de que existía un centro de salud, no disponía de médicos,
suministros médicos ni medicinas.
En un primer momento, el pueblo ashaninka adoptó medidas para protegerse
del virus denegando el acceso a su territorio a personas ajenas a la comunidad
y aislándose. Sin embargo, con el paso del tiempo la comunidad tuvo que lidiar
con el hambre y una disminución de los suministros.
Para hacer frente a la cada vez mayor escasez de alimentos,
seleccionaron a un grupo que se aventuraría a salir al mundo exterior y
comerciar para obtener suministros. Por desgracia, no tuvo que pasar mucho
tiempo para que la COVID‑19 se empezara a introducir en la comunidad y que
muchos cayeran enfermos.
“Muchos de nuestros hermanos y hermanas se enfermaron y algunos no lograron
sobrevivir”, relataron Rosa y Héctor.
Recuperar una oportunidad perdida
La pandemia también les arrebató la oportunidad que recientemente se les
había presentado de mejorar la nutrición y los medios de vida en la comunidad.
En 2018, las autoridades locales habían ayudado a 18 familias en
El Milagro a instalar explotaciones acuícolas y criar alevines.
El grupo de indígenas tenía la esperanza de poder mejorar y prevenir la
malnutrición infantil, que en las comunidades del Amazonas en ocasiones llega hasta
el 20,3 %, según las cifras gubernamentales.
La llegada de la pandemia puso fin a esta iniciativa de manera abrupta.
Tan pronto como la situación de salud mejoró a finales de 2021, la
FAO, con el apoyo del Gobierno del Canadá, realizó evaluaciones rápidas
del mercado local y de los alimentos para fortalecer las organizaciones rurales
y agrícolas del ámbito comunitario.
La iniciativa tenía por objeto mejorar la nutrición y los medios de
vida, centrándose a la vez en el empoderamiento de las mujeres indígenas y
respaldando los programas públicos de protección con perspectiva de género.
La FAO visitó El Milagro, donde la comunidad manifestó de manera
clara la necesidad de restablecer y ampliar el proyecto de explotaciones
acuícolas que la pandemia les había arrebatado.
Rosa asumió el liderazgo de esta iniciativa. Su labor consistía en
coordinar los flujos de trabajo y promover la participación de más mujeres en
la cría de alevines.
“Aprendimos a preparar los piensos para peces, mejorar la circulación
del agua y a organizarnos mejor”, explica, y además añade que los peces
han ayudado también a mejorar la nutrición de su pueblo.
“Sueño con una comunidad donde la malnutrición sea cosa del pasado y las
mujeres puedan tejer y reír sin temor”, apuntó.
Gracias al apoyo de la FAO y del Gobierno del Canadá,
El Milagro y otras 42 comunidades de las provincias de Atalaya en la
región de Ucayali y Satipo pudieron restablecer sus explotaciones acuícolas y
otros proyectos agrícolas, incluida la producción de cultivos como el café y el
cacao.
Las familias indígenas de El Milagro alimentan a sus hijos con peces
pacú, una variedad autóctona del Río Amazonas que se considera ideal para la
cría debido a su tolerancia a los bajos niveles de oxígeno presentes en los estanques
de peces. © FAO.
Las mujeres lideran la resiliencia
Rosa reconoce que el empoderamiento de las mujeres es fundamental para
garantizar un mejor futuro para sus hijos y la comunidad.
Junto con las otras mujeres de su comunidad, Rosa asistió a las actividades
de capacitación semanales que impartió la FAO no solo en materia de mejores
técnicas de acuicultura sino también sobre liderazgo, derechos de las mujeres y
derechos humanos.
Además de impulsar la productividad, estas sesiones de capacitación también
se centraron en el empoderamiento de las mujeres de la comunidad, muchas de las
cuales viven en situación de extrema pobreza y en algunos casos sobreviven con
menos de 1,90 USD al día, según la Organización Internacional del Trabajo.
Rosa reconoce que ser madre y líder es una tarea complicada y que la
principal limitación para algunas mujeres es que no reciben el apoyo de sus
maridos, algo que por fortuna no ocurre en su caso.
Con el apoyo de su marido, Rosa se ha desempeñado como una líder capaz y
dinámica, asumiendo diferentes funciones desde jefa de la cocina comunitaria
hasta tesorera de la junta comunal. Además, le gustaría en algún momento llegar
a ser líder de El Milagro, motivo por el que su marido y ella trabajan
conjuntamente para lograrlo.
Durante todo 2022, en el marco del Programa de la FAO
de respuesta y recuperación de la COVID‑19, la FAO y el
Canadá apoyaron a más de 23 000 pequeños agricultores, en especial
jóvenes y Pueblos Indígenas en el Estado Plurinacional de Bolivia,
Honduras, Nicaragua y el Perú.
La resilencia de Rosa, quien está a punto de cumplir 60 años, se
mantiene inquebrantable. Haber soportado los horrores del conflicto, la
enfermedad y la pobreza le ha permitido aprender a aprovechar cada oportunidad
que la vida le presenta, incluida la iniciativa de la FAO, así como a sanar,
comenzar de nuevo y a notsimancaque.
Fuente: https://www.fao.org/fao-stories/article/es/c/1640852/