MOVIMIENTO
MUNDIAL POR LOS BOSQUES TROPICALES
Boletín Mensual - Número 181 - Agosto de 2012
Boletín Mensual - Número 181 - Agosto de 2012
Especulando con emisiones de carbono
Propuesto
por primera vez en la década del sesenta, el comercio de emisiones fue
desarrollado por economistas estadounidenses, negociantes de derivados y de
materias primas y grupos ambientalistas “súper verdes” y alianzas comerciales
de Washington.
En 1997,
el régimen de Bill Clinton presiona con éxito para que el Protocolo de Kioto se
convierta en un conjunto de instrumentos del comercio de carbono (Al Gore,
quien presentó el ultimátum de Estados Unidos a Kioto, se convirtió luego en un
activo miembro de este mercado). En la década de 2000, luego del rechazo de los
Estados Unidos al Protocolo de Kioto, Europa toma la iniciativa de convertirse
en el anfitrión de lo que hoy es el mayor mercado de carbono del mundo, el
“Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea” (RCDE-UE).
El
enfoque internacional de la crisis climática sigue siendo el proyecto de
construir un solo mercado mundial del carbono, que valga miles de millones de
dólares. Los mercados de carbono supuestamente abaratan las reducciones de
contaminación por gases de efecto invernadero decretadas por los gobiernos y
preservan, al mismo tiempo, las ganancias corporativas.
Como
declaró abiertamente el Director Ejecutivo de American Electric Power en
octubre de 2009, “si alguien afirma que la única razón por la que American
Electric Power quiere [invertir en un proyecto de compensación de emisiones en
los bosques de Bolivia] es porque no quiere cerrar sus plantas de carbón, mi
respuesta es: ¡Claro, porque nuestras plantas de carbón sirven a nuestros
clientes a un costo-beneficio muy eficaz!”.
En
Europa, diez de las industrias más consumidoras de combustibles fósiles reciben
ganancias extraordinarias del enorme excedente de permisos de contaminación
concedidos por sus gobiernos de forma gratuita, ganancias que exceden el
presupuesto total de la Unión Europea destinado al medio ambiente.
Adicionalmente, el mercado de carbono ofrece a los inversionistas un conducto
para la absorción del excedente de capital. En resumen, mientras aparentan
responder a las exigencias públicas de acción en favor del clima, los mercados
de carbono actúan para servir a los propósitos de las élites.
Para
cumplir con el imperativo de generar ganancias, los banqueros, los comerciantes
de materias primas, los agentes de productos financieros derivados y los
economistas neoclásicos quienes, junto con los gobiernos del Norte, han
dominado el desarrollo de los mercados de carbono, han concentrado su ingenio
en hacer que el nuevo producto tenga liquidez, sea comparable a otras
mercancías, esté normalizado y pueda ser vendido velozmente en una amplia
esfera geográfica. Al mismo tiempo se han concentrado en no facilitar la
transición hacia un sistema alejado del consumo de combustibles fósiles.
Toda
mercancía, para ser intercambiable, debe ser divisible y mensurable. Por ello
los arquitectos del mercado del carbono tienen que construir sus productos
basados en las moléculas de dióxido de carbono. Los departamentos
gubernamentales, los científicos en los paneles de Naciones Unidas, y expertos
técnicos de todo tipo, están encargados de contar las moléculas y seguirlas a
medida que viajan de los combustibles fósiles a la chimenea y del tubo de
escape a la atmósfera, donde se mueven entre el aire, el mar, la vegetación,
las rocas, el agua dulce, y así sucesivamente. Los políticos, diplomáticos y
funcionarios tratan luego de asignar la responsabilidad de los flujos de
moléculas, las reducciones y los ahorros a los diversos países o corporaciones.
Un
problema del conteo de moléculas es que ignora o interfiere con la necesidad
primordial del problema del cambio climático: cómo instaurar un cambio
estructural, de largo plazo para salir de la dependencia de los combustibles
fósiles? Lo que ocurre es que las soluciones que promueven este tipo de cambios
no pueden ser medidas, cortadas y dobladas como una pequeña mercancía. El
conteo de moléculas considera a todas las tecnologías de reducción de carbono
como si fueran equivalentes, independientemente del grado de cambios
estructurales que promuevan. Además, el enfoque en la posición topográfica de
las moléculas, ignora los aspectos históricos, sociales y económicos causantes
del cambio climático, mientras el enfoque en la química hace que la diferencia
climática se pierda entre las mol&ea! cute; culas de origen fósil y las
moléculas de origen biótico.
La
incursión creciente del sector financiero en los mercados de carbono, provoca
que sus productos “sean aún más fungibles, abstractos y desligados de las
consideraciones ambientales y sociales, mientras que su simplificación es aún
más encubierta”. Por ejemplo en 2008, Credit Suisse puso en marcha en Estados
Unidos un negocio por 200 millones dólares para fusionar proyectos de
compensación de carbono que se hallaban en diferentes etapas de desarrollo.
Luego los dividió para venderlos por partes a los especuladores. Así como los
productos del mercado de incertidumbre ocultaban a los compradores y
vendedores, con los impactos económicos conocidos en los barrios de menores
ingresos de Detroit o Los Angeles, así también los paquetes de productos
financieros del mercado de carbono, con sus cadenas de valor aú! ;n más largas,
ocultan los impactos climáticos y sociales heterogéneos que producen, por ejemplo,
los proyectos de metano de minas de carbón y proyectos de biomasa en China, o
los proyectos de plantas hidroeléctricas o de cría de cerdos en Ecuador.
El
mercado de carbono no es una forma de ecologización “del capitalismo” o una
reforma contable impuesta “desde fuera” a una clase empresarial reacia, sino
más bien una típica iniciativa neoliberal (tal vez espectacularmente mal
concebida) para crear nuevas oportunidades de obtener ganancias de las crisis
contemporáneas.
Extraído
de: “Mercados de carbono. La neoliberalización del clima”, Larry Lohmann, 2012,
http://wrm.org.uy/temas/REDD/mercados_de_carbono.pdf
Más impactos sobre las comunidades que
dependen del bosque
Como la experiencia ya lo ha demostrado, para las
comunidades que dependen del bosque, la creciente expansión del capital ha
significado destrucción e impactos negativos en su vida comunitaria y el
bosque, como ocurre cuando grandes empresas transnacionales compran o consiguen
una concesión sobre un área de bosque para explotar la madera, o para construir
una gran represa, o para establecer una plantación de monocultivo de palma
africana, o para extraer petróleo o algún mineral.
Con la financierización los problemas se manifiestan de
manera similar pero con una intensidad acelerada; aparecen nuevos actores que
no tienen una presencia clara en el territorio, por lo que no queda claro quién
está detrás de los procesos, pero sin duda actúan de manera bien articulada con
grandes empresas transnacionales y con bancos privados y estatales, contando
para ello con las facilidades que les brindan los Estados a través de la
reformulación de los marcos normativos internacionales y nacionales. Por otro
lado, las propuestas de conservación o protección de la naturaleza también
buscan ser captadas por el proceso de financierización.
Supuestos programas de “conservación” de la naturaleza,
como los esquemas REDD y REDD+ (ver http://www.wrm.org.uy/temas/REDD.html), vienen con el requisito primordial de que la población
que habita la zona a ser “conservada” no puede utilizarla, y muchas veces
resulta incluso desplazada. Esto constituye una violación al derecho de las
comunidades a existir como tales en la medida que esto implica prohibirles
mantener su modo de vida y la forma en que tradicionalmente han hecho uso del
bosque, implica prohibirles la agricultura de subsistencia con la que se han
alimentado, o su práctica sustentable de usar la madera para fabricar sus
canoas y sus casas.