MIGUEL A. ALTIERI, CLARA I. NICHOLLS,
RENÉ MONTALBA
Aun
cuando los monocultivos de exportación conocidos como flex crops crecen sin
parar causando devastación ecológica, la agricultura campesina de pequeña
escala sigue produciendo más de la mitad de los alimentos que se consumen en
América Latina en agroecosistemas diversificados que aprovechan y mantienen la
biodiversidad y el rol ecológico esencial que esta cumple.
En
América Latina la agricultura, que ocupa el 35,8% de su superficie total, se
expande a expensas de los bosques naturales. Los bosques naturales se
deforestan a una tasa de 4,3 millones de hectáreas anuales para dar paso a
la agricultura de monocultivo para la
exportación y al incremento de pasturas, plantaciones de eucaliptus y cultivos
como la soya –mayoritariamente transgénica–, la caña de azúcar y la palma
africana. Estos cultivos, ahora llamados flexibles (flex crops), crecen a una
tasa anual de 3,25%. Esta expansión agroindustrial no solo homogeneiza los
paisajes y deja una inmensa huella ecológica, sino que también desplaza a las
poblaciones rurales –mayormente integradas por campesinos productores de alimentos–
que migran a las ciudades a una tasa anual del 2%, lo que agrava los problemas
sociales en las urbes y debilita la capacidad de autosuficiencia alimentaria de
la región.
Después del huracán Mitch en Honduras: derrumbes en campos con monocultivos (izquierda) y resiliencia de los sistemas diversificados bajo agroforestería y cultivos de cobertura (derecha) M. Altieri |
A
pesar de esta devastación ecológica impulsada por el modelo económico
capitalista-extractivista, aún persiste en América Latina una población
campesina estimada de 65 millones de personas, constituida principalmente por
productores familiares a pequeña escala, que tienen fincas menores a dos
hectáreas y que ocupan menos del 30% de la superficie agrícola, pero que
producen más del 50% de los alimentos básicos que se consumen en la región. Por
ejemplo, en Ecuador el sector campesino ocupa más del 50% de la superficie
dedicada a cultivos alimentarios como maíz, frijol, cebada y ají. En México los
campesinos ocupan no menos del 70% de la superficie cultivada con maíz y 60% de
la superficie donde crece el frijol (ETC Group, 2009).
No
menos del 50% de estos campesinos aún mantienen agroecosistemas diversificados
producto de siglos de coevolución biocultural, adaptados localmente y manejados
con tecnologías ingeniosas que han permitido a miles de comunidades contar con
seguridad alimentaria, conservar la agrobiodiversidad clave y mantener formas
nativas de identidad cultural y organización social (Koohafkan y Altieri,
2010).
La
prevalencia de millones de hectáreas en forma de campos elevados, terrazas,
policultivos, sistemas agroforestales y silvopastoriles representan estrategias
indígenas exitosas de adaptación a ambientes marginales y cambiantes,
constituyendo un símbolo de la creatividad de miles de agricultores. Además
estos microcosmos de agricultura tradicional son modelos de resiliencia y
sostenibilidad ya que minimizan riesgos, estabilizan los rendimientos,
promueven diversidad nutricional, maximizan retornos con el uso de recursos locales,
limitan el uso de insumos externos y mantienen una oferta alimentaria local
todo el año. Estos beneficios están ligados a los altos niveles de
biodiversidad que caracterizan a estos sistemas tradicionales, ya que la
regulación interna de su funcionamiento es un producto de la biodiversidad y
las interacciones o sinergismos entre sus componentes.
¿Qué es la
biodiversidad?
Todas
las especies de plantas, animales y microorganismos existentes dentro de un
ecosistema y que interactúan optimizando procesos ecológicos claves,
constituyen la biodiversidad. En los agroecosistemas es posible distinguir
cuatro tipos de biodiversidad: productiva (cultivos y animales), destructiva
(plagas, malezas, enfermedades), neutral (herbívoros no plaga que sirven de alimento
a predadores) y benéfica o funcional como los polinizadores, los enemigos
naturales, las lombrices, los microorganismos del suelo, etc., que cumplen
roles ecológicos importantes en procesos tales como la polinización, el control
natural de plagas, el reciclaje de nutrientes, etc. En general, el grado de
biodiversidad en los agroecosistemas depende del mantenimiento de sistemas de
conocimiento sobre manejo y formas culturales de usos (alimenticios y no
alimenticios) de los cultivos y especies silvestres, así como de varios
factores y características de los sistemas de cultivos, como son:
- El número de subsistemas productivos (huerta, chacra, pasturas y praderas, zonas sin cultivo) y espacios naturales.
- El número de especies y variedades vegetales y razas animales desplegadas en el tiempo y el espacio por el campesino.
- Maneras en que los agricultores asocian los cultivos y cómo integran a los animales.
- La permanencia temporal de cultivos anuales y perennes dentro del agroecosistema.
- El tipo e intensidad del manejo, (por ejemplo químico versus orgánico).
- La diversidad y tipo de arvenses en el agroecosistema y de vegetación natural en sus alrededores (por ejemplo si al cultivo lo rodean bosques o monocultivos transgénicos).
Lo
importante y necesario es identificar el tipo de biodiversidad que se desea
mantener y estimular para prestar servicios ecológicos claves para la
producción y definir así las mejores prácticas agroecológicas que fomentan los
componentes deseados de biodiversidad (figura 1).
El rol ecológico de
la biodiversidad
La
investigación agroecológica ha demostrado que la agrobiodiversidad es clave
para que el agroecosistema funcione y provea servicios de apoyo –por ejemplo
fertilidad de suelos– y de regulación –por ejemplo control biológico de
plagas–. Todos estos procesos de renovación y regulación, reciclaje y
almacenamiento de nutrientes, control del microclima, regulación del flujo y
almacenamiento de agua, desintoxicación de químicos nocivos, etc., están
mediados biológicamente, por lo que su persistencia depende del mantenimiento
de la biodiversidad.
Por
ejemplo, la disponibilidad de nitrógeno y fósforo para las plantas depende de
poblaciones de bacterias fijadoras de N y de micorrizas presentes en el suelo,
lo que a su vez depende de la adición de materia orgánica. La regulación de la
abundancia de organismos indeseables depende de biota benéfica que aumenta en
policultivos que proveen hábitat. Cuando estos organismos y sus servicios se
pierden debido a la simplificación biológica –establecimiento de monocultivos– los costos económicos y
ambientales son altos ya que incluyen la necesidad de abastecer a los cultivos
con agroquímicos caros y tóxicos.
Los
agroecólogos están de acuerdo en que mientras más diverso es el agroecosistema,
más tienden los agroecosistemas a prevenir las explosiones de especies
invasoras, aumentar la estabilidad y la resiliencia frente a disturbios y
cambios ambientales o climáticos y a mejorar su capacidad de subsidiar su
propio funcionamiento: reciclaje de nutrientes, regulación biológica de plagas,
productividad, etc. Si se elimina un grupo funcional de especies por algún
disturbio, cuanto más biodiverso es un agroecosistema, más difícil es que
cambie a un estado “menos deseado” que, potencialmente, afectaría su capacidad
de funcionar y prestar servicios. Los agroecosistemas biodiversificados se
caracterizan por exhibir cuatro propiedades emergentes (Altieri y Nicholls,
2013):
- Compensación: la biodiversidad incrementa la función del agroecosistema pues diferentes especies juegan roles diferentes y ocupan nichos diversos. Si una especie falla, existe otra que la reemplaza en su función.
- Complementariedad: resulta de combinaciones espaciales y temporales de plantas que facilitan el uso complementario de los recursos o brindan otras ventajas, como en el caso de las leguminosas que facilitan el crecimiento de cereales al suplirlos de una dosis extra de nitrógeno, o de flores que proveen polen y néctar a enemigos naturales que controlan una plaga específica.
- Redundancia: en un agroecosistema muy diverso hay más especies que funciones, por lo que existe redundancia y son precisamente aquellos componentes, redundantes en un tiempo determinado, los que se tornan importantes cuando ocurre un cambio ambiental. Ante cambios ambientales la redundancia construida por varias especies permite al ecosistema continuar funcionado.
- Resiliencia: los agroecosistemas diversos retienen su estructura organizacional y su productividad tras una perturbación.
Un
agroecosistema es “resiliente” si es capaz de resistir o recuperarse de una
perturbación. (por ejemplo sequía o huracán) y así continuar produciendo
alimentos.
¿Cómo manejan los
campesinos la biodiversidad?
Los
campesinos aumentan y manejan la diversidad de sus agroecosistemas a tres
niveles (Altieri y otros, 1987):
Nivel paisajístico: muchos campesinos
practican una “agricultura de mosaicos” caracterizada por campos pequeños
insertos en una matriz paisajística dominada por vegetación natural. Para
grupos étnicos como los p'urhepecha que viven en la región del lago Pátzcuaro
en Michoacán, México, la cosecha silvestre es parte de un complejo modelo de
subsistencia basado en múltiples usos de los recursos naturales. Esta gente
utiliza más de 224 especies de plantas silvestres para sus necesidades
dietéticas, medicinales, y energéticas.
Nivel predial: los sistemas de
cultivo múltiple constituyen sistemas agrícolas diversificados en el tiempo y
el espacio tomando la forma de cultivos en franjas, cultivos intercalados,
cultivos con cubierta vegetal, sistemas agroforestales y silvopastorales (véase
recuadro). Entre las ventajas potenciales que surgen del diseño inteligente de
estos policultivos se encuentran: la disminución de la población de plagas de
insectos por enemigos naturales albergados en ambientes complejos, la supresión
de malezas por el sombreado de doseles más densos o por alelopatías, el uso más
eficiente de los nutrientes del suelo y la mejora de la productividad por
unidad de superficie.
Nivel genético: muchos
agroecosistemas tradicionales se ubican en centros de origen de cultivos, por
lo tanto contienen numerosas variedades criollas de maíz, frijoles, papas,
granos nativos, raíces, frutas y otras plantas alimenticias altamente adaptadas
incluyendo sus parientes silvestres. Los campesinos mantienen gran diversidad
genética de cultivos en forma de variedades tradicionales y en muchos sistemas
siembran dos o más variedades de cada cultivo. El uso de múltiples variedades
de cada cultivo proporciona diversidad intra e interespecífica, mejorando así
la seguridad de las cosechas. La diversidad genética hace que los cultivos sean
resilientes y menos vulnerables a condiciones de estrés biótico (plagas,
enfermedades) como abiótico (sequías y heladas). La diversidad genética actúa
como un seguro para enfrentar el cambio ambiental o las necesidades sociales y
económicas futuras, ya que la riqueza varietal disminuye la variabilidad de la
producción.
Principales prácticas de
biodiversificación y sus efectos a nivel de predio utilizadas por los
campesinos
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Rotaciones
de cultivos:
diversidad temporal en forma de secuencias de cereales y leguminosas. El
suelo está cubierto y los nutrientes se conservan de una estación a otra, y
los ciclos vitales de las plagas de insectos, enfermedades y malezas se
interrumpen.
Policultivos: sistemas de cultivo en el
que dos o más especies de cultivos se plantan dentro de cierta proximidad
espacial, resultando en complementariedades biológicas que mejoran la
eficiencia en el uso de nutrientes y la regulación de plagas mejorando la
estabilidad del rendimiento de los cultivos.
Sistemas
agroforestales:
los árboles que crecen junto con cultivos anuales, además de modificar el
microclima, mantienen y mejoran la fertilidad del suelo; algunos árboles
contribuyen a la fijación de N y la absorción de nutrientes de los horizontes
profundos del suelo, mientras que su hojarasca ayuda a reponer los nutrientes
del suelo, manteniendo la materia orgánica y sosteniendo cadenas tróficas
complejas en el suelo.
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Cultivos
de cobertura y mulch:
el uso de cultivos puros o mixtos de gramíneas-leguminosas bajo los árboles
frutales puede reducir la erosión y proporcionar nutrientes al suelo y
mejorar el control biológico de plagas. En agricultura de conservación,
aplanar mezclas de cultivos de cobertura sobre la superficie del suelo es una
estrategia para reducir la erosión del suelo y reducir las fluctuaciones en
la humedad y la temperatura del suelo, mejorar la calidad del suelo y
posibilitar la supresión de malezas por alelopatía, lo que resulta en mayores
rendimientos.
Mezclas
de cultivos y ganadería:
una alta producción de biomasa y un óptimo reciclaje de nutrientes se puede
lograr mediante la integración de cultivos y animales. La producción animal
que integra arbustos forrajeros plantados en alta densidad, intercalados con
pastos altamente productivos y con árboles maderables, combinados todos en un
sistema que puede ser directamente pastoreado por el ganado, aumenta la
productividad total sin necesidad de insumos externos.
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Conclusiones
La
diversificación paisajística, especifica y genética, potencia los efectos
positivos de la biodiversidad en la productividad, derivados de los crecientes
efectos de la complementariedad entre las especies de plantas y animales,
resultando así en un mejor aprovechamiento de la luz solar, el agua, los
recursos del suelo y la regulación natural de las poblaciones de plagas. La
mayoría de los esquemas campesinos de diversificación son multifuncionales y su
adopción generalmente implica cambios favorables en diversos componentes de los
sistemas de producción. En otras palabras, funcionan como una “plataforma
ecológica giratoria” mediante la activación de procesos clave tales como el
reciclaje, el control biológico, el antagonismo, la alelopatía, etc., esenciales
para la sostenibilidad y la productividad de los agroecosistemas.
Las
cuatro propiedades que emergen de las estrategias de diversificación campesina
resaltan la importancia de la diversidad que se traduce en heterogeneidad
ecológica, lo que a su vez incrementa las opciones. Así, la biodiversidad
proporciona un “seguro” o sirve como un “amortiguador” frente a fluctuaciones
ambientales debido a que la diversidad de cultivos, árboles y animales
responden de manera diferente a las fluctuaciones, condicionando una comunidad
más predecible o fomentando las propiedades del ecosistema. Aún más, los
sistemas campesinos agroecológicos no son intensivos en el uso de capital,
trabajo o insumos químicos, sino más bien, al propiciar altos niveles de
biodiversidad, intensifican la eficiencia de procesos biológicos clave para
mantener la salud de suelos y cultivos, la resiliencia y la productividad. Por
ello, en agroecología se conoce a estos sistemas como “agricultura de
procesos”.
Miguel
A. Altieri, Clara I. Nicholls
Sociedad Científica Latinoamericana de
Agroecología (SOCLA)
René
Montalba
Instituto del Medio Ambiente,
Universidad de la Frontera, Chile
Referencias
- Altieri, M. A., Anderson, K. y Merrick, L. C., 1987. Peasant Agriculture and the Conservation of Crop and Wild Plant Resources. Conservation Biology, 1: 49-58.
- Altieri, M. A. and Nicholls, C. I., 2013. The adaptation and mitigation potential of traditional agriculture in a changing climate. Climatic Change DOI 10.1007/s10584-013-0909-y.
- ETC Group, 2009. Who will feed us? Questions for the food and climate crisis. ETC Group Comunique 102.
- Koohafkan, P. and Altieri, M. A., 2010. Globally Important Agricultural Heritage Systems: a legacy for the future. Rome: UN-FAO.
- Montalba, R., Garcia, M., Altieri, M., Fonseca, F. y Vieli, L., 2013. Utilización del Índice Holístico de Riesgo (IRH) como medida de resilencia socioecológica a condiciones de escasez de recursos hídricos, en comunidades campesinas e indígenas de la Araucanía Chilena. Revista Agroecología 8: 63-70.
Fuente:
En: Biodiversidad y agricultura campesina. Leisa - Revista de
agroecología, volumen 30, número 1, marzo 2014. pp. 5-8