1 de abril de 2017

Nada dura para siempre. Neo-extractivismo tras el boom de las materias primas

Autor | H. Burchardt, R. Domínguez, C. Larrea y S. Peters   | 27 marzo 2017

"Con base en los trabajos empíricos y reflexiones teóricas, los artículos reunidos en el presente libro ofrecen una versión amplia sobre el tema del extractivismo en América Latina con especial énfasis en el Ecuador y en los efectos del extractivismo sobre las relaciones laborales y las dificultades para consolidar un cambio estructural que permita transitar hacia modelos de sociedades post-extractivas."

La crisis ha vuelto a América Latina. Las economías de la región muestran cada vez más señales de estancamiento, los indicadores sociales ya no van mejorando y se vive un giro político hacia la derecha. Estos aspectos pueden resumirse como fin de un ciclo de un bienestar relativo que estuvo acompañado por esperanzas de un cambio estructural para terminar con 500 años de colonización y dependencia de Abya Yala.

Entre 2002 y 2014 la región mostró altas tasas relativas de crecimiento económico, mejoras considerables de los indicadores sociales y un cambio político que no solamente llevó a diferentes fuerzas políticas progresistas al Gobierno, sino que también abrió el espacio para una gran cantidad de reformas políticas innovadoras que rompieron con el mainstream del mercado libre y la democracia liberal-representativa. Este ciclo progresista se basó en un nuevo modelo del desarrollo: el neo-extractivismo. Después del fracaso económico y de la catastrofe social del neoliberalismo, así como del balance socio-económico poco alentador del Post-Consenso de Washington, al inicio del siglo XXI el neo-extractivismo se convirtió en la “nueva normalidad” de la economía política suramericana.

El extractivismo consiste en la intensificación de la extracción de los recursos naturales y su comercialización en el mercado global. Pero mientras que algunos gobiernos como Colombia, Paraguay o Perú se limitaron a la promoción de la extracción de los recursos naturales por compañías transnacionales, varios gobiernos de diferente índole progresista combinaron la intensificación de la extracción (extractivismo) con un novedoso aumento del papel del Estado en la extracción y/o en la apropiación de las rentas de la exportación de los commodities, así como con una expansión de las políticas sociales (neo-extractivismo). Con el boom de los recursos naturales estas políticas permitieron avances importantes en términos de desarrollo económico y social, fortaleciendo el apoyo a los gobiernos progresistas. En este contexto se consolidó un “Consenso de los commodities” (Svampa 2013) que adentraba amplios sectores de la población y que estableció nuevas coaliciones extractivas que muchas veces incluían los sindicatos que esperaban la creación de empleo y aumentos salariales, las compañías transnacionales en búsqueda de nuevas opciones de acumulación y los gobiernos progresistas que necesitaban los ingresos de las rentas para mantener los programas sociales que fundamentaban su fuerte apoyo electoral.

Mientras que en la fase neoliberal de la década de 1980 la entonces primera ministra del Reino Unido, Margret Thatcher, afirmaba que no había alternativa (“There is no alternative”, TINA) al libre mercado, la reducción del Estado y a la desregularización de la economía, al inicio del siglo XXI la extracción de recursos naturales parece haberse convertido en el nuevo TINA para América Latina. No obstante, frente a la fuerte caída que sufrieron los precios de los commodities en el mercado global desde 2013/2014, los alcances económicos, sociales y políticos del neo-extractivismo se ven cada vez más limitados. En este contexto se evidencia una de las deudas centrales de la época del último boom: no se ha logrado aprovechar los altos ingresos de los commodities para consolidar un cambio de las estructuras económicas hacia una mayor diversificación de la producción. Al contrario, para América Latina puede observarse una tendencia hacia la reprimarización de las economías y sobre todo de la matriz exportadora. Como consecuencia de esta profundización de la dependencia de las materias primas, los avances económicos y sociales de los primeros años del siglo XXI tienen poca resilencia frente a la actual caída de los precios primarios. Esta nueva coyuntura abre grietas en el “Consenso de los commodities” y, por tanto, subraya la necesidad de atender a nuevas perspectivas para un cambio de la matriz productiva que permita un crecimiento económico más diversificado, incluyente e intensivo en términos de empleo, y ambientalmente menos agresivo con la naturaleza. Para lograr este objetivo es preciso ampliar el debate sobre las alternativas para el cambio estructural y los caminos hacia el post-extractivismo.

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