El trabajo realizado por Investigadores del CONICET fue publicado en la revista Nature Sustainability.
Publicado el 7 de noviembre de 2023
En un estudio publicado en la revista Nature
Sustainability, científicos del CONICET revelaron por primera vez cómo la
ampliamente celebrada expansión de las áreas protegidas de las últimas tres
décadas se ha logrado principalmente incorporando unidades pequeñas,
perforadas, fragmentadas y altamente expuestas al entorno no protegido.
Las áreas protegidas desempeñan un papel
fundamental en la conservación de la biodiversidad, la mitigación del cambio
climático y la provisión de servicios ambientales críticos para los humanos que
incluyen la provisión de agua de buena calidad, la regulación del clima local o
la oferta de espacios de esparcimiento y apreciación de la naturaleza, entre otros.
Estas funciones las convierte en pilares fundamentales de la sostenibilidad de
nuestro planeta y del bienestar de las generaciones futuras. Sin embargo,
recientemente, científicos del CONICET han aportado nuevas evidencias que
generan interrogantes sobre la capacidad de las áreas protegidas del mundo para
garantizar sus funciones cuando se consideran en detalle sus actuales diseños
geométricos.
Repensar las áreas protegidas
El estudio publicado en la revista Nature
Sustainability proporciona un avance conceptual, al cuantificar para
todo el mundo el tamaño y la forma de las áreas protegidas con que los países
del mundo conservan su naturaleza. Los investigadores analizaron la historia de
designación de 178,322 áreas protegidas modernas (desde Yellowstone en el año
1872 hasta la actualidad), a lo largo de siete regiones culturales y 14 biomas,
entre ellos selvas, bosques, desiertos y humedales.
Como resultado, identificaron una tendencia hacia
la designación de áreas protegidas con superficies cada vez más pequeñas o
formas intrincadas, y por ende altamente expuestas a los entornos
desprotegidos. De manera preocupante, los autores destacan que las áreas
protegidas relativamente más pequeñas y más expuestas se encuentran en los
ambientes más críticamente amenazados.
Es importante tener en cuenta que el reducido
tamaño y la compleja forma de muchas unidades, junto con el aislamiento
geográfico que suelen presentar, plantean desafíos para el mantenimiento
adecuado del flujo de especies, nutrientes y energía en la naturaleza. Esto es
particularmente crítico en el contexto de cambio climático actual.
Santiago Schauman,
autor principal del estudio y becario doctoral del CONICET en el Grupo de
Estudios Ambientales del Instituto de Matemática Aplicada de San Luis (IMASL,
CONICET-UNSL), subraya la importancia de evaluar la conservación de la
naturaleza global desde nuestro país: “A medida que aumentan las presiones
humanas sobre los espacios naturales, numerosos acuerdos internacionales buscan
avanzar en la conservación de la biodiversidad global. Uno de los hitos más
significativos de estos acuerdos, del cual la Argentina es signataria, consiste
en proteger, al menos 30 por ciento de la superficie terrestre para el año
2030”.
Este objetivo sitúa a los países en una especie de
ranking que evalúa su desempeño en materia de conservación. Sin embargo,
Schauman enfatiza que, bajo la aparente uniformidad de esta meta, “se ocultan
realidades notoriamente contrastantes”.
Su estudio presenta una mirada particular y
divergente desde el sur global sobre cómo los países del mundo están
conservando sus territorios: “El mayor esfuerzo de conservación, en términos de
áreas protegidas más grandes y compactas -que alejan las presiones humanas del
interior protegido-, lo llevan adelante países periféricos o en vías de
desarrollo (15 de los 20 países con su naturaleza protegida más alejada de las
presiones humanas se encuentran en el África subsahariana). En el otro extremo,
la mayoría de los países desarrollados (capitalizados e industrializados) han
separado áreas altamente transformadas para la conservación, en unidades
relativamente pequeñas y con formas particularmente complejas, perforadas y
fragmentadas. En el caso de Argentina, a pesar de ser el octavo país más grande
del mundo y altamente biodiverso, presenta un cuarto de su territorio protegido
en contacto con la matriz productiva”, señala Schauman.
El equipo se completó con los investigadores del
CONICET Germán Baldi y Esteban Jobbágy (director
y codirector de la tesis de Santiago Schauman, respectivamente), y Josep
Peñuelas (ecólogo catalán del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
de España).
La geometría como elemento complementario de la
conservación
El estudio finalmente resalta que la geometría de
las áreas protegidas es un elemento complementario fundamental de la
conservación, ya que condiciona tanto las interacciones a largo plazo del mundo
natural protegido con su entorno desprotegido, como la capacidad de los
gobiernos de preservar esos espacios.
En relación a este último punto, Baldi concluye:
“La forma en que se protegen la mayoría de los ecosistemas del mundo,
caracterizada por un gran número de unidades pequeñas con formas perforadas,
fragmentadas o ramificadas, incrustadas en un entorno no protegido, puede
socavar la capacidad de los gobiernos para llevar a cabo una conservación
efectiva a largo plazo. Problemas persistentes, como la falta de personal,
recursos presupuestarios limitados y la inestabilidad política, pueden amenazar
la gestión de redes de áreas protegidas altamente complejas en el futuro”.
Referencia bibliográfica:
Schauman, S.A., Peñuelas, J.,
Jobbágy, E.G. et al. The geometry of global protected
lands. Nat Sustain (2023). https://doi.org/10.1038/s41893-023-01243-0
No hay comentarios:
Publicar un comentario