LA COSA EMPEZÓ MUCHO ANTES DE
1925
Así lo vi y así me lo
contaron: datos de la Revolución Guna de 1925, versión del Sagladummad Inakeliginya[1] y de
gunas que vivieron la revolución de 1925. (Extractos del libro en mención).
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De izquierda a derecha: Iguaibiliginya, Ologindibibilele,
Olonibiginya, máximos líderes de la Revolución Tule[2]
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Los
hechos empezaron cuando yo tenía diez años, y podía diferenciar muy bien los
acontecimientos de Dadnaggwe Dubbir. Luego, me casé con la hija de uno de los
que participaron en la revolución, Nugelibbe. De mi suegro aprendí mucho, él me
contó casi todo lo que ocurrió en esa época. Ahora, quiero ponerlo por escrito,
porque son muchas las mentiras que han escrito los wagas sobre esto.
Nuestra
revolución no salió de la nada. Hay hechos claros que la antecedieron y que la
empujaron fuertemente hacia la sangre:
Comenzamos
con Abisua. Abisua viene de Etor. Abisua vivió pasando de una comunidad a otra
por largos años, debido a su enfermedad. La gente le temía, porque decían que
era giadaggaler.
Llegó
a la comunidad de Nargana y allí lo curaron. Un poco más tarde, como notable
conocedor de la historia y tratados gunas, el pueblo de Nargana le hizo sagla
de la comunidad.
El sagla
Abisua empezó a reunir a las autoridades de todas las comunidades. Fue extendiéndose
así el método de consulta periódica a nivel de la comarca.
Unos
años más tarde, Abisua se constituyó en primer sagla de la tradición guna a
nivel de la comarca, e Inanaginya era su segundo. Nos cuentan que en aquel
entonces, no todas las comunidades gunas estaban en las islas; muchas residían
en las costas.
El
Congreso de la Cultura reunía a las autoridades de todos los pueblos gunas. La
gente llegaba a Nargana. Inadoiginya era suwaribed. El papá de
Olonibiginya (Igwawilubbiler) vivía, entonces, en Gardi.
"Duiggwaa
nirbaduba nagusye", cantan nuestros saglagan cuando se
refirieren a ese periodo de la historia guna. Es el periodo en que se asentaron
las bases de una gran unidad y se respiró eso a lo largo de la Comarca. Nuestra
gente gozó de bastante serenidad y salud.
NUESTRA CULTURA NOS HACÍA FUERTES
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Defendiendo nuestra tierra y cultura[3] |
¿Por qué tantos relatos de Ibeler y comentarios, antes de llegar
a la fecha que nos ocupa? ¿Qué hace Ibeler y sus hermanos en esta historia de
1925?
Ibeler
es quien da razón a nuestras luchas. Nuestros grandes líderes no combatieron a
ciegas, ellos siguieron las pistas de Ibeler (Iblerba ise iddoagwar
ulusmala). Es el marco imprescindible para entender los móviles de nuestro
combate. Sin Ibeler no entenderíamos nada. La Revolución de 1925 nos parecería
igual a las demás rebeliones de la gente que está sometida. Es distinta, tiene
raíz distinta, muy peculiar. ¿Por qué los wagas dicen que peleamos
porque un mergi nos ordenó a hacerlo? ¡Porque ellos nunca entendieron
esos móviles, nunca supieron las verdaderas causas de nuestra rebeldía!
Los invasores fueron llegando a nuestras tierras. Llegaron los
policías. Al inicio la cosa fue casi imperceptible. Parecían amigos. Nuestras
comunidades no se sintieron tan afectadas.
Poco a poco, los wagas fueron alzándose contra las costumbres
de nuestras comunidades. Nuestros líderes se dieron cuenta muy pronto. La gente
empezó a moverse a coordinar esfuerzos para acabar con los atropellos.
¡Escúchenme bien, no les digo contra los wagas, les digo, contra los
atropellos, contra la muerte!
Un poco más tarde, nuestras comunidades empezaron a padecer la
muerte de sus hijos. Entonces, llegaban noticias de muertes extrañas, así una y
otra vez. Cundía cada vez más la aprensión y el temor en las comunidades.
Como primer paso, los
dirigentes que encabezaron la lucha, localizaron a gunas que sentían la misma
preocupación y estaban dispuestos a buscar soluciones. Encontraron uno en
Dubbag y era Manuelito. En Sugdub encontraron a Olonibiginya; en Digir a
Igwayoligigge y Oloagnaiginya; en Gwebdi a Gamdur, a Ner Yim. Todos ellos
fueron llamados a estudiar más de cerca la situación.
Nuestros hermanos de distintas comunidades empezaron a
dispersarse. Huían a otros pueblos alejados de los focos donde residían los
policías wagas. La gente huía en grupos. El terror empezó a extenderse
más y más entre la gente. Muchas familias de Gardi huyeron a Arggiya, a
Muladub, a Caimán. Los de Moraggedub huyeron a Caimán. Los de Niadub llegaron a
Arggiya. Sucedía igual con los de Digir. Por eso nuestros grandes saglagan de
entonces tocaron a fondo el babigala, específicamente el relato de Duiren. Con
eso alertaban a la gente.
…………
Nele Kantule, Colman y sus colaboradores tuvieron una consigna:
seguir a Ibeler para luchar a favor de la madre tierra. Esos grandes gunas
sabían que Ibeler había seguido el mensaje de un pavón, de un tucán, de las
aguas de un arroyo... Sabían que Ibeler no había eliminado al pavón, porque lo
necesitaba. Y de ahí les nacía la figura de los siggwi, de aquéllos que
habían vivido en la sociedad de los wagas, que los conocían de alguna manera,
pero que ahora habían vuelto a sus mayores, a sus comunidades. A ellos los
eligieron como secretarios o intérpretes, pero después de una larga prueba,
consejos y medicinas.
En 1923 Nele Kantule
hace una visita a Colman. Los dos concluyen con la necesidad de contar, en cada
comunidad de Gunayala, con personas claves de total confianza. Era, entonces,
urgente detectarlas.
Así se hizo:
En Uggubseni tuvimos a Susu, a Dinugdi; en Dadnaggwe Dubbir a
Olowinabbe; en Niadub estaban Mateo y Esteban; en Digir residían Alejandro y
Navas; en Sugdub tuvimos a Bida, que tendría su radio de acción hasta
Gaigirgordub. Ellos debían llevar informes a Agligandi, porque tanto Nele como
Colman tenían que estar bien enterados de las municiones de los policías, de
los robos, de los atropellos, de las arbitrariedades que cometían los policías
contra los gunas en cada comunidad.
La Revolución no fue
contra los wagas por ser ellos wagas, sino porque nos
atropellaban, nos convertían en sus esclavos, nos quitaban lo más valioso que
teníamos, que era nuestra cultura. Es totalmente falso lo que dicen los
historiadores: que les odiábamos porque no pertenecían a nuestro pueblo. ¡Nos
levantamos en favor de la vida (anmar na sanbina gwisgusa), en defensa
de nuestro pueblo, de nuestra tierra...! (lo
subrayado en negrita es nuestro)
Según
los testigos más directos de la revolución, Nele Kantule ordenaba que no
mataran a los gunas amigos de los policías, sino que los apresaran, porque
ellos podían servir como armas para liberar al pueblo. Que ellos podían enseñar
a nuestros soldados en las estrategias de sus amigos wagas. Nele Kantule
hablaba de despertar el espíritu guna que había dentro de los traidores que
iban con los wagas. Con eso se podía hacer de ellos hasta héroes en
favor de Gunayala.
Estamos hablando de
personas claves a lo largo de Gunayala. Tenemos a Olonibiginya que viajaba de
Gardi hasta Agligandi trayendo y llevando informaciones a los dirigentes Nele y
Colman. Este gran abuelo ha sido uno de los prominentes defensores de nuestra
tierra. Él ha sido perseguido por los policías. Cuentan que Olonibiginya tomó
un cayuco pequeño y llevó consigo un arma que había conseguido con un
norteamericano. Desde su cayuquito, este gran hombre respondió al fuego de los
policías que le perseguían. Tenía una buena arma y los wagas no pudieron
tomarlo preso y él siguió su camino. Los policías no dejaron nunca tranquilo a
Olonibiginya. Otro día, estando aún viva su mamá, volvieron de nuevo los
policías a perseguirlo. Esta vez él tomó la bandera panameña, la tiró al suelo
y la pisó, mientras gritaba: “¡Mátenme si quieren!” Los wagas tampoco
pudieron con él, ni lo apresaron. Esos hombres son los que prepararon la
revolución, los que llevaban y traían mensajes de sangre a los dirigentes, los
que, a altas horas de la noche, con viento y marea, atravesaban comunidades a
remo y vela por días enteros, para sembrar la tranquilidad en Gunayala. Ninguno
de ellos murió en la Revolución, salvo uno. Murió Bida que fue traicionado por
un guna y llevado ante Mojica, que era entonces intendente. Aquella vez fueron
apresados tres gunas: dos de Digir, Igwayeidiginya y Niga Sibbu, y Bida de
Gardi. A Bida lo ultimaron a quema ropa. A sus dos compañeros no los mataron,
los llevaron a Colón.
ENTONCES, LOS DUEÑOS DE LA
CASA LEVANTARON EL PUÑO
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Los dueños de la casa levantaron el puño[3] |
Nuestra
gente armada sabía que los días iban llegando. Nugelibbe me decía que en este
tiempo, ellos empezaron a practicar el tiro. Que les habían ayudado unos
mejicanos y portorriqueños. Uno llamado Sánchez, otro, Bolívar. Según nuestros
combatientes, estos amigos les gritaban: “¿Estas escopetas, por qué las están
empuñando ustedes?” A la que respondían todos ellos también gritando: “¡Para
defendernos, porque nos están matando, y están haciendo llorar a nuestras
mujeres!” (Me informó Nugelibbe). “¡Sepan que sus enemigos no les van a
esperar, y ustedes tampoco! Estas escopetas no pueden caer en las manos de sus
enemigos. Ustedes deben buscar la parte oscura de las calles. Miren bien y
conozcan bien a sus amigos...!”, –seguían diciendo los instructores a nuestros
combatientes. Entretanto Nele reunía a todos en onmaggednega, y les
hablaba de Ibeler, de Duiren, de Igwasalibler. Les motivaba a sentir el dolor
de los hermanos en carne propia. Cuando la situación casi estaba a punto de
reventar, Richard O. Marsh preguntó a Nele Kantule, delante de los dirigentes:
“¿Tú estás seguro de querer emprender la pelea con los policías?”. Nugelibbe,
que estuvo presente en aquella ocasión, me dijo que Nele se levantó de un
salto, con los ojos brillantes de emoción y agarrándose los testículos, gritó a
Marsh: “¡Sí, y pongo por testigos a este puño y a estos huevos!” Marsh se dio
cuenta, allí, de la seriedad con que hablaba Nele. Los ancianos que estaban
presentes, inclinaron la cabeza ante las palabras tan decisivas de Nele Kantule.
Los
preparativos de Usdub se desarrollaban de acuerdo a las decisiones que se
habían tomado en Agligandi. En Usdub, también, habían sido seleccionados los
mejores cazadores y los inadulegan habían ya incursionado por las selvas
para buscar medicinas. Olomaili no se cansaba de instruir a la comunidad de
Usdub. Toda la comunidad estaba enterada de los vejámenes que propinaban los
policías a nuestra gente en diversas comunidades. Los saglagan, a lo
largo de Gunayala, mantenían como su permanente inspirador a Ibeler y sus
hermanos. Cada vez más, se sentía una inexplicable necesidad de comunicarse con
Baba y Nana. Los saglagan no se cansaban de reunir al pueblo para orar a
Baba y Nana. Era una de las instrucciones fuertes de los dirigentes que estaban
en Agligandi.
Ya
la fecha estaba fijada. Ya los preparativos habían llegado a su punto. Ya
nuestra gente estaba por salir hacia Uggubseni y Dubbir. Entonces llamaron a
Dinugdi. Dinugdi fue enviado a su pueblo, a Uggubseni. Recordemos que él había
llegado a Agligandi, huyendo de las atrocidades que cometían los policías
contra la gente de su comunidad. Siguiendo las instrucciones de Nele y Colman,
Dinugdi debía volver a su comunidad de origen para preparar allí el ataque.
Nele le dio indicaciones detalladas. Dinugdi debía llegar a Uggubseni sin
despertar ninguna sospecha de los policías. Éstas fueron las indicaciones dadas
a Dinugdi: “Te irás en un cayuco. Llevarás todos los aperos de cocina (suwarbadde,
orsar, masgge, gassi...) y dirás a la gente: ¡Ya me cansé de estar en una
comunidad ajena, como si no tuviera aquí, en Uggubseni, mis cocotales. Estaba
pasando hambre en Agligandi, como si no tuviera aquí a mi familia. Ahora,
vuelvo a mi comunidad!”
Dinugdi
regresó a Uggubseni con Susu, otra de las grandes personalidades de la
Revolución Guna en Uggubseni. Antes de alejarse en su cayuco lleno de cosas,
Nele preguntó a los dos grandes combatientes si se sentían capaces de cumplir
con la misión, porque iban en busca de la muerte. Ellos, con los ojos abiertos
y con ganas de pelear, porque ya habían experimentado las ofensas de los
policías, dijeron a Nele que no importaba si les quitaban la vida ahora. Se
alejaron de Agligandi, remando, y con viento contrario. Llegaron a
Agligandimur. Allí se encontraron con alguien que venía a Agligandi. El señor
se llamaba Nieli. Era cuñado de Dinugdi. El señor empezó a regañar a Dinugdi,
pero no sospechó nada. Siguieron su ruta y llegaron a Sabbanmullu. Allí
nuestros héroes empezaron a dudar de su misión. Les entró miedo antes de llegar
a Uggubseni. Sabían que los policías les someterían a un doloroso
interrogatorio. Tampoco querían traicionar a sus dirigentes. Los dos grandes
hombres se pusieron de acuerdo: “Les diremos que mañana vendrá gente armada de
Agligandi”, –dijeron los dos. Ellos llegaron a Uggubseni y, pasado algún
tiempo, los policías les llamaron al cuartel. Los dos gunas, valientes,
manifestaron en el cuartel lo que Nele les había instruido. “¡Estábamos en
Agligandi como si no tuviéramos grandes cocotales aquí. Pasábamos mucha hambre
en esa comunidad. Hemos decidido volver a nuestro pueblo...!”. Los policías
insistieron en sus preguntas, y querían sacar de ellos noticias de los
dirigentes Colman y Nele. Dinugdi y Susu dijeron, entonces, a los policías:
“Mañana por la noche va a salir la gente armada de Agligandi”.
Susu
y Dinugdi sabían que no era mañana por la noche, sino que esa misma
noche llegaban nuestros revolucionarios a las costas de Uggubseni. Los policías
agradecieron la informa-ción. Se movieron las comisiones policiales. Empezaron
a almacenar municiones. Los policías Sánchez y Guillermito vinieron a Dubbile
por las armas. En Uggubseni se quedaron los wagas policías Gregorio
Gordón, Benito Guillén (guna amigo de la policía) y Pedro Stócel. Mientras
tanto Susu y Dinugdi corrieron a alertar a los gunas que estaban en con-tacto
directo con las instrucciones de Agligandi. Llegaron a Olowiebiliginya, a
Igwabinigibbe y a otros. “¡Esta misma noche llega nuestra gente a nuestras
costas. Tenemos que estar listos todos!”, –dijeron los mensajeros. “¡Todos
vienen armados. Los de Usdub se han unido a los de Agligandi!”.
Así,
los soldados de Uggubseni quedaron alertados al máximo para el ataque de la
noche. “¡Comenzaremos con los policías jefes wagas!. Ya sabemos por
dónde va a llegar nuestra gente y dónde nos ubicaremos”, –decía Olowiebiliginya
a los de Uggubseni.
Lo
que sucedió es que Susu y Dinugdi, instruidos por Colman y Nele, nunca dieron
informes exactos a los policías, sino sólo a aquéllos que estaban dentro de la
defensa del pueblo. En Uggubseni, horas antes de que llegara la parte más
numerosa de los soldados gunas, sucedieron los primeros intentos: Igwabinigibbe
llevó al policía Gregorio Gordón, engañado, indicándole haber visto correr a un
guerrillero. “¡Es por ahí por donde lo he visto correr...!”, –le gritaba
Igwabinigibbe al policía. Igwabinigibbe se puso detrás del policía que corría,
y le fue llevando hasta donde estaba nuestra gente apuntando en la oscuridad.
Cuando Igwabinigibbe se sintió seguro, agarró al policía por el cuello, tan de
mala suerte que dejó un poco sueltas las manos del policía. Este tomó el arma
que llevaba consigo y de un tiro hirió el hombro de Igwabinigibbe. Pero ya
habían arrastrado al waga al sitio estratégico donde estaban nuestros
combatientes. Agarraron a Gregorio Gordón y lo mataron a palos. Detrás venía
corriendo Benito Guillén que era guna aliado de los policías. Lo agarraron y lo
mataron también. Apareció otro guna aliado de los policías: Pedro Stócel. Este
logró escaparse de los tiros.
Nuestra gente armada
llegó a las costas de Uggubseni a tiempo justo; eran los que habían salido de
Agligandi. Los nuestros dominaron inmediatamente la situación. Había una
coordinación previa muy bien planeada. Olodebiliginya coordinaba la situación
en Uggubseni con Nugelibbe, Igwawiliginya y Ceferino Colman. Antes de llegar a
Dubbile se dividieron nuestros combatientes. Unos tenían que pelear en Dubbile,
otros en Uggubseni de forma simultánea. Se dividió el pelotón de los
combatientes en Saggimullu. Para Dubbile, quedaron coordinando Olodebinyabbi,
Inabegilibbe, Ologindar y uno más que estamos aun tratando de recordar.
Aquí,
en Dubbir, ¿qué sucedió aquella noche? Había música. Era un día de carnaval.
Los policías bailaban en el cuartel y en el club. Los policías estaban armados.
Los nuestros rodearon la isla. Enviaron primero a algunas personas allegadas a
la lucha a cerciorarse de la situación. Esos informantes dijeron a los
combatientes que los policías estaban despiertos, preparados y armados.
Nuestros soldados, aquí en Dubbile, se dieron cuenta de que intervenir en esos
momentos significaría matar a mucha gente. Decidieron no atacar y volverse a
Agligandi. Nugelibbe me contaba que, al día siguiente, al ver desde Uggubseni
que durante la noche no se había apagado la luz en Dubbile, ellos estaban
seguros de que no habían intervenido los nuestros. Se preocuparon mucho por lo
que podía suceder en caso de que no intervinieran allí.
Entonces,
Olodebiliginya, que había recibido órdenes precisas de Nele Kantule, dijo a
Nugelibbe en Uggubseni: “¡Ahora vamos a pasar a la táctica de la caza de ñeques!
¡Vamos a esperar aquí a los policías! ¡Ellos tendrán que venir aquí!”.
Efectivamente, hacia las horas de la mañana, desde las costas de Uggubseni,
divisaron el cayuco de policías que habían ido a Dubbile por las armas Venían
Sánchez y Guillermito, quienes fueron eliminados a quemarropa.
Los
policías que estaban en Dubbile enviaron a Uggubseni una comisión conformada
por Wirib, Sabbin, Yoali, y Serracín (waga) para cerciorarse de la
situación, porque estaban muy preocupados. Hacia las horas de la tarde –yo
estaba en la playa, medio mojado y me acuerdo muy bien– regresó la comisión.
Sabbin y Yoali volvieron a Dubbile en un cayuco grande. Ya Wirib no volvió con
ellos. A Wirib lo había ejecutado su propio hijo antes de llegar a Uggubseni.
Los policías bajaron inmediatamente a la costa donde estaba el cayuco: “¿Qué
les pasó? ¿Qué les pasó?”, –preguntaban muy nerviosos. “¡Estas son señales de
balas!”, –sentenciaron los policías delante de los que habían vuelto. “¡No, no
son señales de balas! ¡Hemos naufragado y la corriente nos arrastró contra los
arrecifes!”, –dijeron Sabbin y Yoali. Los wagas se calmaron un poco.
Miguel Gordón estaba nervioso e inseguro. Miguel Gordón volvió a enviar una
nueva comisión desde Dubbile. Aquella vez se fueron al anochecer: Ricardo
Alfaro, Luis (de Dubbile), Oloibili y Federico. Eran jóvenes gunas que
trabajaban como policías. La norma de Nele y Colman era que no debían morir los
gunas, sino sólo los policías wagas. Incluso los gunas que estaban con
los policías coloniales, debían tener una oportunidad de arrepentirse. La lucha
no era contra los gunas, sino contra los atropellos que estaban causando los
policías. La consigna de nuestros combatientes era que en las noches, cuando
escucharan el chapalear de remos, debían preguntar en dulegaya: “¿be
dulemarbi?” Si no respondían o respondían en castellano, tenían que ser
eliminados. Pero si respondían “¡An dulemarbi!”, entrarían en contra de
ellos con la táctica de arresto; y se salvarían.
La
comisión, pues, enviada por Miguel Gordón desde Dubbir hacia Uggubseni, salió
al anochecer. Recuerden que estamos hablando sobre los hechos del día 25. Esa
comisión de Ricardo Alfaro que iba para Uggubseni fue interceptada por nuestros
soldados armados. Los nuestros les gritaron lo mandado, pero ellos les
respondieron en castellano. Así cuatro veces. Los nuestros abrieron fuego sobre
ellos. Eliminaron a Oloibili y a otros los dejaron muy malheridos. A Luis le
hirieron en el hombro; a Ricardo Alfaro, en la pierna.
Miguel Gordón vio que
la comisión no regresaba. Entonces él mismo decidió conformar la expedición
para ver la situación de Uggubseni. El grupo de Miguel Gordón tomó el cayuco
llamado Tita, y lo acompañaron Antonio Orán (guna), Dinagdi, Maniwigdiginya,
Diebdi, Castillo (este último, waga).Nuestros guerreros dominaban ya
toda la situación de Uggubseni. Para esta ocasión, ellos planearon la táctica
de amma Gorigori ante los policías que venían de Dubbile. Abrieron el club de
baile. Miguel Gordón venía con su cuadrilla para enterarse de los sucesos,
porque su gente no regresaba, y si regresaban no le informaban los detalles.
Los
niños, los jóvenes y las mujeres gritaban en la playa de Uggubseni: «¡Viva
Miguel Gordón! ¡Viva!» Nuestros guerreros se situaron en lugares estratégicos
para el ataque. La comunidad de Uggubseni estaba preparada. La gente de
Uggubseni, eufórica, animaba a los policías a acercarse más y más a la costa
con aclamaciones de vivas. Un guna de Uggubseni, John Brown (Sobrón) animaba a
la gente desde la costa a que gritara más fuerte ante Miguel Gordón. Cuando
estuvo cerca, Miguel Gordón levantó las manos para responder al saludo de la
gente, y uno de nuestros soldados disparó la escopeta, impactándole en la
cintura. Miguel Gordón cayó de hinojos, y tomó su rifle de diez tiros, quiso
apuntar hacia la gente y no pudo, porque estaba muy malherido, sólo pudo
levantar el arma hacia arriba y los tiros fueron a terminar en el aire. El
policía Castillo se tiró al agua, y un guerrero nuestro, Olodibagdenabbi, bajó
rápida-mente, tomó el cayuco y lo persiguió muy cerca y allí le dio un tiro
certero y murió en el agua. Arrestaron a los gunas que acompañaban a los
policías. A Antonio Orán, guna de Dubbile, quisieron liquidarlo en el momento,
pero intervino Olodebiliginya para protegerlo, según las normas recibidas de
Colman y Nele. El pueblo guna, cansado de tantos esputos, de tanto odio a sus
costumbres, de la burla continua a sus cosas, de morir por el simple hecho de
querer vivir de acuerdo a su cultura, explotó por la vida. Así, un señor llamado
Nigadumma de Irgandi, tomando su machete gritaba en la costa de Uggubseni:
“¡Déjenme algo vivo en la playa, que quiero hundir este machete mío en el
vientre de los wagas, que ellos nos han matado primero!” Y empuñando su
machete descuartizó a Miguel Gordón. Hasta las mujeres y niños se revestían de
ese aire de defensa de la vida. A Miguel Gordón lo llenaron de plomo y lo
descuartizaron en la playa. Gordón había caído en las manos de los mismos gunas
que él había hecho, desde el cuartel, víctimas de opresión, de odio, de cepos,
de muerte, de multas injustas. Ahora, yacía sin vida sobre la arena. Un señor
de Digir, Charly, que estaba en Uggubseni, animado por los acontecimientos que
estaba viviendo, tomó el cayuco y se dirigió a su comunidad. Charly fue por la
costa, y en la mitad de su travesía encontró a un conocido suyo que era también
de su comunidad, lo convenció rápidamente. Se unieron para terminar, también,
con los policías que quedaban en la comunidad de Digir. Allí ya había un
pequeño club de baile y pocos policías. Cuando llegaron a la comunidad,
llamaron al policía waga, y de varios hachazos lo eliminaron; a un guna
llamado Roberto Stócel, amigo de los policías, también lo liquidaron. Pasaron a
Niadub. Allí mataron a Herrera, que era un policía waga. Había un guna que era
policía, llamado Samuel, que también fue ultimado. Eso me contó Jim Smith, uno
de los protagonistas de Niadub. El anciano Jim me recordó el hecho cuando pasé
por Niadub, no hace mucho: “Yo me agarré a puños con Samuel, que era guna pero
policía. En el acto de la misma pelea, vi en la esquina de la casa un hacha
afilada. Lo fui llevando a Samuel poco a poco hasta donde estaba el hacha.
Cuando estuve cerca del hacha, la aferré rápidamente y le propiné un fuerte
hachazo a Samuel, que defendía a sus amigos policías”.
En
Niadub luchó fuerte también Lupos, que era de allí. Nuestros combatientes de
Digir, aún con las manos ensangrentadas por Gunayala, pasaron a Nargana.
Llegaron a Nargana con rostros pintados y armados para enfrentarse al enemigo.
Estanislao López huyó con los policías y se dirigieron a Gaigirgordub. Allí, y
en ese momento, no se derramó tanta sangre.
Las comunidades y los
dirigentes del sector de Gardi estaban avisados. En Aridub se dieron cuenta del
levantamiento que venía por donde nacía el sol. En Aridub había un comerciante waga
llamado Pedro. Se levantaron contra él. Wiagde lo mató. La comunidad de
Gwebdi entró también en el calor de la sangre. Allí vivía un waga al que
llamaban Wagbibbi. Ya la situación se había calentado en extremo. A Wagbibbi lo
ultimaron también. Un poco más tarde, los nuestros se dieron cuenta de que en
Uggubba vivían dos gunas que continuaban apoyando a los policías. Los
dirigentes enviaron una expedición a Uggubba, no para eliminarlos, sino para
darles oportunidad de integrarse al pueblo guna, que acababa de salir de los
atropellos. Eran Diwinabbe y su hijo. Los arrestaron, pero entre la comisión
había uno que no hizo caso a las órdenes de los dirigentes. Ese tomó la
escopeta y mató a tiros a los dos de Uggubba. Nugelibbe me decía que éste
último acontecimiento marcó el fin de la intervención armada de nuestro Pueblo.
Notas:
[1] Inakeliginya (Carlos López) Dadnaggwe Dubbir 1913 – 2000
[2] Arte: Ologuagdi. En: Revista Abya Yala,
Centro de Investigaciones Kuna (CIK), año 1, Panamá. Enero-febrero de 1985, no.
1
[3] Arte: Ologuagdi. En: Wagua, Aiban, 2007. Así lo vi y así me lo contaron: datos de la Revolución Guna de 1925, versión del Sagladummad Inakeliginya y de gunas que vivieron la revolución de 1925 /Aiban Wagua. - Panamá: [s.n.]