ROLAND BUNCH
Gabidubaled (Mucuna) en Mandiyala. Foto: Gubiler |
La
mayor parte de nuestras ideas sobre los suelos no toman en cuenta los millones
de años que pasaron antes de que la humanidad empezara a recoger y producir
comida en los bosques. Pero lo que ha pasado durante el 99,9% de la historia de
los suelos contiene lecciones muy importantes. Así que vamos a celebrar el Año
Internacional de Suelos mirando lo que la historia nos puede decir para
construir el futuro con base en esas lecciones.
En el
mundo tropical, el barbecho o descanso mantuvo fértiles los suelos agrícolas
durante miles de años, proporcionando 70 a 95% de la materia orgánica del
suelo. Pero hoy en día, ya que la mayoría de los pequeños agricultores poseen
menos de dos hectáreas de tierra, en gran parte debido al crecimiento
demográfico, el barbecho está agonizando.
Como
resultado, los suelos del mundo en desarrollo están experimentando una severa
crisis de materia orgánica, que hace que se deterioren y agoten rápidamente.
Por esta razón, la fertilidad del suelo se ha convertido en el principal factor
limitante para los pequeños agricultores de todo el mundo.
Tres mitos
Tres
mitos comunes sobre la restauración quedan desacreditados al mirar la historia
del suelo. El primer mito es que los suelos productivos se deterioran
inevitablemente con el tiempo. En muchos experimentos llevados a cabo a largo
plazo alrededor del mundo, incluso algunos que incluyeron fertilizantes
químicos, se encontró que la fertilidad había disminuido. Por lo tanto, algunos
agrónomos concluyen que es imposible mantener la fertilidad del suelo a través
del tiempo. Sin embargo, en todo el mundo y durante millones de años, los
bosques tropicales húmedos han mantenido niveles de productividad de biomasa
impresionantemente altos sin fertilizantes y, con frecuencia, en suelos muy estériles.
El
segundo mito, que debe ser descartado de inmediato, sostiene que los suelos
tienen que ser arados para mantenerse friables y productivos. Los suelos de los
bosques tropicales nunca se aran, y sin embargo, aún después de millones de
años, son mucho más friables y naturalmente productivos que la mayoría de los
suelos agrícolas. De hecho, los agricultores de pequeña escala que convierten
las tierras forestales para cultivarlas, raramente las aran el primer año. Si
lo hicieran, sería como ‘arar en el mar,’ según la frase famosa de Simón
Bolívar. Rara vez hay necesidad de arar la tierra, a menos que la hayamos
degradado previamente.
El
tercer mito es que la buena agricultura moderna es la de los monocultivos. Pero
los bosques tropicales mantienen biodiversidad y con ello aumentan la calidad
del suelo y la productividad.
Además,
la afirmación tantas veces repetida de que la productividad se limitará debido
al fósforo perdido en las cosechas de granos, está basada en estudios
seriamente defectuosos de evaluación de flujos de nutrientes. Hay varias
razones por las cuales este problema no se observa casi nunca. Una de ellas es
que los cultivos que crecen con un mantillo (mulch) biodiverso se alimentan
directamente de este, como lo hacen en los bosques tropicales. En el caso de
los cultivos anuales, el fósforo que ha caído al suelo del cultivo quedará
menos de ocho meses en el mantillo, y de allí será absorbido por las raíces de
algún cultivo. En menos de ocho meses caerá nuevamente al suelo. O sea, en más
o menos un año, ha hecho el ciclo entero. En contraste, solo el 10% del fósforo
químico aplicado al suelo se absorbe el primer año, alrededor del 5% el segundo
año, y menos en cada año subsiguiente. Por lo tanto, con un mantillo
biodiverso, cada átomo de fósforo produce alrededor de 15 veces más biomasa que
lo que puede producir en forma de fertilizante químico.
Un movimiento que transformó la agricultura
Curiosamente,
y no por casualidad, tres de estas lecciones de la historia coinciden con los
tres principios del movimiento de la Agricultura de Conservación (AC) que
comenzó en Brasil en la década de 1980. Estos son: (1) arar el suelo tan poco
como sea posible; (2) mantener el suelo cubierto, y (3) mantener la
biodiversidad. En 35 años, este movimiento, solamente en Brasil y Paraguay, ha
transformado la forma de trabajar de tres millones de agricultores en 30
millones de hectáreas. Además, la AC se ha extendido a otras 30 naciones más en
Latinoamérica y Africa. Los rendimientos de estos agricultores se han duplicado
o triplicado, alcanzando un máximo de hasta ocho toneladas de maíz por
hectárea. Entre 1992 y 2012, un litro de diesel llegó a producir siete veces
más grano. Durante un período de 22 años, la AC ha logrado que los suelos
tengan niveles más altos de materia orgánica y de disponibilidad de nitrógeno,
fósforo, potasio, calcio y magnesio, y con menor acidez. Mientras tanto, el uso
por hectárea de fertilizantes químicos nitrogenados ha disminuido. En los
experimentos a largo plazo, la AC produjo un aumento de 64% en el carbono
orgánico de los primeros 10 cm del suelo. Obviamente el mundo necesita
desesperadamente más de este tipo de éxitos.
El
incremento de los rendimientos de la AC también muestra que no necesitamos
recurrir a fertilizantes químicos subsidiados; subvenciones que son
tremendamente caras. El Presidente Scott de Zambia me dijo que con lo que el
gobierno de su país había gasta en subsidios a los fertilizantes en los últimos
años, podrían haber construido una escuela en cada comunidad del país. Por otro
lado, el fertilizante barato reduce los incentivos de los agricultores para
producir la biomasa que mejore su suelo a largo plazo. Es decir, todo este
dinero perdido no solo no puede resolver el problema básico de agotamiento de
los suelos subyacente, sino que lo empeora.
También
debiéramos recordar que la restauración del suelo es una ‘tecnología
fundamental’. Si un agricultor adopta una nueva variedad de yuca, puede mejorar
su producción de yuca, pero esto no va a tener ningún efecto sobre el maíz,
frijol, hortalizas o animales que produce. Pero si el agricultor mejora con
éxito su suelo, en forma sostenible, logrará un impacto positivo en todo los
demás renglones. Tecnologías fundamentales, como la restauración de suelos,
pueden por lo tanto servir de base para el desarrollo sostenible a largo plazo
de toda una finca.
Leguminosas como abonos verdes/cultivos de
cobertura
Los
abonos verdes/cultivos de cobertura son cruciales. A menudo se dice que la
naturaleza solo puede producir unos tres centímetros de capa superior en 100
años, pero la experiencia en varios países ha demostrado que los agricultores
que utilizan abonos verdes/cultivos de cobertura pueden producir un centímetro
de capa superior cada tres o cuatro años. Además, cuando se utilizan especies
de leguminosas comestibles, el valor del grano generalmente excede los costos
de producción, por lo que el costo neto de la restauración de la fertilidad del
suelo en las últimas décadas es realmente negativo. ¡El fertilizante químico
nunca va a competir con ese costo!
Sin
embargo, el fertilizante puede complementar a los abonos verdes/cultivos de
cobertura. Cuando los suelos de los agricultores de pequeña escala alcanzan
alrededor de tres toneladas por hectárea de productividad, los fertilizantes se
pueden utilizar de forma rentable. En este nivel de productividad, el
fertilizante producirá una respuesta de mayor rendimiento, y con menores
riesgos.
La
experiencia en todo el mundo muestra que alrededor de 20 a 25 toneladas por
hectárea al año (peso verde) de la biomasa de leguminosas son necesarias para
mantener la fertilidad del suelo a través del tiempo. Nunca en 40 años he oído
hablar de un agricultor que use 20 toneladas de compost fresco o estiércol
animal cada año. La mayoría de los agricultores de pequeña escala no tienen
suficientes animales para producir tanto estiércol, y el compostaje requiere
demasiada mano de obra para ser rentable en los cultivos de subsistencia, con
excepción del arroz. Pero docenas de leguminosas pueden producir el doble o el
triple de esta cantidad de biomasa. El ayocote (Phaseolus coccineus) y la mucuna (Mucuna spp.) pueden fácilmente producir 70 toneladas por hectárea
al año; los frijoles lablab o zarandaja (Dolichos
lablab) y el frejolón o jackbean (Canavalia ensiformis) de 50 a 60 toneladas
por hectárea al año, y el guandul o frijol de palo (Cajanus cajan), densamente plantado, puede producir más de 30
toneladas.
Sombra dispersa
A
veces, algunos agricultores agregan árboles como 'sombra dispersa' a sus
terrenos cultivados con AC. Una ligera sombra de los árboles, lograda por una
poda anual, reduce el excesivo calor del mediodía que disminuye la
productividad de los cultivos en las tierras tropicales bajas. Los árboles
también son extremadamente resistentes a la sequía debido a sus sistemas de
raíces profundas, y las hojas del follaje –que al caer al suelo lo fertilizan–
están fuera del alcance de los animales que andan libres. Los árboles también
conservan la humedad del suelo, reducen la velocidad del viento y proporcionan
leña y forraje. Además, a medida que ocurre el cambio climático, los
agricultores solamente necesitan cortar menos ramas de sus árboles, para que
los cultivos bajo su sombra sigan disfrutando de temperaturas ambientales
óptimas. La especie más importante como sombra dispersa es la madre de cacao (Gliricidia sepium).
Es
interesante notar que la ecología de la AC con árboles es muy semejante a la
ecología misma de un bosque: es biodiversa, mantiene cubierto el suelo y
alimenta las plantas a través del mantillo. En 35 años de aprendizaje
intensivo, hemos viajado de vuelta adonde la humanidad comenzó hace miles de
años.
Tres principios de la agricultura de
conservación
Arar
el suelo tan poco como sea posible
Esta
práctica también se conoce como labranza cero, siembra directa o labranza
mínima. Puede mantener la estructura del suelo, reducir el daño a los
organismos del suelo, disminuir las pérdidas de suelo por erosión, así como
las de materia orgánica y nitrógeno, y ahorrar mano de obra y gastos. Por
otro lado, si no se ara, el control de malezas será más difícil. También, al
empezar, los agricultores que aran con tracción animal pueden necesitar
nuevos equipos.
Mantener
el suelo cubierto
El
mantillo (mulch) evita la erosión, proporciona una fuente constante y
equilibrada de nutrientes, protege el suelo del calor del sol, mantiene la
humedad del suelo reduciendo la evaporación en gran medida, y contribuye al
control de las malezas. El problema principal en el mantenimiento de la
cobertura del suelo durante todo el año es que los residuos de cultivos rara
vez son suficientes.
Mantener
la biodiversidad y usar abonos verdes y cultivos de cobertura
En
la AC los agricultores utilizan rotaciones y cultivos asociados para mantener
la biodiversidad. Estas prácticas reducen el riesgo de plagas y enfermedades,
favorecen a los microorganismos del suelo y hacen que, en todo el perfil del
suelo, el uso del agua y nutrientes sea más efectivo. Un componente esencial
de un sistema de este tipo son los abonos verdes/cultivos de cobertura, definidos
como cualquier planta, ya sea un árbol, arbusto, enredadera o rastrera, que
fertiliza el suelo o controla las plagas. Se incluyen las leguminosas
multipropósito de grano, que con frecuencia proporcionan alimentos de alto
valor proteico para la venta o el consumo. A diferencia de los abonos verdes
tradicionales, rara vez se cortan en la etapa de floración y rara vez son
introducidos al suelo. Así, pueden resolver dos de los problemas más
importantes de la AC: controlar el incremento de las malezas causado por la
falta de labranza y producir abundante biomasa in situ para mantener el suelo
cubierto.
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Roland Bunch
Consultor independiente
Fuente: Leisa, Revista de AGROECOLOGÍA
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