JOSÉ RAMIRO BENITES JUMP
Un
suelo vivo brinda muchos servicios a los ecosistemas: secuestro de carbono,
disponibilidad de nutrientes, regulación del ciclo del agua y producción de
alimentos. Se estima que alrededor del 25% de los suelos agrícolas en el mundo
están degradados. Al mismo tiempo, no estamos manejando correctamente los
suelos disponibles en uso y, obviamente, esto constituye un problema en un
mundo cambiante. Si fuéramos capaces de restaurar la fertilidad y la
productividad de los suelos sin ampliar la frontera agrícola podríamos producir
25% más alimentos y disponer de un sumidero importante de carbono que ayudaría
a mitigar el cambio climático.
Gay o gaya (caña de azúcar - Saccharum officinarum) es una buena cobertura para cultivos básicos; Cangandi produce gay. Foto: Gubiler, 2012 |
Para
restaurar los suelos se necesita aumentar el contenido de materia orgánica. La
composición y velocidad de descomposición de la materia orgánica afectan las
condiciones físicas y biológicas del suelo: estructura y porosidad, tasa de
infiltración del agua, diversidad y actividad biológica de los organismos, y
disponibilidad de nutrientes para las plantas. Además de proporcionar
nutrientes y hábitat para los organismos que viven en el suelo, la materia
orgánica también une partículas en agregados y mejora su capacidad de retención
de humedad.
Los
agricultores pueden tomar muchas medidas para mantener, mejorar y reconstruir
sus suelos, especialmente los que han sido cultivados por mucho tiempo. Una clave
para la restauración del suelo es maximizar la retención y el reciclaje de los
nutrientes a través de la descomposición de los rastrojos y otros residuos de
las cosechas. Sin embargo, la reconstrucción de la calidad y la salud del suelo
pueden llevar varios años, especialmente en zonas áridas donde la escasa
humedad reduce la producción de biomasa y la actividad biológica, como sucede
en la costa árida del Perú (Young, 2003).
En
suelos saludables, las lombrices generan una red de macroporos verticales
denominados “bioporos”, los cuales son muy efectivos para el ingreso y
movimiento del agua y el aire y para el crecimiento de las raíces. Se estima
que un 60% del agua de lluvia se infiltra por los bioporos. Si se usa labranza
intensiva, la estructura del suelo se destruye y se pierde la porosidad en
donde reside la vida de los suelos. Estos suelos necesitan mucha agua y
fertilizantes para producir y, al estar descubiertos por la remoción o
incorporación de rastrojos, quedan expuestos a la luz solar y al impacto de la
lluvia que provocan la erosión y aceleran la oxidación de la materia orgánica
convirtiéndose en CO2 que se libera a la atmósfera, lo cual contribuye al
calentamiento global.
Contribución de la Agricultura de
Conservación a la formación de suelos vivos y saludables
Suelo bajo cobertura continua. Autor |
La
cobertura es cualquier material orgánico –hojas en descomposición, cortezas o
compost– que, esparcido en el suelo, lo enriquece y protege del impacto directo
de las gotas de lluvia erosivas. Al reducir la evaporación y suprimir el
crecimiento de malezas, la cobertura contribuye a la conservación del suelo;
también mejora el reciclaje de nutrientes y la acumulación de materia orgánica
y, consecuentemente, la captura de carbono.
La
Agricultura de Conservación (AC) puede ayudar produciendo dos efectos sobre la
materia orgánica del suelo: reducción de su pérdida y aumento de su contenido.
La AC consiste en la integración de tres condiciones: i. mantener el suelo
protegido, como en la naturaleza, donde siempre está cubierto; ii. no mover el
suelo para mantener su estructura y porosidad, y sembrar abriendo un pequeño
surco para poner allí la semilla, y iii. aumentar la diversidad de plantas
mediante la rotación de cultivos. En resumen, la AC implica la siembra de
cultivos con alteración mínima del suelo desde la cosecha del cultivo anterior.
Los agricultores tienen que conservar los rastrojos en el campo sin
incorporarlos y distribuirlos uniformemente por toda la superficie (Benites y
otros, 1999).
La
rotación de cultivos significa que diferentes cultivos se alternan en el mismo
campo, preferentemente cereales seguidos de leguminosas. La rotación permite un
mejor uso del agua ya que los cultivos con diferentes sistemas de raíces
utilizan el agua a diferentes profundidades del suelo, y también reduce el
ataque de plagas y enfermedades. Las rotaciones ayudan a utilizar los
nutrientes del suelo de manera más eficiente. Además, en una rotación, las
leguminosas fijan el nitrógeno en el suelo para el beneficio del cultivo de
cereales sucesivo.
La
adopción de la AC tiene dos efectos principales sobre las actividades y los
ingresos de la finca. Por un lado el técnico, que implica la disminución o
eliminación de la erosión, el incremento de la fertilidad del suelo, la
reducción de la resiembra y de la mano de obra, el uso controlado y menor de
productos químicos y fertilizantes, y por otro, los agricultores encuentran un
efecto económico directo en el aumento de la ganancia por la reducción de mano
de obra, menor uso de agroquímicos y mayor rendimiento. Además, al reducirse el
tiempo requerido para las actividades de campo, se usan menos combustibles y
lubricantes y el uso de los tractores, maquinarias y otros equipos es menor, lo
que resulta en costos más bajos de mantenimiento y reparación, y en un
incremento de la vida útil del equipo.
Importancia del papel de la AC en la
adaptación al cambio climático y en su mitigación
El
cambio climático abrupto causado por la interrupción en los ciclos globales del
carbono y el nitrógeno, causa del aumento de la concentración atmosférica de
dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido de nitrógeno (N2O) –llamados
gases con efecto de invernadero–, es responsable del calentamiento global. La
adopción de la AC, con los consiguientes ahorros de combustible, insumos
químicos y reducción de la erosión del suelo, tiene un potencial estimado de
captura de carbono de 0,6 a 1,2 Pg/año (Petagramo [Pg] = 1015 g), por lo que
los agricultores que la practican podrían ser compensados por mitigar el cambio
climático. Además, la AC también mejora y mantiene la producción de los
cultivos y asegura la seguridad alimentaria de la población, mientras que mejora
la calidad del medio ambiente.
Reflexiones finales
Por
lo general los agricultores y los técnicos son reacios al cambio que significa
pasar de una agricultura convencional a una AC porque esto significa romper una
serie de convencionalismos, como el considerar a los rastrojos como basura; con
frecuencia se les escucha decir: “cómo voy a sembrar encima de la basura, está
llena de plagas y enfermedades”. Ellos siempre quieren arar, dejar el terreno
limpio que es la herencia de los conceptos de la agricultura de los climas
templados traídos por la Colonia. Hay una gran cantidad de conocimientos, pero
tenemos que poner más ciencia, más tecnología y más conocimiento en este tipo
de sistemas agroecológicos. Los agricultores que están produciendo con la tecnología
de AC contribuyen al secuestro de carbono, a preservar la biodiversidad y a la
regulación del ciclo del agua. En síntesis, están contribuyendo a la vida en el
planeta y deben ser recompensados. Es importante recordar que el reto es
mantener el 5% del suelo que es materia orgánica, por supuesto, no es algo que
se pueda empacar, transportar y entregar y no hay receta única para
incrementarla en el suelo. No podemos decirles a los agricultores que deben
hacer esto, eso o aquello; tenemos que encontrar soluciones adaptadas
localmente, así que la mejor manera de hacerlo es incluir de manera efectiva a
los agricultores en el desarrollo de la tecnología. Lo que necesitamos es el
diálogo entre el conocimiento científico y el conocimiento de los agricultores.
No vamos a resolver el problema si pensamos que tenemos la solución y queremos
imponerla.
Los
agricultores andinos
Los agricultores
campesinos de los Andes que viven entre 3 000 y 4 000 msnm trabajan en
condiciones muy duras y, por lo general, en pendientes muy pronunciadas. A lo
largo de siglos han desarrollado técnicas para conservar el agua y el suelo
con formas de cultivar la tierra adecuadas a las características del paisaje
de alta montaña, como son la construcción de terrazas escalanodas, también
llamadas andenes. Desde la época precolombina los agricultores andinos han
practicado la AC utilizando la kasuna, el allachu, la chakitaclla, el kituchi
y otras herramientas para una siembra directa sin remoción del suelo y con el
mantenimiento de una cobertura vegetal protectora. Las prácticas de manejo de
suelos consistían en enriquecer el suelo cubriéndolo con paja y abono
orgánico, en régimen de rotación de cultivos y de policultivos. De esta
manera mantenían un suelo vivo con gran cantidad de materia orgánica, capaz
de retener el agua y los nutrientes.
Los
agricultores del sur de Brasil
Por los años 80 un
grupo de agricultores de Ponta Grossa, Paraná, fundó el “Clube da amigos de
la Minhoca” (Club de amigos de la lombriz de tierra) para promover el
“Plantio direto”, un conjunto de prácticas biológicas de manejo que permiten
desarrollar suelos sueltos, con buena formación de agregados que faciliten la
circulación del aire, el agua, los nutrientes y la penetración de las raíces.
Las plantas que crecen en este tipo de suelo con altos contenidos de materia
orgánica gastan menos energía en el enraizamiento. Esto requiere enfocar el
manejo de los recursos biológicos del suelo junto con las funciones
hidrológicas y el reciclaje de nutrientes, complementados, cuando sea
necesario, con obras físicas adecuadas en las laderas de pendiente
pronunciada.
En
la cordillera de la costa central de Chile
En el Fundo Chequén,
propiedad de Carlos Crovetto, después de 20 años de siembra sin arar, se han
observado significativos cambios en la estructura y fertilidad de los
antiguos suelos erosionados, debido al aumento del contenido de materia
orgánica en los suelos alfisoles. Esto se debe al incremento paralelo en los
rendimientos de diferentes cultivos en rotación como trigo, triticale
(híbrido de trigo y centeno), maíz y lupino, lo que a su vez aumenta el
contenido de rastrojos sobre el suelo. En la rotación maíz-trigo (riego y
secano) se deja anualmente sobre el suelo un promedio de 12 t/ha de rastrojo,
debidamente manejado. El aumento de la materia orgánica (0,3% anual) en el
suelo, al inicio sobre la superficie y luego en horizontes subyacentes, ha
generado su adecuada nutrición favoreciendo a la microbiología y la mesofauna
endémicas. Esta mayor actividad biológica ha aumentado el carbono orgánico y,
con ello, su contenido húmico.
Selva
nororiental peruana
Alberto Ikeda compró
una finca e hizo lo que todo el mundo hace: tumba y quema. El primer año hubo
una buena cosecha; hizo una segunda siembra y obtuvo la mitad de la
producción de la primera; en la tercera ya no sacó nada, las tierras se
habían degradado. Actualmente tiene alrededor de 200 hectáreas de tierras
sembradas con agricultura de conservación, tratando de copiar los procesos
naturales que pasan en un bosque donde el hombre no ha intervenido, o sea que
caen las hojas, ramas, animales y todo va formando parte de este medio natural,
una manera natural de compost. Al inicio preparó el terreno de manera
convencional usando el arado, pero después nunca más movió el suelo.
Aplicando los principios de la AC sobre suelos que ya estaban degradados,
donde había menos de 1% de materia orgánica, esta aumentó a 3% y 4%. A medida
que los suelos se fueron recuperando, ya hubo materia orgánica ayudando a
retener el agua y, lentamente, el mismo rastrojo se ha ido convirtiendo en
nutrientes para las plantas. También se observa que hay menos enfermedades y
plagas en los cultivos.
En
la costa árida del Perú
En Cañete se han
efectuado días de campo para divulgar la tecnología de AC para que los
agricultores siembren maíz en rotación con otros cultivos. También se está
promoviendo cobertura en diversos frutales que por tradición se mantienen
completamente descubiertos y donde, si cae una hoja, hay que recogerla de
inmediato por temor a las plagas. Los productores de frutas han empezado a
dejar los rastrojos en los viñedos e inclusive traen rastrojos de sus vecinos
para cubrir el suelo, y empiezan a notar que retienen más agua, la producción
ha mejorado y riegan con menos frecuencia. Este sistema también lo están
utilizando los productores de mandarinas, manzanas y duraznos; se puede decir
que el sistema se ha difundido.
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José Ramiro Benites
Jump
Funcionario
técnico jubilado, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), Dirección de Fomento de Aguas y Tierras, Roma. Actualmente
Consultor Internacional en temas de manejo de Tierras y Aguas y de Agricultura
de Conservación.
Referencias
·
Benites,
J. R., y Bot, A. 2014. Agricultura de conservación: una práctica innovadora con
beneficios económicos y medioambientales. Perú:
Agrobanco.
·
Benites, J. R., Friedrich, T., Bot, A., y Shaxson, F.
1999. From Soil Degradation to Stable Productivity: The Importance of Better
Land Husbandry. AGLS Working Paper 8. Land and Water Development Division.
Roma: FAO.
·
Young,
H. 2003. Sistema de siembra directa ¿Alternativa para la sostenibilidad de la
agricultura peruana? Lima: INCAGRO (inédito).
Fuente: Leisa, revista de AGROECOLOGÍA
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