Geodisio castillo
Estamos cimentados sobre un gran
valor económico, que es Nabgwana y sus recursos naturales, esto se viene
insistiendo por mucho tiempo y por algunos economistas. Pienso que las cosas
van mejorar en el país, ahora que hay una carrera de economía ambiental en la
Universidad de Panamá y creado MiAmbiente (Ministerio de Ambiente).
Conocemos el valor de la naturaleza,
pero hacemos caso omiso o simplemente los políticos no tienen voluntad de toma
de decisión sobre la situación del ambiente, para establecer estrategias
ambientales y proteger los recursos naturales que se destruye a diario.
Talar en busca de dinero
Extraemos árboles, principalmente las
empresas, con el fin de obtener ganancias. No nos importa cómo lo hacemos,
sobrepasándonos encima de las leyes establecidas para protegerlos o realizar un
manejo forestal sostenible. Talamos o deforestamos sin importarnos que Nabgwana
llore al dejarla desnuda. Este fenómeno elimina las interacciones útiles entre
el sistema social humano y el ecosistema natural.
En Gunayala la extracción de árboles
maderables es incipiente, pero si no se controla estableciendo normas
comunitarias o del mismo Congreso General Guna (CGG) en Igardummadwala[1],
sobre manejo forestal sostenible, llegaremos, sin darnos cuenta a destruir la biodiversidad
al talar los árboles.
Estas acciones se realizan
principalmente cuando las instituciones de gobierno en la Comarca, para
abaratar el costo, solicitan madera a los madereros locales, para construcción
de infraestructuras y así cumplir con el programa de gobierno, a costa de la
naturaleza.
La subvaloración
Subvaloramos los recursos naturales,
porque se asigna a la protección del ambiente, una miseria de recurso
económico, eso debe ser porque los administradores de recursos y los políticos
no “saben” el valor del recurso natural. Si lo saben no tienen voluntad
política sobre la cuestión ambiental, a la hora de toma de decisión.
Los economistas ambientales, han
argumentado desde hace tiempo que una de las principales razones por las que
permiten a nuestros sistemas económicos a sobreexplotar los bienes y servicios
ambientales es debido que los beneficios del ambiente son infravalorados
o no valorados. En términos
económicos esto lo llaman fallo del mercado[2].
Técnicas de valoración económica se
utilizan para estimar el valor económico de un bien ambiental y hacer un caso
económico o empresarial fuerte de por qué los gobiernos o las personas deben
invertir en estos recursos[3].
O bien, valorar económicamente al ambiente supone el intento de asignar valores
cuantitativos a los bienes y servicios proporcionados por los recursos
ambientales, independientemente de la existencia de precios de mercado para los
mismos[4].
Parecen que los políticos y
funcionarios necesitan conocer los “indicadores”[5],
para que los lleven a tomar decisiones. Allí está la valoración económica de
los recursos naturales que es el mejor indicador, para que sean vistos como
instrumentos importantes para los gobiernos municipales y locales, para que
adopten y apliquen nuevos principios de gestión y rendición de cuentas.
Proporcionan una forma de establecer líneas de base y metas y evaluar el
progreso hacia ellos. Indicadores medibles pueden ayudar a apoyar la toma de
decisiones, para evaluar los impactos de las políticas y las inversiones, y
para comunicar ideas a públicos diversos. Además, los indicadores pueden ayudar
a especificar la intención en defensa de la fijación de metas y objetivos
específicos en respuesta al cambio climático. Tiene que estar alineados con una
visión del desarrollo sostenible (Joburg, 2011).
La
inversión en el ambiente
Hay estudios que demuestran el valor
ambiental o servicio que nos ofrece Nabgwana, sin necesidad de restaurarlos,
sino prevenir su destrucción, aprovechándolos sosteniblemente, pidiendo permiso
de su uso a Nabgwana. Contrario a la cultura indígena o del dule en particular,
el mundo occidental ha desvestido a Nabgwana, y lo lleva hacia su extinción,
por lo tanto necesitan restaurar los recursos naturales que han destruido o que
están en sus planes para ser destruidos.
Ejemplos de los beneficios de la
restauración para que los políticos tomen conciencia o tengan voluntad política
para decidir, por qué deben invertir en la mejora o restauración de bienes y
servicios ambientales. Como los beneficios que ofrece la restauración de
humedales, tienen valores de mercado directos o beneficios cuantificables para
determinados sectores o interesados directos, tales como el costo del agua para
la producción agrícola, o el valor de los peces para los pescadores[6];
los bosques de manglares en la Bahía de Gazi en Kenia se estima en alrededor de
US$ 1,000 (dólares) por hectárea por año (UNEP, 2011). Según el Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la restauración de los
ecosistemas dañados o perdidos —desde bosques y sistemas de agua dulce hasta
manglares y humedales— puede producir rendimientos multimillonarios, generar
empleo y combatir la pobreza[7].
Podemos seguir citando estudios que demuestran que los beneficios económicos de la restauración de manglares son
aproximadamente el doble de la del desarrollo de la acuicultura[8]. Pero, debemos
comprender que la restauración aunque pueda
desempeñar un papel importante en la mejora de los beneficios ambientales o
servicios, la experiencia demuestra que los recursos “restaurados” rara vez
ofrecen la gama y magnitud completa de los servicios que prestan los recursos
no degradados.
Sin embargo la mayoría de los
servicios de los ecosistemas ambientales, como la filtración del agua y el
hábitat de la vida silvestre, benefician indirectamente a la sociedad en
general y, por lo tanto, se consideran como beneficios públicos o ajenos al
mercado.
Preocupación de los políticos
Los políticos más se preocupan en
cumplir con infraestructuras, cosas palpables con el fin de volver a
reelegirse, y menos en aumentar los gastos ambientales. Los que se dedican al
gasto ambiental, se les critica por no conseguir prioridades, y es que así es el
pueblo. Porque mientras no hay educación o concienciación ambiental, así
seguirá el pueblo.
Esto ocurre en todos los países
“democráticos”, el país y Gunayala no escapan de esta realidad política. Donde
los políticos parecen preocuparse más por las ganancias económicas y políticas
a corto plazo, mientras que las inversiones en protección del ambiente a menudo
ofrecen beneficios a largo plazo.
Hay que continuar dialogando con los
políticos, ofreciéndoles alternativas o comunicándoles por lo que deben
considerar el capital natural como activo e invertir en su capacidad
productiva.
La cultura en la gestión ambiental
El pueblo dule es una sociedad con
conceptos que hace de su vida parte de la naturaleza. Nabgwana es la madre que
amamanta a todos, al pueblo, la vida silvestre, los hermanos árboles, y otras
vidas que dependen de ella. Sin embargo, nos enfrentamos a una realidad que nos
presiona día a día, a partir de la educación occidental implantada en los
pueblos indígenas.
Ahora podemos poner en cifra
monetaria el bien ambiental o servicio. Pero debemos hacer la diferencia a
partir de nuestra cultura. Es decir, la inversión cultural en el ambiente es la
base para que el dinero no destruya el bien ambiental o servicio.
La cultura como elemento participativo
en el proceso de gestión ambiental nos abre paso al desarrollo económico y
social desde adentro[9].
Es un mecanismo generador de riqueza y de transformación. Es decir, la cultura
como elemento catalizador del proceso de regeneración y valoración ambiental como
eje alternativo del cambio social y económico. La cultura
es un recurso imprescindible y abundante para generar “conocimiento”, a partir
de los saberes ancestrales o conocimientos indígenas.
Es el momento de reflexionar sobre
las ventajas que aporta la incorporación de la cultura al Plan Estratégico de
Gunayala (PEGY) que está en formulación. Porque el desarrollo sostenible con
visión desde adentro depende de la cultura, la capacidad de creación,
innovación y de cómo se aplican estas nuevas ideas al desarrollo comarcal. La
cultura como uno de los pilares más sólidos para paliar la globalización.
Los pueblos indígenas de Abiayala,
sus culturas equilibraron y siguen equilibrando los principios de
responsabilidad ecológica, como así en lo económico y en la justicia social. Lo
que el país debería hacer es aprender o aplicar estos principios
reestableciendo los valores sociales e individuales sobre la actual cultura de
consumo. Cosa que lastimosamente hay que decir, que el pueblo dule también debe
retomar estos principios.
La cultura como parte de una
estrategia en la gestión ambiental, no solo puede llegar a generar beneficios
económicos, sino que puede modificar patrones de comportamiento a nivel
comunitario generando cohesión social como herramienta para el estímulo de las
aspiraciones colectivas e individuales.
Generar se trata de valorar y transformar
el contexto local a manera que se produzca una nueva actitud o cambio hacia el
ambiente y con ello un cambio económico y social equilibrado. En este sentido
la cultura es la base mediante la cual reproducimos una realidad social. De ahí
la calidad de vida de una región y su capacidad para desarrollar un sentido de
pertenencia, capital social, natural y de respeto a la diversidad cultural (UNESCO,
2010).
Referencias:
Joburg, 2011. A promising
future. Growth and Development Strategy. 120 p.
UNEP, 2011. Economic
Analysis of Mangrove Forests: A case study in Gazi Bay, Kenya, UNEP, iii+42 pp.
UNESCO, 2010. Invertir
en la diversidad cultural y el diálogo intercultural. Informe Mundial de la
UNESCO. Francia. 426 p. + Anexos
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