Geodisio Castillo
Cuando uno camina en medio de un bosque negsered[1] o entre los hermanos árboles, a su alrededor se llena de sombra y agua o humedad. Las hojas de los árboles gotean agua. Las aguas de los ríos siempre están abundantes. El cual significa que los bosques nutren de agua a los ríos, al agua subterránea, la lluvia que cae; los bosques reducen la erosión de los suelos, son filtros naturales que retienen los sedimentos filtrando el agua.
El 22 de marzo de 2024 se celebra el Día Mundial del Agua, un evento anual creado por Naciones Unidas para concienciar a la humanidad sobre la falta de acceso al agua potable de miles de habitantes de la Tierra y la urgencia de abordar la crisis mundial del agua. “El agua puede crear paz o desencadenar conflictos”. En este año de 2024, el Día Mundial del Agua se centra en el agua para la prosperidad y la paz.
La deforestación y degradación de los bosques agudiza el cambio climático desencadenando procesos abruptos de extrema sequía y lluvias excesivas, no son simples desastres naturales. Estos fenómenos provocados nos llevan al calentamiento global o al aumento de la temperatura de la superficie de la Tierra. Todo eso, por la sed de ganar más capital.
La actividad minera, la construcción de nuevas “urbanizaciones”, que no solo ha destruido la capa vegetal que anteriormente protegía la tierra, sino que ha creado las condiciones propicias para la tragedia que se vive en Abiayala y países del viejo continente, con grandes inundaciones, escasez de agua, destrucción de áreas de cultivos, entre otros.
La escasez de agua no solo puede desencadenar guerras, sino también puede ser usada como elemento de lucha. Las tensiones geopolíticas pueden acabar por restringir el acceso al agua, en especial, en regiones situadas alrededor de cuencas fluviales transfronterizas[2].
Hay mucho conocimiento ancestral, el cual no se disemina como debe ser. Se necesita diseminar el conocimiento ancestral a la nueva generación y ponerlo en práctica para continuar conservando el agua. El pueblo gunadule surge del agua, su vida es rodeada y depende del agua. “Nana derramó la corriente de las aguas. La corriente del río emitió su quejido en las entrañas de la madre, y en su corteza brotaron las semillas, las cepas… Surgió el verdor, y el cuerpo de la madre se llenó de hermosos y robustos árboles con su variado colorido. Y es por eso que la llamamos madre”[3].
Por estos conocimientos, mantenemos vestida de verde a Ologwadule o Madre Tierra. Por lo que la Biosfera de Gunayala, aún mantiene su estado natural, con el 80% de sus bosques en su estado negsered y el resto en estado de regeneración natural, recuperándose bajo el sistema agroforestal de nainu familiar[4]. Sin embargo, estos conocimientos se están perdiendo.
Entonces, el agua es un recurso esencial para la vida en la Tierra Madre, y su conservación y uso responsable son fundamentales para garantizar la supervivencia de todas las especies de animales y vegetales, tanto terrestre y marina.
El ciclo hidrológico o el ciclo de agua[5] es vital, no solo porque permite la vida en el planeta y regula el clima, sino también porque conserva los ecosistemas naturales. El movimiento del agua a través de sus diferentes estados (líquido, sólido y vapor) la hace responsable de los climas, la temperatura, la humedad, la erosión del terreno y de llevar sustancias de un lugar a otro, la alteración de este ciclo de agua, como ocurre con el cambio climático, afecta la vida de los ecosistemas del planeta.
¡Cuidemos y protejamos este recurso
esencial para la vida y por la paz!
[1]
Negsered - (bosque maduro primario), también conocido como barbecho herbáceo,
bosque sucesional o barbecho forestal
[3] Wagua, A. (recop. sint. y trad.) 2011. En defensa de
la vida y su armonía. Elementos de la espiritualidad guna. Textos del Babigala.
Proyecto EBI Guna / Fondo Mixto Hispano Panameño. 358 p.
[4]
Castillo, G. 2010. Bosques para la Vida: Causas ocultas de Deforestación y
Degradación de los Bosques en las Comarcas Kunas. Revista Cultural Lotería
No.493, Noviembre-Diciembre 2010. Panamá. 105-124 pp.