Contaminación que altera la
composición de la atmósfera
desde fuentes directas, como las industrias, los
hogares y el transporte. Foto: Canal de Panamá. Gubiler
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Hasta la
fecha, las emisiones de gases que elevan la temperatura del planeta siguen en
aumento. En desmedro de todo el planeta, vemos el desarrollo cada vez mayor de
desastres naturales, la extinción de decenas de especies, miles de
kilómetros de tierras degradadas y miles de hectáreas de territorios
deforestados. Crece el desplazamiento de poblaciones humanas y de diversas
especies animales. Al mismo tiempo, se elevan las epidemias y las plagas que
afectan los cultivos de alimentos.
Cada año,
nuestros países pierden vidas y pierden en su económica por la ambición y el
crecimiento insostenible de prácticas económicas anti-ecológicas. En vez de
reducirse los principales contaminantes del planeta, vemos un creciente afán
por negociar con los bienes naturales e influir en los Estados para que estos
flexibilicen sus políticas ambientales.
El COP 19
realizado en Varsovia (Polonia), nos ha llevado a ver desde la sociedad civil,
la presión de las multinacionales sobre las Naciones Unidas y los Estados que
la conforman[1]. Lo mismo se avizora para el COP 20 a realizarse en Lima (Perú) ¿A
dónde llegaremos? Desde los años setenta esta pregunta ha dado la vuelta al
mundo y quienes ostentan el poder económico han hecho oídos sordos, acusando y
persiguiendo a quienes se han opuesto a tener un mínimo de responsabilidad
social y ambiental integra.
Desde el
inicio de las negociaciones, hubo luchas por que las emisiones de gases tipo
invernadero se reduzcan por lo menos en un 20%. Hasta la fecha, las
negociaciones siguen para que estos gases por lo menos se reduzcan en la
práctica en un 5%. El problema está en que tales siguen en aumento a pesar de
los compromisos y esfuerzos crecientes de algunos Estados y miembros de la
sociedad civil. Entre los países más contaminantes del Mundo están
principalmente los países llamados industrializados, pero, también están países
como Perú y Brasil, que deforestan año a año miles de hectáreas, sobre todo, de
la Amazonía.
Según datos del Fondo Mundial para la
Naturaleza (WWF) que ofrece un reporte sobre las condiciones ambientales de la Tierra
desde 1998, comparándolo con datos de hasta 1970: Si se
repartiera la superficie del planeta de manera equitativa, a cada persona la
corresponderían unas 1,8 hectáreas. Este índice refleja el área actualmente
disponible para cada habitante para producir los recursos y absorber las emisiones. Pero desde la década de 1970, la humanidad supera
la capacidad regenerativa del planeta, denominada bio-capacidad global, y requiere de 2,7 hectáreas por
persona. Por lo tanto, la Huella Ecológica, que analiza la demanda humana sobre
los ecosistemas, es 1,5 veces mayor a lo que debería ser en el caso de un
consumo sostenible[2].
De acuerdo a
información de la Organización de Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ya desde el 2009: “el hambre en el mundo habría alcanzado un récord
histórico con 1,020 millones de personas que pasan hambre a diario”. La mayoría
de estas personas se encuentran en países en desarrollo y que en la región de
América Latina y el Caribe (LAC) habitan unas 53 millones de personas con un
acceso insuficiente a los alimentos -de las cuales se estima que un 16% de
aquel total sean niños menores de 5 años de edad”[3]
¿Hasta qué punto esperaremos para lograr compromisos realmente concretos
que reviertan y prevengan el avance de esta situación? Depende de cada uno de
nosotros exigir nuestro derecho a un medio ambiente saludable y sostenible para
tod@s.
Jorge Arboccó
Antropólogo – Perú.
[3] Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/informe-especial/hambre-triste-record-mundial_40882.html