Por Miguel
Jara
Idioma Español
País
Internacional
13 septiembre 2019
En línea con lo que venimos publicando sobre
el fundamentalismo científico, el cientifismo o el pseudoescepticismo,
publico esta nueva entrega del proyecto #CartasaElla. En esta ocasión, la
jovencita recibe comentarios de su abuelo en torno a las estrategias que usan
estos grupos para desacreditar a personas honestas y cómo reman a favor
del poder.
Los pseudoescépticos son ateos
militantes. Pero existen ciertos paralelismos entre la Iglesia y los primeros.
Por un lado, ambos son proselitistas, intentan captar adeptos para su
causa o doctrina e influir en la sociedad. Ambos luchan por las creencias
o no creencias de la gente e intentan «vender» a la sociedad ideas buenas
(aunque luego no las materialicen). Finalmente, en ambos casos su credo se
corrompe por el dinero o el poder. En ambas hay fanáticos.
El fundamentalismo científico ha dado un
gran salto desde que empezó a cuestionar la existencia de ovnis y fantasmas,
hasta que se ha introducido en temas de tecnología, ecología, salud
humana. Crece así su campo de trabajo y se ponen bajo el paraguas de las
grandes empresas y sectores estratégicos de la economía liberal global, así
como de las instituciones y gobiernos que ejercen de comerciales de los mismos.
Reman a favor de corriente y quizá por ello tienen
mucha presencia en los grandes medios de comunicación, en los que
muchos periodistas necesitados de «una causa» que de sentido a su
trabajo, les hacen de palmeros, como en los bailes flamencos, unos dan
espectáculo y otros en coro les dan palmas de ánimo y les jalean.
Y son muy oficialistas, a menudo citan como
fuentes de información «verdaderas» a las instituciones oficiales de cada
ámbito, sin importar que estas suelen estar plagadas de conflictos de interés con las industrias
a las que deben controlar.
Y también son negacionistas, éstos son
personas que cuestionan o directamente niegan una realidad aceptada. Cuando
alguien niega los daños que pueden causar sustancias tóxicas como los
pesticidas usados en la agricultura e incluso insultan a quienes enferman por
ello llamándoles «quimiofóbicos» es negacionista.
Además, no muestra ninguna empatía por quienes
sufren y a quienes victimizan acusándoles de su dolencia, lo que es una de
las características del fascismo, por cierto. Quienes niegan el Holocausto
también suelen retorcer los conceptos y a los campos de exterminio nazis les llaman «de
trabajo» y a las cámaras de gas, «de despiojado».
Otro de los mecanismos negacionistas que utilizan
estas personas Ella, suele ser el aislamiento de un dato dudoso para
desprestigiar al conjunto. Los que rechazan el cambio
climático suelen aferrarse a periodos fríos para cuestionar las series
históricas de temperaturas altas. Quienes atacan a la agricultura
ecológica suelen decir que en ella está permitido usar cobre o azufre -que
es cierto que su uso está permitido- que también contamina.
En realidad, el negacionismo es un
comportamiento no científico o pseudocientífico porque obvia las
razones. La razón, el pensamiento racional del que presumen los
pseudoescépticos, es un medio para el conocimiento no un fin en sí mismo. El
movimiento pseudoescéptico es endogámico, está constituido sobre todo por
personas de mediana edad, hombres, de raza blanca, heterosexuales y de clase
media con estudios universitarios.
Y escribiría que con un ego muy desarrollado, lo
que ha provocado que sus líderes, que los hay como en todas las sectas, sean
los más agresivos, los que mejor usan su verborrea violenta. Y a esos se
les puede encontrar en «todas partes», como a dios. Pero su salmos no los
claman desde el púlpito de una iglesia sino en las redes sociales sobre todo en
aquella en la que se permiten discursos más cortos, ideales para
hacer demagogia, Twitter.
Y en esas redes es donde salen a la «caza del
magufo» o de los herejes. Y por hereje se entiende a alguien que dice
cosas que son «peligrosas» (te lo escribo entre comillas pequeña por lo que te
comentaba más arriba de que no me gusta el concepto referido a personas) o
subversivas, que van en dirección contraria a la corriente del debate.
Cualquiera puede ser blanco de
las ridiculizaciones públicas con las que los pseudoescépticos vejan
a sus víctimas pero tienen predilección por quienes destacan en un ámbito
estratégico para el movimiento.
Hay médicos expertos en salud pública a los que no
se les ha perdonado que en 2009-10 tuviesen un gran éxito difundiendo que
la pandemia de gripe A no era tal, que sólo había un montaje para exagerar
una condición para vender vacunas y medicamentos antivirales, un pelotazo
medicamentoso vaya.
Otros han sido muy críticos con la vacuna del
papiloma y sin estar en contra de las vacunas, les han colgado el sambenito de
“antivacunas”.
Que la realidad no te estropee un buen insulto o la
oportunidad de vejar y humillar a alguien. Todo esto tiene algo
de comportamiento psicopático.
Las campañas de descrédito con algunos han
alcanzado cuotas inimaginables por criticar con contundencia la corrupción
de la industria farmacéutica y del sistema sanitario o promocionar las
plantas medicinales.
Sus ataques personales (ad hominen) también
incluyen a científicos del máximo nivel en sus áreas, quizá porque tienen miedo
y lo mejor para que sus opiniones dejen de pesar en la sociedad
es desacreditarlos personalmente, que no sean referencias sociales… si pueden.
Resulta paradójico que la cruzada «por la
ciencia» la lleven a cabo personas que en su mayor parte no son
científicas, entre ellos hay informáticos, abogados, periodistas, filósofos,
psicólogos y médicos, nutricionistas y sí físicos o biólogos, incluso magos en
sus orígenes, como Randi o Gardner.
Es muy importante diferenciar pues una cosa es un
divulgador, que lo puede ser cualquiera con unas mínimas dotes comunicativas;
otra cosa es tener una carrera de ciencias pero no ceñirte a tu campo como es el
caso de, por ejemplo, físicos hablando sobre vacunas sin haber
trabajado a fondo el tema; otra un científico genérico, una persona de carrera
de ciencias que estudia unos temas y es experto en esos, pero luego te puede
hablar en general de otros; y finalmente un científico investigador
especializado (y si es independiente mejor).
En el caso de los denominados escépticos suelen ser
los primeros y segundos casos aunque intentan aparentar algo más de lo que son,
lo que demuestra mediocridad y excesivo postureo. Y aparentan para que la
sociedad crea que ellos son los auténticos representantes de la ciencia.
Otra cosa curiosa Ella es que estas personas
intentan aparecer como expertas, establecer una especie de «tiranía de los
expertos», que de ciencia sólo hablen los científicos, se les escucha decir con
frecuencia, que de temas médicos o sanitarios sólo hablen los médicos o
los especialistas en sanidad.
Pero luego ellos no cumplen ese precepto; sus
divulgadores aparecen en los medios de comunicación opinando de todo incluido
de lo que no saben.
Es la doble vara de medir de la hipocresía. Resulta
además que si fueran coherentes con ese dogma no serían capaces de cumplir con
uno de sus fines que es que la ciencia llegue al pueblo; la dictadura de
los expertos es anticientífica y obstaculiza la divulgación.
Con ese fundamentalismo de los superespecialistas
que pretenden sin éxito, se busca convencer a la población de que algo es
cierto porque lo dice gente «muy importante» y ello se acompaña de la
estrategia de repetición constante de sus clichés y dogmas en diferentes medios
y herramientas de comunicación, que los despistados pueden creer que se
corresponde con una opinión mayoritaria, lo que entre otras cosas es
antiescéptico ¿no se trata de dudar de las creencias sociales mi pequeña Ella
Fuente: Miguel Jara
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