September 14, 2021 Por Carmen Albertos - Diana Bocarejo Suescun Deja un comentario
¿Por qué los
jóvenes indígenas de las ciudades no quieren trabajar?
En una conversación con empresarios de El Alto, una de las ciudades
con mayor cantidad de migrantes campo-ciudad de origen indígena de
Bolivia, estos manifestaban algunos comentarios que no contrataban
jóvenes migrantes indígenas porque eran poco serios y desaparecían
sin avisar para irse de fiesta a sus pueblos. Manuel Urquidi,
especialista en mercado laborales del BID, no contento con esa explicación,
quiso investigar un poco más. ¿Qué estaba pasando?
Lo que descubrimos
“En realidad, lo que descubrimos”, cuenta Manuel, “es que los jóvenes
vuelven a sus comunidades en las ocasiones importantes (rituales, fiestas,
épocas de cosecha) para mantener su relación y sus raíces, pero también para
cumplir con sus obligaciones hacia la comunidad y porque si no vuelven, pierden
sus derechos en la comunidad y los adquiridos por su familia, como la
posibilidad de usar o poseer la parcela de sus padres y abuelos para la
agricultura”.
En definitiva, los empleadores no entendían la relación de estos jóvenes
indígenas con sus comunidades de origen y éstos, a su vez, no lograban explicar
las responsabilidades que conlleva ser parte de su comunidad ni ajustarse a las
expectativas de los empresarios.
Un proyecto para
promover la inserción laboral de jóvenes indígenas
El BID y el BIDLAB realizaron un proyecto piloto que promovía la
inserción laboral de jóvenes migrantes indígenas en empleos formales en la
ciudad de El Alto incluyendo formación en interculturalidad y habilidades
blandas tanto para los directivos de las empresas como para los jóvenes.
Los resultados fueron muy positivos: los jóvenes explicaron a sus
empleadores las dinámicas propias de su cultura y sus responsabilidades entre
el campo y la ciudad y éstos cambiaron su percepción y ajustaron los horarios
para permitir a los jóvenes cumplir con sus obligaciones comunitarias.
Entendimiento real
para mejores soluciones
Solo entendiendo las dinámicas socioculturales que explican y contextualizan las tendencias estadísticas, es posible plantear mejores preguntas y, así mismo, proponer mejores respuestas de intervención. Desde la Visión 2025 del BID ¨Reinvertir en las Américas¨ estamos trabajando en la adecuación sociocultural de las intervenciones y programas de desarrollo y queremos plantear estrategias cada vez más incluyentes y articuladas contextualmente.
Próximamente,
¡descarga nuestra publicación y conoce más sobre el estudio!
El informe Brechas y desafíos socioeconómicas de los pueblos
indígenas de América Latina: retos para el desarrollo con identidad, que
será próximamente publicado, expone las brechas, pero además analiza
algunos desafíos que surgen de los propios datos y de cómo éstos han sido
construidos, y provee análisis cruzados intersectoriales. ¿Qué aprendimos?
1. El reto de la consistencia y comparabilidad de los datos
Sigue siendo un desafío contar con datos que nos permitan conocer el número
exacto de población indígena ya que varios países, en particular del Caribe, no
han incluido variables de auto-reconocimiento étnico en sus censos. Es el caso
de Bahamas, Barbados, República Dominicana, Granada, Haití, Jamaica, Surinam y
Guayana Francesa. Mas aún, las mediciones sobre la población indígena no son
fácilmente comparables a lo largo del tiempo en un mismo país, y las maneras de
clasificar y de censar a los pueblos indígenas también son diversas entre
países. En los últimos años se ha reportado la existencia de muchos más pueblos
indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial (PIACI) y, aunque se
desconoce el tamaño de su población, se estima que solamente en la Amazonía
podrían habitar entre 70 (RAISG, 2018) y 200 pueblos PIACI (OTCA, 2018), cada
uno portador de elementos culturales propios y únicos.
2. Desigualdad y contextualización de los indicadores de bienestar
Un hallazgo, que desafortunadamente no sorprende, es que persisten grandes desigualdades económicas entre las personas indígenas y no
indígenas. Las personas indígenas que viven en zonas urbanas suelen habitar en
barrios marginales y de extrema pobreza, con mayor exposición a distintos
riesgos de salud, violencia y desastres naturales.
Las comparaciones entre indígenas en el campo y la ciudad son complejas
y requieren analizar no sólo ingresos sino ahondar en cómo se entienden y
valoran algunas de las mediciones sobre brechas y sus implicaciones. Por
ejemplo, en promedio, para 12 países de la región, el 35% de los hogares
indígenas rurales se encuentran hacinados, 15 puntos porcentuales
más que los hogares indígenas urbanos. Estos datos se basan en un concepto de
hacimiento que puede ser ajeno a las formas sociales y de convivencia de los
pueblos originarios rurales. Este ejemplo nos alienta a reflexionar sobre la
necesidad de repensar y adecuar los indicadores de bienestar y su
interpretación para asegurar que se articulen con las formas sociales y de
manejo del territorio, así como con los distintos usos y prácticas que tienen
los pueblos indígenas en la región.
3. Economías indígenas: entre la soberanía alimentaria y la articulación con los mercados
Las economías indígenas tienden a ser multimodales
compuestas por la articulación, en mayor o menor medida, entre una economía
tradicional indígena orientada a la seguridad alimentaria y una economía de mercado. En
Colombia cerca del 48,1% de las unidades productivas agropecuarias en
territorios indígenas tienen como finalidad el autoconsumo y el 9,6% destinan
su producción al intercambio o trueque (DANE, 2014). En Perú el 47% de la
agricultura familiar ¨de subsistencia¨ es desarrollada por productores cuya
lengua materna es una lengua indígena (Escobal et. al, 2015). Sin embargo,
algunos pueblos comercializan parte de su producción y buscan mejorar su acceso
a diversos mercados locales e internacionales.
Tener claridad de estas diferenciaciones, además de las maneras en que
estas economías están insertas en acuerdos de acceso y manejo del territorio, de
reciprocidad y redistribución, es una tarea clave para entender el alcance y
las posibilidades de articulación con nuevas iniciativas y políticas públicas
frente al empleo verde y la bioeconomía.
4. Uso y manejo del territorio y conservación ambiental
Muchos de los pueblos indígenas de la región habitan en zonas altamente
biodiversas, donde han consolidado formas tradicionales de representación, uso
y manejo de la naturaleza. En América Latina la mayoría de las
áreas protegidas y ecosistemas estratégicos coinciden con territorios
indígenas. Sin embargo, el manejo de los recursos naturales por parte de los
pueblos indígenas no siempre ocurre en espacios titulados o que se encuentran
dentro de áreas protegidas. Además, son escasas las iniciativas de co-manejo
oficiales o reconocimiento de derechos de propiedad, y el reto está
precisamente en entender y fomentar aquellas estrategias de uso cultural sobre el
manejo del territorio, el papel de las mujeres indígenas en el mismo y las
múltiples presiones que afrontan dichos territorios frente al cambio climático,
los desastres naturales, las actividades ilícitas y los proyectos de
crecimiento económico poco incluyentes e insostenibles, social y
ambientalmente.
Mirando hacia
adelante
Estas y otras reflexiones son las que permiten entender cómo a pesar de
las muchas brechas y tendencias estadísticas sobre los pueblos indígenas es
fundamental interpretarlos de manera contextualizada. Gracias a estos
planteamientos, los jóvenes indígenas de El Alto y sus empleadores lograron
llegar a entenderse ajustando la inserción laboral y superando prejuicios.
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