De un vistazo
- Territorios indígenas y áreas protegidas
resguardan bosques tropicales de degradación y deforestación
- Nueva metodología clarifica aportes de pueblos
indígenas en reducción de emisiones netas de carbono
- Esos pueblos deben ser receptores de los beneficios del Fondo Verde
para el Clima
Por: Pablo Correa
Los territorios indígenas y las áreas protegidas
representan un escudo contra la deforestación y la degradación de los bosques tropicales. Sin embargo,
existen diferencias en su efectividad dependiendo de los contextos nacionales y
locales. De ahí la importancia de llevar a cabo análisis cada vez más precisos
a la hora de evaluar su rol dentro del Acuerdo de París y la lucha contra
el cambio climático.
Estos son los tres principales hallazgos a los que
llegó un equipo internacional de investigadores que forman parte o colaboran
con la Red Amazónica de Información Socioambiental Georeferenciada (RAISG) y que apelaron a una nueva metodología para
procesar datos de
reservas de carbono de 2003 a 2016 en Panamá y países de la cuenca amazónica.
“El uso indígena de la tierra en los bosques neotropicales
puede tener un impacto temporal y espacialmente estable sobre las reservas de
carbono. Por lo tanto, los pueblos indígenas deben convertirse en receptores de
los pagos por resultados de los países”, señalaron los autores del estudio
publicado en la Revista Plos One.
En otras palabras, los pueblos indígenas hacen un
aporte directo a las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional en el marco
del Acuerdo de París y, por lo tanto, deben convertirse en receptores de los
beneficios del Fondo
Verde para el Clima (GCF por sus
siglas en inglés).
En el caso de Brasil esto significa US$ 96,5
millones en un primer pago próximo a ejecutarse por el GCF. Para Ecuador la
cifra ronda los US$ 18,6 millones.
Hasta ahora, la mayor parte de investigaciones de
este tipo se habían basado en análisis de pareamiento (en inglés, ‘Matching
Analysis’), que permite identificar segmentos espacialmente similares a lo
largo de un área.
Con este análisis se puede controlar el efecto de
variables que causan deforestación, como la distancia a carreteras, y así
determinar el efecto de diferentes tenencias de tierra y formas de gobernanza
en la conservación. El principal insumo en estas evaluaciones lo constituyen los
datos de cobertura boscosa.
Sin embargo, el grupo asociado a RAISG decidió
combinar esta misma metodología pero reemplazando cobertura boscosa por datos
de reservas de carbono, por considerar que no solo dan cuenta de la
deforestación sino también de la degradación de la tierra.
Además, controlaron parámetros asociados a la presión por deforestación y degradación y analizaron cómo variaban las reservas de carbono desde los límites hacia el corazón de las áreas protegidas, los territorios indígenas e incluso de áreas que se superponen entre ellos. Todo esto dentro de una serie de tiempo de 13 años.
“Las áreas protegidas y los territorios indígenas
tienden a ubicarse en pendientes más pronunciadas y mayores distancias a
carreteras y ciudades que las tierras desprotegidas, lo que reduce las
probabilidades de deforestación de antemano”, comentó vía telefónica a SciDev.Net el
colombiano Camilo Alejo Monroy, autor principal del trabajo y vinculado al
departamento de Biología de la Universidad de MacGill en Canadá.
Y explicó que al llevar a cabo comparaciones que
dejan por fuera este tipo de variables se distorsiona el verdadero efecto de
estos territorios en la reducción de emisiones de carbono por deforestación y
degradación del bosque.
Uno de los hallazgos más interesantes, en opinión
de Alejo, es que cuando se analiza la distribución de las reservas o “stocks”
de carbono en esos territorios, el carbono no sólo es más alto en los límites
con áreas que no tienen la misma tenencia de tierra, sino que estas reservas
van aumentando a medida que uno se adentra en ellas.
“Las áreas protegidas y los
territorios indígenas tienden a ubicarse en pendientes más pronunciadas y
mayores distancias a carreteras y ciudades que las tierras desprotegidas, lo
que reduce las probabilidades de deforestación de antemano”.
Camilo Alejo Monroy, Universidad de
MacGill, Canadá.
Pablo Negret, investigador del Centro de Ciencias
de la Biodiversidad y la Conservación de la Universidad de Queensland, quien no
participó de la investigación, comentó a SciDev.Net vía correo
electrónico, que el trabajo de sus colegas es muy innovador.
Dijo que resulta “particularmente interesante poder
ver que aun cuando en casi todos los casos los tres diferentes tipos de áreas (áreas protegidas, territorios indígenas y áreas de superposición)
son efectivos previniendo la pérdida de carbono, la variabilidad entre países
es bastante grande entre las tres clases de áreas analizadas”.
Por ejemplo, en Brasil las áreas de superposición
son las más efectivas reteniendo carbono, mientras que en Colombia son
efectivas las áreas protegidas y los territorios indígenas, pero no tanto en
los casos que están superpuestos.
“Estos resultados son importantes y toca hacer
análisis más detallados a nivel de país para entender porque se dan estas
diferencias”, apuntó.
La pérdida de bosques tropicales representa
actualmente el 8 por ciento de las emisiones anuales de dióxido de
carbono del mundo. Si la deforestación tropical fuera un país, sería el tercer
mayor emisor a nivel mundial.
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El Panel Intergubernamental de Cambio Climático
concluyó que “reducir las tasas de deforestación y degradación forestal
representa una de las opciones más eficaces y sólidas para la mitigación del
cambio climático, con grandes beneficios de mitigación a nivel mundial”.
Perfeccionar las metodologías, como la propuesta
por los investigadores, permitirá entender mucho mejor las contradicciones que
históricamente han aflorado con políticas de conservación de bosques
tropicales.
Por ejemplo, desde 1990, América del Sur y América
Central han triplicado el área de áreas protegidas y, al mismo tiempo, han
perdido el 10 y el 25 por ciento respectivamente de la cubierta forestal.
Este fenómeno se replica en territorios indígenas,
que constituyen un 30 por ciento de las reservas de carbono sobre el suelo de
los bosques de la cuenca del Amazonas.
Para los autores, este trabajo demuestra con
claridad el rol que ejercen los territorios indígenas en la protección del
bosque tropical y su aporte a la reducción de las emisiones netas de carbono.
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