Aunque suelen percibirse como enemigos, existen formas de coexistencia
sustentable entre el cultivo del campo, el bosque y la ganadería.
La agricultura, sobre todo a gran escala, se ha convertido en una amenaza
de la biodiversidad. La expansión desmedida e irresponsable de las áreas de
cultivo ha provocado la pérdida de miles de hectáreas de bosques y atentado
contra la diversidad biológica que se concentra abundantemente en estos
territorios. Según cifras de la FAO, alrededor de 4,400 millones de hectáreas
en el mundo son destinadas al cultivo y esta superficie constantemente gana
terreno a los ecosistemas originales.
Dule oba, aún prevalece, comunidad de Ubgisuggun, Gunayala. Foto: Gubiler |
Sin embargo, la agricultura es la base alimentaria del mundo desde épocas
inmemorables. En el caso, por ejemplo, de México, el cultivo de la tierra
tiene, y ha tenido, un rol crucial en el sustento, estilo de vida y cosmovisión
de sus habitantes.
Debido a que ambos, agricultura y bosques, son esenciales para el futuro de
las poblaciones del planeta, su alianza a favor de una coexistencia sostenible
se presenta como algo imprescindible.
La problemática
Al igual que en otros lugares, en México ocurre un frecuente cambio de uso
de suelo, de bosque a campo de cultivo, por la falta de incentivos en torno al
aprovechamiento de recursos forestales frente al cultivo de, por ejemplo,
aguacate o palma africana. Esto se debe en buena medida a que las comunidades,
que por cierto poseen buena parte de las tierras boscosas, no encuentran en el
bosque una fuente de ingresos, misma que si hallan en el campo.
Lo anterior tiene que ver con políticas que desincentivan la rentabilidad
sustentable de los bosques. Por ejemplo, en México existen los pagos por servicios
ambientales (PSA) que se otorgan a los dueños de las tierras ejidales, y que se
tornan en una especie de compensación “pasiva” que no estimula a las
comunidades a emprender como una empresa forestal comunitaria económicamente
rentable, ni mucho menos a conservar su ecosistema con una correcta gestión del
bosque y sus recursos. Esto en muchas ocasiones incentiva más bien la
conversión de bosques en tierras agrícolas o la concesión a otros mecanismos de
aprovechamiento, no sustentable, como lo son la minería o el desarrollo urbano.
Soluciones
A raíz de estas problemáticas han surgido planteamientos, desde la
filosofía del manejo forestal comunitario, como el de practicar la
agroforestería comunitaria –una especie de agricultura climáticamente inteligente–
para impulsar la variabilidad de la diversidad biológica dentro de los bosques.
Como bien señala el Consejo Civil para la Silvicultura Sostenible, se ha
comprobado que la agroforestería o agrosilvicultura es un sistema efectivo en
el manejo sostenible de los suelos forestales. Básicamente se trata de
conjugar, bajo un mismo terreno, dos, o incluso tres, de los actores en
disputa: agrocultivo, bosque y ganado. En México esta técnica de cultivo
inteligente, y otras más como la agricultura orgánica y la silvicultura
comunitaria, han demostrado sus incontables beneficios, tanto para las
economías locales como para la mitigación del cambio climático.
La importancia de sustituir las prácticas agrícolas contaminantes, por
otras más sustentables, adquirió mayor fuerza en el país a propósito de la
última convención sobre Diversidad Biológica, la COP13.
En México, la
agricultura y el bosque podrían aliarse a favor de la conservación
En México, históricamente se ha incentivado, por medio de subsidios y alicientes,
la agricultura y la ganadería a costa de la superficie forestal. Lo anterior se
traduce en uno de los principales motores de deforestación, en buena medida por
falta de políticas y regulaciones que eviten que se termine subsidiando el
derribo de los bosques para producir carne, aguacates o aceite de palma.
Con los acuerdos emitidos en esta cumbre realizada en Cancún, México
concretó dos importantes convenios que podrían, en caso de aplicarse
correctamente, facilitar la relación entre agricultura y bosques en el país de
manera sostenible:
Por un lado, se encuentra el acuerdo de colaboración entre SAGARPA y
SEMARNAT, que enuncia una nueva etapa en la coordinación de sus sectores
correspondientes. Se trata de una alianza para promover estrategias conjuntas y
evitar que más zonas forestales sean convertidas en agropecuarias o ganaderas.
Aunque todavía no se especifican los métodos para lograrlo, se ha acentuado
principalmente la prohibición de proyectos que intenten trasmutar tierras
forestales en agrícolas, como ha sido el caso del cultivo del aguacate, que es
responsable de la pérdida de millones de hectáreas forestales en México.
Mediante este acuerdo, básicamente se prevé una compatibilidad entre desarrollo
económico, sustentabilidad alimentaria y preservación del medioambiente, tres
conceptos que remiten a la silvicultura y agroforestería y que, esperemos, se
encuentre dentro de las metas a impulsar.
Por otro lado, durante la COP13 se acordó un convenio entre SAGARPA y
CONAFOR, que versa sobre la posibilidad de mitigación de cambio climático en
áreas rurales, por medio del buen manejo de incentivos agropecuarios y
forestales, –ya que éstos no se encuentran en equilibrio–, los sistemas
agroforestales y la inclusión de políticas y programas para el desarrollo de
actividades sustentables en el campo.
Son más de 8 mil comunidades forestales las que habitan en México. Personas
con conocimientos de campo, preparadas y dispuestas a aprovechar sus recursos
de una manera rentable y sustentable. La solución al cambio climático bien
podría estar en manos de estas comunidades que ya comienzan a practicar la
agricultura y manejo forestal inteligentes a favor de la conservación, solo hay
que garantizarles la oportunidad.
Biodiversidad
30/12/2016
Ecoportal.net
Ecoosfera
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