Por Claude Lévi-Strauss.
Versión castellana y
notas de Arysteides Turpana
Tomado de L´Homme, 1999, tomo 39 Nº 151. Récits et Rituels.pp.303-305,
http//www.persee.fr./doc/hom_0439-4216_1999_num_39_151_453643
Al
pasar las páginas del libro de Michel Perrin, las bellezas de las imágenes le
seducen a uno de un solo golpe. Casi trescientas obras maestras de textiles
ejecutadas por las indias kuna (o cuna, ortografía tradicional)[1]
de Panamá están reunidas aquí por primera vez, reproducidas a colores. Pero
Michel Perrin hizo más que ofrecernos para su admiración. Él las ubica en la
cultura y en la historia, transcribe los mitos mediante los cuales los indios
rinden cuenta de su origen y de los tatuajes y las pinturas corporales que
realizaron en tiempos remotos; él explica las conexiones que estas piezas de
corpiños, en apariencia puramente decorativas, mantienen con las actividades
rituales. Reiteradas estadías durante los últimos veinte años le han permitido
crear relaciones familiares con estas sorprendentes artistas indias, de
observarlas en el trabajo, de discutir con ellas los principios de su arte, de
comprender sus juicios estéticos. Solo alguien que, como él, supo asociar estas
investigaciones a pacientes pesquisas en los museos y en las colecciones
privadas, y recoger en el mismos sitio gran parte de las piezas que presenta,
pudo llevar a cabo la muestra que hace el objeto principal de su libro:
corrientemente consideradas como lo que en inglés se llama tourist art (su venta procura ingresos significativos a los kuna),
las molas constituyen un arte de inspiración y de tradición auténticamente
amerindia. Merece que los antropólogos, los historiadores y los críticos les
den en sus estudios el lugar que les corresponde.
Sin embargo, la tarea era difícil, ya que la existencia de las molas
plantea muchos enigmas. En primer lugar, parece ser de reciente aparición y a
lo sumo se remonta al último siglo. Uno se pregunta, por lo tanto, ¿cómo, en el
campo textil, han podido tener éxito? Las narraciones de los viajeros que datan
del siglo XVII dan fe de que en las grandes ocasiones los indios de ambos
sexos, que habitualmente vivían casi siempre desnudos, se tocaban con túnicas
de algodón que guardan cierta semejanza con la cushma de las tribus de Alto Amazonas. ¿Estaban decoradas estas
túnicas? Una fotografía de 1910, reproducida por Perrin en la página 22, podría sugerirlo como un recuerdo persistente. Lo mismo, lo que se
reporta en la página 27: las molas más antiguas tenían formas de rectángulos
verticales.
Ahora, he aquí el segundo problema, este arte
que nació en una época de aculturación ya muy avanzada, sigue siendo de una
fecundidad prodigiosa. Basta con hojear Tableaux
kuna: uno se maravilla ante la diversidad de motivos y estilos, por la
virtuosidad con la que las costureras las manipulan. Algunas molas son como
composiciones decorativas cargadas de mucha gracia rítmica; otras, asimétricas
y animadas de personajes, son las que merecen ser llamados cuadros. La mayoría
de las molas reproducidas en el libro revelan la obsesión por los espirales y
las grecas, que, frecuentemente, ocupan por completo el campo. Modificadas de
diversas formas, curvadas o angulares, imbricadas o interrumpidas, forman
laberintos; de sus meandros surgen figuraciones vegetales o animales
inesperados. Pocas artes decorativas han sido capaces de lograr solo por estos
medios combinaciones tan sabias y tan complicadas.
Este arte también parece estar guiado por dos principios que consisten,
uno, en yuxtaponer o combinar lo geométrico y lo figurativo; el otro, en dar
una presencia tan fuerte a la figura y al fondo para permitir dos lecturas
inversas (como los dibujos de Escher, y Perrin los armoniza p. 83). Los dos
principios están, además, orgánicamente ligados, pues, de ordinario, el paso de
la geometría a lo figurativo y a la inversa, es el resultado de la elección
preferencial hecha por el ojo entre el fondo y la forma.
En muchas ocasiones (pp.96-98, 110, 143), Perrin señala el parecido de
algunos dibujos de las molas con los de las cerámicas precolombinas
descubiertas en la región de Coclé, vecina del territorio ocupado en las costa
del Pacifico por los ancestros de los kuna. Hace casi unos setenta años, S. K.
Lothrop, ejecutor de excavaciones memorables, ya lo había notado. Las
similitudes no se limitan solo a algunos motivos: se desarrollan hasta en el
estilo. Se sabe que las figuras de las
molas se obtienen mediante cortes en forma de cintas hechas de capas tejidas y
superpuestas. Ahora bien, las figuras de las cerámicas de Coclé se caracterizan
por su hechura estilística que Lothrop llama justamente parallel line design que podemos traducir en francés por “décor
rubané”[2]
Lothrop
creía que los pueblos de Panamá eran de origen sudamericano. Argumentaba que era posible seguir la ruta de la expansión de las cintas
decoradas en su recorrido hacia el Norte, partiendo del Marajó , en la
desembocadura del Amazonas, y, aún desde más lejos todavía , desde el Perú,
donde el arte de Chavín ofrece con el de Coclé
otros puntos de comparación; opción
de dos lecturas de los dibujos de acuerdo a la dirección en la que se les
visibiliza, o según si se le da
más importancia a la forma o al fondo; y la duplicación de la
representación, que en este caso es la representación del rostro mediante dos
perfiles.
Perrin señala la presencia de estas dos características en las
figuras de las molas (pp.74-82). De
hecho, una de las piezas que publica
(5.4.,p. 74), coleccionada en 1994, guarda un aspecto curiosamente
“chavinoide”. Allí se puede ver un total de cuatro pájaros ubicados frente a
frente, divididos de dos en dos, y si le damos más importancia al fondo que a
la figura, encontraremos un monstruo ( cuyas
fosas nasales están formadas por los picos en espiral de los pájaros que están
ubicados en la parte superior) que está representado de frente mediante dos
perfiles opuestos.
Estas
conexiones con lugares y un pasado lejano son cada vez más enigmáticos que se
manifiestan en un campo diferente a la cerámica y a la escultura-me refiero a
lo del textil-y por los procesos técnicos, cuyos equivalentes no se conocen en
América, ni en ninguna otra parte del mundo bajo una forma tan complicada. ¿Es
colonial su origen? Desde los mediados del siglo XVI, los kunas mantuvieron
relaciones con esclavos negros que se evadieron (cuyos congéneres dieron
nacimiento, en Guyana, a una escultura en maderas al estilo de las cintas
decoradas que merecería un examen). En el siglo XVIII, hubo también una pequeña
colonia francesa entre los kuna. La técnica de aplicación inversa en muchas
capas ¿pudo haber llegado de la antigua Francia? Allí no conocemos nada de ese
género. La técnica supone, es verdad, que los tejidos y los hilos de
procedencia colonial estaban a disposición en cantidad y en variedad
suficientes. Pero, hasta cuando no se nos diga lo contrario, la técnica misma
parece ser una creación original[3]
(como, proporciones guardadas, el florecimiento que se dio en el siglo XIX del
arte de la costa Noroeste del Pacífico después de la introducción de los
instrumentos de metal).
Otra
prueba del talento de las indias kuna se puede apreciar en una técnica que
describe Perrin, la cual consiste en crear figuras geométricas con abalorios
ensartados en una cadena muy larga que las mujeres enrollan en sus antebrazos y
pantorrillas. Esta técnica especial se parece a la llamada ikat por los especialistas de las artes textiles, y tienen estas
dos diferencias en las que las figuras se obtienen por medio del enrollamiento
de un solo hilo en vez de hacerlo por medio de tejidos, y por la distribución
de los abalorios que reemplazan a aquellas partes del hilo que están coloreadas
o separadas.
El
análisis de las operaciones técnicas no tiene un gran lugar en este libro. La
forma que escogió el editor probablemente no lo permitió. Pero Michel Perrin
está lejos de haber terminado con las Kunas de San Blas[4].
Podemos contar con el hecho de que sus próximas investigaciones[5]
aportarán, sobre este mismo tema, las aclaraciones esperadas.
[1] El
endónimo o autónimo de nuestro pueblo es DULE. Dice la profesora Kathleen
Romoli: “Cuna significa llanura y, probablemente, en principio, tierra. Como
gentilicio, parece invento de los blancos: de suyo, los indios hoy llamados
generalmente “Cunas” se denomina tule, hombre, gente. Su idioma es el
Tulekaiya”. Nuestro idioma es el Dule-Gaya [dulegaya]: el idioma de la gente.
Casi acierta la profesora Romoli.
[3] Por
su parte, Reina Torres de Araúz dice: “En relación al vestido femenino es
interesante hacer algunas consideraciones históricas. No se trata de una
técnica nativa original o precolombina, sino una adaptación de la técnica
europea del aplicado trabajo de aguja que exige gran delicadeza…”. Panamá
Indígena. P: 121. ¿Quién tiene la razón? Es una pregunta que solo se responde
con tautología: los dule. En este sentido la interpretación del maestro
Lévi-Strauss está más cerca del pensamiento de los dules.
[4] El
artículo de Lévi-Strauss es de 1999. Para aquella época ya existía la ley Nº
99, de 23 de diciembre de 1998, por la cual se denomina Comarca Kuna Yala la
región que llevaba el nombre colonial de San Blas.
[5] Michel
Perrin falleció el 9 de agosto de 2015.
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