Declaración Política en el Día Internacional de Acción por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos contra las transnacionales
Nuestro frágil mundo enfrenta una inminente crisis alimentaria
global. El impacto del COVID-19 empujó a más personas a la pobreza. Las medidas
de confinamiento devastaron los medios de subsistencia de las familias y la
economía, e interrumpieron las cadenas de suministro. A nivel global, según
el Informe Mundial de Crisis Alimentarias 2022 (GRFC en
inglés), los niveles de hambre siguen siendo tan alarmantemente
altos como en 2021, alrededor de 193 millones de personas en 53 países padecen
inseguridad alimentaria aguda y necesitan asistencia urgente. Esta hambruna
severa está potenciada por los conflictos, las condiciones climáticas extremas,
los dramáticos efectos económicos y sociales de la pandemia y, más
recientemente, por la guerra en Ucrania. Los precios de las materias primas
alimentarias a principios de 2022 estaban en su punto más alto en 10 años y los
precios de los combustibles en su punto más alto en 7 años. La crisis
alimentaria actual tiene que ver con la asequibilidad; incluso en lugares donde
hay disponibilidad de alimentos, su costo está fuera del alcance de millones de
personas, mientras que el aumento de los precios profundiza los desafíos para
quienes apenas pueden pagar los alimentos en tiempos normales.
La crisis alimentaria en este momento es inédita, porque se
desarrolla en medio de un contexto global más difícil que el de la crisis
alimentaria y de combustibles de 2008. La intensidad y frecuencia de los
choques climáticos se han más que duplicado en comparación con la primera
década de este siglo. En los últimos 10 años, alrededor de 1.700 millones de
personas se vieron afectadas por desastres relacionados con el clima, de las
cuales casi el 90% se convirtió en refugiados climáticos. El hambre, la
desnutrición y la pobreza son más difíciles de superar debido a las guerras,
los conflictos y los desastres naturales en curso. Esto obstaculiza todos los
aspectos de un sistema alimentario, desde la recolección, procesamiento y
transporte de alimentos hasta su venta, disponibilidad y consumo.
Pero acabar con el hambre no tiene que ver sólo con el
abastecimiento. Hoy en día se produce suficiente comida para alimentar a todos
en el planeta. El problema es el acceso y la disponibilidad de alimentos
nutritivos, que se ve cada vez más obstaculizado por múltiples desafíos, como
la pandemia de COVID-19, los conflictos, el cambio climático, la desigualdad,
el aumento de los precios y las tensiones internacionales.
A medida que prolifera el cambio del multilateralismo al modelo
de múltiples partes interesadas en las plataformas de la ONU, las corporaciones
han seguido controlando las narrativas para el cambio. El poder corporativo en
los sistemas alimentarios y agrícolas también ha seguido creciendo, y la
financiarización está convirtiendo los alimentos y la tierra en objetos de
especulación. El reciente proceso UNFSS (Foro de las Naciones Unidas sobre
Normas de Sostenibilidad) es un claro ejemplo de esta tendencia. El fracaso de
las políticas neoliberales y la agricultura industrial (incluidos los
transgénicos) en el aumento de rendimientos y ganancias, condujo a la
concentración del poder corporativo en unas pocas empresas transnacionales
(ETN) que controlan Macrodatos, tierras agrícolas, recursos oceánicos, semillas
y agroquímicos, apuntan a dominar cada vez más nuestros sistemas alimentarios y
se apropian del 80% de los alimentos producidos por los agricultores
familiares. La financiarización condujo a una concentración de mercado sin
precedentes para potenciar nuevas inversiones en Investigación y Desarrollo
(I+D) y (bio) tecnologías, apuntando a ampliar las fronteras del capitalismo
para capturar toda la biodiversidad mundial.
En todo el mundo, existe una tendencia hacia la reducción del
espacio cívico y la reducción de la ambición por defender los derechos humanos.
Los activistas a nivel local son cada vez más vulnerables a violaciones de los
derechos humanos, opresión y criminalización. La violencia de la represión
Estatal, que utiliza las fuerzas militares y de seguridad, apuntando a personas
y asediando a masas de manifestantes pacíficos en todo el mundo. Por otro lado,
la primacía y la legitimidad del sector público se ven cada vez más amenazadas
por la apropiación corporativa de los procesos políticos y una narrativa del
desarrollo que asigna un papel de liderazgo a la inversión del sector privado,
mientras el multilateralismo es atacado por un nacionalismo virulentamente
populista y un modelo multipartito promovido por las corporaciones.
En las últimas tres décadas ha habido un crecimiento de una red
cada vez más robusta, diversificada y articulada de pequeños productores de
alimentos, trabajadores y otros actores sociales perjudicados por el sistema
alimentario globalizado liderado por corporaciones, que abogan por una
transformación radical de los sistemas alimentarios y agrícolas basados en la
Soberanía Alimentaria. Estos movimientos se han comprometido decididamente en
la defensa y construcción de dispositivos de abastecimiento de alimentos
ecológica y socialmente sostenibles y arraigados territorialmente, que tienden
a denominarse “alternativos”, aunque son responsables de hasta el 70% de los
alimentos que se consumen en el mundo. Repensar las políticas agrícolas como
una cuestión de seguridad económica y nacional debe ser una prioridad.
El movimiento por la Soberanía Alimentaria ha sido una parte
dinámica de la articulación de transformación y soluciones desde la década de
1990, y a través del histórico Foro de Soberanía Alimentaria de Nyéléni en 2007
y el Foro de Agroecología en 2015. 25 años después de la creación del concepto
de Soberanía Alimentaria, nuestros movimientos unen sus voces que piden un
cambio sistémico para abrir el camino a un futuro de esperanza.
Exigimos acción inmediata para:
• El cese de la especulación alimentaria y la suspensión de la
comercialización de productos alimentarios en las bolsas de valores. El precio
de los alimentos comercializados internacionalmente debe estar vinculado a los
costos de producción y seguir los principios del comercio justo, tanto para los
productores como para los consumidores;
• El cese del control de la OMC sobre el comercio de alimentos y
la exclusión de la producción de alimentos de los acuerdos de libre comercio.
Los países deben tener reservas públicas de alimentos y regular el mercado y
los precios, para poder apoyar a los productores de alimentos a pequeña escala
en este contexto desafiante;
• La creación de un nuevo organismo internacional para llevar a
cabo negociaciones transparentes en acuerdos mercantiles entre países
exportadores e importadores, para que los países que dependen de las
importaciones de alimentos puedan tener acceso a los mismos a un precio
accesible;
• Prohibir el uso de productos agrícolas para producir
agrocombustibles o energía. La comida debe ser una prioridad absoluta sobre el
combustible.
• Una moratoria global sobre el pago de la deuda pública por
parte de los países más vulnerables. Presionar a esos países para que paguen la
deuda es una gran irresponsabilidad y conduce a crisis socioeconómicas y
alimentarias.
Exigimos cambios radicales en las políticas internacionales,
regionales y nacionales para reconstruir la Soberanía Alimentaria a través de:
• Un cambio radical en el orden internacional de comercio. La
OMC debe ser desmantelada. Un nuevo marco global para el comercio y la
agricultura, basado en la Soberanía Alimentaria, debería abrir el camino para
fortalecer la agricultura campesina local y nacional, para garantizar una base
estable para una producción de alimentos relocalizada, el apoyo a los mercados
liderados por campesinos locales y nacionales, y proporcionar un sistema de
comercio internacional justo basado en la cooperación y la solidaridad;
• La implementación de la Reforma Agraria popular e integral,
para frenar el acaparamiento de agua, semillas y tierras por parte de las
corporaciones transnacionales, y garantizar a los pequeños productores derechos
justos sobre los recursos productivos; protestamos contra la privatización y el
acaparamiento de territorios y patrimonio por intereses corporativos con el
pretexto de la protección de la naturaleza, a través de mercados de carbono u
otros programas de compensación de la biodiversidad, sin tener en cuenta a las
personas que viven en estos territorios y que han estado cuidando ese
patrimonio por generaciones;
• Un cambio radical hacia la agroecología para producir
alimentos saludables para el mundo. Debemos enfrentar el desafío de producir
suficientes alimentos de calidad al tiempo que reactivamos la biodiversidad y
reducimos drásticamente las emisiones de GEI;
• Regulación efectiva del mercado de insumos (como créditos,
fertilizantes, pesticidas, semillas, combustible) para respaldar la capacidad
de producción de alimentos de los campesinos, pero también para garantizar una
transición justa y bien planificada hacia prácticas agrícolas más
agroecológicas;
• Una gobernanza alimentaria basada en las personas, no en
corporaciones transnacionales. Debe detenerse la captura de la gobernanza
alimentaria por parte de las transnacionales, y se debe poner el interés de la
gente en el centro. Se les debe otorgar a los pequeños productores un papel
clave en todos los organismos de la gobernanza alimentaria;
• La transformación de la Declaración de las Naciones Unidas
sobre los Derechos de los Campesinos en un instrumento jurídicamente vinculante
para la defensa de los pueblos rurales.
• El desarrollo en cada país de las capacidades públicas de
almacenamiento. La estrategia de acumulación de alimentos debe llevarse a cabo
tanto a nivel nacional, como a través de la creación y el apoyo público a
reservas de alimentos a nivel comunitario con alimentos producidos localmente
provenientes de prácticas agrícolas agroecológicas;
• Una moratoria global sobre tecnologías peligrosas que amenazan
a la humanidad, como la geoingeniería, los transgénicos o la carne celular. La
promoción de técnicas de bajo costo que incrementen la autonomía campesina y de
las semillas campesinas.
• El desarrollo de políticas públicas para asegurar nuevas
relaciones entre quienes producen alimentos y quienes los consumen, quienes
viven en las áreas rurales y quienes viven en las áreas urbanas, garantizando
precios justos definidos en base al costo de producción, que permitan ingresos
dignos para todos los que producen en el campo y un acceso justo a alimentos
saludables para los consumidores;
• La promoción de nuevas relaciones de género basadas en la
igualdad y el respeto, tanto para las personas que viven en el campo como entre
la clase trabajadora urbana. La violencia contra las mujeres debe cesar ya.
Fuente: https://viacampesina.org/es/la-soberania-alimentaria-es-la-unica-solucion-y-camino-a-seguir/
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