Por: Yadilys Nuñez Davis de Duque.
Introducción:
Desde
pequeños al pueblo Guna se le inculca, que Baba en un acto de amor y
generosidad, formó Nabgwana, la madre tierra. Y que la hizo descansar sobre
fundamentos de oro y plata y que le dio armazón
de oro y plata. Baba la constituyó protectora y defensora de todo aquello que tiene vida sobre ella. La madre tierra es un ser vivo y sagrado,
que proporciona todo lo que necesitamos para vivir y que tenemos una
responsabilidad de cuidar de ella.
Actualmente en la hermosa
tierra de Panamá, la lucha
por el futuro se libra entre la codicia y la degradación ambiental, mientras
el pueblo Guna y la naturaleza misma claman por justicia.
En esta composición, quiero plasmar los impactos devastadores de la minería en
Panamá y la perspectiva del pueblo indígena Guna. Esto es un grito de protesta,
un llamado a la razón y a la preservación de lo que queda de nuestro mundo natural.
Desarrollo:
La
minería en Panamá
se ha convertido en una sentencia de muerte para nuestros exuberantes bosques y ríos. La tala de árboles y la destrucción de
hábitats naturales están llevando a la extinción de especies valiosas y a la
pérdida irreparable de la biodiversidad.
Los
ríos, que son fuentes de vida para muchas comunidades, se ven amenazados por la
contaminación tóxica causada por la minería. Los químicos y residuos mineros
envenenan las aguas, afectando la salud de las personas y la subsistencia de
los pueblos indígenas y la de los hermanos wagas.
Y qué
decir de la contaminación atmosférica. La extracción y procesamiento de
minerales también generan emisiones de gases de efecto invernadero que
contribuyen al cambio climático. Esto afecta a todos los habitantes de Panamá,
Abia Yala y de todo el planeta.
La
minería no solo destruiría nuestro
entorno natural, sino también nuestra
cultura. El pueblo Guna ha vivido en armonía con la
naturaleza durante siglos, pero las minas amenazan nuestras tradiciones, el sustento
de todo un pueblo, la conexión con nuestros antepasados y la sabiduría transmitida de generación en generación, la cual es la conservación de Nabgwana (Madre tierra).
Hay
otra realidad del cual no se menciona, si la minera logra ingresar a nuestras
tierras sucedería un desplazamiento forzado de comunidades enteras, dejando a
las personas sin hogar y sin medios de subsistencia. Esta injusticia, es una de
las tragedias más profundas de la minería y se ha visto en todos los lugares
donde se realiza esta actividad nefasta.
El estado
y las empresas mineras quieren
ingresan a nuestras tierras
sin el consentimiento de nuestras comunidades indígenas,
ignorando nuestros derechos y autonomía. La falta
de consulta previa e informada destruye
nuestra autonomía y perpetúa la injusticia y no sólo a nuestro pueblo sino a
toda la nación.
Conclusión:
Tengo una impotencia en mi corazón
de ver como una nación
entera ha levanto su voz, a una
sola y está siendo ignorada. Como Gunadule y como panameña me siento burlada
por las posibles soluciones que ha dado
el ejecutivo, lo cual no son favorables para nuestra tierra.
La minería en Panamá es una afrenta a la naturaleza y al pueblo Guna. Se exige que nos quedemos en silencio mientras la tierra que amamos se desmorona y nuestra cultura se desvanece. Pero hoy decimos "¡Basta!" La minería no puede prevalecer sobre la vida y la sostenibilidad de la tierra que compartimos. La justicia ambiental y los derechos indígenas y la de toda una Nación deben prevalecer. En lugar de destruir, debemos buscar alternativas sostenibles y proteger nuestra herencia natural y cultural. La voz del pueblo Guna y la de la naturaleza misma claman por respeto y protección a Nabgwana.
Estudiante de IV Semestre
Educación Bilingüe Intercultural. Guna. UDELAS Sede Panamá.
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