Francisco Roberto Caporal
Para iniciar esta reflexión
Aunque
sea reciente el enfoque teórico que aborda el desarrollo rural y la
agricultura, la Agroecología viene consolidándose rápidamente como una nueva
ciencia del campo de la complejidad. Este nuevo enfoque teórico surge en
respuesta a la crisis civilizatoria evidenciada por las sucesivas crisis
económicas del capitalismo y por las crisis sociales y ambientales que se
agravan cada día en América Latina y en el mundo.
Esta
ciencia tiene sus orígenes en el reconocimiento de que las culturas
tradicionales acumularon sabidurías que aseguraron la reproducción socioeconómica
de distinguidos grupos sociales a lo largo de la historia. Estos saberes, transformados
en prácticas mejoradas a partir de tentativas, ensayos, errores, aciertos y
nuevos aprendizajes, conformaron diferentes sistemas agrícolas más sostenibles.
Estas experiencias campesinas pasaron a ser objeto de estudio de las ciencias
formales impulsando una nueva aproximación entre Agronomía y Ecología, que pudo
progresar a partir de los aportes de otros campos de conocimiento como la
Sociología, la Antropología, la Física, la Economía Ecológica, entre otros.
Desde
sus orígenes, la Agroecología busca incorporar importantes contribuciones sobre
las racionalidades ecológicas asociadas a distintas culturas y pueblos, que se
materializaron en la forma de sistemas productivos campesinos y que se
mostraron más sostenibles a lo largo del tiempo. Influenciada por los
movimientos ecologistas y por la Ecología política, la Agroecología pasaría a
incorporar una visión crítica a los modelos impuestos por la agronomía convencional
y en especial a las prácticas agrícolas de la Revolución Verde.
Para
escapar de las confusiones conceptuales, se optó por iniciar este artículo
afirmando que la Agroecología no es un tipo de agricultura. No es un sistema de
producción. No es un modelo nuevo de cultivar o de criar animales, no es un
movimiento social, aunque existan movimientos sociales agroecológicos. La Agroecología
tampoco es la misma cosa que las agriculturas alternativas, orgánicas,
biológicas, etc., así como no es una práctica agrícola, aunque existan
prácticas agrícolas basadas en principios agroecológicos.
La
Agroecología es una ciencia que busca conocimientos de diferentes fuentes sea
el conocimiento empírico o las contribuciones de muchas disciplinas científicas
para, a partir de la integración de esos distintos saberes y conocimientos,
adoptar un enfoque holístico y un abordaje sistémico, capaces de contribuir: 1)
A la comprensión de las razones y elementos que determinan la insustentabilidad
de los modelos dominantes de desarrollo rural y de agricultura convencional y, 2)
proponer principios que puedan conducir a formas de desarrollo rural y a
estilos de agriculturas más compatibles con los ideales de sustentabilidad.
Por
lo tanto, la Agroecología es una ciencia que incorpora una concepción de
sustentabilidad que va mucho más allá de los conceptos ecotecnocráticos del
desarrollo sostenible. La sustentabilidad agroecológica está fundamentada en
las nociones de solidaridad intra e intergeneracional. Por eso, es necesario destacar
algunos elementos esenciales desde el punto de vista conceptual de la Agroecología
que contribuyan a las luchas de todos aquellos que están comprometidos en la
construcción de procesos de desarrollo capaces de asegurar: distribución de las
riquezas y de los recursos de los territorios, justicia e inclusión social,
protección ambiental, seguridad y soberanía alimenticia, respeto a las
diferencias étnicas y raciales y a la equidad de género.
Así,
el debate conceptual sobre Agroecología se orienta en el sentido de que este
nuevo enfoque científico pase a reorientar los procesos productivos
agropecuarios y las estrategias de desarrollo rural. En esta perspectiva, la Agroecología
aparece como una ciencia para un futuro más sostenible. Una ciencia
transdisciplinaria capaz de ofrecer herramientas que pueden contribuir a
minimizar los impactos ambientales generados por la agricultura convencional y,
a la vez, orientar estrategias para alcanzar un desarrollo socialmente más pertinente
y que preserve la biodiversidad y la diversidad sociocultural.
Sobre el concepto de Agroecología
Al
contrario de otras ciencias que quieren parecer neutras, la Agroecología nace
comprometida con la idea de que necesitamos cambiar el rumbo del desarrollo
enfocado sólo en el crecimiento económico, hacia una estrategia en defensa de
la vida y del derecho de todos a vivir con dignidad, lo que incluye el derecho
de las futuras generaciones. Por eso, antes de teorizar es importante dejar en
claro que la construcción de la sustentabilidad a partir de la Agroecología
implica la necesidad de subordinar la Economía a la Ecología y no mantener por
más tiempo la idea inconsecuente de que es posible continuar en un camino de
creciente producción y consumo, en un modelo económico capitalista que se sostiene
en la idea del crecimiento infinito. No existe ninguna oportunidad para eso.
Según
Sevilla Guzmán y González de Molina (1996)(1), “la Agroecología corresponde a un campo de estudios que
pretende el manejo ecológico de los recursos naturales, para –a través de una
acción social colectiva de carácter participativa, de un enfoque holístico y de
una estrategia sistémica- reconducir el curso alterado de la coevolución social
y ecológica, mediante un control de las fuerzas productivas que represe selectivamente
las formas degradantes y expoliadoras de la naturaleza y de la sociedad”.
En
tal estrategia, dicen los autores, “juega un papel central la dimensión local,
por ser portadora de un potencial endógeno, rico en recursos, conocimientos y
saberes que facilitan la implementación de estilos de agriculturas potenciadoras
de la biodiversidad ecológica y de la diversidad sociocultural”. Por esto mismo,
cuando se habla de Agroecología, se habla de una orientación cuyas
contribuciones van mucho más allá de aspectos meramente tecnológicos o
agronómicos de la producción, incorporando dimensiones más amplias y complejas,
que incluyen tanto variables económicas, sociales y ambientales, como variables
culturales, políticas y éticas de la sustentabilidad.
Por
otro lado, Gliessman (2000) enseña que el enfoque agroecológico puede ser
definido como “la aplicación de los principios y conceptos de la Ecología en el
manejo y diseño de agro-eco-sistemas sostenibles”, en un horizonte temporal (de
mediano y largo plazo), partiendo del conocimiento local que, integrado al
conocimiento científico, dará lugar a la construcción y expansión de nuevos
saberes socioambientales, alimentando así el proceso de transición
agroecológica. Para eso, la Agroecología, adopta el agro-eco-sistema como
unidad de análisis, sin perder de vista el conjunto de conocimientos locales,
de los valores y expresiones culturales de los que son portadoras las personas
que viven y manejan cada agro-eco-sistema.
Como
vemos, los autores antes citados coinciden en muchos aspectos, pero, además de esto,
es importante decir que sus conceptos son corroborados en su perspectiva
agroecológica, por investigadores como Norgaard y Sikor (2002), para quienes
los científicos en general “no han sido verdaderamente capaces de oír lo que
los agricultores tienen que decir, porque las premisas filosóficas de la
ciencia normal no confieren legitimidad a los conocimientos y a las formas de
aprendizaje de los agricultores” y, con eso, no son capaces de romper con la
supuesta superioridad de la ciencia convencional.
De
los conceptos antes mencionados, para los fines de este texto, es importante
destacar algunos aspectos relevantes. Primero, el hecho de que, en
Agroecología, conocimiento científico y saber popular tienen el mismo valor, ninguno
es superior al otro. Ambos son importantes, aunque hayan sido construidos por metodologías
distintas y, muchas veces, para alcanzar objetivos diferenciados.
El
segundo aspecto a destacar, que se desprende del anterior, es la importancia de
la dimensión local en las estrategias de desarrollo, pues ella es portadora de
una historia y de conocimientos específicos sobre cada agro-ecosistema, que
no son los mismos que alimentan las decisiones tecnocráticas y ni aún aquellos generados
en estaciones experimentales. Al contrario de las iniciativas tomadas de arriba
hacia abajo, que caracterizan nuestras políticas y programas, en Agroecología
deben ser respetados e incorporados los conocimientos y saberes local e históricamente
acumulados.
En
tercer lugar, se destaca el hecho de que el manejo de los agro-eco-sistemas y,
por lo tanto, la agricultura, es resultado de prácticas eminentemente sociales.
Por lo tanto, no es posible entender una agricultura sin agricultor, una
agricultura transformada en industria, pues ésta ya no será una agri-cultura.
De ahí la razón por la cual la Agroecología enfoca sus intereses en la
agricultura familiar campesina y defiende las luchas por la reforma agraria, ya
que el pensamiento agroecológico, coincide con la lógica campesina que
considera la actividad agrícola como un modo de vida, de reproducción social y
de transmisión de componentes de valores de distintos grupos y no sólo con la
perspectiva de producción de alimentos y materias primas para el mercado.
Mirar el todo
Cabría
también destacar otros aspectos importantes de la conceptualización de la
Agroecología, como el énfasis en una visión holística y un enfoque sistémico.
Al contrario de las ciencias convencionales, atomísticas y cartesianas, que
miran las partes, en Agroecología lo que importa es mirar el todo y las
relaciones entre las partes además de sus interfaces con otros sistemas y
subsistemas. Por esto, la propuesta agroecológica genera resistencia en muchos sectores.
Ella implica, por ejemplo, la necesidad de cambios profundos en las formas convencionales
de investigación, de enseñanza y de extensión rural, marcados por la división
disciplinaria.
Otro
aspecto que merece realce es el hecho de que el enfoque agroecológico también presta
atención a la dimensión del consumo. Como se sabe, las cadenas
agroalimentarias, marcadas, cada vez más, por la distancia entre producción y
consumo, amplían la insustentabilidad ambiental. Al contrario, desde la Agroecología
se defiende la prioridad de los circuitos cortos de comercialización y consumo,
pues además de asegurar mejor calidad nutricional a los alimentos, son
ecológicamente más sostenibles en la medida en que dependen menos de gastos de
energía para el transporte de mercancías. Y en tercer lugar, cabe destacar la
noción de la “acción social colectiva”, que implica aspectos de distribución y
acceso a los resultados de las actividades desarrolladas, así como formas
diferenciadas de relaciones sociales, de organización y lucha por derechos.
Tres dimensiones
Visto
esto, se enfatiza que los elementos centrales de la Agroecología pueden ser
agrupados en tres dimensiones: a) ecológica y técnico- agronómica; b)
socio-económica y cultural; y c) socio-política. Estas dimensiones no son aisladas.
En la realidad concreta ellas se enjulio trecruzan,
influyen unas a otras, de modo que estudiarlas, entenderlas y proponer
alternativas a partir de ellas supone, necesariamente, un abordaje inter, multi
y transdisciplinario, razón por la cual los agroecólogos y sus pares echan mano
de las enseñanzas de los diferentes campos del conocimiento (Sevilla Guzmán y
Ottmann, 2004).
Sin
embargo, la Agroecología, stritu senso, propone una nueva aproximación
entre la Agronomía y la Ecología, de modo que podamos entender mejor el
funcionamiento de los agro-eco-sistemas y rediseñarlos en consonancia con
las funciones ecológicas horizontales y verticales que puedan ser potenciadas a
partir de las características de cada bioma y agro-eco-sistema, tomando
en cuenta los elementos de cultura y los saberes locales que influyen en el
establecimiento y en el manejo de las agriculturas de cada zona y convergen en
una sinergia positiva para conferir mayor sustentabilidad a los procesos
agrícolas.
Como
enseña Gliessman (2000), las agriculturas más sostenibles, desde el punto de
vista agroecológico, son aquellas que, teniendo como base una comprensión
holística de los agro-eco-sistemas, sean capaces de atender, de manera
integrada, a los siguientes criterios: a) baja dependencia de inputs comerciales;
b) uso de recursos renovables localmente accesibles; c) utilización de los
impactos benéficos o benignos del medioambiente local; d) aceptación y/o
tolerancia de las condiciones locales, antes que la dependencia de la intensa
alteración o tentativa de control sobre el medioambiente; e) mantenimiento, a
largo plazo, de la capacidad productiva; f) preservación de la diversidad
biológica y cultural; g) utilización del conocimiento y de la cultura de la
población local; y h) producción de mercancías para el consumo interno antes
que producir para la exportación.
Según
este autor, mientras más un agro-ecosistema manejado por el hombre se
aproxima al paisaje y diseño del ecosistema donde él está
insertado, más la agricultura se aproxima a la sustentabilidad. De ello
se desprende que toda la agricultura de monocultivo está en el extremo
opuesto de lo que se puede entender como agricultura sostenible.
Para
Altieri (2002), la expresión agricultura sostenible se refiere a la “búsqueda
de rendimientos duraderos, a largo plazo, a través del uso de tecnologías de
manejo ecológicamente adecuadas”, lo que requiere la “optimización del sistema
como un todo (la productividad total de todas las actividades/tierras/unidades productivas)
y no sólo el rendimiento máximo de un producto específico”.
Por
su parte, el Centro de Agroecología de la Universidad de California, Campus de
Santa Cruz (EE.UU.), definió a la agricultura sostenible como “aquella que
reconoce la naturaleza sistémica de la producción de alimentos, forraje y
fibras, equilibrando, con equidad, preocupaciones relacionadas a la salud
ambiental, justicia social y viabilidad económica, entre diferentes sectores de
la población, incluyendo distintos pueblos y diferentes generaciones” (Gliessman,
2000).
Bases para una transición agroecológica
Como
se puede observar, en la perspectiva agroecológica, cuando se habla de
agriculturas más sostenibles, no se está tratando sólo de la sustitución de
insumos contaminantes y prácticas depredadoras de recursos. Se trata de la
necesidad de caminar en dirección a rediseñar los agro-eco-sistemas según
principios ecológicos y numerosas variables sociales, culturales y políticas.
Es por esta razón que en Agroecología no existen paquetes, ni modelos. La
aplicación del enfoque agroecológico puede llevar a tantos tipos de
agriculturas cuantos sean los acomodos posibles entre las condiciones de cada
agro-eco-sistema y los sistemas culturales de las personas involucradas.
A
partir de los conceptos y enfoques metodológicos, presentados aquí, de forma
bastante resumida, es que la Agroecología viene aportando conocimientos capaces
de ofrecer las bases para una transición agroecológica, sin perder de vista la
necesidad de producción de alimentos de forma estable y permanente para atender
las necesidades alimenticias de una población que sigue creciendo. La Agroecología
aparece como un abordaje promisorio, no solamente para la pequeña producción ecológica,
sino que ofrece elementos de conocimiento empírico y científico para la ecologización
de la agricultura, a fin de hacer que todos los sistemas productivos sean más sostenibles,
contribuyendo a una producción más limpia y menos agresiva, sin pérdidas
económicas y con muchas ganancias socioambientales. (Traducción: ALAI)
__________________________
Francisco Roberto Caporal es Ingeniero agrónomo, Master en Extensión Rural (CPGER/UFSM),
Doctor por el Programa de “Agroecología, Campesinado e Historia” (Universidad
de Córdoba – España). Profesor de la Universidad Federal Rural de Pernambuco
(UFRPE). Miembro del Núcleo de Agroecología y Campesinado – NAC y del Observatorio
de Extensión Rural (Oservater) de la UFRPE.
(1) NdT: Esta cita
es traducida del texto en portugués.
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GUZMÁN, E.; OTTMANN, G. Las dimensiones de la Agroecología. en: Manual de
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11-26
Fuente: Agroecología:
ciencia para agriculturas más sostenibles. En América Latina en Movimiento. La alternativa
agroecológica. Publicación Internacional de la Agencia Latinoamericana de
Información (ALAI), 487, Julio 2013. pp. 6-10
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