Francisco
Aguayo
I
Los
efectos de la crisis financiera que estalló en el 2008, han expandido la
discusión acerca de la viabilidad del capitalismo. El resquebrajamiento del sistema
financiero internacional, sin embargo, no ha llevado a una reforma del sistema
sino a una administración de la crisis que prolonga el estado de cosas sin
ofrecer una solución. Esta falsa salida ha transferido la carga de los bancos y
las corporaciones hacia la población en su conjunto, fracturando la confianza
de sociedades que presumían haber alcanzado la afluencia de forma irreversible
y exponiendo a una buena parte de la población de los países ricos a la
precaria realidad cotidiana de la población del resto de mundo.
La
crisis climática por la que atraviesa nuestro planeta ha desatado, también, un
proceso paralelo de administración que no ofrece soluciones, sino contención.
El régimen internacional de cambio climático, que amenaza con sustituir al de
por sí débil Protocolo de Kioto, se basa en el establecimiento de cuotas voluntarias
de mitigación de gases de efecto invernadero y en la utilización de mecanismos de
mercado para promover el cambio estructural. Este régimen se basa en un enfoque
gradualista del problema que no tiene sustento en la realidad.
II
Existen
ya demasiados datos sobre las dimensiones y velocidad del deterioro climático
que genera la actividad humana, al punto que resulta difícil seguir la
información relevante. Existen muchos indicios, y ninguna refutación sólida, de
que el cambio climático se está acelerando, no sólo porque aumentan sus causas directas,
sino porque también aumenta la sensibilidad del cambio climático a esas causas.
Uno
de los informes más recientes del Instituto Potsdam para la Investigación del
Impacto Climático (PIK), producido bajo encargo del Banco Mundial, estima que
de proseguir el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero la
perspectiva de calentamiento para el siglo que corre es de 4° C, casi el doble de
la cifra aceptada oficialmente como zona de peligro.(1) Otros climatólogos reconocidos aseguran
que incluso un calentamiento del orden de 1°C podría generar perturbaciones muy
difíciles de revertir.(2) A partir de estimaciones gruesas sobre sus
impactos, este nivel de perturbación climática inercial (en el que se mantiene el
estado actual de cosas) pondrá en un estado de riesgo sin precedente los sistemas
de alimentación, aprovisionamiento de agua, la viabilidad de los ecosistemas y
la salud humana. Pero mientras que la certeza sobre la existencia y magnitud
del calentamiento aumenta, es necesario reconocer que no existe una base de conocimiento
sólida sobre todos sus efectos, ni sobre el ritmo y secuencia con la que se pueden
presentar éstos últimos. En particular, existe una gran incertidumbre sobre los
efectos de retroalimentación del cambio climático. Aquí queremos señalar sólo
tres de esos efectos potenciales.
1)
Desde hace casi una década, el deshielo en el Ártico alcanza cada año una cifra
récord.(3) La reducción de la superficie del hielo ártico es un mecanismo
muy importante de retroalimentación del cambio climático: mientras más pequeña sea
la capa de hielo, menos luz solar se refleja al espacio y más energía absorbe la
tierra, lo que produce a su vez un mayor deshielo. El deshielo aumenta la
sensibilidad climática a un nivel dado de concentración de gases de invernadero
aumenta con el deshielo (con mayor deshielo una menor cantidad de emisiones
afecta más el sistema climático).(4) 2) Al mismo tiempo, el río Amazonas
alcanzó su nivel más bajo en 47 años en el 2010, en la peor sequía del siglo.
Peor aún, la segunda peor sequía impactó la selva amazónica apenas cinco años
antes. Los dos eventos han revelado otro poderoso mecanismo de retroalimentación
climática. En un año normal, la selva del Amazonas absorbe cerca de 1.5 miles de
millones de toneladas de CO2, sin embargo, la biomasa que la sequía del 2010 extinguió tuvo
un impacto de carbono de 2.2 miles de millones de toneladas, y podría alcanzar
hasta los 5 mil millones en los próximos años al pudrirse la vegetación muerta.(5) Esto
significa que, además de la destrucción de uno de los ecosistemas más ricos del
planeta, el calentamiento global podría provocar que la selva tropical en lugar
de capturar carbono lo inyecte a la atmósfera. 3) Un tercer efecto de
retroalimentación puede ser detonado por la liberación de metano congelado en
la plataforma del ártico siberiano, al descongelarse el permafrost(6).
Esas regiones árticas mantienen algunos de los más grandes almacenes de carbono
del planeta en la forma de hidratos de metano, cerca de 1.6 millones de millones
de toneladas, el doble del carbono de la atmósfera.(7) Precisamente esas regiones son las que registran las tasas de calentamiento
más rápidas. Basta una fracción de todo ese metano congelado, que ya está filtrándose
en el ártico siberiano, para desencadenar un calentamiento climático abrupto(8). Las
autoridades rusas ya han estimado que el permafrost siberiano podría encogerse
entre 15 y 30% para el año 2050.(9)
La
acumulación de los efectos del cambio climático y su interacción puede producir
resultados totalmente imprevistos a una escala desconocida y a un ritmo
acelerado. Muchos de estos mecanismos de retroalimentación, así como el entramado
de relaciones que existen entre los diversos subsistemas del clima, todavía no
se conocen con certeza. Esto impide determinar cuáles son los umbrales de una perturbación
irreversible. Más aún, como admite el mismo PIK, el espectro completo de los daños
en un mundo 4°C más caliente todavía no ha sido evaluado. Los estudios
convencionales sobre los efectos del cambio climático se basan en cálculos puntuales
sobre los efectos aislados en distintos sectores económicos, regiones y ecosistemas.
Pero no existen estudios sobre la acumulación y posible reacción en cadena de
esos efectos en escala global. No existe por tanto ninguna garantía de que la adaptación
a un mundo 4°C más caliente sea posible.
III
La
parsimonia (por no decir, el cinismo) con el que se conducen las negociaciones
internacionales sobre el régimen global del clima responden, en parte, al
trágico desfase temporal entre la evidencia científica y la capacidad de la
maquinaria diplomática para alcanzar acuerdos(10). Pero también, y de forma sobresaliente, a
un tipo particular de pensamiento económico que domina tras bambalinas el discurso
político y establece una visión de la crisis climática como algo que puede
controlarse de forma gradual. Esta forma de abordar el problema ha moldeado los
términos de la negociación internacional, incluidas las posiciones de las
naciones pobres, a partir del principio de minimización de costos.
Mientras
que la discusión sobre la ciencia del cambio climático ha sido un ejercicio
inédito de colaboración y escrutinio más o menos riguroso de la evidencia y la
teoría, el proceso de traducción del problema en soluciones ha caído en el
campo de la teoría económica ortodoxa. La perspectiva de esta “economía del
cambio climático” se basa en un conjunto de modelos de costo-beneficio,
sumamente limitados y en la reducción de todo problema ecológico a un costo no
contemplado que puede ser internalizado (en mercados que, por lo demás,
funcionan sin mayor problema).
El
problema del cambio climático desde esta perspectiva se reduce a encontrar la
trayectoria óptima de abatimiento del cambio climático. Algunos de los modelos
más influyentes basados en ese enfoque han obtenido resultados sorprendentes,
como por ejemplo, que los efectos del calentamiento inicial son más bien positivos(11) o que los costos sociales del cambio climático son, en el
mediano plazo, relativamente bajos (en un orden de entre $5 y $50 dólares por
tonelada de CO2)(12).
El corolario de este enfoque es que el problema puede solucionarse con incentivos
muy pequeños, administrados al sistema económico en pequeñas dosis a lo largo
del tiempo. Dado que aplicar estos incentivos en la forma de un impuesto al
carbono puede generar distorsiones en los mercados, lo mejor es crear un
sistema de intercambio de derechos de contaminación que incluya el costo de los
daños potenciales en el cálculo de todos la agentes de la economía, mediante un
mercado de emisiones.
Esta
perspectiva está plagada de inconsistencias y arbitrariedades, es incapaz de
percibir relaciones sistémicas entre las partes del problema, y tiene como
fundamento una teoría económica que ha entrado hace mucho tiempo en decadencia
como programa científico. Sin más, la crisis financiera ha hecho añicos el mito
de la mano invisible y el mercado desregulado. Por falta de espacio aquí
consideramos sólo dos inconsistencias, expuestas de manera concisa por el economista
Frank Ackerman en varios trabajos(13). La primera es que los resultados de los
modelos, en sus propios términos, cambian radicalmente al hacer pequeñas modificaciones
en parámetros como la tasa de descuento utilizada. Al utilizar una tasa de
descuento elevada, esos estudios reducen el valor de daños que ocurrirán en el
futuro. Existen muchos argumentos para utilizar un descuento más pequeño, como
el utilizado en el famoso Informe Stern. El punto es que el criterio para
escoger una tasa de descuento tiene una dimensión política y ética sobre la responsabilidad
ecológica y social, y no puede reducirse a un problema técnico.
Un
segundo punto es que el tratamiento de la incertidumbre en el enfoque ortodoxo
de costo-beneficio es totalmente inadecuado, pues prácticamente excluye la consideración
del riesgo de eventos catastróficos. Ackerman propone aquí que un enfoque más
adecuado es el de Weizman(14) quien demuestra que en casos en los que existe
un riesgo potencialmente ilimitado sobre el que existe información escasa, el
valor esperado de la reducción del riesgo es infinita. En otras palabras,
cuando existe una probabilidad desconocida de que ocurra un evento
catastrófico, cualquier previsión contra ese evento es increíblemente valiosa.
Ese tipo de riesgos es, como señalamos en la sección anterior, lo que
caracteriza el problema del cambio climático con la base de conocimientos que
actualmente tenemos. En consecuencia, la opción por una estrategia de minimización
de costos es equivocada y debe ser reemplazada por una estrategia de prevención
del peor escenario.
IV
El
predominio de la perspectiva ortodoxa en la economía del cambio climático es un
reflejo de una serie larga de inercias que determinan el curso actual de
nuestras sociedades intensivas en carbono. Por un lado, la matriz tecnológica que
se sostiene sobre el uso de combustibles fósiles está profundamente entronizada
en el sistema económico. La transición energética de los combustibles fósiles a
una matriz tecno-económica distinta (necesariamente, basada en la energía solar
y sus conversiones más inmediatas, como el viento) está profundamente limitada
tanto por la inercia técnica del sistema existente como por la dimensión de los
intereses económicos involucrados. Una forma palpable de estimar esas inercias,
es el reconocimiento de que cerca de un 80% de las reservas actuales de
combustibles fósiles, deben permanecer en el subsuelo, si queremos evitar un
colapso climático.(15) Estados y corporaciones se han apropiado
de esas reservas y éstas son parte de sus “activos”. Eliminar el lastre de la
energía fósil pasa necesariamente por establecer nuevos mecanismos de
asignación y valuación de recursos.
Enfrentar
el problema del cambio climático requiere una modificación importante del balance
de fuerzas políticas en el terreno internacional que mantiene el sesgo gradualista
de la crisis climática. El discurso dominante sobre los criterios de valuación
de costos del cambio climático es un soporte clave, al igual que en la administración
de la crisis financiera, de la legitimidad del statu quo. Desmontarlo es parte
de la tarea en la generación de alternativas.
_________________
Francisco Aguayo es
economista. PhD Fellow en el Maastricht
Economic Research and Training Institute on Technology (UNU-MERIT).
____________________________________
(1) Turn down the heat. Why a 4°C warmer world must
be avoided. Berlin, 2012. El informe complete
puede consultarse en: http://www.pik-potsdam.de/news/press-releases/4-degrees-briefing-for-theworld-bank-the-risks-of-a-future-without-climatepolicy.
(2) Hansen, J. et al. (2008), “Dangerous humanmade
interference with climate: a GISS modelE study,” en Atmospheric and
Chemistry and Physics no. 7, pp. 2287–2312.
(3) El departamento de Ciencias Atmosféricas y de la Tierra del City College
de Nueva York mostró recientemente que el área derretida en el ártico aumenta cerca
de 17,000 km cuadrados cada año y que esto ha ocurrido durante los últimos 30
años (http://greenland.cryocity.org/ ). La tendencia confirma resultados previos de la Agencia Nacional para la Atmósfera y los
Océanos de Estados Unidos (http://www.arctic.noaa.gov/reportcard/).
(4) Lenton.
T. et al. (2008), “Tipping elements in the Earth’s climate system” in Proceedings
of the National Academy of Science of the U.S, vol. 105, no. 6, pp.
1786–1793, pnas. 0705414105. Documento en
línea: www.pnas.org_cgi_doi_10.1073_pnas.0705414105.
(5) Lewis, S., P. Brando at al. (2011), The 2010 Amazon
Drought, Science, vol. 331, no. 6017, p. 554. Resumen en línea: http://www.sciencemag.org/content/331/6017/554.abstract.
(6) Ver por ejemplo Schaeffer, K., Zhang, T., et al. (2011), “Amount
and timing of permafrost carbon release in response to global warming,” in Tellus,
vol. 63, issue 2, pp. 165-180; Lawrence, D. M. and A. G. Slater (2005), “A projection
of sever near-surface permafrost degradation during the 21st century, in Geophysical
Research Letters, vol. 32.
(7) Tarnocai, C., J. G. Canadell, E. A. G. Schuur, P.
Kuhry, G. Mazhitova, and S. Zimov (2009), Soil organic carbon pools in the
northern circumpolar permafrost region, Global Biogeochemical Cycles, vol.
23, GB2023, doi:10.1029/2008GB003327.
(8) Shakhova, N., I. Semiletov, et al., (2010), “Extensive
venting to the atmosphere from sediments of the Siberian Arctic Shelf,” in Science,
vol. 327, no. 5970, pp. 1246-1250, doi: 10.1126/science.1182221.
(9) “Russia may lose 30% of permafrost by 2050: official”, AFP, Sunday, 31 July 2011
(10) Tomó 10 años echar a andar el Protocolo de Kioto. Por otro lado,
si el desmantelamiento del principio de obligatoriedad, que ese Protocolo
consagraba, ocurrió mucho más rápidamente, revertir la tendencia actual de
metas de mitigación voluntarias llevará seguramente varios años.
(11) William Nordhaus and Joseph Boyer, Warming the World:
Economic Models of Global Warming (MIT Press, 2000), 84-85.
(12) Richard
Tol, “The Social Cost of Carbon: Trends, Outliers and Catastrophes,” Economics
(e-journal), Vol. 2, 2008.
(13) Véase
por ejemplo, Ackerman, F. (2009), Can we afford the future? The economics of a
warming world, ZED Books; Ackerman F. y E. Stanton (2010), The Social costs of
carbon, Economics for Equity and the Environment Network, disponible en línea
en www.e3network.org.
(14) Martin Weitzman, “On
Modeling and Interpreting the Economics of Catastrophic Climate Change,” Review
of Economics and Statistics (2009),
(15) Véase Leaton, J.
(2012), Unburnable Carbon – Are the world’s financial markets carrying a carbon bubble?, Carbon
Tracker, www.carbontracker.org.
Fuente: La crisis climática y su Administración. En: La crisis
compleja. América Latina en Movimiento, Publicación Internacional de la Agencia
Latinoamericana de Información (ALAI), 483, marzo 2013. pp. 6-9
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