Camila Montecinos (GRAIN)
Durante
el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI ha habido esfuerzos por imponer las
semillas comerciales —las procedentes de las empresas y cada vez más desde las
transnacionales— y por dificultar y reemplazar las semillas campesinas. Ahora
el objetivo es prohibir las semillas campesinas, guardando algunas en los
bancos de germoplasma, pero en los hechos prohibir el uso de las semillas
campesinas o hacerlo imposible.
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Foto:
Alex Naranjo
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Éste es
un proceso que comenzó en el siglo XX, que se reforzó con la Revolución Verde
—cuyo mayor intento era imponer semillas procedentes de laboratorios y
empresas— y hoy se agudiza, en especial mediante varias normas legales,
distintas leyes relacionadas y su gran presencia en los tratados de libre
comercio.
Un
primer ejemplo contindente de leyes que intentan imponer las semillas
comerciales y prohibir las semillas campesinas, o al menos desplazarlas, son
las “leyes de derechos de obtentor”, de 1961, que hoy conocemos como leyes
UPOV. Esas leyes dan sustento a un convenio internacional que al principio
prácticamente ningún país suscribió, pero que hoy, por la presión, ha logrado
involucrar a gran parte de los países del mundo. Tiene tres versiones, y es
interesante ver las tres, porque demuestran que, la imposición de las semillas
empresariales, la prohibición de las semillas campesinas, no tienen límite: van
siempre pidiendo más y más y en el futuro van a pedir más.
UPOV-91 no sólo
intenta prohibir la
reproducción de la
semilla, sino que
transforma las leyes
de semillas de un
ámbito civil (en que
a lo máximo te
podían aplicar una
multa), al ámbito
penal (en que la
gente que no respeta
esa ley puede ir a
parar a la cárcel).
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En
su versión de 1961, las leyes UPOV lo único que prohibían era usar el nombre de
una variedad. Si una empresa sacaba una variedad de trigo y la llamaba
“Margarita”, nadie más podía utilizar el nombre “trigo Margarita”. La versión
1978 ya prohibía la comercialización. Solamente podía vender el “trigo
Margarita” la empresa que había creado (por decirle así) la variedad
“Margarita”. Y hoy con UPOV-91, que es la versión de estas leyes que se trata
de imponer, lo que se prohíbe es la reproducción de la semilla.
Es
decir, van avanzando cada vez más pero no se quedan ahí. UPOV-91 no sólo
intenta prohibir la reproducción de la semilla, sino que transforma las leyes
de semillas de un ámbito civil (en que a lo máximo te podían aplicar una
multa), al ámbito penal (en que la gente que no respeta esa ley puede ir a
parar a la cárcel).
Hoy
la amenaza de cárcel está presente en muchas de estas nuevas leyes. No son
periodos cortos de cárcel; hay países que ya prescriben hasta 10 años de cárcel
por reproducir semillas de las empresas.
Y existe también el
poder del Estado y
la policía de destruir
los cultivos, destruir
las semillas y las
herramientas de
trabajo, incluidos
tractores, palas,
azadones. Esas tres
cosas ya están en
UPOV-91.
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UPOV-91
incluye tres elementos que son sumamente graves. La confiscación de la semilla
y de los cultivos por simple sospecha, porque además éstas son leyes en función
de intereses privados, pero quien hace de policía sigue siendo el Estado. Éste
protege los derechos de las corporaciones y hay confiscación de semilla y de
cultivos por sospecha. Basta que un funcionario diga que una semilla “parece” que
es la semilla de una empresa para confiscarla, sea un cultivo o la semilla —y
por lo tanto no se puede reproducir.
Existe
también el allanamiento por sospecha. Si un funcionario busca semillas ilegales
puede allanar bodegas, casas, automóviles, lo que sea. Y existe también el
poder del Estado y la policía de destruir los cultivos, de destruir las
semillas y de destruir las herramientas de trabajo, incluidos tractores, palas,
azadones. Esas tres cosas ya están en UPOV-91.
Lo
otro que está ocurriendo (y es importante estar al tanto) es que hay otra serie
de leyes complementarias que en apariencia no tienen nada que ver con la privatización
de las semillas y que tienen nombres muy diversos; son “leyes de semillas”,
“leyes de comercialización”, “leyes de certificación”, “leyes de producción”,
“leyes de garantía de la calidad”. Han sido muy imaginativos al ponerle
títulos, pero las leyes siguen siendo las mismas.
Estas leyes de semillas
imponen criterios de
calidad que no tienen
nada que ver con la
semilla campesina.
Con esos criterios
destruyen la calidad
de la semilla
campesina. Exigen
que la semilla sea
homogénea, cuando
la fortaleza y la
riqueza de la semilla
campesina es
justamente que es
diversa, que dentro de
una misma variedad
haya una variación y
una diversidad muy
importantes.
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Esto
lo promueve hoy la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) mediante diversas leyes nacionales, porque dice que ésta es
la forma de garantizar la calidad de las semillas. De hecho, alguna de las
últimas versiones se llama “ley de calidad de semillas”.
Qué
hacen estas leyes. Primero implican que no cualquiera puede ser reproductor de
semillas. Los campesinos del mundo han estado reproduciendo, intercambiando,
incluso vendiendo semillas toda su historia, y hoy día tales leyes intentan
establecer que no cualquiera puede ser reproductor de semilla; por tanto, se
crean los registros de reproductores de semillas.
Además
de exigir un registro, estas leyes hacen que la producción de semillas sea
engorrosa, difícil, dependiente y muy cara. Incluso si los campesinos se
pudieran registrar en masa para ser reproductores de semilla no podrían hacerlo
porque se les exige tener un agrónomo, tener bodega para inventario, tener
cámaras de frío, tener un registro de libros sumamente complejos. Entonces
bloquean la producción campesina con sólo hacerla sumamente complicada y cara.
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Foto:
Alex Naranjo
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Lo
otro que hacen estas leyes de semillas es imponer criterios de calidad que no
tienen nada que ver con la semilla campesina. De hecho, con esos criterios
destruyen la calidad de la semilla campesina. Por ejemplo, exigen que la
semilla sea homogénea, cuando la fortaleza y la riqueza de la semilla campesina
es justamente que es diversa, que dentro de una misma variedad haya una
variación y una diversidad muy importantes.
También
imponen la llamada trazabilidad. Esto significa que se puede controlar, hasta
el último paso, el más chiquito, el más pequeño, el más mínimo de un proceso
productivo y decir: “así se hizo”.
Básicamente
lo que se hace es exigir una serie de informaciones de parte de los productores
de semilla para que el Estado pueda controlar que no están violando las leyes
de propiedad intelectual. Los campesinos tienen que demostrar dónde compraron,
a quién le compraron, a quién le vendieron, cuándo le vendieron, qué productos
utilizaron, y de nuevo dónde los compraron. Y exigen que cada factura de cada
cosa que se haya comprado quede registrada y archivada —y esta documentación se
puede exigir en cualquier momento. En la práctica eso significa que la gente se
ve obligada a comprar cada vez más cosas y no tiene ninguna posibilidad de
violar todas estas reglas porque se tiene que autodelatar mediante la
documentación.
Otro
elemento muy presente y que pasa desapercibido porque lo normal es que esté en
un lenguaje muy oscuro, es que prohíbe el intercambio e incluso prohíbe el
regalo, algo que se ha estado haciendo desde que la historia es historia:
intercambiar y regalarse semillas. El regalar semillas es uno de los regalos
más honrosos que existe en las tradiciones de los pueblos del mundo. Eso queda
prohibido.
Chile
tiene esta ley desde hace muchos años y algunos funcionarios han decidido no
aplicarla, pero en intercambios que han hecho las organizaciones campesinas, ha
llegado la autoridad y ha confiscado las semillas porque no se puede ni
siquiera regalar. Regalar semilla pasa a ser hacer un delito y acordémonos que
algunas de estas infracciones pueden ser penadas con la cárcel.
Otro elemento muy
presente y que pasa
desapercibido porque lo
normal es que esté en
un lenguaje muy
oscuro, es que prohíbe
el intercambio e incluso
prohíbe el regalo, algo
que se ha estado
haciendo desde que la
historia es historia:
intercambiar y regalarse
semillas. El regalar
semillas es uno de los
regalos más honrosos
que existe en las
tradiciones de los
pueblos del mundo. Eso
queda prohibido.
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Hay
otra serie de normas agrícolas que tampoco parecen estar relacionadas con las
semillas campesinas, pero que sí tienen un impacto muy fuerte. Son las llamadas
“buenas prácticas agrícolas”, que le pegan en el corazón a todos los sistemas
de semillas campesinas.
Además,
tenemos los tratados de libre comercio. No creamos que los tratados de libre
comercio van a terminar. Lo que propone Trump es exactamente lo que pasó
después del ALCA. Logramos parar el ALCA por la movilización social
continental, ¿pero ¿qué vino después del ALCA?, una epidemia de tratados
bilaterales, y hoy casi todos los países de América Latina estamos metidos en
lo que habría sido el ALCA. No lo lograron meter multilateral, lo metieron
bilateralmente.
Y
por qué quiere Trump proceder bilateralmente. Porque busca concesiones
unilaterales, que nuestros países entreguen más aún y que Estados Unidos no
tenga que entregar más; que incluso pueda retraer algunos de sus compromisos.
En
los tratados de libre comercio, las semillas son un punto central. El piso de
estos tratados de libre comercio es que UPOV-91 esté en la legislación nacional
(las penas de cárcel y todas las otras que ya mencioné: la confiscación, el
allanamiento por sospecha, etcétera). Además, imponen varios elementos más con
los tratados de propiedad intelectual o las normas de propiedad intelectual
incluidas en los tratados de libre comercio.
Un
elemento es que los allanamientos y las confiscaciones se puedan hacer sin
orden del juez. Que puedan hacerse solamente por iniciativa de determinados
funcionarios públicos; no necesita estar la policía, ni tener la orden de un
juez, pero sí puede tener presencia de la policía, incluso en algunos casos
—como pasó en Colombia— puede contar con el apoyo de la fuerza militar.
Otro
elemento que se revierte es el peso de la prueba. Qué significa eso. Se supone que,
por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tenemos derecho a ser
considerados inocentes hasta que quien nos acuse pruebe que somos culpables.
Aquí es a la inversa. En el caso específico de semillas, cuando alguien es
acusado de transgredir la ley, el acusado o acusada tiene que comprobar su
inocencia, y si no la prueba, pasa a ser culpable.
Estos tratados de libre
comercio se pueden
parar; creo que
estamos en mucha
mejor condición de
parar esta ola de la
que teníamos de parar
las olas anteriores. Lo
otro es no olvidar que
hasta ahora hemos
logrado parar las leyes
UPOV y este tipo de
leyes.
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Para
agravar eso, hay dos elementos más. Uno, que se hacen posibles los juicios en
ausencia. Alguien puede ser juzgado sin que siquiera se le notifique que está
siendo juzgado. Se le va a notificar solamente la sentencia: esto con base en
entelequias legales. Otro elemento significativo es que se incorporan dos
obligaciones: la obligación de autodelatarse, o sea el derecho a guardar
silencio se pierde, y ojo, no se pierde el derecho a guardar silencio cuando
uno ya fue declarado culpable, sino cuando uno es presunto culpable, aunque uno
debería ser siempre presunto inocente. En estas nuevas leyes el juez puede
obligar al presunto culpable a entregar evidencia contra sí mismo. O sea que
existe la obligación de autoinculparse. También existe la obligación de delatar
a cualquier otro que haya ayudado en el delito, y recordemos que el delito es
trabajar con semillas, como se ha hecho a lo largo de la historia.
Todos estos cercos,
estos grilletes cada vez
más crueles, increíbles,
desvergonzados, se
buscan porque hasta el
momento los
campesinos y
campesinas del mundo
han logrado seguir
adelante con sus
semillas. Intentan
someternos porque en
realidad las semillas
campesinas siguen
vivas, circulando y
sembrándose. Tenemos
la capacidad de evadir
la opresión de estos
grilletes.
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Todos
esos elementos están siendo incorporados a los tratados de libre comercio y, a
propósito, cuando Trump dice “yo ya no quiero el TPP, quiero acuerdos
bilaterales”, son estas cláusulas en las que busca poner mayor énfasis. Hay
otras más sobre propiedad intelectual que son un horror, pero éstas son las que
afectan especialmente el trabajo con semillas.
Éstos
son los nuevos cercos. Ante tal horror quisiera poner tres elementos de
confianza en que podemos seguir adelante y triunfar. El primero es que creo que
estos tratados de libre comercio se pueden parar; creo que estamos en mucha
mejor condición de parar esta ola de la que teníamos de parar las olas
anteriores. Lo otro es no olvidar que hasta ahora hemos logrado parar las leyes
UPOV y este tipo de leyes. No en todas partes, pero hemos logrado pararlas en
muchas partes.
Y
el tercer elemento que hay que considerar es que todos estos cercos, estos
grilletes cada vez más crueles, increíbles, desvergonzados, se buscan porque
hasta el momento los campesinos y campesinas del mundo han logrado seguir
adelante con sus semillas. Intentan someternos porque en realidad las semillas
campesinas siguen vivas, circulando y sembrándose. Tenemos la capacidad de
evadir la opresión de estos grilletes.
Fuente:
Biodiversidad – Semillas - 93 / 2017 – pp. 14-17.