Un documento de Ecologistas en Acción recopila los abundantes ejemplos
de cómo los impactos sobre espacios y especies propician que surgen y se
transmitan las pandemias
Ecologistas
en Acción reclama mayor
inversión en materia de investigación y sanidad para atajar el problema con la contundencia que
merece. “La naturaleza no es un enemigo desconocido, sino un aliado necesario.
Los servicios ecosistémicos son aquellas funciones con las que la naturaleza
contribuye al bienestar del ser humano”.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/natural/20200406/48338485609/ecologistas-pandemia-biodiversidad.html
La diversidad biológica es una
de las principales riquezas de la Tierra (Pnuma)
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Redacción
06/04/2020 13:00 | Actualizado a 06/04/2020 21:02
El virus del Nilo Occidental se extendió con facilidad en Estados Unidos a
causa de una agricultura intensiva donde se expande el mirlo americano (Turdus
migratorius), huésped preferente del virus.
La caza
furtiva y venta de
chimpancés como alimento dio
origen al SIDA.
La deforestación del Amazonas provoca un aumento de mosquitos,
debido a la mayor exposición a la luz solar y a la humedad en las zonas recién
deforestadas, lo que favorece la expansión de la malaria…
Numerosos
científicos coinciden en que la pérdida de biodiversidad implica en la mayoría de los casos un aumento en el riesgo de
transmisión de enfermedades infecciosas.
Así lo
indican los datos de un informe de Ecologistas en Acción en una campaña que relaciona alteración de espacios naturales y
propagación de pandemias.
El 60 %
de las enfermedades infecciosas humanas registradas son zoonóticas, y el 75 %
de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes también tienen origen
animal
Los
ejemplos que ofrece el informe son numerosos.
Numerosos ejemplos
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Los
vertidos de fosfatos y sulfatos utilizados como nutrientes en suelo agrícola en
zonas deforestadas en las montañas de Belize son arrastrados hasta las
llanuras; se transforma la
flora local y se favorece la
aparición del mosquito Anopheles vestipennis, el vector más eficiente de
la malaria, frente a la Anopheles albimanu.
La pesca incontrolada ha mermado las poblaciones de peces en Malawi, depredadores naturales de los caracoles acuáticos que
albergan los parásitos responsables de la esquistosomiasis, lo que favorece su
dispersión.
En la
India se ha relacionado el aumento de casos de rabia con la desaparición de buitres por el consumo de carne contaminada con
Diclofenac, un potente antiinflamatorio utilizado en el ganado local, lo que
resultó en menos competencia por la comida con los perros callejeros portadores
de la rabia.
Son
numerosos los ejemplos que ilustran cómo detrás de muchas zoonosis está la mano
o la “irresponsabilidad” del ser humano, lo que sumado a un mercado globalizado
y el transporte constante de personas y alimentos entre distintos rincones del
planeta Tierra sienta las bases para más pandemias futuras.
El origen: una mala gestión de los recursos
naturales
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Ecologistas
en Acción considera que, ahora más que nunca, la sociedad debe seguir las
directrices marcadas por la investigación científica, que apunta “a una mala gestión de los recursos naturales y al ataque
abusivo al que los poderes económicos someten a la naturaleza como causantes de
tantos problemas que amenazan la supervivencia de multitud de especies,
incluyendo la humana”.
El
origen del coronavirus SARS-CoV-2 es aún desconocido para la ciencia, aunque no
hay duda de que la enfermedad se inició tras el contagio de un ser humano a partir de una especie animal.
A las
enfermedades causadas por virus, bacterias, parásitos u hongos provenientes de
animales que infectan a humanos se las denomina “enfermedades zoonóticas”.
El 60 %
de las enfermedades infecciosas humanas registradas son zoonóticas, y el 75 %
de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes también tienen origen
animal.
Para que una enfermedad infecciosa se
transmita se requiere la interacción de varias o múltiples especies
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Para que
una enfermedad infecciosa se transmita se requiere la interacción de múltiples especies. Como mínimo intervienen
el patógeno y su huésped, pero a menudo son varias las especies de huéspedes
que pueden albergar ese patógeno y en numerosas ocasiones se requiere una
especie intermedia, como mosquitos, garrapatas o pulgas, a la que se denomina
vector, que es la que trasmite la enfermedad infecciosa hasta su huésped final.
Las
enfermedades transmitidas por vectores representan el aproximadamente el 17 %
de las enfermedades infecciosas y afectan a más de 1.000 millones de personas
cada año.
Numerosos
científicos y científicas coinciden en que la pérdida de biodiversidad implica
en la mayoría de los casos un aumento en el riesgo de transmisión de estas
enfermedades.
Numerosos
científicos coinciden en que la pérdida de biodiversidad implica en la
mayoría de los casos un aumento en el riesgo de transmisión de estas
enfermedades
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“La
desaparición de especies dentro de un ecosistema altera el funcionamiento de dicho ecosistema, e influye en la transmisión de patógenos...
Una mayor diversidad de especies implica un efecto de dilución, ya sea por el
aumento de número de especies en la cadena de contagio o por el efecto
cortafuegos natural que provoca una alta diversidad genética, entre otros factores”
se señala.
La
especie huésped original del COVID-19 no ha sido identificada aún, y aunque los
análisis apuntan al murciélago Rhinolophus -o al pangolín en calidad de
animal intermedio- como orígenes probables de la cadena, aunque los resultados
no son concluyentes.
“Sin
embargo, señalar a la especie animal como causante o responsable de la pandemia
es un error, como lo es culpar al propio virus”, añade el informe.
Los
virus ocupan desde hace millones de años un eslabón esencial en los procesos ecológicos, regulan las
poblaciones de especies y colaboran en el mantenimiento del equilibrio natural
de los ecosistemas.
Los virus ocupan
desde hace millones de años un eslabón esencial en los procesos ecológicos
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Las
especies que hospedan estos virus han evolucionado conjuntamente con dichos
virus, en un equilibrio que permite la supervivencia de las especies.
“Sin
embargo, cuando el correcto funcionamiento de un ecosistema queda impedido por
causas ajenas a la naturaleza, el equilibrio se rompe y aumentan las posibilidades
de que virus potencialmente patógenos crucen la barrera de especie y puedan
infectar a otras especies de animales incluyendo el ser humano”
Es la
acción humana la que está detrás de la mayoría de esas perturbaciones.
En 1999,
en Malasia, un brote de la enfermedad de Nipah con una letalidad del 40 %,
causó estragos en la población local. El origen del virus estaba en el Pteropus
vampyrus o gran zorro volador, una especie de murciélago frugívoro.
El virus
probablemente contagió en primer lugar a cerdos criados como ganado, y de ahí se propagó al ser humano. Estos murciélagos, prácticamente
inmunes a este virus, han sido desplazados de sus entornos naturales debido a
la deforestación y los numerosos incendios, lo que les ha conducido cada vez
más cerca de asentamientos urbanos y estableciendo contacto con poblaciones
humanas.
“Cuando
las personas entran en contacto con especies con las que no ha evolucionado
para convivir, y la ocupación del suelo por parte de la civilización se adentra
cada vez más en entornos salvajes, mayor es el riesgo de aparición de una
pandemia”, sostiene el documento.
El
aumento de las temperaturas medias debido al cambio climático está vinculado
con el auge de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, que afecta a las
garrapatas que la transmiten.
Organizaciones como EcoHealth Alliance o
PREDICT llevan trabajando años en mejorar el conocimiento sobre estos
patógenos
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La
investigación de la relación entre biodiversidad y la aparición de enfermedades
infecciosas recibe el nombre de “ecología de la enfermedad”.
Organizaciones
como EcoHealth Alliance o PREDICT llevan trabajando años en mejorar el
conocimiento sobre estos patógenos.
Solo se
conoce un 1 % de los virus que habitan en animales silvestres, y se estima que
podría haber 1,7 millones de
virus desconocidos que
podrían dar el salto a la especie humana. Sin embargo, la falta de recursos
económicos y la poca atención que recibe la comunidad científica impiden que se
hagan mayores avances en esta dirección.
“Un
ecosistema sano se encarga por sí mismo de regular la aparición de plagas,
patógenos, depredadores, parásitos y otros organismos que amenazan la supervivencia
de la especie humana. La biodiversidad es el mayor proveedor de sustancias y
compuestos químicos para curar numerosas dolencias y enfermedades.
El 75% de la
superficie terrestre ha sido transformada significativamente por la humanidad
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Según la
OMS, más de la mitad de la humanidad en los países del Sur depende para su
asistencia sanitaria primaria directamente de las plantas localizadas en sus
lugares de origen.
“La
sociedad tiene ante sí el reto de solucionar la emergencia ecológica a la que
se enfrenta, compuesta principalmente por la pérdida de biodiversidad y el
cambio climático, y debe hacerlo urgentemente. Las razones del incremento de
enfermedades infecciosas están ligadas a este problema, y las causas son
compartidas”, añade el informe.
La Plataforma Intergubernamental sobre
Biodiversidad y Servicios
Ecosistémicos (IPBES) alerta sobre el riesgo de extinción de un millón de
especies, y establece como las principales causas el cambio de uso del suelo o
mar, la extracción de recursos, el cambio climático, la contaminación y la
aparición de especies invasoras. Todas estas causas han sido relacionadas con
la aparición de enfermedades infecciosas en los ejemplos citados con
anterioridad.
Ecologistas en
Acción pide el mantenimiento de los servicios ecosistémicos
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El 75 %
de la superficie terrestre ha sido transformada significativamente por la
humanidad para su beneficio, lo que ha provocan migraciones de especies
salvajes, incursiones de actividades humanas en proximidad con especies hasta
ahora ajenas a nosotros y desequilibrios en los ecosistemas, un caldo de
cultivo para el surgimiento de enfermedades zoonóticas.
La
organización ecologista defiende como vía para evitar futuras crisis de esta
índole la restauración de los territorios degradados por la acción humana, la
protección de las tierras salvajes y la biodiversidad, el abandono de las
prácticas de explotación abusiva del medio natural y un cambio de paradigma
hacia una economía que respete la naturaleza.
El
mantenimiento de los servicios ecosistémicos que suponen beneficios esenciales
para la salud humana es la mejor garantía de supervivencia.
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