Jesús Chucho García[1]
La
identidad cultural de origen africano y su diáspora en las Américas y los
espacios Caribes, es un largo proceso que aún no cesa de enriquecerse con la
dinámica globalizadora, pero manteniendo su anclaje ancestral como brújula para
no perderse en la globalización cultural hegemónica y perversa. No podemos
hablar de identidad sino de identidades, en sentido plural, por la diversidad
cultural africana en nuestros países. Vamos a entender la cultura
afrodescendiente como aquel segmento de la diversidad cultural de las Américas
y el espacio Caribe, formada por las distintas expresiones musicales,
culinarias, bailes, técnicas de trabajo, arquitectura tradicional,
conocimientos tecnológicos, afroepistemológicos, espirituales, éticos,
lingüísticos, traídos por los africanos en condiciones de esclavizados y
esclavizadas durante la trata negrera, y su implantación en los distintos
sistemas coloniales de este continente.
Este
complejo cultural de origen africano se mantuvo a través del tiempo por un
largo proceso de cultura de resistencia con la intención de preservar, crear e
innovar ese sedimento identitario afrodiverso.
La
primera etapa fue la Preservación Cultural de los códigos distintivos
originales ante la imposición de la cultura occidental.
Las
diferentes muestras de tambores de percusión existentes en los países
receptores de la diáspora africana como los complejos tambores Batá (Iya,
itotele y okonkolo), en Cuba, los tambores culo e’puyas en Venezuela, la Puita
en Brasil, hasta el cununo en Ecuador, así lo evidencian. La preparación de
algunos alimentos como la cafunga de Barlovento (Venezuela), el Mondongo (palabra kikongo), Sakuso,
entre otros, expresan la preservación de la técnica alimentaria. Palabras como
Malembe, Birongo, Carabalí, Zambe, ejemplifican el patrimonio lingüístico
africano subsahariano en nuestra habla cotidiana. La espiritualidad jugó un
papel destacado para preservar los códigos de los complejos sistemas religiosos
Yoruba, Abakuá (Efik/Efok – procedentes de Nigeria), Kongos (Angola, los dos
Congos) y Ewe/Fon (Benin/Dahomey). Estos sistemas religiosos hoy se conocen
como Regla de Ocha o religión de los orishas y el fundamento de Ifá (Cuba,
Brasil, Trinidad y Tobago); Abakuá (sociedad secreta de hombres en Cuba); Vudú
(Haití, New Orleans, Cuba y Tobago).
La
segunda etapa fue la Creación Cultural, expresada en la construcción de
expresiones culturales al mezclarse voluntaria o involuntariamente con las
culturas hispanoárabe o aborígenes. Así tenemos las fiestas religiosas
afrocatólicas, como San Juan, San Benito, San Pedro, San Antonio, Diablos
Danzantes de Venezuela, en las cuales se mezclaron cantos, bailes e
instrumentos musicales de las culturas aborígenes, hispanoárabes y africanas.
Desde las perspectivas de la lingüística se crearon nueva lenguas conocidas
como “Creole”, otros despectivamente le dicen papiamento, pero la más alta expresión de creatividad lingüística estaría
en la mezcla
de la lengua Caribe con elementos africanos para parir la
lengua Garífuna, hablada por un 30% de la población de América Central. La
lengua magombe o lengua palenquera es el creole afrohispánico de mayor
reconocimiento como patrimonio inmaterial de la humanidad.
En
la música se mezclaron instrumentos y géneros musicales de distintas
procedencias, que dieron origen al danzón, la rumba y el son en Cuba. El
Ragtime y los gospel en USA. La samba en Brasil, la Cumbia colombiana y la
Bomba en Ecuador. En Bolivia el vínculo aymara-quechua con la población
afroboliviana dio como resultada la Saya Boliviana.
En
el caso específico de la espiritualidad, se fueron entretejiendo los símbolos
de la dominación religiosa occidental (catolicismo/cristianismo) con los
símbolos espirituales africanos que los antropólogos occidentales llamaron
sincretismo, concepto que supone, a nuestro entender, un proceso de dilución de
la espiritualidad africana en la espiritualidad dominante/occidental. Prefiero
analizar ese proceso como paralelismo espiritual, ya que al final, los códigos
africanos se preservaron y marcharon en paralelo con los códigos dominantes.
Por ejemplo, en Cuba, se dice que el orisha Shangó es la santa católica Santa
Bárbara, pero Shangó, que fue rey en tierras yoruba, poco o nada tiene que ver
con Santa Bárbara. Esa combinación forzada colonial es lo que se conoce como
santería cubana y que hoy sufre un proceso de construcción simbólica,
ecualizándola con sus orígenes yoruba. Muchos antropólogos hablan de religiones
sincréticas y con eso resuelven la complejidad del proceso de resistencias
simbólicas; pero el paralelismo permanece en esa lucha continua que conduce a
una extraordinaria reafricanización.
Por
último, y tercero, está el proceso de innovación cultural como la mayor prueba
del cimarronaje cultural afrodescendiente, en el que nuestra afrocultura se
renueva sin perder sus trazos originales.
Unas
de las más altas expresiones de innovación es el calypso de Trinidad que
comenzó con el ritmo ancestral proveniente de Ghana, llamado “hausa caiso” y se
plasmó en primer lugar en el Tamboo Bamboo, después en los tambores y por
último en los tambores de acero, de donde sacaron sonidos a fuerza de martillo que
daban a los barriles desechados de la incipiente industria petrolera trinitaria
a comienzos del siglo pasado. Pero la innovación también está en la reconexión
diaspórica o neodiáspora musical, cuando el mismo calypso se une al ritmo de
laghia y beguine de Martinica y Guadalupe y da el ritmo “Beguinca” o Beca; así
como el jazz y su versión de Beb Bop unido a la rumba afrocubana va a generar
el “afrocuban jazz” y no jazz latino, como impuso la industria comercial norteamericana, al igual que
la llamada salsa, género que diluye las otras creaciones como Mozambique,
comparsa, guaguancó o yambú.
Preservación,
creación e innovación es un continuo histórico que rompe los paradigmas
culturales occidentales que nos había folklorizado y paralizado en el tiempo.
¿Cómo se conservaron y redimensionaron las identidades
afrodescendientes?
¿Cuáles
fueron las estrategias ancestrales para que los diablos danzantes, bajo la
imposición del cuerpo de Cristo, pudieran preservar el nganga (curandero en
lengua kongo), en el diablo peruano o en la danza del carabalí (de los efik-efok
de Nigeria), en la danza de los diablos de Chuao (Venezuela)? ¿Cuál fue la
estrategia ancestral para preservar la diversidad de tambores y cajones e
instrumentos de percusión a lo largo y ancho en nuestras comunidades afrodescendientes?
¿Cómo se conservaron esas células rítmicas sin saber leer música ni tener un
pentagrama a la manera occidental? ¿Y la creación? ¿Cómo entender el calypso y
su ejecución a través de los tambores de acero creados a partir de los barriles
petroleros una vez desechados?
¿Cómo
ese pintor angolano en época colonial, vacilándose a la Santa Inquisición, creó
el señor de los Milagros en Perú, siendo una de las manifestaciones
afrocatólicas más grandes de dicho país?
Estamos
ante un proceso de reflexión como nunca antes se había hecho sobre la cultura
afrodescendiente.
Las
respuestas a estas interrogantes están en la puesta en práctica de una
transmisión del conocimiento ancestral que hemos denominado Pedagogía del
cimarronaje, es decir, las diferentes estrategias de aprendizaje utilizadas por
los antiguos exesclavizados, luego los cimarrones y por último como libertos
que garantizaron una concepción afroepistemológica, es decir, el conocimiento
ancestral de origen africano.
Hoy,
estas culturas ancestrales deben ser incorporadas en el sistema educativo,
tanto en los currículums como en los textos, así como a los diferentes
programas de educación universitaria donde se forman nuestros docentes. Consideramos
que estos aspectos son estratégicos para el proceso de descolonización mental
que aún perdura en nuestra sociedad.
Afroidentidad en el Decenio de los Pueblos Afrodescendientes
Hoy
la diversidad cultural afrodescendiente viene siendo reconocida sistemáticamente
como patrimonio intangible de la humanidad por la UNESCO. Ese largo proceso de preservación, creación e
innovación ya goza de reconocimiento universal. Es un patrimonio que está en
nuestra cotidianidad, es un patrimonio vivo que asegura su espiral innovadora.
El tango, cuya discusión aún permanece si es uruguayo o argentino, es reconocido
como PIH (Patrimonio intangible de la humanidad). La palabra tango en congo
significa tiempo. Cambombe de Uruguay es PIH. La palabra es de origen kikongo,
traduce negrito. Ca es
diminutivo y Ndombe, negro. También existe un pueblo en Angola denominado así. La
rumba cubana es PIH, dentro de la rumba se encuentra el Yambú, que significa
encontrar, juntar los cuerpos. Los congos de República Dominicana,
evidentemente de origen Congo, también es PIH. El Jazz nació en la Plaza de los
Congos en New Orleans (Estados Unidos) y es patrimonio de la Humanidad. Como
dijimos, el habla palenquera (Cartagena de Indias, Colombia), que es una mezcla
de castellano con las lenguas kikongo y kimbundu de Angola, es patrimonio de la
humanidad. Los diablos danzantes de Venezuela, donde dominantemente las danzas
son de origen africanas, es PIH. El reto en el decenio es colocar estos temas
en los sistemas educativos y políticas culturales de los países que integran el
ALBA, CELAC, MERCOSUR y UNASUR.
Fuente: En: El Decenio
Afrodescendiente. América Latina en Movimiento, No. 501, febrero 2015, ALAI.
pp. 12-14
[1]
Jesús Chucho García es escritor venezolano, Coordinador General de la Fundación
Afroamérica y de la
Diáspora
Africana.
Excelente articulo! Gracias
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