21 de septiembre de 2021

Tendencias compartidas e interpretaciones contextuales para el desarrollo con identidad indígena

 September 14, 2021 Por Carmen Albertos - Diana Bocarejo Suescun Deja un comentario


¿Por qué los jóvenes indígenas de las ciudades no quieren trabajar?

En una conversación con empresarios de El Alto, una de las ciudades con mayor cantidad de migrantes campo-ciudad de origen indígena de Bolivia, estos manifestaban algunos comentarios que no contrataban jóvenes migrantes indígenas porque eran poco serios y desaparecían sin avisar para irse de fiesta a sus pueblos. Manuel Urquidi, especialista en mercado laborales del BID, no contento con esa explicación, quiso investigar un poco más. ¿Qué estaba pasando?

Lo que descubrimos

“En realidad, lo que descubrimos”, cuenta Manuel, “es que los jóvenes vuelven a sus comunidades en las ocasiones importantes (rituales, fiestas, épocas de cosecha) para mantener su relación y sus raíces, pero también para cumplir con sus obligaciones hacia la comunidad y porque si no vuelven, pierden sus derechos en la comunidad y los adquiridos por su familia, como la posibilidad de usar o poseer la parcela de sus padres y abuelos para la agricultura”.

En definitiva, los empleadores no entendían la relación de estos jóvenes indígenas con sus comunidades de origen y éstos, a su vez, no lograban explicar las responsabilidades que conlleva ser parte de su comunidad ni ajustarse a las expectativas de los empresarios.

Un proyecto para promover la inserción laboral de jóvenes indígenas

El BID y el BIDLAB realizaron un proyecto piloto que promovía la inserción laboral de jóvenes migrantes indígenas en empleos formales en la ciudad de El Alto incluyendo formación en interculturalidad y habilidades blandas tanto para los directivos de las empresas como para los jóvenes.

Los resultados fueron muy positivos: los jóvenes explicaron a sus empleadores las dinámicas propias de su cultura y sus responsabilidades entre el campo y la ciudad y éstos cambiaron su percepción y ajustaron los horarios para permitir a los jóvenes cumplir con sus obligaciones comunitarias.

Entendimiento real para mejores soluciones

Solo entendiendo las dinámicas socioculturales que explican y contextualizan las tendencias estadísticas, es posible plantear mejores preguntas y, así mismo, proponer mejores respuestas de intervención. Desde la Visión 2025 del BID ¨Reinvertir en las Américas¨ estamos trabajando en la adecuación sociocultural de las intervenciones y programas de desarrollo y queremos plantear estrategias cada vez más incluyentes y articuladas contextualmente. 

Próximamente, ¡descarga nuestra publicación y conoce más sobre el estudio!

El informe Brechas y desafíos socioeconómicas de los pueblos indígenas de América Latina: retos para el desarrollo con identidad, que será próximamente publicado, expone las brechas, pero además analiza algunos desafíos que surgen de los propios datos y de cómo éstos han sido construidos, y provee análisis cruzados intersectoriales. ¿Qué aprendimos?

1. El reto de la consistencia y comparabilidad de los datos

Sigue siendo un desafío contar con datos que nos permitan conocer el número exacto de población indígena ya que varios países, en particular del Caribe, no han incluido variables de auto-reconocimiento étnico en sus censos. Es el caso de Bahamas, Barbados, República Dominicana, Granada, Haití, Jamaica, Surinam y Guayana Francesa. Mas aún, las mediciones sobre la población indígena no son fácilmente comparables a lo largo del tiempo en un mismo país, y las maneras de clasificar y de censar a los pueblos indígenas también son diversas entre países. En los últimos años se ha reportado la existencia de muchos más pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial (PIACI) y, aunque se desconoce el tamaño de su población, se estima que solamente en la Amazonía podrían habitar entre 70 (RAISG, 2018) y 200 pueblos PIACI (OTCA, 2018), cada uno portador de elementos culturales propios y únicos.

2. Desigualdad y contextualización de los indicadores de bienestar 

Un hallazgo, que desafortunadamente no sorprende, es que persisten grandes desigualdades económicas entre las personas indígenas y no indígenas. Las personas indígenas que viven en zonas urbanas suelen habitar en barrios marginales y de extrema pobreza, con mayor exposición a distintos riesgos de salud, violencia y desastres naturales.

Las comparaciones entre indígenas en el campo y la ciudad son complejas y requieren analizar no sólo ingresos sino ahondar en cómo se entienden y valoran algunas de las mediciones sobre brechas y sus implicaciones. Por ejemplo, en promedio, para 12 países de la región, el 35% de los hogares indígenas rurales se encuentran hacinados, 15 puntos porcentuales más que los hogares indígenas urbanos. Estos datos se basan en un concepto de hacimiento que puede ser ajeno a las formas sociales y de convivencia de los pueblos originarios rurales. Este ejemplo nos alienta a reflexionar sobre la necesidad de repensar y adecuar los indicadores de bienestar y su interpretación para asegurar que se articulen con las formas sociales y de manejo del territorio, así como con los distintos usos y prácticas que tienen los pueblos indígenas en la región.

3. Economías indígenas: entre la soberanía alimentaria y la articulación con los mercados

Las economías indígenas tienden a ser multimodales compuestas por la articulación, en mayor o menor medida, entre una economía tradicional indígena orientada a la seguridad alimentaria y una economía de mercado. En Colombia cerca del 48,1% de las unidades productivas agropecuarias en territorios indígenas tienen como finalidad el autoconsumo y el 9,6% destinan su producción al intercambio o trueque (DANE, 2014). En Perú el 47% de la agricultura familiar ¨de subsistencia¨ es desarrollada por productores cuya lengua materna es una lengua indígena (Escobal et. al, 2015). Sin embargo, algunos pueblos comercializan parte de su producción y buscan mejorar su acceso a diversos mercados locales e internacionales.

Tener claridad de estas diferenciaciones, además de las maneras en que estas economías están insertas en acuerdos de acceso y manejo del territorio, de reciprocidad y redistribución, es una tarea clave para entender el alcance y las posibilidades de articulación con nuevas iniciativas y políticas públicas frente al empleo verde y la bioeconomía.

4. Uso y manejo del territorio y conservación ambiental

Muchos de los pueblos indígenas de la región habitan en zonas altamente biodiversas, donde han consolidado formas tradicionales de representación, uso y manejo de la naturaleza. En América Latina la mayoría de las áreas protegidas y ecosistemas estratégicos coinciden con territorios indígenas. Sin embargo, el manejo de los recursos naturales por parte de los pueblos indígenas no siempre ocurre en espacios titulados o que se encuentran dentro de áreas protegidas. Además, son escasas las iniciativas de co-manejo oficiales o reconocimiento de derechos de propiedad, y el reto está precisamente en entender y fomentar aquellas estrategias de uso cultural sobre el manejo del territorio, el papel de las mujeres indígenas en el mismo y las múltiples presiones que afrontan dichos territorios frente al cambio climático, los desastres naturales, las actividades ilícitas y los proyectos de crecimiento económico poco incluyentes e insostenibles, social y ambientalmente.

Mirando hacia adelante

Estas y otras reflexiones son las que permiten entender cómo a pesar de las muchas brechas y tendencias estadísticas sobre los pueblos indígenas es fundamental interpretarlos de manera contextualizada. Gracias a estos planteamientos, los jóvenes indígenas de El Alto y sus empleadores lograron llegar a entenderse ajustando la inserción laboral y superando prejuicios.

Fuente: https://blogs.iadb.org/igualdad/es/tendencias-y-contexto-para-el-desarrollo-con-identidad/

7 de septiembre de 2021

Territorios indígenas, gran escudo contra la deforestación



Los territorios indígenas, por su ubicación geográfica, están en mejores condiciones de reducir las probabilidades de deforestación. Crédito de la imagen: Serfor Perú, imagen en el dominio público.

De un vistazo

  • Territorios indígenas y áreas protegidas resguardan bosques tropicales de degradación y deforestación
  • Nueva metodología clarifica aportes de pueblos indígenas en reducción de emisiones netas de carbono
  • Esos pueblos deben ser receptores de los beneficios del Fondo Verde para el Clima

Por: Pablo Correa  

Los territorios indígenas y las áreas protegidas representan un escudo contra la deforestación y la degradación de los bosques tropicales. Sin embargo, existen diferencias en su efectividad dependiendo de los contextos nacionales y locales. De ahí la importancia de llevar a cabo análisis cada vez más precisos a la hora de evaluar su rol dentro del Acuerdo de París y la lucha contra el cambio climático.

Estos son los tres principales hallazgos a los que llegó un equipo internacional de investigadores que forman parte o colaboran con la Red Amazónica de Información Socioambiental Georeferenciada (RAISG) y que apelaron a una nueva metodología para procesar datos de reservas de carbono de 2003 a 2016 en Panamá y países de la cuenca amazónica.

“El uso indígena de la tierra en los bosques neotropicales puede tener un impacto temporal y espacialmente estable sobre las reservas de carbono. Por lo tanto, los pueblos indígenas deben convertirse en receptores de los pagos por resultados de los países”, señalaron los autores del estudio publicado en la Revista Plos One.

En otras palabras, los pueblos indígenas hacen un aporte directo a las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional en el marco del Acuerdo de París y, por lo tanto, deben convertirse en receptores de los beneficios del Fondo Verde para el Clima (GCF por sus siglas en inglés).

Con una nueva metodología que combina datos temporales de reservas de carbono con variables geográficas, un equipo internacional reafirmó la importancia de territorios indígenas y áreas protegidas en la conservación de bosques tropicales. Crédito de la imagen: Global Forest Watch

En el caso de Brasil esto significa US$ 96,5 millones en un primer pago próximo a ejecutarse por el GCF. Para Ecuador la cifra ronda los US$ 18,6 millones.

Hasta ahora, la mayor parte de investigaciones de este tipo se habían basado en análisis de pareamiento (en inglés, ‘Matching Analysis’), que permite identificar segmentos espacialmente similares a lo largo de un área.

Con este análisis se puede controlar el efecto de variables que causan deforestación, como la distancia a carreteras, y así determinar el efecto de diferentes tenencias de tierra y formas de gobernanza en la conservación. El principal insumo en estas evaluaciones lo constituyen los datos de cobertura boscosa.

Sin embargo, el grupo asociado a RAISG decidió combinar esta misma metodología pero reemplazando cobertura boscosa por datos de reservas de carbono, por considerar que no solo dan cuenta de la deforestación sino también de la degradación de la tierra.

Además, controlaron parámetros asociados a la presión por deforestación y degradación y analizaron cómo variaban las reservas de carbono desde los límites hacia el corazón de las áreas protegidas, los territorios indígenas e incluso de áreas que se superponen entre ellos. Todo esto dentro de una serie de tiempo de 13 años. 

Panamá y las porciones de la cuenca del Amazonas de Colombia, Ecuador, Perú y Brasil que hicieron parte del análisis. La tenencia de la tierra se clasificó en Áreas Protegidas (verde), Territorios Indígenas (naranja), Áreas de superposición (amarillo) y Otras Tierras (gris). Crédito: Imagen tomada del artículo publicado en Plos One.

“Las áreas protegidas y los territorios indígenas tienden a ubicarse en pendientes más pronunciadas y mayores distancias a carreteras y ciudades que las tierras desprotegidas, lo que reduce las probabilidades de deforestación de antemano”, comentó vía telefónica a SciDev.Net el colombiano Camilo Alejo Monroy, autor principal del trabajo y vinculado al departamento de Biología de la Universidad de MacGill en Canadá.

Y explicó que al llevar a cabo comparaciones que dejan por fuera este tipo de variables se distorsiona el verdadero efecto de estos territorios en la reducción de emisiones de carbono por deforestación y degradación del bosque.

Uno de los hallazgos más interesantes, en opinión de Alejo, es que cuando se analiza la distribución de las reservas o “stocks” de carbono en esos territorios, el carbono no sólo es más alto en los límites con áreas que no tienen la misma tenencia de tierra, sino que estas reservas van aumentando a medida que uno se adentra en ellas.

“Las áreas protegidas y los territorios indígenas tienden a ubicarse en pendientes más pronunciadas y mayores distancias a carreteras y ciudades que las tierras desprotegidas, lo que reduce las probabilidades de deforestación de antemano”.

Camilo Alejo Monroy, Universidad de MacGill, Canadá.

Pablo Negret, investigador del Centro de Ciencias de la Biodiversidad y la Conservación de la Universidad de Queensland, quien no participó de la investigación, comentó a SciDev.Net vía correo electrónico, que el trabajo de sus colegas es muy innovador.

Dijo que resulta “particularmente interesante poder ver que aun cuando en casi todos los casos los tres diferentes tipos de áreas (áreas protegidas, territorios indígenas y áreas de superposición) son efectivos previniendo la pérdida de carbono, la variabilidad entre países es bastante grande entre las tres clases de áreas analizadas”.

Por ejemplo, en Brasil las áreas de superposición son las más efectivas reteniendo carbono, mientras que en Colombia son efectivas las áreas protegidas y los territorios indígenas, pero no tanto en los casos que están superpuestos.

“Estos resultados son importantes y toca hacer análisis más detallados a nivel de país para entender porque se dan estas diferencias”, apuntó.

La pérdida de bosques tropicales representa actualmente el 8 por ciento de las emisiones anuales de dióxido de carbono del mundo. Si la deforestación tropical fuera un país, sería el tercer mayor emisor a nivel mundial.

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El Panel Intergubernamental de Cambio Climático concluyó que “reducir las tasas de deforestación y degradación forestal representa una de las opciones más eficaces y sólidas para la mitigación del cambio climático, con grandes beneficios de mitigación a nivel mundial”.

Perfeccionar las metodologías, como la propuesta por los investigadores, permitirá entender mucho mejor las contradicciones que históricamente han aflorado con políticas de conservación de bosques tropicales.

Por ejemplo, desde 1990, América del Sur y América Central han triplicado el área de áreas protegidas y, al mismo tiempo, han perdido el 10 y el 25 por ciento respectivamente de la cubierta forestal.

Este fenómeno se replica en territorios indígenas, que constituyen un 30 por ciento de las reservas de carbono sobre el suelo de los bosques de la cuenca del Amazonas.

Para los autores, este trabajo demuestra con claridad el rol que ejercen los territorios indígenas en la protección del bosque tropical y su aporte a la reducción de las emisiones netas de carbono.

Enlace al estudio completo en Plos One

Fuente: https://www.scidev.net/america-latina/news/territorios-indigenas-gran-escudo-contra-la-deforestacion/

5 de septiembre de 2021

El impulso de las Mujeres Rurales de Digir Neggwebur

Geodisio Castillo

La Asociación de Mujeres Rurales de Digir (AMRD), de la Comarca Gunayala, es un ejemplo (existen otras organizaciones de mujeres en la comarca) del rol fundamental en el desarrollo sostenible de sus familias, la comunidad y por ende la comarca y el país.

Parte de miembros de AMRD, construyendo el mañana. Foto: Adolfo G. 04/08/21

Se suponen un 80% de la población de la comarca ejercen funciones de vital importancia para el mantenimiento de la población gunadule en el territorio comarcal. Su economía depende en gran medida del desarrollo de los sistemas agroforestales de nainu familiar y de las oportunidades de generar ingresos que tengan las mujeres. Y las mujeres de la asociación rural de Digir Neggwebur es una opción que desde su creación están dando ejemplos en el campo.

Hubo cambios estructurales del modo de vida agrícola desde finales del siglo XX, como la pluriactividad, desagrarización, desfamiliarización agraria, entre otros. Estos cambios han condicionado la permanencia de las mujeres en la comarca, provocando su migración hacia las ciudades de Panamá y Colón principalmente, buscando mayores y mejores oportunidades laborales para beneficio de sus familias. Pero fue lo contario, chocaron con la discriminación y el desempleo.

Las mujeres jóvenes con formación se marchan de la comarca, principalmente los docentes o con formación superior. A este fenómeno migratorio de huida, para evitarlos, es imprescindible crear nuevas oportunidades para las mujeres en la comarca.

La AMRD están ejecutando la iniciativa sobre “Desarrollo de capacidades de organización de mujeres en producción agroforestal de nainu familiar en la comunidad de Digir”. Han ejecutado un primer taller sobre liderazgo para jóvenes, valores, motivación, autoestima, valoración y género, un segundo taller teórico sobre los sistemas agroforestales de nainu familiar, y los días 10, 11 y 12 de septiembre ejecutarán el taller para establecer la primera parcela agroforestal de nainu familiar (1 hectárea), para este año, terminarán estableciendo tres (3) parcelas agroforestales, cada una de una (1) hectárea.

Los objetivos que pretenden alcanzar son las que siguen:

a)    Capacitar a 100 mujeres pertenecientes a organizaciones de mujeres productoras, en técnicas agroforestales de nainu basadas en la naturaleza e identidad cultural.

b)    Fomentar el fortalecimiento de organizaciones de líderes jóvenes, con enfoque de género, diseminando e implementando capacidades de buenas prácticas agroforestales de nainu familiar, basadas en conocimientos ancestrales.

A estas acciones podemos entenderlos como emprendimiento y empleo femenino en la comunidad de Digir; porque solidarizando y vendiendo los productos generan sus propios ingresos para la familia.

Las asociaciones de mujeres piden a su gobierno comarcal que pongan en marcha incentivos para que las mujeres accedan a incrementar la producción alimentaria y conservar los sistemas alimentarios prevalecientes de nainu familiar.

Los proyectos de emprendimiento que muchas mujeres en la comarca deciden poner en marcha sirven para poder generar ingresos. Además, existen otras actividades que pueden elegirse como complemento a los ingresos familiares: servicios, agroturismo y también fomento para la venta de productos propios como plátanos / bananos, yuca, ñame, frutas, verduras y productos ecológicos.

Hoy y siempre debemos celebrar el Día Nacional e Internacional de la Mujer Indígena, trabajando día a día, cada organización de las mujeres de la comarca, cumplen con sus metas plasmadas. Y la AMRD se ha propuesto seguir luchando y construyendo el mañana. De ahí, lo más importante es fomentar la educación con paridad de género, educar con igualdad y visibilizar a las emprendedoras (e inversoras) para que se conviertan en referentes a ser imitadas.

Nuestra sociedad gunadule, a nivel comarcal, como a nivel nacional y regional sigue teniendo que hacer frente a retos fundamentales para alcanzar la igualdad real y efectiva. A pesar de la igualdad reconocida en la Constitución, en nuestro ordenamiento jurídico y en Gunayar Igardummadwala (casi no hay nada sobre las mujeres) y de los significativos progresos hechos en los últimos años, persisten discriminaciones que han sido destapadas por la pandemia COVID 19, van desde las formas más extremas, mujeres víctimas de violencia, a las menos perceptibles u ocultas que se dan día a día en todos los ámbitos, como el de las mujeres y niñas con discapacidad.

En las mujeres está el poder de cambio de los pueblos, así como el pegamento social de las comunidades. A través del emprendimiento de las mujeres, se consigue revertir la masculinización y despoblación tan acuciante en la comarca, siendo ellas los motores de la economía de la comarca, quienes se creen sus propias oportunidades, verán en las comunidades como un lugar en el que es apetecible quedarse y vivir.

El impulso para las emprendedoras de la AMRD es la empatía y la escucha, para aterrizar su iniciativa que durará doce (12) meses, con apoyo del Fondo Centroamericano de Mujeres. Es por ello que el emprendimiento que realicen las mujeres es una importante oportunidad para las comunidades de la comarca con dificultades de empleo.

La actitud emprendedora de las mujeres, por encima del emprendimiento empresarial, facilita que ellas rompan con los roles tradicionalmente asignados (amas de casa, cuidando a los niños, entre otros trabajos domésticos), siendo más libres, atreviéndose, asumiendo el riesgo de error, aprendiendo, desarrollándose y, en definitiva, aumentando su capacidad de toma de decisión y/o empoderamiento.

 

1 de septiembre de 2021

CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN DE TERRITORIOS DE PUEBLOS INDÍGENAS, BASADOS EN EL SABER Y CONOCIMIENTOS DE SUS COMUNIDADES

Geodisio Castillo

Los pueblos indígenas siempre han considerado que esta tierra es sagrada y que el bienestar y la salud del planeta entero dependen de su salud y conservación. Esta visión es la que motivó y sigue motivando a los pueblos indígenas a mantener la conservación y restauración de sus territorios. Tierras hoy en día usurpadas al que se enfrentan por derecho a su recuperación; tierras ancestrales degradadas y restaurar nuevamente su vitalidad, tal y como existían antes de la expansión de la agricultura occidental y la deforestación.

Una vida, un trabajo, una educación entre la naturaleza de Bingandi, Gunayala.  Foto: Gubiler, 05/2021

            Los españoles a su llegada a Abia Yala[1] impusieron ciertos cambios en la agricultura de los pueblos indígenas, rompiendo el sistema tradicional y ritual, e implantaron una dependencia a los monocultivos y a la alimentación. Obligaron a los Mayas a cultivar lo que sus nuevos amos demandaban, surge entonces el monocultivo del maíz y del frijol destruyendo los ecosistemas y a la civilización Maya (Vargas 1995)[2].

Los pueblos indígenas como las comunidades locales tienen una fuerte conexión con las tierras, lo que se pueden observar en las prácticas agroecológicas que tienen un componente importante de conservación de ecosistemas naturales. Esta conexión con su medio natural ayuda a conservar áreas únicas de cada región y protegen las cuencas que proporcionan agua potable a las personas de las tierras bajas.

Los líderes de los pueblos originarios tienen su propio estilo de conservación que es tan efectivo – sino más efectivo – que los esfuerzos convencionales. Tradicionalmente los líderes comunitarios y líderes espirituales se congregan para dialogar y decidir cuáles de las tierras han quedado exhaustas por causa de la sobreexplotación y no deberían usarse para los cultivos. Entonces trasladan los cultivos a otros sitios, permitiendo que la naturaleza haga su trabajo de recuperación o restauración del paisaje forestal (Castillo 2001; Conklin 1963; Cooke 1998; Holdridge 1987; Sánchez 1995; Vélez y Vélez 1995; Warner 1994). Este principio de diálogo[3], es la que aún prevalece fuerte en las comunidades gunadule[4]. El diálogo es el principio que hace que la participación[5] sea efectiva en las comunidades para conocer, resolver o buscar alternativas a la situación ambiental, social y económica de la sociedad gunadule.

Enfrentando a problemas ajenos: pérdida de biodiversidad

La deforestación y la degradación de los bosques es el mayor causante de la pérdida de la biodiversidad se calcula que anualmente desaparecen en todo el mundo 178 millones de hectáreas de bosque, principalmente en los trópicos (FAO y PNUMA 2020). Tradicionalmente, la tierra deforestada es debido a causa del cambio de usos de la tierra o destinado sobre todo para la producción de cultivos alimentarios y usos ganaderos (FAO y PNUMA 2020; Sánchez 1995; TFD 2008). Según la FAO y PNUMA (2020), 55% de los bosques plantados, “otros bosques plantados”, son bosques que pueden parecerse a los bosques naturales maduros y comprenden bosques establecidos para la restauración de los ecosistemas y la protección del suelo y el agua.

En cualquier país, los cambios económicos provocan cambios aún más significativos en los recursos naturales y el ambiente del país en cuestión. Este principio es especialmente aplicable a los países en desarrollo, en los que la explotación del capital natural desempeña un papel determinante en el crecimiento económico, aun cuando a menudo dicho crecimiento no contribuya al desarrollo, sobre todo en regiones sujetas a deforestación (TFD 2008).

Hay impulsores directos e indirectos (FAO y PNUMA 2020; CDB 2006) que causan la pérdida de la biodiversidad, y uno de ellos es la pérdida de hábitat por la deforestación por el cambio de uso de tierra[6]. Entre los impulsores indirectos tenemos: demográficos, económicos, ciencia y tecnología, sociopolíticos, culturales y religiosos. Estos factores nos llevan a la demanda de alimentos y de energía. Estas demandas contribuyen directamente a la explotación excesiva de recursos, cambio de hábitat (deforestación), contaminación por nitrógeno y fósforo (agroquímicos), especies invasoras o exóticas y el cambio climático, lo que conlleva finalmente a la pérdida de biodiversidad.

La deforestación como causante principal de la pérdida de la biodiversidad es debido a la pobreza[7], según los gobiernos, porque la conservación de la biodiversidad usualmente no es una prioridad social para los gobiernos. Los cambios económicos provocados por el auge de las exportaciones (como, por ejemplo, los asociados al petróleo y los minerales); los subsidios agrarios; la demanda de productos agrícolas, los monocultivos y la ganadería, las distorsiones del mercado, como las causadas por restricciones a las exportaciones durante largo tiempo, y una mala gestión de la tierra o los bosques, han afectado los sistemas agroecológicos tradicionales de uso de la tierra de los pueblos indígenas (Sánchez 1995; TFD 2008).

Según la FAO y PNUMA (2020), La expansión agrícola sigue siendo la principal causa de deforestación y fragmentación del bosque y la pérdida asociada de biodiversidad forestal. Irónicamente, la resiliencia de los sistemas alimentarios humanos y su capacidad de adaptarse a los cambios futuros dependen de esa misma biodiversidad, en especial de las especies arbustivas y arbóreas adaptadas a las tierras secas que ayudan a combatir la desertificación; las especies de insectos, murciélagos y aves que habitan en los bosques y polinizan los cultivos; los árboles con sistemas radiculares extensos que se encuentran en ecosistemas montañosos y que evitan la erosión del suelo, y las especies de manglares que favorecen la resiliencia ante la inundación en zonas costeras. Al acentuarse los riesgos para los sistemas alimentarios por el cambio climático, la función de los bosques de captar y fijar carbono y mitigar el cambio climático es cada vez más importante para el sector agrícola.

A partir de nuestra propia historia: conservar y restaurar tierras

Los bosques tropicales son ecosistemas de biodiversidad donde las especies han evolucionado de manera distinta, permitiendo el auge de especies de flora y fauna que no se encuentra en ningún otra parte del mundo.

Durante milenios, los agricultores de todo el mundo han empleado los conocimientos agroecológicos, también llamada agricultura biológica, orgánica o ecológica, agro-forestal para proteger los cultivos de las plagas, infecciones de hongos y de virus. Entre las técnicas muy sofisticadas están la alternancia de múltiples cultivos intercalados o policultivos (Castillo 2001; Vargas 1995).

Los agricultores gunadule utilizaron los recursos naturales renovables en la aplicación de abonos naturales u orgánicos, tales como gwiba - coquillo (Jathropha curcas), obserdulub sigagid (cycas - Zamia skinneri y Z. cunaria), masar - caña blanca (Gynerium sagittatum) su parte blanda, sidsi o sabdur - jagua (Genipa americana) triturada para mezclarlos con las semillas y también iglisaa para mezclarlos con la tierra, donde se van a sembrar. El uso de iglisaa, residuos que dejan las hormigas (igli) cortadoras, aunque destruyen los cultivos, es resaltado por Ramírez y Calle (2003), que estos al recolectar y concentrar grandes cantidades de hojas, las hormigas enriquecen el suelo. Además, mejoran las propiedades físicas del suelo; así, el drenaje y la aireación son localmente modificados por los nidos. Estos cambios particulares inducen patrones particulares de asociación de la vegetación.

Adaptando los cultivos al ambiente local, diversificándolos (policultivos), de esta forma los agricultores indígenas no usan agroquímicos, integran el manejo del sistema agroecológico en su totalidad, maximizando los beneficios a largo plazo, valorando la salud ambiental y humana y por lo tanto conservando los recursos naturales y ecosistemas existentes en los cultivos y sus alrededores, protegiendo el suelo de la desnutrición, la erosión y la infestación por malezas y plagas (Castillo y Beer 1983; Castillo 2001; Vargas 1995). Este sistema de manejo agrícola indígena no destruye el bosque, sino que lo reemplaza con una serie sucesoria de rebrotes creando variedad de ecozonas (Nations y Nigh 1978), permitiendo cosechar varios cultivos, recolectar plantas silvestres y, mejorar la caza (Ventocilla, Herrera y Núñez 1992).

            Hay cuantiosa información sobre la capacidad del pueblo gunadule, informaciones generales y específicas sobre el uso de la tierra, plantas y animales (Ventocilla, Herrera y Núñez 1992). Esta práctica de uso del suelo tiene sus propias acepciones en cada cultura[8], llamase agricultura migratoria, roza, monte, rastrojo, conuco, chagra, nainu, neubata egoro, pickaajem jep, milpa, slash and burn, shifting cultivation, swidden farming, entre otros (Castillo 2006; Conklin 1963; Holdridge 1987; Sánchez 1973). Sistemas que eran considerados hasta hace poco perjudicial o en detrimento al uso del suelo, lo que ha demostrado lo contrario (Bolaños 1995; Conklin 1963; Salas 1987; Vélez y Vélez 1995; Warner 1994).

            Son conocimientos aplicables para incrementar la producción y manejo forestal y agroforestal, también para identificar los usos y manejo de árboles, plantas silvestres o cultivadas y los sistemas agroecológicos y/o agroforestales existentes en el área (Castillo 2001; Ventocilla, Herrera y Núñez 1992). Sobre especies arbóreas y de especies cultivadas que se siembran en combinaciones, e infinidades de combinaciones multiestratificadas, Castillo y Beer (1983), cita 72 combinaciones agroforestales, solamente para la región Gardi en la Comarca Gunayala. Entre estos intercalados aparecen 48 especies de árboles y 16 cultivos entre anuales y perennes. Hay 36 especies de árboles que sirven para construir cayucos. Para leña utilizan 32 especies, para la construcción de chozas tradicionales se utilizan 40 especies de árboles que sirven de postes o estructura. Muchos productos forestales y no maderables provienen del bosque para uso artesanal, medicinal y alimento. El mejor techo de una vivienda gunadule y con duración hasta más de 20 años aproximados es la hoja de la palma werug (Manicaria saccifera), muy cotizado entre las comunidades, el valor de la hoja se encuentra entre los 0.25 a 0.35 centavos el balboa[9]. El sargi (Heteropsis oblongifolia)[10], es una liana, planta que germina sobre el suelo y las plántulas trepan a un árbol huésped en el dosel bajo. Una vez que el tallo se ha establecido, descienden las raíces aéreas y eventualmente maduran y se expanden en el suelo. Las raíces fuertes y flexibles de esta liana sirven de material de amarre en construcción de las viviendas gunadule y también sirven en cestería.

Las comunidades indígenas de Huastec de México han desarrollado formas de gestión forestal en las que cultivan más de 300 plantas diferentes en una mezcla de pequeños huertos, campos agrícolas y parcelas de bosque. Los Quechua y Aymara de los Andes cultivan hasta 500 variedades de papas en las terrazas. Los indígenas de la cuenca Amazónica pueden cultivar hasta más de 100 productos en 1 ha. de bosque quemado y desmontado. O como los Sikuani de Colombia y Venezuela que han desarrollado en su conuco una horticultura de tumba y quema basada en el cultivo de la yuca amarga (Manihot esculenta) con una gran variedad y asociadas a otros cultivos (Rojas 1994). Los Ye’kwana de Venezuela manipularon 60 variedades de yuca (Manihot spp.) y los Sanema cultivaron 8 variedades de bananos y plátanos en sus conucos rotatorios (Colchester, Silva y Tomedes 2004). Los agricultores gunadule del sector Gardi (Urgandi) han desarrollado en su nainu una horticultura de tala y quema basada en la yuca amarga con algunas variedades y dejan asociar a la Mucuna spp. o gabidubaled (frijol abono o terciopelo)[11], cuando van cosechando la yuca. Finalmente, la Mucuna domina toda la plantación, como cultivo de cobertura, hasta el nuevo período de siembra de yuca; es decir, que la Mucuna se deja en barbecho por varios años, para que el suelo recupere su fertilidad. La Mucuna no necesita ser resembrada, porque las abundantes semillas que producen caen al suelo, hasta que la lluvia lo vuelve a regenerar. La biodiversidad en los sistemas agroecológicos indígenas es un indicador de un ecosistema saludable.

La chinampa, huerto flotante típico de la agricultura Azteca, donde se cultivaban flores y legumbres. Los cultivos se realizaban sobre las balsas que contenían una capa de tierra o lodo para fertilizar, flotando en lagos y canales de ríos de aguas tranquilas. Los Mayas desarrollaron prácticas hortícolas denominados ka’anche (almácigo elevado), lo cual permite producir hortalizas y semillas, que luego serán trasplantadas para su cultivo en el suelo (De León 1988)[12]. Además, desarrollaron una agricultura intensiva de riego, construyeron canales de riego y de desagüe, terrazas artificiales de cultivo hechas en la región de Becán e Xpuhil (Vargas 1995). En la Amazonía Colombiana del medio Caqueta se desarrolló la agricultura de chagras, un sistema de barbecho de cortos períodos de utilización y abandonos, un sistema agroforestal dinámico (Vélez y Vélez 1995). Los Incas construyeron cuencas artificiales, con terrazas que reproducía diferentes zonas ecológicas, la cual servía como un indicador de cualquier fluctuación anual mínima de la esperada productividad de muchas zonas ecológicas del imperio incaico. Además, en el altiplano de los Andes desarrollaron la agricultura de cochas y de camellones o waru-waru (Quechua - campos elevados) (Altieri 1999; Erickson 1986). Las cochas o lagunas artificiales se crearon en las punas usadas para cultivar y para dar de beber al ganado. Estas lagunas pueden ser redondas, alargadas o rectangulares, y están compuestas por un gran número de surcos simétricos que recolectan el agua de las lluvias y la conducen entre los camellones de los surcos. Los waru son construidos para mejorar el drenaje y para lograr modificaciones climáticas y micro-ambientales tendientes a mejorar el suelo, las tasas de crecimiento, y el control de la humedad (Erickson 1986)[13]. Se han detectado sistemas de este tipo en diversas regiones tropicales de Abiayala, tanto en tierras bajas y altas (Erickson 1986)[14]. Los indígenas de las amazonas clasificaron el uso de la tierra (De León 1988)[15], con distinciones jerárquicas en relación con tributarios de los ríos en: (1) a lo largo de las avenidas de agua, (2) entre las avenidas de agua y en a) permanentemente inundadas b) estacionalmente inundadas, c) no inundadas.  La chinampa, el ka’anche, la cocha, el waru-waru son sistemas que han sido efectivos para la irrigación, drenaje, mantenimiento de la fertilidad del suelo y manejo y control de plagas y enfermedades (Posey 1999).

A partir del saber y el conocimiento de los pueblos indígenas hay mucho más que saber para conservar y restaurar los territorios. Han demostrado y siguen demostrando que estos conocimientos son tan válidos y fundamentales como los de los “expertos” científicos o planeadores sociales; tanto es así, que en los últimos años ha ido creciendo el interés por conocer más sobre el tema (Bolaños y Sánchez 1995; Cabrera y otros 2001; Conklin 1963; Posey 1999; Salas 1987; Warner 1994). Lo que falta es sistematizarlos. Los pocos estudios realizados en la Eco-Región Darién-Guna y los proyectos ejecutados en materia agroecológica insisten en recomendar la sistematización e innovación de los modelos prevalecientes de los sistemas agroecológicos de manejo forestal y agroforestal a partir del conocimiento local (Castillo 2006).

El sistema de nainu familiar, para conservar y restaurar tierras

La agricultura de nainu[16] entre los gunadulegan (plural de gunadule) o la agricultura neubata egoro y pickaajem jep entre los embera-wounaan, son sistemas agroecológicos sofisticados y complejos adaptados al ambiente tropical, es una agricultura orgánica y sostenible que tiene relación entre el bosque, el barbecho o conservación de suelos y cuencas (Castillo 2001, 2006). Los sistemas agrícolas de nainu o parcelas de siembra se desarrollaron bajo la unidad de producción familiar, al que se le conoce sistema de producción agroforestal de nainu familiar, como casi todos los sistemas alimentarios de la agricultura indígena (Sánchez 1995; Vélez y Vélez 1995). Con el tiempo o por influencias exógenos la agricultura de nainu bajo la unidad de producción familiar pasó a ser comunal, esta forma de trabajar está presentando problemas[17] para el desarrollo sostenible. Actualmente existen seis categorías de tenencia: tierra heredada, tierra propia, tierra familiar, tierra comunal, tierra de asociaciones o grupos y tierra prestada (Castillo y Beer 1983; Castillo 2001).

Castillo (2001) indica que la forma utilizada para conservar acceso a la tierra en Gunayala, es la plantación de árboles útiles en sus sistemas agrícolas, asociado a una gran diversidad de especies vegetales, denominado nainu por los gunadulegan, lo que, además, permite una gestión sostenible de los suelos de ladera, muy frágil a la erosión. La agricultura de nainu familiar también es practicada en tierras planas costeras, humedales y aluviales. Se caracteriza por una serie de actividades: cultivos en nainu familiar, tala y quema, recolección, caza y pesca. Aprovechamiento de métodos naturales para la renovación de la fertilidad de los suelos, sobre todo el método de "rotación de tierra o parcela" o dejando la tierra en barbecho con labranza “cero”.

Los estudios han demostrado que la agricultura de nainu familiar, asociado a una gran diversidad de especies forestales y vegetales, sustituyen de una u otra forma al bosque o sirven de cinturones para que lo agricultores gunadule no avancen a los bosques naturales de la cuenca alta, no ha sido un obstáculo para proteger el bosque o los ecosistemas naturales (Castillo 2001).

La planificación del uso de la tierra es una actividad antigua (Holdridge 1987). Y es así, porque el agricultor gunadule zonifica en el terreno el uso de la tierra, basado en la cuenca, para su mejor manejo, porque el nainu familiar se convierte en la unidad de manejo. Frente a cada comunidad los terrenos se encuentran zonificados para su uso productivo. La franja costera sin manglares se usa para el cultivo de ogob (Cocos nucifera), si hay presencia de manglares le sigue el cultivo de ogob, combinados en su mayoría con cultivo de masi. La cuenca es la base agroecológica de los cultivos de producción por nainu, luego lo siguen los cultivos en laderas, el bosque de producción para recolectar plantas medicinales u otros productos forestales y forestales no maderables (ver, Esquema 1).

Esquema 1: Zonificación o planificación gunadule de uso de la tierra

La agricultura neubata egoro y pickaajem jep, de los embera y wounaan, es una forma agroecológica amigable con la tierra. Pero estos conocimientos tradicionales van perdiéndose rápidamente, igual ocurre con los Ngäbe-Bugle, y que aún, el gunadule lucha por mantener. El efecto de la devastación cultural y ambiental y la imposición de un solo modelo de desarrollo tiene como consecuencia inmediata el proceso de cambio cultural, siendo esto muy fuerte en las nuevas generaciones, dejando de ser receptoras de la transmisión de los saberes y conocimientos o viceversa, ya no se transmiten estos conocimientos a la nueva generación (Cabrera 2001; Castillo 2001; CGK 2006; Ríos y Mora 2008; Vélez y Vélez 1995).

Según Castillo (2006), los embera-wounaan generan ingresos a través de la producción de plátanos y la artesanía. Para la artesanía utilizan la palma tagua (Phytelephas seemannii) y el cocobolo (Dalbergia retusa) para hacer tallados y para la cestería utilizan la palma chunga (Astrocaryum standleyanum). La chunga es una palma bien cotizada que ha llevado a su posible extinción de la especie. La chunga está siendo sobreexplotada, camino a la extinción, nace en medio del bosque y se aprovecha talándolo para obtener mayor provecho de las hojas, que es el material base para la cestería. No se resiembra. Lo que nos indica que ahí, los conocimientos no se están transmitiendo.

Por otra parte, los saberes y los conocimientos persisten, según observaciones de Castillo (2006), el sistema agroforestal del cultivo de plátano (Musa spp.) asociado al guarumo (Cecropia peltata), que practican los pueblos embera y wounaan, tiene una finalidad - minimizar el ataque de la sigatoka negra (Mycosphaerella fijiensis Morelet). Pero el sistema agroforestal fue remplazado por plantaciones puras o monocultivos de plátanos, introducida por expertos en cultivo de plátanos o prácticas traídas de las bananeras. Esto ha llevado pronto al ataque de la sigatoka. Pero el tiempo le ha dado volver a experimentar o volver a la práctica de cultivo bajo sombra no tupida como es el de guarumo. Las observaciones que han hecho, es que la sigatoka ataca menos. Desde entonces este sistema nuevamente se ha implantado y va extendiéndose por todas las plantaciones de los productores. Además del asocio con el guarumo también combinan el cultivo con yuca, achiote, árboles frutales, entre otros. Con este sistema se vuelve a conservar y restaurar el bosque.

Otros sistemas agroforestales secuenciales lo encontramos en el kebun talun, desarrollados por los indígenas de las islas de Java Occidental. Igual que en el sistema de nainu familiar gunadule, en este sistema las parcelas no se abandonan luego del ciclo de cultivos anuales, sino que se practica un barbecho planificado, que consiste en el aprovechamiento de las condiciones de las parcelas en descanso y se cosechan algunos productos (Castillo 2001; OTS, CATIE 1986). Los indígenas Bora de la Amazonía peruana, desarrollaron el enriquecimiento de los barbechos, que consisten en la siembra de especies aprovechables en los campos de barbecho, de tal manera que las parcelas se continúan utilizando hasta el restablecimiento del bosque, de ahí se convierten en lugares adecuados para la caza (OTS, CATIE 1986).

Los huertos familiares o casero, es un sistema agroforestal simultáneo, que juega un papel muy importante entre los agricultores gunadule y de hecho de la familia (ver, Fig. 1). Esta práctica agrícola es de uso intenso, y se realiza en zonas costeras planas y de suelos aluviales y en nabba sidsid (suelo negro), y en forma pasajera en suelos aluviales de buggi[18]. Este suelo es el más preferido por ser un suelo fértil que puede mantener la producción de los cultivos por largo tiempo (de 5 a 10 años) y dejarlo en barbecho por menos tiempo. El uso del fuego controlado es más frecuente, para eliminar la vegetación secundaria. En este sistema, la inclusión de árboles dentro de la parcela no es muy frecuente, debido al uso del fuego. A pesar de esta restricción, se dejan los linderos de árboles y la regeneración natural del bosque es común, y la práctica del asocio de cultivos con árboles maderables y frutales. Este sistema de uso intensivo ha mermado la fertilidad del suelo; estos suelos ricos en nutrientes hoy ya no lo son y de ahí que la producción agrícola y forestal gunadule está teniendo problemas para alimentar a su población (CGK 2006).

Fig. 1. Sistema agroforestal simultáneo – agricultura de nainu o huerto familiar gunadule

Otro ejemplo del sistema agroforestal simultáneo o huertos casero o familiares son las chinampas ya descritas en líneas superiores, también tenemos el pekarangan huertos familiares de Java, la cual han sobrevivido durante nueve siglos. En realidad, la falta de hileras ordenada y limpia de vegetación es la que permite a los pekarangan producir sus propios fertilizantes naturales y mantenerse libres de erosión aún en áreas críticas con manejo deficiente (OTS, CATIE 1986).

Barbechos: sistemas agroecológicos indígenas

La práctica común en una agricultura de nainu familiar de ladera, son cultivos continuos de duración entre 1 a 6 años. Pero aún persiste el conocimiento de dejar, luego de los cultivos, las parcelas en descanso o en barbechos por más de 4 a 14 años – nainu nussuggwa (parcela de bosque secundario joven); actualmente muy pocos dejan que el nainu sered (parcela de bosque secundario maduro) se desarrolle hasta 20 años o más. Pero la gran mayoría tiende a utilizar nainu madduled (parcela de rastrojo o matorral), de 1 a 3 años de descanso. Lógicamente cuando hay cultivos mixtos, hay la tendencia a alargar el tiempo de cultivo comparado con cultivos puros o monocultivos.

La tendencia de acortar el tiempo de barbecho es negativo para que el suelo recupere su fertilidad o su salud, esta práctica ya es común en casi toda la agricultura de los pueblos indígenas y campesinos (Castillo 2010; Holdridge 1987). De ser así, no estaremos contribuyendo a restaurar nuestro paisaje forestal, estaríamos contribuyendo a la muerte de nuestros hermanos árboles, al bosque mismo, dejando sin vestimenta a nuestra Madre – Tierra (ver, Esquema 2).

Los agricultores gunadule conocen que la fertilidad del suelo está relacionada a la existencia de los árboles. Por eso prefieren trabajar la tierra en bosques maduros, porque saben que pueden obtener buenos cultivos (Castillo 2001).

Después de la roza suelen dejar que el suelo descanse, para desarrollar o regenerar una vegetación de barbecho, compuesto de arbustos y árboles, la cual poco a poco restablece la capa vegetal y fertilidad del suelo, restablece el agotamiento del suelo, controla la erosión, malezas y plagas, para asegurar una nueva cosecha en el mismo lugar (Bolaños y Sánchez 1995; Castillo 2010; Cooke 1998; Holdridge 1987; Vargas 1995). Establecen negsered (bosque secundario), un jardín botánico con plantas medicinales y/o cultivos perennes (vegetación de barbecho).

Esquema 2: Sistema de conocimiento tradicional guna de uso de la tierra

El barbecho está relacionado con el conocimiento del agricultor guna sobre los diferentes tipos de suelo (nabba) y ecosistemas forestales y lo asocia con la presencia de especies de árboles y plantas en el lugar (Castillo 2001, 2006). Por lo tanto, saben qué cultivos son aptos para cada suelo, siendo el color el principal criterio que usan para distinguirlo. Conocen cuatro grupos principales de suelo: nabba sidsid (suelo negro), nabba ginnid (suelos rojo), nabba gorogwad (suelo amarillo) y nabba gudurgwagwad (suelo chocolate). Estos tipos principales de suelo se dividen a su vez de acuerdo a sus propiedades, la palma werug (Manicaria saccifera), masar - caña blanca (Gynerium sagitattum) oros sibbu o ginnid - arroz blanco o rojo (Oriza sativa y O. rufipogon) y gay - caña de azúcar (Sacchrum officinarum) se siembran en nabba madda (suelo húmedo o pantanoso). Además este tipo de suelo sirve de alternativas para la recuperación del paisaje forestal y degradación de suelos para salvaguardar sus valiosos pero frágiles bosques. Porque los suelos donde crecen estas plantas son pantanos o turberas y, por lo tanto, son sumideros de carbono y su conservación contribuye a la mitigación del cambio climático.

Las parcelas desbrozadas y quemadas en laderas se utilizan inmediata o principalmente para los cultivos de oba - maíz (Zea mays), oros arroz (Oriza spp.), mama - yuca (Manihot esculenta) y masi - guineo/plátano (Musa spp.). Como por lo general las parcelas que se sitúan allí están en zonas de nabba ginnid (suelo arcilloso rojo y pesado), los cultivos no pasan de 1 a 3 años, en algunos casos hasta 5 años y dejado en barbecho por 15 a 20 años o más. En napa gorogwad (suelo de color amarillo claro) de textura más liviana el barbecho es de 4 a 8 años. Esto es conocer a la naturaleza, porque el suelo donde se trabaja es pobre, expuesto a la erosión, al lavado de nutrientes por la lluvia y a la degradación por el efecto del sol.

El barbecho es la vegetación que crece en un área durante un período de descanso, que por lo general no es suficientemente largo para que reaparezca la vegetación original. En el uso de la tierra hay una secuencia que se inicia con el barbecho de bosque (más propiamente roza), barbecho de matorral, barbecho de malezas, cultivos anuales y cultivos múltiples (Castillo 2001, 2010; Raintree 1987). Se pueden distinguir dos tipos de barbechos:

 

ü  barbecho económicamente mejorado, donde las plantas económicas son introducidas al barbecho y;

ü  los barbechos biológicamente mejorados, donde las plantas son introducidas por su capacidad de restaurar la fertilidad del suelo o suprimir el crecimiento de malezas

El barbecho mejorado

El período de barbecho se puede acortar seleccionando los árboles que tienen la capacidad mayor de fertilizar el suelo. Dentro de la roza se encuentran muchas características del barbecho mejorado, ya que los agricultores indígenas generalmente seleccionan los árboles que van a quemar y cuáles van a dejar protegidos para uso medicinal, económico y alimentario para luego cosecharlos (Castillo 2001, 2006; Kass 1998; Vélez y Vélez 1995). Estos árboles son generalmente: especies leguminosas que fijan nitrógeno, especies de rápido crecimiento, especies que rebrotan de raíz, cuyos tocones se dejan en el campo durante el período de cultivo, especies medicinales, especies maderables, especies no maderables y especies frutales.

Estas prácticas indican en conjunto un alto potencial de manejo, conservación y restauración de tierras. Muchos árboles y plantas hacen esta función, como la uña de gato (Uncaria guianensis y U. tomentosa), planta nativa medicinal muy utilizada en el trópico de Centro y Suramérica. Es una liana trepadora, leñosa y voluble que crece entre las rozas y su tallo es fuente de agua potable. La uña de gato es una planta de crecimiento agresivo, su habilidad para brotar a partir de secciones del tallo y para recuperarse después de la tala y la quema, así como su estrecha asociación con paisajes antrópicos, indica en conjunto un alto potencial para el manejo (Alexiades 2004a).

Sangre de drago (Croton lechleri), especie pionera que crece en claros o rozas abandonadas, ambiente ideal para que el Croton crezca rápido vertical y en diámetro. Además tiene la capacidad de rebrotar a partir de estacas cortadas. Así como la uña de gato, el Croton tiene una estrecha asociación con desmontes antrópicos, los cuales indican en conjunto un alto potencial para el manejo, conservación y restauración de tierras (Alexiades 2004b).

Esta forma de seleccionar y plantar árboles para restablecer la fertilidad del suelo, se llama barbecho mejorado. En otras palabras, si lo dejamos más tiempo estamos alimentando a la Madre Tierra, lo estamos nuevamente vistiéndola de verde, estaríamos conservando la biodiversidad y restaurando la tierra.

Territorios con biodiversidad marina-costera  

Su conservación y restauración es parte del ecosistema forestal. La salud de los recursos marino-costeros, como los manglares, particularmente los arrecifes coralinos, que es hábitat principal de muchas especies marinas, como la langosta, el pulpo, la tortuga dependen de la existencia de los bosques. La destrucción de los bosques repercute en la vida marina-costera.

Si arriba talamos y quemamos sin compasión y hacemos lo mismo con los arrecifes, estaremos destruyendo nuestra propia existencia. Las causas más comunes señaladas por Castillo (1992), es la destrucción de los arrecifes coralinos, por la pesca intensiva de la langosta. Y lo otro, porque la población actual residente en el archipiélago de Gunayala ya superó su máxima capacidad de carga, obligando a los comuneros destruir los arrecifes para rellenar y expandir así la superficie de sus islas. La sobrepoblación gunadule en el archipiélago ha hecho que el uso tradicional de los recursos del arrecife se haya transformado en una forma común de impacto ambiental, ya que se ha ignorado la principal función de barrera natural de los arrecifes, la cual protege las islas del oleaje directo evitándose la erosión (Castillo 1992; Guzmán y otros 2002).

Según estudios realizados por Guzmán y otros (2002), en la Comarca Guna, hasta el momento un 23% de los arrecifes se encuentran en su estado natural el resto ha sido destruido en su mayoría por la acción de sus pobladores[19]. Lo contrario ocurre en el área protegida de Narganá (Corregimiento de Narganá) de la Comarca Guna, donde los arrecifes prevalecen 75% en estado natural. 

Las áreas naturales protegidas = soluciones naturales

La deforestación y degradación de los bosques está llevando al planeta a un colapso global - el cambio climático, tienen causas ocultas o subyacentes, su solución radica en la naturaleza misma, en el conocimiento tradicional local de nuestros pueblos. Las áreas protegidas constituyen una parte esencial de la respuesta. Si los bosques presentes en las áreas protegidas fuesen administrados desde la concepción cultural y espiritual de los pueblos indígenas, conservando y restaurando los bosques del que dependemos a diario (Castillo 2001; Mallarach 2008; Posey 1999; Ventocilla, Herrera y Núñez 1999), enfrentarían las causas del cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero producto de la deforestación y degradación de los bosques (REDD), (FAO y PNUMA 2020; TFD 2008).

Los bosques de la eco-región Darién-Guna, es una gran área protegida natural, que mitiga almacenando o previniendo la pérdida del carbono que ya está presente en la vegetación y los suelos, y captura o secuestra más dióxido de carbono de la atmósfera en los ecosistemas naturales. Adapta, protegiendo a mantener la integridad del ecosistema, el clima local, reduciendo los riesgos e impactos de eventos extremos como tormentas, sequías y aumento del nivel del mar. Abastece, manteniendo los servicios ecosistémicos fundamentales que ayudan a las personas a adaptarse a los cambios relacionados con suministros de agua, pesquerías, enfermedades y productividad agropecuaria originados por el cambio climático.

Los sistemas naturales de áreas protegidas tienen la ventaja de constituir ya herramientas de gestión de los ecosistemas tanto eficaces y exitosas como económicas, acompañados de sus respectivas leyes y políticas, instituciones de gobernabilidad y gestión, conocimientos, personal y capacidad propia de los pueblos indígenas. Contienen los únicos grandes hábitats naturales remanentes en varias zonas. Existen oportunidades para incrementar sus conexiones a nivel del paisaje (Bennett 2004) y su gestión efectiva para fortalecer la resistencia de los ecosistemas al cambio climático y salvaguardar los servicios vitales de los mismos (ANAM 2009).

La protección y conservación de los recursos naturales y biodiversidad forestal y agrícola, no es tarea de vigilancia. El asunto no es solo vigilar con voluntarios de las comunidades que participan en la “vigilancia comunitaria”, el asunto va más allá de la simple protección. El asunto es gestionar la conservación y restaurar las tierras de uso tradicional.

El Congreso General Guna debe tener sus propios Guardabosques, porque lo puede, capacitarlos en la conservación, protección, educación en conservación, investigación, y restauración del paisaje forestal, a partir del conocimiento propio del pueblo gunadule. Y todos los voluntarios, dirigentes, profesionales indígenas y no indígenas deben participar en estas capacitaciones y acciones que conciernen a los saberes locales y ancestrales, cuya  complementariedad es una necesidad planteada por la sociedad para tomar en cuenta las vivencias, experiencia y conocimientos locales de los pueblos indígenas y comunidades rurales, que aprendieron a manejar sus recursos en forma sostenible y transmiten sus conocimientos de forma diferente a los sistemas educativos convencionales de la sociedad occidental (ANAM 2008).

Nuestras áreas naturales protegidas con sus árboles presentes en ellas no están al azar, contribuyen a dos respuestas al cambio climático: mitigación y adaptación (ANAM 2009). Y eso lo sabemos… Por lo tanto, nuestras áreas naturales protegidas debe ser un todo, y no islas o parches protegidas (Bennett 2004); es decir, que nosotros mismos debemos considerar a nuestros territorios como una biósfera protegida, solucionando y empoderándonos de nuestra propio destino y apoyando a nuestros vecinos, para que la Madre Tierra vuelva a amamantarnos.

A manera de conclusión

Dado el actual proceso de pérdida de los conocimientos desde el saber ancestral y la biodiversidad genética y cultural, es urgente abordar los problemas para buscar alternativas de soluciones. La tarea es que estos conocimientos sean rescatados, sistematizados y aplicados en modelos propios, para la conservación y restauración de tierras, su uso o aprovechamiento racional en beneficio de las comunidades y del país.

Los conocimientos ancestrales sobre la conservación y restauración de tierras, que es el fundamento básico que integra aspectos sociales, ecológicos y culturales, presenta la posibilidad de ayudar a transformar los modelos sostenibles de uso y manejo de los recursos naturales hacia mejores formas de existencia para nuedgudiisaed, yeridodiisaed - “viviendo bien, viviendo alegre”.

La chinampa, el ka’anche, el waru-waru, nainu, en general casi la mayoría de los sistemas agroecológicos indígenas son sistemas que han sido efectivos para la irrigación, drenaje, mantenimiento de la fertilidad del suelo y manejo y control de plagas y enfermedades, de ahí la conservación y restauración de tierras. Su biodiversidad en general y agrícola existentes en los sistemas alimentarios de producción agroecológicos es un indicador de un ecosistema saludable.

Los barbechos como sistemas agroecológicos para conservar y restaurar la tierra es una práctica común en una agricultura de nainu familiar. El objetivo es dejar que el suelo descanse, para desarrollar o regenerar una vegetación de barbecho compuesto de arbustos y árboles (plantas medicinales y de uso doméstico), la cual poco a poco restablece la capa vegetal del suelo y restaura el paisaje forestal

El conocimiento ancestral no es un simple concepto, este conocimiento radica en la memoria histórica de los pueblos indígenas como herramienta para conservar y restaurar la tierra para la producción sostenible de alimentos, rescatando y asegurando el desarrollo de modelos agroecológicos propios de los pueblos indígenas

Nuestras áreas naturales protegidas con sus arrecifes, manglares y árboles presentes, la biodiversidad y la biodiversidad agrícola existentes en ellas no están al azar, contribuyen a dos respuestas al cambio climático: mitigación y adaptación.

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Panamá, septiembre 2021



[1] Abia Yala – idioma guna que significa “tierra en plena madurez”, transformándolo al idioma castellano significa América

[2] De por si la civilización Maya se colapsó por diferencias sociales y militares y no tanto por los aspectos de agotamiento del suelo, la erosión, la sobrepoblación, etc. como pretenden anotar algunos investigadores (Vargas 1995)

[3] Es uno de los principios fundamentales de Balu Wala. Balu Wala: concepto del pueblo guna, que significa árbol de sal, y se refiere a la relación entre Madre Tierra y Pueblos (seres humanos). En donde en la copa del árbol se encuentran los conocimientos (sabiduría y alimentos) conservados y que un día se tuvo que ser esparcido para el conocimiento de las nuevas generaciones. Los diálogos se realizan tres veces al año en la Asamblea General de Onmaggeddummad Namaggaled (Congreso General de la Cultura Guna) y dos veces al año en la Asamblea General del Congreso General Guna (administrativa-política) y cada día en Onmagednega (Congresos Locales)

[4] Gunadule - identidad propia del pueblo de la Comarca Gunayala, al igual de otras comarcas: Madungandi, Wargandi y Dagargunyala

[5] Es el segundo principio fundamental de Balu Wala

[6] Según la FAO y PNUMA (2020), La REDD+ posibilita la identificación de factores impulsores de la deforestación y el desarrollo de estrategias y planes de acción. También comprende un conjunto de salvaguardas ambientales y sociales dirigidas, por ejemplo, a asegurar que las medidas adoptadas sean coherentes con la conservación de los bosques naturales y la biodiversidad y que respeten los conocimientos y derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales

[7] La pobreza como causa, depende de las políticas de Estado, que son las causas ocultas o subyacentes que inducen que los pobres talen y quemen los bosques para su subsistencia

[8] Es el sistema conocido como roza, tala y quema, que son sistemas agroforestales complejos que integran diversidad de huertos mixtos familiares

[9] Actual mente el costo de la palma werug habrá alcanzado hasta más de o.50 centésimos de balboa o dólar americano

[10] Un grupo de 27 científicos provenientes de diferentes países del mundo, propusieron comprobar la hipótesis de que las lianas se hacen más comunes cuando su hábitat se vuelve más seco y sus resultados acaban de ser publicados en mayo en la revista científica Biotrópica. Un segundo estudio relacionado con el Smithsonian, publicado en la revista científica Ecology Letters, encontró que las lianas son especialmente nocivas para aquellas especies de árboles tolerantes a la sombra. Por lo tanto, parece que a medida que los bosques responden a tendencias climáticas secas, el aumento en la densidad de las lianas será una carga para los árboles que suprimirá el crecimiento y la diversidad de especies. Con apoyo del HSBC Climate Partnership Smithsonian estudia el efecto de lianas y cambio climático en bosques. Esta importante investigación nos ayudará a esclarecer la historia de cómo los bosques responderán al cambio climático (tomada de Mónica Alvarado, STRI, alvaradom@si.edu, www.stri.org).

[11] No es cultivo nativo. Gabidubaled también es utilizada para acelerar la fermentación de la caña de azúcar para la chicha fuerte que se toma en fiestas tradicionales del pueblo. Si traducimos la palabra gabi, significa café, dubalet siginifica bejuco – café bejuco; años atrás fue bebida tradicional en la dieta, hoy remplazada por el café (coffea) bebida conocida a nivel mundial.

[12] Vargas, 1983, citado por De León, 1988

[13] Denevan y Turner, 1974, citado por Erickson, 1986

[14] Denevan 1970; 1982, citado por Erickson, 1986

[15] Brownrigg, 1987, citado por De León, 1988

[16] Semánticamente, nainu significa “tierra propia” o parcela de siembra. Es un sistema agroforestal secuencial, utilizado ampliamente por pueblos indígenas y otros grupos humanos del planeta

[17] No solo el sistema comunal de trabajo, sino los diferentes modelos y/o tecnologías utilizadas para incrementar la producción agrícola, como las asociaciones o grupos, cooperativas y familiares, no están dando resultados positivos

[18] Huertos familiares o individuales pasajeros a orillas de los ríos, el suelo aluvial es asociado con la planta «buggi» (Ipomoea sp.). Indicador de tierra fértil para el cultivo principalmente de maíz; se aprovecha la siembra de maíz antes que empiecen las lluvias y arreste la buena tierra

[19] Ante esta situación el Congreso General Guna ha tomado medidas que favorecen minimizar el impacto negativo a la vida marina-costera a través de Resoluciones. Hay resoluciones sobre moratoria para proteger las tortugas marinas y veda para proteger las langostas (marzo a mayo) y otras especies marinas comerciales (como el pulpo).