En este artículo se incorpora
a la construcción de la Soberanía Alimentaria los conceptos y dimensiones de la
Agroecología. Un puente entre dos elementos fundamentales para el cambio del
actual modelo agrario que empobrece al planeta y abate a sus seres vivos.
De dónde venimos
En 1995, participativamente
con las primeras experiencias agroecológicas andaluzas de 'campesinos sin
tierra', definimos a la agroecología como «el manejo ecológico de los recursos
naturales a través de formas de acción social colectiva para el establecimiento
de sistemas de control participativo y democrático, en los ámbitos de la
producción y circulación de alimentos». Se añadía que «tales formas de manejo
habrán de frenar selectivamente el desarrollo actual de las fuerzas
productivas, para contener las formas degradantes de producción y consumo que
han generado la crisis ecológica» a la vez que «tal necesario manejo ecológico
de los recursos naturales, tendrá igualmente, una fuerte dimensión local como
portadora de un potencial endógeno, que, a través del conocimiento campesino,
permita la potenciación de la biodiversidad ecológica y sociocultural y el
diseño de sistemas de agricultura sostenible».
Teniendo en cuenta que la
agroecología se concebía como un proceso de construcción tanto del pensamiento
científico como de la práctica y el pensamiento popular (local, campesino e
indígena), en 2007 en Medellín (Colombia) se trató de incorporar nuevas
aportaciones a la definición desde la perspectiva académica de quienes
procuraban teorizar a partir de la sistematización de las prácticas
agroecológicas. Así, se definió como (i) la consecución del manejo ecológico de
los recursos naturales para, (ii) mediante acciones locales de desarrollo
endógeno, (iii) generar procesos de transformación y sustentabilidad social
entre personas productoras y personas consumidoras, en su acción articulada con
los movimientos sociales para incidir en las políticas públicas. Con ello se
introducían las tres dimensiones propuestas por Graciela Ottmann en la
definición operativa de la agroecología: una Ecológica, de naturaleza
productiva; otra Socioeconómica y cultural, de carácter endógeno; y, una
tercera Sociopolítica, de transformación social.
Aunque se parta de una
dimensión Ecológica, de carácter técnico y meramente productivo, desde ésta (en
su primer nivel de análisis de la explotación o predio agropecuario) se
pretende entender las múltiples formas de dependencia que genera el actual
funcionamiento de la política, la economía y la sociedad sobre la ciudadanía en
general, y sobre las y los agricultores, en particular. La dimensión
Socioeconómica permite, desde los procesos de circulación, crear mercados
alternativos como respuestas endógenas que eviten la extracción del excedente,
construyendo infraestructuras productivas (a modo de sistemas agroalimentarios
locales) conectados en redes de acción económica. La dimensión Sociopolítica
pretende articular las redes productivas en agentes de transformación social
buscando, además, una incidencia en las políticas públicas.
No obstante, aún en 2007 no se
trabajó la relación que debería existir entre agroecología y soberanía
alimentaria, relación que, a todas luces, debiera existir.
DIMENSIÓN PRODUCTIVA:
CONSECUCIÓN DEL MANEJO ECOLÓGICO.
La agroecología surge
demostrando que se puede producir sin química de síntesis y sin petróleo, con
unos rendimientos claramente superiores a los de la agricultura intensiva o
convencional. En el libro de Steve Gliessman se describe con detalle el sistema
de manejo del maíz en el que, sin ningún tipo de tecnología intensiva, «los
campesinos habían estado obteniendo rendimientos por hectárea entre 5 y 10
veces mayores que el promedio de los cultivos convencionales de maíz del área».
Esto está claramente demostrado para la práctica totalidad de los cultivos y no
sólo en términos de rendimientos productivos, sino también energéticos y
económicos. En los años setenta, Leach (demostró tal superioridad analizando en
términos energéticos el comportamiento de la producción, procesado y
distribución de alimentos de 50 sistemas en Estados Unidos, y 85 en el resto
del mundo.
La utilización de semillas
autóctonas, producto de la coevolución histórica de la sabiduría local con las
condiciones específicas aire/agua/suelo/biodiversidad de cada agroecosistema,
constituye el elemento primigenio para un manejo agroecológico. En este
sentido, los bancos locales y campesinos de semillas y su articulación en redes
para el desarrollo de una investigación participativa (agricultores y
agricultoras entre sí y/o éstos con personas técnicas agroecólogas) de
adaptación y libre intercambio en los diferentes agroecosistemas, constituye el
comienzo de la Soberanía Alimentaria. La lucha contra los transgénicos y la
denuncia del deterioro de las personas y la naturaleza son acciones paralelas
irrenunciables.
El desarrollo e intercambio de
tecnologías participativas en finca, incorporando la biotecnología artesanal y
el desarrollo de fuentes energéticas renovables para la autosuficiencia,
constituye el segundo eslabón de este proceso. Las variadas fórmulas para la
diseminación de experiencias complementa este elemento de la Soberanía
Alimentaria como derecho a la solidaridad alimentaria mediante el
establecimiento de una coproducción pública de conocimientos agroecológicos.
La crítica de la Agroecología
a la 'ciencia agronómica convencional' no debe entenderse como un rechazo
generalizado a la ciencia sino su consideración como una parcialidad, junto a
otras formas de conocimiento, ya que juega un rol limitado en la resolución de
los problemas y no puede confundirse, como sucede comúnmente, con la sabiduría.
La ciencia debe ser entendida como una vía de generación de conocimiento, entre
otras necesarias que incorporan un componente ético esencial. En no pocos casos
la ciencia, a aparte de crear conocimiento, se transforma en una estructura de
poder que desarrolla un proceso de recíproca legitimación entre los intereses
beneficiarios del crecimiento económico y el 'sistema social de la ciencia'.
Los primeros reclaman la autoridad basándose en la ciencia, mientras que la
ciencia es ensalzada por el poder de los 'patrones' de la estructura global de
poder político y económico, que financian la investigación y extensión.
El dominio de tal discurso
sobre todas las formas de conocimiento distinto al científico convencional
tiende a excluirlo a los espacios de la mitología y la superstición. El enfoque
agroecológico pretende rescatarlas y revalorizarlas, consciente de que el
conocimiento local, campesino e indígena que reside en los grupos locales,
adecuadamente potenciado, puede encarar la crisis de la modernidad, al poseer
el control de su propia reproducción social y ecológica.
En un modelo alternativo como
la agroecológica, la posición de los equipos científicos, extensionistas, o
agentes de desarrollo rural, no es jerárquica. Implícitamente hay un doble
reposicionamiento, uno respecto a la población agraria o el campesinado y otro respecto
a la naturaleza. Se trata de reequilibrar el poder en distintos ámbitos,
asumiendo los límites éticos al ejercicio del poder y entre la humanidad como
especie y la biosfera. Así, con metodologías esencialmente pero no
exclusivamente participativas, donde los equipos técnicos abandonan su posición
dominante, es posible impulsar propuestas agroecológicas para el medio rural y
así avanzar hacia la soberanía alimentaria.
DIMENSIÓN SOCIOECONÓMICA:
ACCIONES COLECTIVAS A MODO DE SISTEMAS AGROALIMENTARIOS LOCALES
La creciente orientación
mercantil de las producciones campesinas rompe la autonomía de los mecanismos
de reproducción social y económica y termina generando lo que Vandana Shiva
denomina acertadamente 'pobreza por privación material', que arruina otras
valiosas formas de riqueza. Los sistemas agroecológicos campesinos basados en
el manejo de la biodiversidad permiten la producción autónoma de alimentos.
Rotos estos sistemas productivos orientados a la subsistencia y dependientes
del mercado, las familias campesinas se hacen vulnerables a la volatilidad de
los precios de los insumos, el crédito y las mercancías agrícolas. La caída de
los precios agrícolas de mercado como resultado del aumento de los rendimientos
y el aumento comparativo de los costes de los insumos, se traduce en la
reducción de la renta de las pequeñas unidades agrarias sometidas a un doble
estrangulamiento en el mercado. Por esta vía, lo que se presentaba como
solución al 'problema' de la pobreza -culturalmente percibida- se convierte en
la causa del hambre y la privación material de lo necesario para atender las
necesidades humanas básicas.
Por otra parte, en los países
industrializados, el proceso de "modernización" agraria implica la
crisis de rentabilidad de las producciones agroganaderas tradicionales y la
creciente dependencia de las subvenciones públicas, bien sea por sus
subvenciones encubiertas bien sea por la externalización de muchos costes. La
quiebra sociocultural se entrelaza con la económica generando además fuertes impactos
medioambientales como resultado de un circulo vicioso productivista. La
destrucción de los paisajes agroganaderos se entrelaza con la pérdida del
conocimiento asociado a los manejos tradicionales y las oportunidades de vida
en el medio rural. Esta destrucción ecológica se traduce en una mayor
vulnerabilidad productiva del medio rural que refuerza los obstáculos políticos
al acceso a los recursos necesarios para la producción autónoma de alimentos.
La agroecología genera
acciones encaminadas al empoderamiento del proceso de circulación (espacio
entre la producción y el consumo) que permiten preparar el terreno para el
desarrollo de una infraestructura organizativa en la que la agricultura
participativa también busca una mejora del nivel de vida de las comunidades
rurales afectadas, definido éste, desde ellas mismas. Así, es posible plantear
una alternativa que parte del reconocimiento de la necesidad y/o el interés de
trabajar con las comunidades locales en la identificación, diseño,
implementación y evaluación de sistemas locales agroalimentarios desde la
identidad sociocultural de cada comunidad, como método más adecuado para la
resolución de sus problemas.
En este sentido los
diagnósticos participativos y la revalorización de las formas locales de gobernanza
de los recursos naturales, como proceso de acompañamiento a los movimientos
campesinos que desarrolla la Agroecología, pretenden generar mercados
alternativos, donde aparezcan mecanismos que eviten la extracción del
excedente, otro aspecto imprescindible para el buen desarrollo de la soberanía
alimentaria.
LA DIMENSIÓN POLÍTICA: FORMAS
DE ORGANIZACIÓN PARA LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL.
La agroecología constituye una
vía potencial para empoderar a las comunidades locales tanto para la producción
como para el consumo de alimentos. En este sentido tiene una relación directa
con el objetivo político de la soberanía alimentaria que también trata de
revertir el poder sobre la producción y consumo de alimentos a sus sujetos
directos: las personas que producen y comen alimentos.
La importancia central que
tienen los aspectos relativos a la generación de conocimiento y los valores
éticos en los procesos de aprendizaje colectivo hace que lo que generalmente se
denomina como 'manejo' se convierta en 'gobernanza' de los recursos naturales.
Este concepto es el que designa la transformación social y participativa de las
normas, reglas y relaciones de poder que guían la gestión de los recursos
naturales en la perspectiva de los proyectos emancipatorios de los movimientos
sociales, campesinos e indígenas.
La dimensión política de la
Soberanía Alimentaria sólo podrá desarrollarse mediante la articulación de
experiencias productivas con proyectos políticos que pretendan la nivelación de
las desigualdades generadas en el proceso histórico y que busquen por tanto la
transformación social. Esta dimensión genera así grandes vínculos entre la
Agroecología como proceso y herramienta imprescindible para alcanzar la
soberanía alimentaria. Es necesaria la recreación de los sistemas organizativos
que reflejen la multietnicidad de las naciones, aceptando y valorizando la
potencialidad de las diferentes identidades de los pueblos originarios para
generar sus propias estructuras de poder. Estas estructuras son necesarias para
la defensa y control autónomo de sus territorios, los recursos naturales,
sistemas de producción y gestión del espacio rural, semillas, conocimientos y
formas organizativas.
Eduardo Sevilla Guzmán. Instituto
de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC) de la Universidad de Córdoba. España
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