4 de mayo de 2015

Valorando culturalmente los recursos naturales, protegeremos el ambiente

Geodisio castillo

Estamos cimentados sobre un gran valor económico, que es Nabgwana y sus recursos naturales, esto se viene insistiendo por mucho tiempo y por algunos economistas. Pienso que las cosas van mejorar en el país, ahora que hay una carrera de economía ambiental en la Universidad de Panamá y creado MiAmbiente (Ministerio de Ambiente).

Conocemos el valor de la naturaleza, pero hacemos caso omiso o simplemente los políticos no tienen voluntad de toma de decisión sobre la situación del ambiente, para establecer estrategias ambientales y proteger los recursos naturales que se destruye a diario.
 
Mar y tierra naturaleza favorecen a Gunayala. Foto: Gubiler
Talar en busca de dinero

Extraemos árboles, principalmente las empresas, con el fin de obtener ganancias. No nos importa cómo lo hacemos, sobrepasándonos encima de las leyes establecidas para protegerlos o realizar un manejo forestal sostenible. Talamos o deforestamos sin importarnos que Nabgwana llore al dejarla desnuda. Este fenómeno elimina las interacciones útiles entre el sistema social humano y el ecosistema natural.

En Gunayala la extracción de árboles maderables es incipiente, pero si no se controla estableciendo normas comunitarias o del mismo Congreso General Guna (CGG) en Igardummadwala[1], sobre manejo forestal sostenible, llegaremos, sin darnos cuenta a destruir la biodiversidad al talar los árboles.

Estas acciones se realizan principalmente cuando las instituciones de gobierno en la Comarca, para abaratar el costo, solicitan madera a los madereros locales, para construcción de infraestructuras y así cumplir con el programa de gobierno, a costa de la naturaleza.

La subvaloración

Subvaloramos los recursos naturales, porque se asigna a la protección del ambiente, una miseria de recurso económico, eso debe ser porque los administradores de recursos y los políticos no “saben” el valor del recurso natural. Si lo saben no tienen voluntad política sobre la cuestión ambiental, a la hora de toma de decisión.

Los economistas ambientales, han argumentado desde hace tiempo que una de las principales razones por las que permiten a nuestros sistemas económicos a sobreexplotar los bienes y servicios ambientales es debido que los beneficios del ambiente son infravalorados o no valorados. En términos económicos esto lo llaman fallo del mercado[2].

Técnicas de valoración económica se utilizan para estimar el valor económico de un bien ambiental y hacer un caso económico o empresarial fuerte de por qué los gobiernos o las personas deben invertir en estos recursos[3]. O bien, valorar económicamente al ambiente supone el intento de asignar valores cuantitativos a los bienes y servicios proporcionados por los recursos ambientales, independientemente de la existencia de precios de mercado para los mismos[4].

Parecen que los políticos y funcionarios necesitan conocer los “indicadores”[5], para que los lleven a tomar decisiones. Allí está la valoración económica de los recursos naturales que es el mejor indicador, para que sean vistos como instrumentos importantes para los gobiernos municipales y locales, para que adopten y apliquen nuevos principios de gestión y rendición de cuentas. Proporcionan una forma de establecer líneas de base y metas y evaluar el progreso hacia ellos. Indicadores medibles pueden ayudar a apoyar la toma de decisiones, para evaluar los impactos de las políticas y las inversiones, y para comunicar ideas a públicos diversos. Además, los indicadores pueden ayudar a especificar la intención en defensa de la fijación de metas y objetivos específicos en respuesta al cambio climático. Tiene que estar alineados con una visión del desarrollo sostenible (Joburg, 2011).

La inversión en el ambiente

Hay estudios que demuestran el valor ambiental o servicio que nos ofrece Nabgwana, sin necesidad de restaurarlos, sino prevenir su destrucción, aprovechándolos sosteniblemente, pidiendo permiso de su uso a Nabgwana. Contrario a la cultura indígena o del dule en particular, el mundo occidental ha desvestido a Nabgwana, y lo lleva hacia su extinción, por lo tanto necesitan restaurar los recursos naturales que han destruido o que están en sus planes para ser destruidos.

Ejemplos de los beneficios de la restauración para que los políticos tomen conciencia o tengan voluntad política para decidir, por qué deben invertir en la mejora o restauración de bienes y servicios ambientales. Como los beneficios que ofrece la restauración de humedales, tienen valores de mercado directos o beneficios cuantificables para determinados sectores o interesados directos, tales como el costo del agua para la producción agrícola, o el valor de los peces para los pescadores[6]; los bosques de manglares en la Bahía de Gazi en Kenia se estima en alrededor de US$ 1,000 (dólares) por hectárea por año (UNEP, 2011). Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la restauración de los ecosistemas dañados o perdidos —desde bosques y sistemas de agua dulce hasta manglares y humedales— puede producir rendimientos multimillonarios, generar empleo y combatir la pobreza[7].

Podemos seguir citando estudios que demuestran que los beneficios económicos de la restauración de manglares son aproximadamente el doble de la del desarrollo de la acuicultura[8]. Pero, debemos comprender que la restauración aunque pueda desempeñar un papel importante en la mejora de los beneficios ambientales o servicios, la experiencia demuestra que los recursos “restaurados” rara vez ofrecen la gama y magnitud completa de los servicios que prestan los recursos no degradados. Sin embargo la mayoría de los servicios de los ecosistemas ambientales, como la filtración del agua y el hábitat de la vida silvestre, benefician indirectamente a la sociedad en general y, por lo tanto, se consideran como beneficios públicos o ajenos al mercado.

Preocupación de los políticos

Los políticos más se preocupan en cumplir con infraestructuras, cosas palpables con el fin de volver a reelegirse, y menos en aumentar los gastos ambientales. Los que se dedican al gasto ambiental, se les critica por no conseguir prioridades, y es que así es el pueblo. Porque mientras no hay educación o concienciación ambiental, así seguirá el pueblo.

Esto ocurre en todos los países “democráticos”, el país y Gunayala no escapan de esta realidad política. Donde los políticos parecen preocuparse más por las ganancias económicas y políticas a corto plazo, mientras que las inversiones en protección del ambiente a menudo ofrecen beneficios a largo plazo.

Hay que continuar dialogando con los políticos, ofreciéndoles alternativas o comunicándoles por lo que deben considerar el capital natural como activo e invertir en su capacidad productiva.

La cultura en la gestión ambiental

El pueblo dule es una sociedad con conceptos que hace de su vida parte de la naturaleza. Nabgwana es la madre que amamanta a todos, al pueblo, la vida silvestre, los hermanos árboles, y otras vidas que dependen de ella. Sin embargo, nos enfrentamos a una realidad que nos presiona día a día, a partir de la educación occidental implantada en los pueblos indígenas.

Ahora podemos poner en cifra monetaria el bien ambiental o servicio. Pero debemos hacer la diferencia a partir de nuestra cultura. Es decir, la inversión cultural en el ambiente es la base para que el dinero no destruya el bien ambiental o servicio.

La cultura como elemento participativo en el proceso de gestión ambiental nos abre paso al desarrollo económico y social desde adentro[9]. Es un mecanismo generador de riqueza y de transformación. Es decir, la cultura como elemento catalizador del proceso de regeneración y valoración ambiental como eje alternativo del cambio social y económico. La cultura es un recurso imprescindible y abundante para generar “conocimiento”, a partir de los saberes ancestrales o conocimientos indígenas.

Es el momento de reflexionar sobre las ventajas que aporta la incorporación de la cultura al Plan Estratégico de Gunayala (PEGY) que está en formulación. Porque el desarrollo sostenible con visión desde adentro depende de la cultura, la capacidad de creación, innovación y de cómo se aplican estas nuevas ideas al desarrollo comarcal. La cultura como uno de los pilares más sólidos para paliar la globalización.

Los pueblos indígenas de Abiayala, sus culturas equilibraron y siguen equilibrando los principios de responsabilidad ecológica, como así en lo económico y en la justicia social. Lo que el país debería hacer es aprender o aplicar estos principios reestableciendo los valores sociales e individuales sobre la actual cultura de consumo. Cosa que lastimosamente hay que decir, que el pueblo dule también debe retomar estos principios.

La cultura como parte de una estrategia en la gestión ambiental, no solo puede llegar a generar beneficios económicos, sino que puede modificar patrones de comportamiento a nivel comunitario generando cohesión social como herramienta para el estímulo de las aspiraciones colectivas e individuales.

Generar se trata de valorar y transformar el contexto local a manera que se produzca una nueva actitud o cambio hacia el ambiente y con ello un cambio económico y social equilibrado. En este sentido la cultura es la base mediante la cual reproducimos una realidad social. De ahí la calidad de vida de una región y su capacidad para desarrollar un sentido de pertenencia, capital social, natural y de respeto a la diversidad cultural (UNESCO, 2010).

Referencias:

Joburg, 2011. A promising future. Growth and Development Strategy. 120 p.

UNEP, 2011. Economic Analysis of Mangrove Forests: A case study in Gazi Bay, Kenya, UNEP, iii+42 pp.

UNESCO, 2010. Invertir en la diversidad cultural y el diálogo intercultural. Informe Mundial de la UNESCO. Francia. 426 p. + Anexos





[1] Nueva denominación a Anmar Igar (Ley Fundamental del pueblo dule)
[9] Hace algunos años era ignorado, considerada como una utopía más sin sentido de realidad

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