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Silvia Ribeiro
En Santa Cruz, Bolivia, ocurrió
del 7 al 9 de julio el segundo encuentro de movimientos populares con el papa
Francisco, con más de mil 500 participantes de 40 países, convocados con el
lema Techo, Trabajo y Tierra, por movimientos que trabajan en esos temas y el
Pontificio Consejo para Justicia y Paz del Vaticano, acogidos por
organizaciones y el gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia.
El encuentro reflejó una diversidad de luchas y perspectivas desde muchos ángulos, en una construcción que no es fácil. Se presentaron paneles y testimonios en los temas de trabajo, derecho a la ciudad y techo digno, tierra y Madre Tierra. Francisca Rodríguez, de Anamuri, Chile y Vía Campesina, recordó que la resistencia y construcción de los pueblos y movimientos campesinos, negros, indígenas y populares tiene más de 500 años y saben que son un actor principal para cuidar la madre tierra y enfriar el planeta. Lo notable ahora, dijo, es que la máxima autoridad de la Iglesia haya escuchado sus preocupaciones y llame en su encíclica Laudato Si´, al mundo y a todas las religiones a hacerlo también, y a enfrentar la grave crisis social y ambiental global.
Joao Pedro Stédile, del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, uno de los convocantes, recalcó la necesidad de un nuevo planteamiento en la construcción de los movimientos tanto urbanos como rurales. Necesitamos un nuevo modelo agroalimentario, señaló, que no es un tema campesino o sólo de acceso a la tierra; porque la comida –cómo y quién produce, qué comemos– es un tema de todos, y los impactos ambientales, sociales y en la salud del sistema alimentario agroindustrial llegan a toda la sociedad e incluso a cambiar el clima, un ecosistema del cual depende toda la vida en el planeta. Por ello es imprescindible crear modelos agroalimentarios sanos, diversos, sin agrotóxicos ni transgénicos y con justicia social, desde las semillas hasta las mesas.
Llegaron también al encuentro representantes de movimientos de Europa, Asia, África, Palestina, Kurdistán. Melike Yarar, del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, denunció al Estado Islámico como un nuevo instrumento de guerra del imperialismo contra las resistencias de los pueblos en toda la región. Al otro lado del mundo, pero cercanos en horizontes, los pueblos qom y mapuches de Argentina denunciaron cómo el gobierno invade sus territorios, vendiéndolos a empresas y con expansión petrolera. A Relmu Ñamku, madre mapuche de tres hijos, le quieren imponer 15 años de prisión, como si fuera una criminal de alta peligrosidad, por su lucha contra la explotación petrolera en sus tierras ancestrales. Desde Canadá, donde los pueblos indígenas resisten la minería, hasta el sur de Chile, por todo el continente hay testimonios de atropellos y resistencias de pueblos originarios y campesinos, siempre para dar vía libre a empresas y un modelo extractivista de progreso que la encíclica Laudato Si´ llama a cambiar urgentemente.
Esta encíclica ecologista recogió muchas de estas y otras preocupaciones que los movimientos expresaron en el primer encuentro en 2014. Llamando al cuidado de la casa común, pone sobre la mesa la grave crisis mundial ambiental, climática, como una crisis integral, que no se puede disociar de la crisis social. Identificó la existencia de minorías económicas y financieras que empujan un paradigma tecnocrático globalizado uniformizador y destructivo, responsable de la devastación socio-ambiental y cuya influencia en gobiernos e instancias internacionales impide tomar soluciones reales.
El cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, retomó la encíclica, afirmando que los movimientos “se han organizado para resistir la exclusión social, la escandalosa desigualdad y la degradación del ambiente (…) No sólo protestan, también resuelven con sus propias manos los problemas de acceso a techo, trabajo y tierra, que ni estados ni mercados resuelven. (…) Ni la política ni la economía o la ecología son tarea exclusiva de profesionales, políticos, activistas o académicos. Los pobres, los campesinos, los pueblos indígenas tienen sus propias formas de hacer política en asambleas comunitarias, economía popular y para cuidar el ambiente, con ecología popular”. Afirmó: acompañamos a los movimientos en la preocupación y luchas por los dones de la creación, tomando como ejemplo que “los movimientos luchan por la dignidad, contra el consumismo, el despilfarro y el paradigma tecnocrático (…) para “no ser explotados ni explotar, excluir o ser excluidos (…) Luchan contra el colonialismo y el saqueo de los llamados recursos naturales, para que no se privatice el agua, el subsuelo o el mar (…) para que las trasnacionales no abusen de la tierra con la megaminería y el fracking, ni que se usen transgénicos para exprimir los campesinos y concentrar la tierra en pocas manos, o se destruya la pesca artesanal”. Llamó a escuchar el grito de la tierra y el grito de los pobres.
El Papa afirmó los puntos en este segundo encuentro, y expresó que necesitamos un cambio estructural de sistema y modelo dominante, por la enorme injusticia socio-económica global, por la devastación de la madre tierra, por la dominación que ejerce una inmoral minoría financiera. Se pronunció contra los tratados de libre comercio, por ser un instrumento de esa dominación. Entre otros puntos, llamó a los movimientos a seguir abonando el proceso de cambio que necesitamos, a seguir sembrando y regando esa semilla, y parafraseando a la Vía Campesina, a cambiar la globalización que nos está destruyendo por la globalización de la esperanza.
Publicado en La Jornada, México, 11 de julio de 2015
El encuentro reflejó una diversidad de luchas y perspectivas desde muchos ángulos, en una construcción que no es fácil. Se presentaron paneles y testimonios en los temas de trabajo, derecho a la ciudad y techo digno, tierra y Madre Tierra. Francisca Rodríguez, de Anamuri, Chile y Vía Campesina, recordó que la resistencia y construcción de los pueblos y movimientos campesinos, negros, indígenas y populares tiene más de 500 años y saben que son un actor principal para cuidar la madre tierra y enfriar el planeta. Lo notable ahora, dijo, es que la máxima autoridad de la Iglesia haya escuchado sus preocupaciones y llame en su encíclica Laudato Si´, al mundo y a todas las religiones a hacerlo también, y a enfrentar la grave crisis social y ambiental global.
Joao Pedro Stédile, del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, uno de los convocantes, recalcó la necesidad de un nuevo planteamiento en la construcción de los movimientos tanto urbanos como rurales. Necesitamos un nuevo modelo agroalimentario, señaló, que no es un tema campesino o sólo de acceso a la tierra; porque la comida –cómo y quién produce, qué comemos– es un tema de todos, y los impactos ambientales, sociales y en la salud del sistema alimentario agroindustrial llegan a toda la sociedad e incluso a cambiar el clima, un ecosistema del cual depende toda la vida en el planeta. Por ello es imprescindible crear modelos agroalimentarios sanos, diversos, sin agrotóxicos ni transgénicos y con justicia social, desde las semillas hasta las mesas.
Llegaron también al encuentro representantes de movimientos de Europa, Asia, África, Palestina, Kurdistán. Melike Yarar, del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, denunció al Estado Islámico como un nuevo instrumento de guerra del imperialismo contra las resistencias de los pueblos en toda la región. Al otro lado del mundo, pero cercanos en horizontes, los pueblos qom y mapuches de Argentina denunciaron cómo el gobierno invade sus territorios, vendiéndolos a empresas y con expansión petrolera. A Relmu Ñamku, madre mapuche de tres hijos, le quieren imponer 15 años de prisión, como si fuera una criminal de alta peligrosidad, por su lucha contra la explotación petrolera en sus tierras ancestrales. Desde Canadá, donde los pueblos indígenas resisten la minería, hasta el sur de Chile, por todo el continente hay testimonios de atropellos y resistencias de pueblos originarios y campesinos, siempre para dar vía libre a empresas y un modelo extractivista de progreso que la encíclica Laudato Si´ llama a cambiar urgentemente.
Esta encíclica ecologista recogió muchas de estas y otras preocupaciones que los movimientos expresaron en el primer encuentro en 2014. Llamando al cuidado de la casa común, pone sobre la mesa la grave crisis mundial ambiental, climática, como una crisis integral, que no se puede disociar de la crisis social. Identificó la existencia de minorías económicas y financieras que empujan un paradigma tecnocrático globalizado uniformizador y destructivo, responsable de la devastación socio-ambiental y cuya influencia en gobiernos e instancias internacionales impide tomar soluciones reales.
El cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, retomó la encíclica, afirmando que los movimientos “se han organizado para resistir la exclusión social, la escandalosa desigualdad y la degradación del ambiente (…) No sólo protestan, también resuelven con sus propias manos los problemas de acceso a techo, trabajo y tierra, que ni estados ni mercados resuelven. (…) Ni la política ni la economía o la ecología son tarea exclusiva de profesionales, políticos, activistas o académicos. Los pobres, los campesinos, los pueblos indígenas tienen sus propias formas de hacer política en asambleas comunitarias, economía popular y para cuidar el ambiente, con ecología popular”. Afirmó: acompañamos a los movimientos en la preocupación y luchas por los dones de la creación, tomando como ejemplo que “los movimientos luchan por la dignidad, contra el consumismo, el despilfarro y el paradigma tecnocrático (…) para “no ser explotados ni explotar, excluir o ser excluidos (…) Luchan contra el colonialismo y el saqueo de los llamados recursos naturales, para que no se privatice el agua, el subsuelo o el mar (…) para que las trasnacionales no abusen de la tierra con la megaminería y el fracking, ni que se usen transgénicos para exprimir los campesinos y concentrar la tierra en pocas manos, o se destruya la pesca artesanal”. Llamó a escuchar el grito de la tierra y el grito de los pobres.
El Papa afirmó los puntos en este segundo encuentro, y expresó que necesitamos un cambio estructural de sistema y modelo dominante, por la enorme injusticia socio-económica global, por la devastación de la madre tierra, por la dominación que ejerce una inmoral minoría financiera. Se pronunció contra los tratados de libre comercio, por ser un instrumento de esa dominación. Entre otros puntos, llamó a los movimientos a seguir abonando el proceso de cambio que necesitamos, a seguir sembrando y regando esa semilla, y parafraseando a la Vía Campesina, a cambiar la globalización que nos está destruyendo por la globalización de la esperanza.
Publicado en La Jornada, México, 11 de julio de 2015
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