"La agroecología plantea la conversión
agroecológica de los sistemas de producción, y la creación de redes
alternativas de alimentos saludables y accesibles para todas las personas. La
agroecología capitaliza en la experiencia de miles de campesino(a)s que
utilizan policultivos y sistemas agroforestales que minimizan los riesgos
frente al cambio climático."
Miguel A. Altieri*
Nainu agroforestal (cultivo base siagwa+masi+mango). Mamardub. Foto: Gubiler |
Las
concentraciones de gases de invernadero han alcanzado niveles nunca detectados.
Como resultado, las temperaturas en los océanos y la tierra son ~ 1°C más altas
que en la era preindustrial, y las precipitaciones se hacen más variables y más
extremas. Estos cambios ya ejercen impactos tangibles sobre varios procesos
biofísicos planetarios (acidificación de los océanos, extinción de miles de
especies, escasez de agua fresca, etcétera) y también pone en jaque la
producción agrícola, en especial los grandes monocultivos industriales, que son
parte del problema pero que siguen expandiéndose a pesar de estarse
autodestruyendo al minar las condiciones ecológicas de la producción: producen
30 por ciento de los gases de invernadero y dada su homegeneidad genética son
extremadamente vulnerables al cambio climático.
Aunque
existe conciencia sobre la emergencia que representa el cambio climático, las
emisiones de carbono siguen incrementándose y no se vislumbran acciones para
frenar el calentamiento global. El problema es que la causa-raíz del desafío
ecológico, es el sistema capitalista incapaz de asegurar respeto por el medio
ambiente y al capitalismo no le conviene implementar cortes urgentes en las
emisiones de carbono, pues estas medidas amenazan su propia existencia. Detener
las emisiones antes de alcanzar el umbral de 2°C (que conduciría a un estado de
irreversibilidad climática) requiere un cambio revolucionario que va en contra
del crecimiento económico y la hegemonía de las multinacionales. Para
mantenerse bajo el umbral, los países ricos tendrían que cortar sus emisiones
en 10 por ciento por año, amenazando los niveles de consumo y bienestar que
gozan. Los cambios agrícolas necesarios requerirían no sólo romper el
monocultivo con estrategias agroecológicas, sino también desmantelar el control
de las multinacionales sobre el sistema alimentario, el sistema de producción
basado en petróleo, y las políticas agrarias neoliberales que lo ampara.
La
respuesta de los grandes intereses es que la tecnología unida a la magia del
mercado podrá solucionar los problemas climáticos, promoviendo la ilusión de un
crecimiento económico ilimitado que no impacta la naturaleza. El agronoegocio
aprovecha estas crisis para restructurarse con las mismas estrategias, pero
disfrazadas bajo el nombre de la agricultura climáticamente inteligente. Las
prácticas que proponen priorizan la mitigación basadas en mercados de carbono
por sobre la resiliencia socioecológica y la soberanía alimentaria. Los
créditos de carbono favorecen a los agricultores más contaminantes y los
agricultores que siguen prácticas que secuestran carbono, venden sus créditos a
multinacionales contaminadoras.
La
agroecología plantea la conversión agroecológica de los sistemas de producción,
y la creación de redes alternativas de alimentos saludables y accesibles para
todas las personas. La agroecología capitaliza en la experiencia de miles de
campesino(a)s que utilizan policultivos y sistemas agroforestales que minimizan
los riesgos frente al cambio climático. Evidencias demuestran que estos
sistemas agroecológicos son más resistentes a los impactos de sequías y
huracanes que los monocultivos, por tanto, constituyen modelos que ofrecen una
gama de diseños de manejo para reforzar la resiliencia de los agroecosistemas
modernos.
La
agroecología plantea una visión radicalmente diferente a los sistemas
alimentarios globalizados basados en la homogenización, especialización,
industrialización y medidas económicas cortoplacistas. Los nuevos sistemas
agroecológicos se basan en sistemas familiares de pequeña escala, locales,
biodiversos, autónomos, incrustados en territorios controlados por las
comunidades y apoyados por consumidores solidarios que entienden que comer es a
la vez un acto político y ecológico.
* Profesor emérito de Agroecología,
Universidad de California, Berkeley
Fuente:
La Jornada - http://www.jornada.unam.mx/2018/01/11/opinion/019a2pol
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