25 de julio de 2018

América Latina - ¿Tejidolatría y falolatría indígena?

Ollantay Itzamná
 
Opinión
25/07/2018

Entendemos por tejidolatría a la cuasi idolatrización de los tejidos o atuendos. Al grado de condenar casi a una muerte civil a todos cuantos se atrevan a “profanar” o criticar el origen de dichos tejidos. Incluso al grado de reificar el uso o no de la vestimenta como la razón ontológica del ser o no indígena.
Símbolos_cultura_indígena

Por falolatría entendemos a la idolatrización de insignias de poder con forma fálica. Como si a través del contacto o manipulación de dichos palos o bastones el mundo divino comunicase su sapiencia y poder a los humanos (caso, Moisés bíblico).

En ambos casos, el cuestionamiento a la sociogénesis, al devenir histórico y a la carga ideológica de dichos objetos culturales es implacablemente repelido y censurado por los centinelas culturalistas. Rayando incluso en fundamentalismos.

La falolatría y tejidolatría construyen una moral culturalista entre nosotros indígenas. Muy similar a la moral sexual cristiana. Se permite todo tipo de violaciones de derechos, menos la afrenta al tejido o al bastón ancestral.

En consecuencia, tenemos hermanas y hermanos con exóticos “indumentarias indígenas”, crecientes legiones de ancestrales bastones en mano, adornando con su presencia lujosos salones de eventos comerciales o turísticos, pero silentes y ausentes ante el sangriento saqueo permanente que ocasiona el sistema neoliberal y los estados criollos en nuestros países.

Quienes disputan al voraz sistema neoliberal, desde los territorios y desde las calles, no son necesariamente las autoridades ancestrales, mucho menos las resignicadoras de los trajes típicos. Somos indígenas y campesinos, sin cooperación internacional, sin atuendos, ni bastones, que forjamos fecundas resistencias creativas. Exigiendo y ejerciendo derechos políticos, más allá del culturalismo de los derechos indumentarios.

Los actuales trajes típicos indígenas, no son exclusivos, ni milenarios. Tampoco el bastón

Sea por desgana mental o la comodidad que brinda el folclorismo multicultural, muchos indígenas asumimos que los policromáticos tejidos que usamos son “herencias milenarias, expresión de la resistencia y mística de nuestros abuelos/as”. Eso no es verdad.

El bagaje simbólico y material de nuestros pueblos, es producto del encuentro o desencuentro entre pueblos (somos interculturales). Y la invasión y Colonia europea tienen su impronta.

En el caso de los tejidos, tanto en sus diseños y colores, son producto de la invasión y colonización. Nuestros abuelos tenían ropa, y bien elaborada, pero el colorido y diseño que aún persiste, de manera compartida, en todos los pueblos indígenas de Abya Yala, es la huella de la Colonia. Nos guste o no.

Ud. observe en simultáneo la indumentaria mapuche, quechua, aymara, quichua, maya, azteca, etc., verá que aparte de los coloridos que son, los diseños son similares. Los dibujos y trazos en los tejidos son los mismos. En este momento, en la ciudad de Xela, Guatemala, se elaboran cortes (traje para mujeres) con técnica y estilo quichua ecuatoriano, y las mayas los compran como tejido maya, por la moda.

Ud. observe las polleras, sus pliegues, que usan las aymaras del antiplano andino, y compare con los cortes (faldas) que usan mayas poqhonchís y q’echís en Guatemala. Son los mismos diseños. Ni qué decir de los pochos que usamos indígenas de México, Perú y Bolivia. Los mismos. Cambian la tonalidad de colores.

Lo más demoledor para cuantos creen que somos portadores de exclusivos trajes milenarios es cuando uno observa, con vista antropológica, las monografías del cineasta español Luis Buñuel, a inicios del pasado siglo. En especial el documental titulado Las Hurdes, pueblos empobrecidos del norte de España[1]. Allí están los vestigios europeos más próximos de los pochos que usamos los indígenas en América Latina. Allí están los vestigios de los actuales estilos de la gestión corporal de nuestras madres y hermanas indígenas.

O veamos ornamentos rituales católicos como la sobrepelliz que usan los monaguillos y el atuendo ceremonial del pueblo maya q’anjobal, son casi calco y copia uno del otro. ¿Por qué será?

Con el bastón de mando ancestral, resignificado y visibilizado, en las dos últimas décadas, en Guatemala, por la cooperación internacional, ocurre algo similar. Existían autoridades en nuestros pueblos con insignias de poder. Pero, los invasores, para someter a nuestros pueblos nombraron capataces indígenas para vigilar a los nuestros, y les entregaron el bastón de mando, como insignia de poder casi real. Desde entonces, los “cabeza de capules” (así los denominan las crónicas de la época) se constituyeron en autoridades indígenas, bastón en mano, al servicio del poder colonial. Y, en los últimos años, sobre las olas del turismo exótico, se ha convertido en la ancestral insignia del poder. Poder, ¿al servicio de quién?

¿Por qué Guatemala tiene tantos trajes e idiomas diferentes?

A diferencia de América del Sur, en la actual Centro América, durante la Colonia española, se constituyeron pueblos indios (reducciones indígenas bajo el mando civil colonial). Y según registros de Martínez Peláez, en la Provincia de Guatemala fue el único lugar donde funcionaron óptimamente dichas reducciones. Habla de más 520 pueblos indios.

En dichas reducciones, nuestros abuelos/as subsistían en un cautiverio, con un feroz sistema de control/vigilancia para evitar fuga de la mano de obra indígena disponible. La fuga o el cambio de residencia de indígenas era brutalmente castigado.

Los emisarios de la Corona, ante la imposibilidad de controlar los cuerpos (fenotipos) y movimientos de los indígenas, promovieron e impusieron vestimentas propias para cada pueblo, tipo uniforme. Era la única manera de diferenciar a los mayas, e identificar a todo desobediente fugitivo fuera de su reducción.

Los actuales trajes indígenas surgieron como chip para la verificación-control-castigo contra nuestros abuelos

Los pueblos indios funcionaron en Guatemala durante la Colonia gracias a que en los cautiverios indígenas se promovieron idiomas, trajes y otros símbolos propios para cada pueblo. Diferentes entre sí. La vestimenta propia de cada pueblo fue utilizada como herramienta de subyugación y delación del indígena en fuga.

En la época Colonial muchos de nuestros abuelos hubiesen deseado quitarse ese chip de control y monitoreo, pero no pudieron hacerlo porque el mercado de ropa no era “libre”.

De un tiempo a esta parte, esos símbolos materiales, despreciados por siglos, toman relevancia en un mundo obsesivo por el exotismo indígena. Y, entonces, intereses oscuros distraen o desmovilizan las luchas emancipatorias de nuestros pueblos entreteniéndonos en culturalismo, sin ninguna proyección política.

Incluso hermanas y hermanos, con discursos indigenistas, trajeados y varas en manos, incluso con títulos universitarios, nos dicen que a lo máximo que debemos aspirar es a defender y proteger la intangibilidad de nuestra indumentaria y la simbolización de nuestros falos. Mientras tanto, los estados criollos neoliberales nos saquean todo por todas partes. Y nuestros centinelas de trajes y varas, silentes o ausentes.

- Ollantay Itzamná es defensor latinoamericano de los Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos

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