En estos días hemos leído y
escuchado declaraciones de los señores obispos en los periódicos y televisoras
acerca del “diálogo” que se está dando en la Asamblea entre gobierno e
indígenas. Como hermano y con respeto, comparto mis reflexiones acerca de las
mismas.
Me parece bien que los obispos
se interesen y que digan su palabra al respecto. Me parece bien que insistan en
que haya diálogo y que la gente se escuche mutuamente. Por supuesto que apoyo
el que haya un acuerdo por el bien común.
Sin embargo, no me parece que
se insista en aprender a hacer silencio.
Los indígenas lo han guardado durante siglos. Así decía la proclama insurreccional
en La Paz, ya en 1809: “Hemos guardado
un silencio bastante parecido a la
estupidez”. Creo que los indígenas
ya no quieren, no pueden, no deben guardar silencio.
“Diálogo”. Lo pongo entre
comillas porque me parece que es sumamente difícil que uno dialogue con quienes
le han matado a familiares y amigos, han herido a sus vecinos, han violado a
sus mujeres, los han golpeado e insultado, por sólo señalar lo que pasó hace
menos de un mes. ¡Y ni siquiera han
pedido perdón!
Los señores del gobierno han
insistido en mentiras una y otra vez, y los indígenas han aguantado, una y otra
vez. ¿Cómo estar tranquilos? ¿Cómo guardar la serenidad ante tanta desfachatez?
¿Cómo sentirse en plano de igualdad? ¿Cómo creer en promesas?
¿“Diálogo sin precondiciones”? ¿El respeto a la vida es una
‘precondición’ o es una condición sine
qua non? ¿El respeto a la cultura es una ‘precondición’? ¿El actuar con
justicia es una ‘precondición’?
¿Por qué durante 15 años los
gobiernos no se interesaron por la Ley 10 y ahora sí les importa por dónde va
“la línea” de la Comarca? Ellos bien saben que la tal línea fue lo máximo que
pudieron lograr los ngäbe y los buglé para defender su tierra. ¿Ahora sí
importa la ley?
Los señores obispos conocen
muy bien las comunidades buglé de Santa Fe, por poner un ejemplo. Saben que
están fuera de la Comarca a pesar de todas sus luchas. ¿Qué pasaría si el
gobierno quiere hacer una hidroeléctrica en el río Calovébora, el Luis, o el
Guázaro? ¿Ahí vale la ley o la vida de la gente? ¿Y las comunidades que están a
uno y otro lado del río Belén y van a ser envenenadas por la minería
irresponsable? ¿Qué les decimos?
Creo que, en esta coyuntura, la
Iglesia católica, en sus obispos, sacerdotes, religiosas y catequistas que
trabajan en la Comarca, ha hecho un buen trabajo. Hay que seguir haciéndolo. Hay que mantenerse al lado de los
indígenas. Me parece que es lo que hubiera hecho Jesús.
Jorge Sarsaneda del Cid
270212
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