Nan Garburba Duloged, es un proceso que
forma parte del desarrollo (integral) que estamos construyendo en nuestra
historia desde adentro o génesis, sin duda, no solo es nuestro pasado y el
presente, sino también la construcción de nuestro futuro. Si mucho es el camino
recorrido, aún mayor es la distancia que queda para conseguir una educación
realmente intercultural y bilingüe.
No entraré a comentar el informe de 10 años de
“enfoque, estrategias y métodos aplicados” del documento EBI Guna – Nan
Garburba Duloged, mejor doy mis felicitaciones al Dr. Aiban por el trabajo
sistémico realizado y al equipo de EBI.
Y recomiendo su lectura a todos, nosotros y no nosotros.
Sin embargo, vale brevemente señalar (reconociendo que
no es mi fuerte) que hasta ahora, el programa es dirigido solo a los gunas,
siendo nuestra población inserta en una cultura hegemónica diferente a la
nuestra nos hace ser intercultural casi por necesidad. Es decir, parece que los
únicos que están tomando conciencia, conocer y respetar la realidad
pluricultural o heterogénea del país son los indígenas. Esto nos lleva a
“suponer el replanteamiento del diálogo intercultural con implicaciones fuertes
de intraculturalidad” (Wagua, 2014).
Una década de educación bilingüe intercultural, dejan
mucho que desear y saber si realmente está calando en el espíritu de los
educadores, los niños, padres de familia y líderes comunales. Lo que no sé (si
alguien lo aclara), si hubo ya una evaluación de campo, para conocer a dónde
nos dirigimos, en qué etapa realmente estamos. Porque lo que falte, seguro que
futuros profesionales gunas, en diferentes ramas del saber fortalecerán el
programa. Porque no solo es idioma, sino toda una cultura… Este es un trabajo
de todos…
Sabiamente el líder Olonagdiginya habla sobre el tema
al preguntarse ¿Cómo concibo yo, Nan
Garburba Duloged? (Wagua, 2014).
_________________
Sagladummad
Olonagdiginya[1]
Algunos años
después de la separación de Panamá de Colombia, el gobierno de Panamá envió a
Gunayala al Padre Leonardo Gassó. Este misionero venía con el encargo de sacar
a los gunas de su salvajismo. ¿Qué se entendía, entonces, por salvajismo? Igual
a la agresividad instintiva de un jaguar que se lanza contra su presa, así de
sencillo. Liberar a los gunas de su salvajismo, implicaba acabar con su
cultura, con su lengua, con su territorio…, porque generaban agresividad y
salvajismo en los gunas. Si los gunas celebraban ritos propios de pasaje de
niñas[2],
esos ritos eran considerados salvajes, por lo tanto, tenían que ser eliminados.
Los wagmar[3]
golpeaban a los gamdurgan[4], o
simplemente, les daban plomo. Sin embargo, ellos, los wagmar, sí podían
organizar bailes y orgías, arrastrar mujeres a su club de bailes. Para salir a
trabajar, los abuelos tenían que pedir pase a los policías, declarando hasta lo
mínimo que pensaban a traer a su regreso, si no, los wagmar se quedaban con
todos los frutos no declarados. Si las mujeres se negaban a participar en los
bailes o a lavar de balde la ropa de los policías, eran arrastradas al cuartel
y aquedaban allí presas, y para poder salir del encierro debían pagar con sus
propios cuerpos. Entonces, las autoridades de Gunayala se despertaron. Ellos
mantenían que si perdíamos la cultura, seríamos confinados en un estado de
pobreza extrema. Los dummagan[5] de
Gunayala planearon con inteligencia las maneras de liberarse, recurrieron a
aliados, y así, pudimos lograr el territorio, y las medidas de seguridad
rodearon la Comarca.
Luego, los abuelos
comenzaron a enviar a sus hijos a la escuela, incluso a las ciudades y a otros
países. Se ilusionaban con la idea de que enviando a sus hijos a la escuela,
debilitarían el veneno de los wagmar. Según sus cálculos, los niños egresados
de la escuela se pondrían como un muro ante los atropellos de los wagmar. Con
relación a esto, surgieron varios relatos. Por ejemplo, el relato de un joven
que se perdió con gwiblo[6].
Pasó su vida entre las aves y aprendió a vivir como ellas, a comer como ellas,
a dormir en las ramas. Un día, un nele[7]
quiso ayudar a rescatar al joven que se comportaba como las aves. Lo atraparon
y lo bajaron al pueblo. Su comportamiento no era guna, se creía ave, comía como
las aves y vomitaba sobre la comida que le preparaban sus padres. Entonces, la
gente habló de hacerle medicina, de reeducarlo. Lo lograron. Con eso, ¿qué era
lo que nos querían transmitir los abuelos? Que el antídoto para el veneno de
los wagmar, no era sólo enviar a los niños a la escuela, porque ellos se
apropiarían de las costumbres de los wagmar y las haría suyas, despreciarían su
propia cultura y su comida. Que los niños debían ser formados, también, en los
valores de su cultura y sólo así, sus conocimientos podían servir para mejorar
la comarca, porque si faltaba esta segunda parte, lo dañarían todo.
En su primer
momento, los abuelos se equivocaron creyendo que con sólo enviar a sus hijos a
la escuela, resolverían el conflicto. No se dieron cuenta que los contenidos y
los programas con los que la escuela alimentaba a sus niños, no eran de nuestra
cultura, sino, de los wagmar; los objetivos de educación no salían de nosotros,
sino que estaban hechos, exclusivamente, para fortalecer la sociedad de los
wagmar. Cuando nuestros niños, en masa, llegaron a las aulas de clase,
empezaron a entreverse los frutos: los niños ya no querían hablar en su lengua,
las niñas no querían pasar por los ritos de pasaje que ordena nuestra cultura,
nuestras expresiones culturales empezaron a debilitarse… Entonces, los
Congresos Generales Gunas se levantaron.
Ustedes, amigos
saglagan, saben y cantan la historia de Ibeler. Esta fue la historia que
retomamos para analizar y reflexionar sobre nuestra realidad. Ibeler nació en
una comunidad de ranas. Ibeler y sus hermanos crecieron sin padre y sin madre.
Ellos creían que las ranas eran sus progenitoras. Muu Olobuglili, muu
Ologundili eran ranas, y ellas son las que cuidaron de los ocho hermanos. Las
ranas armaban arcos y flechas a los ocho hermanos, y los ligaban con sus
cabellos. Las flechas no resistían, se rompían. Cuando la hermana Olowagli, la
única entre los hermanos, se hizo mayor, empezó ella misma a elaborar esos
arcos y flechas para sus hermanos. Ella se servía de sus propios cabellos para
amarrar las puntas de las armas. Las armas ya no se rompían, eran seguras y resistentes.
Sin embargo, los hermanos no querían utilizarlas, confiaban más en las que les
fabricaban las ranas. Todo esto que les cuento ahora, es los que nos motivó a
decidir sobre la suerte de la educación de nuestros niños, que es igual a tejer
nuestro propio futuro. Como crecimos en los salones de clase del otro, del waga, creímos, por muchos
años, que eran los mejores espacios para nosotros y para nuestros niños, y nos
olvidamos de la educación de nuestro propio pueblo. Aprendimos una historia
ajena, valores, ríos y mares de otros pueblos. Pensamos que nuestro pueblo era
tan pobre que no tenía nada de eso. Empezamos a apreciar cosas ajenas, y nos
desviamos de las verdaderas riquezas que teníamos. Nos pasaba, entonces, lo que
les pasó a los ocho hermanos que no utilizaban los arcos salidos de las manos
de Olowagli. Así como ellos se dieron cuenta de su equivocación, así también,
nos dimos cuenta del error en que estábamos sumidos. Los ocho hermanos
enderezaron su camino, y eso es lo que estamos haciendo, también, nosotros.
El mismo relato de
Ibeler nos pone ante otras experiencias de los ocho hermanos. Los niños
crecieron y se hicieron capaces de adentrarse por las selvas. Iban y venían,
recorrían selvas y ríos buscando presas de comida. ¿Ustedes creen que ellos
comían las mejores presas que conseguían? Pues no. Los hijos y nietos de las
ranas son los que tomaban los mejores pedazos de carne, mientras los que
pasaban penalidades por la selva, se nutrían de los restos que dejaban los
nietos de las ranas. Eso también nos hizo pensar. Si no ofrecemos hoy, a
nuestros hijos y nietos, las mejores presas de nuestra cultura, ellos
terminarán chupándose los huesos que les irán tirando los nietos de las ranas,
los wagmar. Vendrán empresarios sin escrúpulos que irán confinándonos en los peores
sitios, mientras sus hijos crecerán en los mejores lugares. Y, nuestros hijos,
a lo mejor, pensarán que regalar sus tierras signifique sobrevivir como
humanos. Eso fue lo que nos hizo levantar, y nos hizo tomar pasos decisivos
para la formación de nuestras nuevas generaciones.
Los ocho hermanos
se alzaron, y ¿cómo se levantaron? Un día, dice el relato, los ocho hermanos se
encontraron con un pavón que cantaba en la copa del árbol. El animal anunciaba
a los hermanos que las ranas no eran sus madres. Un poco más adelante, se
encontraron con el tucán que giraba y giraba chillando. Ibeler, el mayor,
interpreta los signos a sus hermanos. Los mensajes que recibían eran claros:
las ranas no eran sus madres, y ellos no podían ser hombres de muchos rodeos
cuando se trataba de defender el territorio. No se puede estar girando y
girando cuando la integridad del territorio está en juego.
Los ocho hermanos
pasaron algún tiempo más, y llegaron a un río manso y transparente. Se
inclinaron hacia la corriente, y empezaron a gritar unos a otros: “¡Somos
iguales, los ocho somos muy apuestos…! y, ¿por qué, entonces, nuestras madres
no se parecen en nada a nosotros?” Aquí, los ocho hermanos no nos hablan de las
fachas de las ranas, ellos nos hablan de procedencias culturales distintas,
¿por qué somos distintos a las ranas si ellas dicen ser nuestras madres? ¿Por
qué los wagmar, nos dicen que todos somos panameños y somos iguales, si ellos
no se parecen a nosotros? Tienen otras visiones, otras metas, otros planes… El
relato nos habla de expresiones culturales distintos, nos habla de diversidad
de culturas.
Cuando emprendimos
el viaje a esta comunidad de Bubbur para este encuentro, no salimos preocupados
de si tendremos suficiente dinero para comer y dormir, de si nuestras hermanas
nos van a cobrar más de lo que traemos…, eso, es tener el mismo rostro,
pertenecer a la misma cultura. Pasa lo mismo con los hermanos gunas de
Colombia, ellos nos abren sus puertas y en sus comunidades nos sentimos como en
casa, y es por eso, que cuando una de esas comunidades es atacada por fuerzas
extrañas, nos movemos con el mismo dolor que sentimos cuando atacan a nuestras
propias comunidades.
Pasaron varios
años, y nuestra gente fue haciendo suyas, no sólo las costumbres, sino incluso
la lengua de los wagmar. Hasta los saglagan y argargan ya no hablaban de forma
fluida el dulegaya[8],
metían, en sus intervenciones, vocablos castellanos o ingleses. Nuestro mundo
guna tomó, así, un camino equivocado, y era necesario rectificarlo. Desde los
Congresos Generales Gunas, nos dimos cuenta de que la escuela nos estaba
devorando y no nos enseñaba cosas útiles. Entonces, empezamos a hablar de poner
un alto a todo eso, de reunir y hacer resurgir los huesos dispersos de nuestra
madre, de Nan Garburba Duloged.
Otro de los datos
que nos pegaba fuerte, era respecto a nuestra concepción de Baba y Nana[9].
Los gunas no hablamos sólo de Baba, hablamos de Baba y de Nana, y es diferente
a lo que enseñan los pastores y los misioneros. Ellos hablan de Dios, y sólo de
Dios, y no de una madre con igual poder que Dios. Perder los fundamentos de la
fe del pueblo guna sería muy grave. Tenemos que enseñar a nuestros niños sobre
Baba y Nana. Son problemas a los que debemos responder para que nuestros hijos
y nietos puedan disfrutar del mensaje completo de su pueblo.
Para poder llegar a
Nan Garburba Duloged[10],
ocurrieron varios hechos. Primero fue el Premio “Bartolomé de Las Casas” que
fue otorgado a un poeta indígena de Méjico y al Congreso General Guna (1998).
El acontecimiento motivó mucho la valoración de nuestros conocimientos para que
los niños pudieran recibirlos con claridad. Algunos dudaron un poco del dinero
proveniente de España, pero, a la gran mayoría nos pareció un pago simbólico de
lo que ellos pudieron haber llevado en la conquista.
Se conversó con la
AECI (2000), y se estableció una agenda de cooperación. Primero, pensamos en
los más pequeños. Teníamos que empezar con los niños, y poco a poco, iríamos
subiendo a los mayores. A este proyecto lo llamamos Nan Garburga Duloged. Desde
que empezamos con esto, nos convencimos de que, si no nos arriesgamos a buscar
caminos de profundización cultural para nuestros niños, si los contenidos
culturales no llegan a sus pupitres escolares, más pronto que tarde, ellos
terminarán royendo los huesos que quedarán de la riqueza de los abuelos. Se
trata, pues, de expresar el amor hacia nuestros hijos y nietos, para que ellos,
también, puedan disfrutar de la cultura de su pueblo.
Se trata de hacer
una gran revolución. Se trata de que el dulegaya tome su puesto en la escuela,
que los maestros que no sepan hablar el gunagaya lo aprendan para poder enseñar
a los niños. Nan Garburba Duloged deberá integrar muchos contenidos. Dichos
castellanizados que empleamos, manera erradas de contar…, tendrán que ser
corregidos. Los niños tendrán que aprender las formas correctas de contar, de
expresarse en público en su propia lengua. Tendrán que aprender su propia
historia; manejar los relatos de Orgun, de Giggadir… Si ustedes, que son
abuelos y abuelas, no están preparados para responder a sus preguntas,
terminarán aprendiendo de ellos. Es muy importante que no nos llamen,
únicamente abuelos o abuelas o madres o padres, sino que lo seamos de verdad,
porque ser abuelo o abuela o padre o madre, es ser maestro en las experiencias
culturales de la comunidad. Que encuentren en cada uno de nosotros, respuestas
correctas a sus preguntas vitales y escolares.
Por eso, les digo
que se trata de una revolución, que va a involucrar a todos los sectores de la
comunidad. A eso, lo llamamos Nan Garburba Duloged. Les invito a todos ustedes,
a que entren en esa línea de acción. Todos tenemos la responsabilidad de
ofrecer a nuestros hijos y nietos el plato exquisito de la cultura. Nadie lo va
a hacer en nuestro lugar, porque tampoco lo vamos a permitir. El cambio debe
estar en nosotros, para que nuestros niños puedan disfrutar de su propia
cultura desde una alta autoestima y ante cualquier cultura del mundo.
Referencia:
Wagua, A. 2014. EBI
GUNA – Nan Garburba Duloged: Génesis, enfoque, estrategias y métodos aplicados.
Programa EBI Guna, Congresos Generales Gunas / AECID. Gunayala. 151 p.
[1]
¿Cómo concibo yo, Nan garburba Duloged?
Intervención del sagladummad Olonagdiginya (Gilberto Arias) en el encuentro de
la EBI Guna realizado en la comunidad de Bubbur, el 9 de agosto de 2007.
Traducción y síntesis de A.W.
[2]
Se refiere a una serie de ritos y ceremonias que la cultura guna reserva para
la mujer, a lo largo de su desarrollo como persona. Constituyen celebraciones
colectivas de aceptación pública de la mujer como imagen de la madre tierra.
[4]
Gamdur / Gamdurgan: jefe de la ceremonia de innasuid. Persona encargada de
sonar la flauta y de invocar a Baba y Nana en nombre de la niña que recibe el
nombre en la ceremonia de innasuid.
[5]
Se refiere a las autoridades de Gunayala que lideraron la Revolución Guna de
1925.
[6]
Gwiblo: especie de golondrina, ave
migratoria que se observa en bandadas por el mes de octubre en Gunayala, por
eso, el mes toma el nombre de gwiblonii.
[7]
Nele, hombre o mujer con cualidades
de diagnosticar enfermedades y de intermediar entre la naturaleza y el hombre
en conflicto, con el fin de lograr el equilibrio.
[9]
Baba y Nana (Gran Padre y Gran Madre). Creadores, seres supremos. La cultura
guna mantiene la co-creación del mundo. Dos orígenes creadores, y no uno sólo.
[10]
Nan Garburba Duloged o Nan Garburba Duloged Igar: “Camino de hacer resurgir los
huesos de mamá”. Nombre dado por las autoridades de los Congresos Generales
Gunas al programa educativo EBI Guna. Está inspirado en uno de los relatos más
significativos de babigala: Ibeler y sus
hermanos. El relato describe la gesta liberadora de los ocho hermanos para
liberar a la tierra como mamá. Los ocho, desde una unidad férrea, se enfrentan
a Biler que personifica el caos y el desequilibrio universal. Ibeler y sus
hermanos crecen sin conocer a su madre. A pesar de los engaños y patrañas de
sus tutoras, los ocho hermanos llegan a conocer la verdad de su mamá, que había
sido torturada, escarnecida y tragada por los hijos de las mismas tutoras.
El
relato nos lleva indefectiblemente a considerar la necesidad de beber delas aguas
originales de la cultura como premisa imprescindible para el fortalecimiento
estructural y sistémico de toda sociedad. Nos lanza un principio muy claro: en
la medida en que valoremos nuestro pasado, podremos hacer viable nuestro
futuro.
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