27 de abril de 2025

A 14 AÑOS, ¿CÓMO SE CAMINA HACIA LA AUTONOMÍA?

 Publicado por ning1no | Abr 21, 2025 | #HackeoCulturalSemillero de Futuros Ancestrales

Chari sésikua jimbó juatecha ka ireta Cherán K’eri

 

Cherán K’eri es un pueblo en la meseta p’urhépecha en Michoacán. El 15 de abril de 2011 Cherán comenzó a escribir una historia insurrecta, un camino de lucha contra el saqueo de los cerros, el bosque y contra la red de muerte impuesta por el crimen organizado. A catorce años del levantamiento, el sistema por usos y costumbres, el presupuesto directo y la libre determinación de los pueblos ha caminado incluso a pesar de las contradicciones.

La defensa de los cerros, de la vida que en ellos habita y la vida que produce es el centro de la lucha. La recuperación del territorio y de los bosques como base de la vida digna y que es una lucha compartida con muchos otros pueblos que se enfrentan a los efectos de un modelo que avanza a través del despojo de la vida de los cuerpos-territorios-espíritus de quienes han habitado por siglos estas tierras. 

Fotografía por Marco Guardian

 

El corazón es el bosque 

Cuentan lxs túa anapu, es decir, lxs más antiguxs que lo más sagrado son los árboles, la gran variedad de plantas, hongos y animales que habitan los cerros. La vida que habita el cerro mantiene un vínculo estrecho con la vida en el pueblo como si el cordón umbilical al nacer se extendiera del cuerpo de la madre al cuerpo de la tierra. 

En el llamado corpus, de la vida diversa del cerro baja a despertar la vida en en pueblo; para no olvidar que todo aquello que habita el bosque es parte de la red que sostiene la vida comunitaria, para honrar que aún hay espíritus protectores a quienes hay que ofrendar. La lucha por los bosques nos recuerda que somos parte de la red de la vida. 

Fotografía por Marco Guardian

 

El fuego es el guardián 

Desde el 2011, en medio de la incertidumbre y la desbordante oscuridad, el fuego de la parhangua (fogón) salió de la intimidad de las casas para tomar las calles y con ellas, la fuerza de la palabra compartida. Las fogatas se convirtieron en el lugar de organización política desde donde se toman decisiones, pero también desde donde se sostiene la vida porque ahí también se comparte la comida, se suelta la tristeza y se retoma la fuerza. Desde entonces la lucha ha sido acompañada por el fuego, gran guardián de los pueblos p’urhépecha. 

Este pasado 15 de abril en las calles de la comunidad se enciendió el fuego, se preparó la leña, se organizan los quehaceres para compartir la comida, un tecito de nurhiteni y sobre todo, compartir la palabra. Se encendió la parhangua (fogón) para hablar de los errores, de las faltas, pero también para refrendar la fuerza de seguir luchando, la alegría del camino recorrido y tomar la fuerza del fuego para seguir resistiendo.  

 

Fotografía por Marco Guardian


¡Cherán vive, la lucha sigue! 

La lucha por los bosques sigue siendo una apuesta por la reconstitución del territorio en donde la autonomía sigue siendo un horizonte. Quedan varios senderos por recorrer, uno de ellos es seguir sembrando en las nuevas generaciones de comunerxs el valor de la lucha por una vida digna desde los pueblos, que la memoria de quienes dieron su vida sea una semilla para que crezca la esperanza de un futuro que se está construyendo. 

¿Cómo seguir encendiendo el fuego de la rebeldía? La semilla está ahí, son lxs niñx que desde su nacimiento en este territorio ya son comunerxs. Donde la producción de lo común se gesta en la cotidianidad, en las fiestas, en la vuelta a la tierra para la siembra, en la transmisión de la sabiduría de los abuelxs sobre del uso de plantas para la sanación, en los saberes del cuidado y del bosque y sus ciclos; en mantener la memoria viva de la lucha y en todo aquello que parece no ser visible pero que brota como magma vivo cuando hay que hacer frente a las amenazas: es el fuego de la resistencia, es el pueblo que disputa el derecho a la diferencia donde florece la alegre rebeldía. 


Cherán K’eri 

15 de abril de 2025 
Erandi Medina Huerta

 

Actualmente, Erandi está iniciando el proceso comunitario para realizar una Escuelita de Hackeo Cultural para infancias y juventudes en territorio P’urhépecha.

 

Fuete: https://hackeocultural.org/hackeocultural/a-14-anos-como-se-camina-hacia-la-autonomia/?fbclid=IwY2xjawJ67RJleHRuA2FlbQIxMABicmlkETFVUmFOMmNoTndlendwR2VFAR5vUlGUKEdJpBALRkhuoyU-z4qgF6qH3lW0k6L9c2tAVD0iwVPw9pB6LwxUcA_aem_aWRp7AxJ5L2D2uKComX1iA

 

24 de abril de 2025

Inanaginia: Consolidación y conflicto territorial en Tulenega

Por: Bernal Castillo

Hoy 22 de abril, otra fecha histórica en la historia del Pueblo Gunadule, la muerte de otro líder Inanaginya que consolida los inicios de la autonomía guna y de la comarca de Tulenega.

Una vez que Abisua consolida la estructura del pueblo Gunadule como se conoce en la actualidad de los Onmaggeddummagan (Congresos Generales Guna), de los Sagladummagan (Caciques Generales) y de los siggwimar (secretarios). Se inicia la tercera etapa de la historia de Tulenega con una de las figuras poco conocidas en la historia guna y que ha estado en el olvido por las mismas comunidades, y que, en la actualidad, ha sido reconocido como unos de los baluartes de la autonomía territorial guna, es Inanaginya, quien, desde joven, se interesó por conocer la historia y la cultura guna, por lo que viajó a otras regiones para consolidar estos conocimientos. Uno de sus maestros fue Olowibailer o Gubbi, con quien aprendió la historia sagrada guna del Babigar.

Una vez que fue escogido como el líder o cacique de la región de San Blas y Darién por 1890 en la comunidad de Yandub/Nargana, su figura adquiere relevancia en la región, ya que, siendo sagla de Sasardi, era reconocido como líder en la zona oriental. Durante su gestión, defendió ante el gobierno colombiano volver a retomar la creación de un territorio Gunadule bajo las leyes colombianas, con los ideales de la Comarca de Tulenega.

La etapa que le tocó vivir Inanaginya fue un periodo tan conflictivo, ya que la región estaba en una constante tensión social e inestabilidad política por la presión del gobierno colombiano, que quería usurpar las tierras guna en la zona costera desde el golfo del Urabá hasta San Blas (hoy Gunayala), usurpación que la estaban realizando los colonos de origen afro. Por ello, Inanaginya tuvo que viajar, en varias ocasiones, a Bogotá para denunciar los conflictos de tierras, los abusos en la comercialización de los productos y la entrada ilegal de los exploradores para la explotación del caucho y de la pesca de las tortugas carey.

Según la historia oral, Inanaginya se reunió en varias ocasiones con el presidente Rafael Núñez junto a sus secretarios Eliseo Zúñiga y Fernando Ayarza para manifestar su inconformidad con lo que estaba ocurriendo en tierras guna.

En ese periodo histórico, Inanaginya, una vez siendo el cacique de la región, se enfrenta, entre 1887 y 1895, al conflicto conocido como la Guerra de Aggandi, en donde los guna al ver que sus tierras estaban siendo usurpadas, firmaron un acuerdo de paz liderizado por este cacique para la tranquilidad de la región en Aggandi; pero los funcionarios públicos incumplieron el pacto, y las amenazas y hechos violentos aumentaron con asesinatos a pobladores guna, los cuales respondieron con el incendio del campamento de los colonos.

En 1887, encabezado por el cacique Olotipilele de la región de Urabá intentaron atacar a los caucheros, pero no pudieron por una epidemia de sarampión. Nuevamente en 1888, Olotipilele pudo expulsar a los tagüeros; pero ellos, pidieron el apoyo al gobierno colombiano, ya que les perjudicaba su comercio.

En 1891, se consolida su autoridad como jefe superior de la región donde cada año celebran un congreso en distintas sedes para discutir la problemática de la zona.

Para abril de 1892, Inanaginya viajó a Cartagena, Barranquilla y Bogotá con el fin de reunirse con el presidente de Colombia para denunciar a colonos negros de Cartagena que invadieron las tierras guna en Aggandi:

"Por donde quiera que pasó la comisión indígena fue muy bien recibida, no solamente por la misión que iba a cumplir, sino también porque todos en general han creído en su sinceridad y honradez y han sabido apreciar las virtudes que caracterizan a esa raza a pesar de la poca o ninguna civilización entre ellos, y que no tienen otra religión que las creencias tradicionales de esa tribu.

El jefe de la Comisión dijo a un representante de LA ESTRELLA que su visita a la capital había tenido muy buen resultado, pues el doctor Holguin le había prometido valerse de todos los medios posibles para proteger sus derechos y los de su pueblo, y que de Panamá sería enviada una comisión a hacer salir del territorio indio a los negros intrusos si en realidad éstos se han posesionado de él. Sin embargo, según hemos podido averiguar, esta Comisión no podrá enviarse inmediatamente, porque el Gobierno no puede muy bien disponer por ahora de los 50 hombres necesarios ni hay modo de trasportarlos. Se ha consultado al Ministro de Guerra en Bogotá si no sería mejor enviar tropas de Cartagena en la cañonera la Popa y mientras se resuelve este punto será indispensable alguna demora que parece mortificar á Junanaquina (Inanaginya) y a sus asociados. No quieren regresar sin las tropas, porque el hecho de regresar solo dará a que los más belicosos crean que la misión de sus jefes no ha tenido buenos resultados y que el jefe del Estado les ha negado su protección. Y entonces será inevitable un levantamiento general, y la repetición de los asesinatos y otros actos de violencia que tuvieron lugar hace veinte años en el Darién”.

También, se quejaron del decreto que emitió el gobierno donde todo buque mercante deben llegar primeramente a Cartagena a pagar los impuestos de aduana antes de introducir sus mercancías a las costas de la región guna, comercio que afectaba a sus comunidades, ya que han entrado pocos barcos y las mercancías aumentaron sus precios; por lo tanto, desean que exista un comercio libre en su territorio, petición que el presidente colombiano veía favorable para el desarrollo de la zona. Posteriormente, en agosto de 1892, con el apoyo del gobierno central, los colonos colombianos buscaron la manera de intimidar a los guna de Aggandi, al enviar la cañonera La Popa con soldados, y traer a Inanaginya, al sargento mayor Bernardo y a otros cuatro miembros del séquito del cacique, para firmar un acta de paz.

Con ello, asentaron con mayor propiedad los colonos para explotar la tagua desde el río la Miel y las bocas del Atrato, perdiendo los guna su vasta extensión, y su repliegue con mayor intensidad a las costas de San Blas (Gunayala). Después de esta acción, la figura de Inanaginya fue reconocida por el gobierno colombiano donde lo nombraron General y le otorgaron créditos comerciales, que después pagó cumplidamente con el envío de cocos, tagua y carey. Hay que destacar que Inanaginya continuó la labor del sagla Abisua cuando volvió a reorganizar la unidad territorial con la Comarca de Tulenega hasta su muerte el 22 de abril de 1907.

En el periódico El Nuevo Tiempo se anuncia su fallecimiento:

“Muerte de un Cacique

Cartagena 23 de abril.

Excelentísimo señor General Reyes. Bogotá. El Cacique Iñanaquina falleció anoche de viruela.

Camilo S. Degado”.

 

FRAGMENTO TOMADO DEL LIBRO ANMAR NABBA TULENEGA. Tulenega: nuestro territorio. Estudio Histórico y Etnohistórico del Pueblo Gunadule en el Siglo XIX (2023).

Documento histórico de Colombia de 1906 donde se indica la figura de Inanaginya como Cacique del pueblo guna.






20 de abril de 2025

La agroecología frena la minería del oro

por Admin

marzo 31, 2025

                                                                                                                                                Pablo Solón

En marzo de 2025 el oro superó por primera vez en la historia los 3.000 dólares por onza troy.  Muchos gobiernos y empresas buscan refugio en el oro ante la guerra comercial y las disputas geopolíticas desatadas por Trump. La demanda de oro crece en todo el mundo, menos en unos municipios y territorios indígenas de la Amazonía boliviana que están decididos a ponerle freno al avance de la minería del oro para preservar su producción agroecológica, sus emprendimientos ecoturísticos, y sus sistemas de vida.

La fiebre del oro

En Bolivia existen mas de mil trescientas cooperativas del oro asentadas abrumadoramente en los ríos de la Amazonía. La mayoría de estas cooperativas mineras operan de manera ilegal y se concentran sobre todo en los municipios de Apolo, Teoponte, Tipuani, Mapiri y Guanay próximos a los municipios agroecológicos de Alto Beni y Palos Blancos.

Bolivia está entre los principales importadores de mercurio del mundo. Este elemento químico se utiliza para separar y concentrar el oro que se encuentra en ríos de la Amazonía. Una vez que el mercurio se libera, ciertas bacterias lo transforman en su versión orgánica más tóxica: el metilmercurio que ingresa a la cadena alimentaria de plantas, peces, aves, animales y seres humanos. Un estudio reciente indica que los pueblos indígenas Esse Ejjas, Tsimanes y Mosetenes, que están aguas abajo de las explotaciones mineras del oro, tienen hasta siete veces más mercurio de lo que considera aceptable por la Organización Mundial de la Salud. La exposición al mercurio tiene el potencial de causar daños irreversibles en el desarrollo infantil, y los sistemas nervioso, digestivo, renal y cardiovascular de los adultos.

Pero la fiebre que provoca la explotación del oro va mucho mas allá del mercurio. Allí donde operan las cooperativas mineras se remueven miles de toneladas de tierra y roca deforestando y alterando los meandros de los ríos que agravan las inundaciones que afectan a las propias poblaciones mineras. A esto se suman los avasallamientos a territorios indígenas y áreas protegidas, las condiciones infrahumanas de trabajo en la minería del oro y la proliferación de la prostitución, el alcoholismo, las drogas, la violencia y los conflictos.

Los que verdaderamente se benefician de la actividad minera son unos pocos inversionistas colombianos, chinos, rusos y bolivianos que proveen de maquinaria y capital a las cooperativas a cambio de la entrega de su producción. El Estado boliviano apenas recibe el 2,5% del valor de todas las exportaciones de oro. Sin embargo, todos los gobiernos son bastante permisivos frente a los cooperativistas mineros por su capacidad de movilización y la masa electoral que representan.

La muralla agroecológica

La producción agroecológica en los municipios de Alto Beni y Palos Blancos tiene sus raíces en la central de cooperativas El Ceibo que se fundó en 1977 para producir cacao orgánico. Las cooperativas formadas por campesinos migrantes de tierras altas exportaron por primera vez cacao con certificación orgánica a los Estados Unidos en 1987. En la actualidad, El Ceibo cuenta con 49 cooperativas, 1.300 socios agricultores, una planta de procesamiento de cacao y chocolates en la ciudad de El Alto, y exporta el 40% de su producción con certificación orgánica a diferentes países.

El cacao se cultiva en pequeñas parcelas de 3 o 4 hectáreas sin el uso de agroquímicos u organismos genéticamente modificados. Los agricultores recolectan el cacao y lo ponen a secar al sol mientras producen compost con los restos para aumentar el rendimiento del suelo. Con los años, ambos municipios han incursionado en sistemas agroforestales de producción de cítricos, papaya, banano, copoazú, maracuyá y otros productos.

Los dos municipios están separados por el rio Alto Beni y por su territorio pasan varios cursos de agua que dan vida a su producción agroecológica. Sin embargo, durante la última década casi todos estos ríos han sido solicitados para explotaciones de oro a la Autoridad Jurisdiccional Administrativa Minera (AJAM) de Bolivia. Como se puede apreciar en el siguiente mapa del municipio de Alto Beni no hay un pedazo de río que no esté cuadriculado y en trámite de adjudicación minera.

Solicitudes de derechos mineros en el municipio de Alto Beni

Elaboración propia por la Fundación Solón en base a datos de la AJAM 2022

Municipios libres de minería

Desde 2017, varias organizaciones de la región, incluido El Ceibo, emitieron pronunciamientos contra la explotación aurífera en ambos municipios. A principios de 2021 la Organización del Pueblo Indígena Mosetén (OPIM), que tiene gran parte de su territorio en el municipio de Palos Blancos, rechazó rotundamente 17 trámites mineros por los que pretendían concesionarse 848 cuadrículas dentro de su territorio. También en 2021, ambos municipios aprobaron leyes de declaratoria de municipios agroecológicos libres de actividad y contaminación minera. La aprobación de estas leyes municipales afirmó la determinación agroecológica y no minera de Palos Blancos y Alto Beni, pero no puso fin a los avasallamientos de cooperativistas mineros ni a las solicitudes de trámites ante la AJAM.

En junio de 2023, la Defensoría del Pueblo interpuso una acción legal ante el juzgado de Palos Blancos para revertir una resolución de la AJAM que autorizaba realizar una consulta para la otorgación de un derecho minero. El juez dejó sin efecto la resolución de la AJAM y exhortó a los municipios de Alto Beni y Palos Blancos a hacer conocer a la AJAM “las áreas geográficas superficiales libres de explotación minera para su restricción”.

En 2024 ambos municipios consiguieron una ley de Asamblea Legislativa Departamental de La Paz que refrendaba su vocación agroecológica libre de minería, y procedieron a entregar los planos de sus municipios para que la AJAM restrinja toda solicitud minera.

Ese mismo año, la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, encabezada por David Choquehuanca, interpuso ante el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) un conflicto de competencias contra la ley municipal de Alto Beni con el argumento de que la regulación de los derechos mineros es una “competencia exclusiva” del gobierno nacional y no así del municipio. Esta acción legal fue un balde de agua fría para las organizaciones agroecológicas. Mas del 80% de la población de ambos municipios había votado por el MAS y su vicepresidente Choquehuanca en las elecciones nacionales de 2020.

Las organizaciones y autoridades de ambos municipios viajaron varias veces a La Paz para explicar al vicepresidente y sus técnicos que ellos no querían arrebatar ninguna competencia al gobierno nacional, que en sus municipios no había actividad minera, y que de existir minería aurífera perderían su condición de municipios agroecológicos. Para comprobar esta realidad, invitaron a Alto Beni al vicepresidente y a autoridades de la AJAM. En agosto de 2024 frente a la presencia imponente de trescientos representantes de organizaciones agroecológicas campesinas, indígenas y de mujeres de los municipios de Alto Beni y Palos Blancos, el vicepresidente y las autoridades de gobierno se tuvieron que poner la camiseta verde de los municipios libres de minería.

    Foto: autor desconocido.

El director departamental de la AJAM firmó un acta en la que suspendía todo trámite de derecho minero en ambos municipios, pero días después aclaró que dicha suspensión era sólo temporal hasta que el TCP revisará la resolución del juzgado de Palos Blancos y se conociera el resultado del conflicto de competencias planteado por la vicepresidencia contra el municipio de Alto Beni.

Después de una complementación de forma a la ley municipal de Alto Beni, la vicepresidencia retiró por fin el conflicto de competencias en diciembre de 2024. Casi al mismo tiempo se hizo pública la sentencia del TCP que mantenía en firme lo determinado por el juez de Palos Blancos y ampliaba su falló señalando que la actividad minera vulnera no sólo los derechos de las personas sino también los derechos del río Beni.

Con estas dos determinaciones judiciales, ahora las organizaciones de Alto Beni y Palos Blancos exigen a la AJAM la suspensión permanente en la otorgación de derechos mineros en ambos municipios. Así mismo, han presentado un proyecto de ley a la Asamblea Legislativa Nacional para que se garantice su vocación agroecológica y se amplíe esta protección a otros “municipios y territorios indígenas originarios y campesinos con vocación ecoturística y productiva agroecológica”.

Territorios libres

La resistencia contra el avance de la minería del oro no sólo se ha dado a nivel legal y judicial. En muchas ocasiones las organizaciones campesinas e indígenas se han movilizado para expulsar a empresas mineras que se estaban asentando en sus territorios.

Desde la realización en la Amazonía boliviana del XI Foro Social Panamazónico en junio de 2024, el ejemplo de estos municipios y organizaciones agroecológicas se ha ido extendido a otras regiones. En febrero de 2025 se realizó el “Primer encuentro de municipios y territorios indígenas agroecológicos y ecoturísticos” que sumó a los municipios de Rurrenabaque y San Buenaventura e incorporó de manera protagónica a territorios indígenas del norte de La Paz.

El Consejo Regional Tsimane Mosetén del área protegida del Pilón Lajas rechaza la “consulta previa” que realizan las cooperativas mineras con autorización de la AJAM porque sólo busca el aval a través de algunas dádivas, y no toma en cuenta a todas las comunidades indígenas que son afectadas por la actividad minera. En esa medida, un territorio indígena que se ha declarado libre de minería debe ser respetado en toda su integridad y no fraccionado a través de consultas amañadas.

El concepto de territorios libres ha ido cobrando cada vez más profundidad y fuerza. Así lo muestra el ejemplo del Yasuní donde la mayoría del pueblo ecuatoriano votó para dejar el petróleo bajo el suelo. La lucha por territorios libres de extractivismo es la lucha por la autodeterminación desde abajo frente a gobiernos cada vez más capturados por lógicas de poder ecocidas.

La experiencia de Alto Beni y Palos Blancos muestra que es posible frenar el extractivismo del oro fortaleciendo y expandiendo las alternativas agroecológicas, sostenibles y democráticas que se construyen desde lo local.  

Fuente: https://fundacionsolon.org/2025/03/31/la-agroecologia-frena-la-mineria-del-oro/

 

10 de abril de 2025

Producción alimentaria indígena en el paisaje natural: mitigando la crisis ambiental

Geodisio Castillo
geodisio@gmail.com

Cultivo de mama – yuca + osi - piña, en la montaña de isla-comunidad Dubbag, Comarca de la Biosfera, Comarca Gunayala, Panamá. Foto: Gubiler, 11/2024

Los gobiernos e instituciones externas, siguiendo un patrón histórico, suelen considerar a los pueblos indígenas y campesinos de países en desarrollo como poblaciones vulnerables, argumentando que su dependencia de la naturaleza y su ubicación en tierras marginales los exponen a los impactos del cambio climático[1]. Pero no dicen, que su ubicación en tierras marginales está relacionada a una larga historia con la dominación colonial, despojo, la marginación y discriminación (OXFAM, 2017; González-Muñoz, 2010).

De acuerdo con OXFAM (2017), la pérdida de hogares, medios de vida y tierras ancestrales a causa de los desplazamientos pone de manifiesto el coste humano y la profunda injusticia que supone el cambio climático. Las personas menos responsables del cambio climático son quienes más sufren sus consecuencias, y quienes disponen de menos recursos para hacerles frente. La desigualdad es a la vez causa y consecuencia de la desproporcionada frecuencia e impacto de los desplazamientos asociados al cambio climático.

Percepción de la crisis climática de manera diferente

El pueblo Gunadule percibe la crisis climática de manera diferente, es decir, desde tiempos ancestrales y hasta el presente, no han experimentado la severidad del cambio climático que afecte significativamente sus cultivos. Sus sistemas de producción alimentaria, "nainu familiar", se integran armoniosamente con el paisaje natural, donde la naturaleza misma protege los cultivos, formando jardines botánicos, de árboles y plantas medicinales, árboles de uso doméstico y artesanal. Por lo que mantiene 80% de bosque natural, dentro y complementado con sistemas agroforestales de "nainu familiar" y bosques de manglares, además del vasto “muubilli” u océano azul, aún en estado natural. Toda la biosfera de la Comarca (tierra y mar) actúa como un sumidero de carbono. La presencia de vida silvestre, un bioindicador de la salud del ecosistema facilita la planificación de acciones para mejorar la productividad sostenible. Maximizando el potencial de la agricultura para eliminar el carbono de la atmósfera y colocarlo en la tierra (lo que hace que el suelo sea más productivo), transformando la agricultura para desencadenar el poder regenerativo de la naturaleza[2]. En consecuencia, las áreas naturales protegidas es un todo, una Comarca de la Biosfera y no islas o parches protegidas (Bennett, 2004). Esta experiencia se ha fortalecido con el Proyecto de Estudio y Manejo de Áreas Silvestres de Kuna Yala (PEMASKY), cuyos estudios han propuesto un plan de manejo para establecer la Comarca de la Biosfera de Gunayala.

Esta percepción diferente de la crisis climática que tienen los pueblos indígenas es debido a su relación profunda con la naturaleza y sus sistemas de conocimientos ancestrales. Para muchos pueblos indígenas, la tierra, los ríos, los bosques, los animales, las piedras y los ecosistemas no son solo recursos, sino que están vinculados a su identidad, a su espiritualidad y cultura, es un activo biocultural. Al integrar lo biológico y lo cultural se busca soluciones para problemas globales como la crisis climática.

El pueblo Gunadule mantiene una convivencia intrínseca con la naturaleza, que forma parte de su identidad biocultural. Han experimentado inundaciones en sus comunidades debido al aumento del nivel del mar, especialmente en enero y febrero de cada año, cuando los vientos alisios del norte elevan las olas. Con humor, describen sus islas como "estopa de coco que flota y juega con el vaivén de las olas del mar". Otras amenazas incluyen deslizamientos de tierra en los cultivos e inundaciones fluviales[3], situaciones que consideran normales. Sin embargo, hace rato han mostrado interés en buscar alternativas para trasladarse a terrenos seguros y construir nuevos hogares ecológicos[4], es parte de la defensa territorial.

En Isberyala los árboles desaparecieron, no se precisa, cuál es la extensión que se pretendía deforestar, ni mucho menos cuántos árboles fueron arrancados, de qué especies, ni de dónde específicamente, no se cumplió con ninguna medida de mitigación[5]. Además, no hay sumidero de basuras, los alcantarillados no son buenas, el agua no llega a la comunidad, surgen problemas sociales y culturales. El estudio de impacto ambiental de Isberyala no cumplió con el estándar que se requiere en un proyecto como ese, los impactos o estas insuficiencias pueden continuar escalando[6] [7].

Riesgos de la crisis climática en el sistema alimentario

La crisis climática afecta directamente al sistema alimentario, reduciendo la disponibilidad de alimentos e incrementando la desigualdad del acceso a sectores desfavorecidos como las poblaciones indígenas y campesinas (Santiago-Vera, et al., 2018). Según Nelson et al. (2009), los impactos de la crisis climática en la agricultura y el bienestar humano incluyen los efectos biológicos en el rendimiento de los cultivos, es decir, hace que las cosechas produzcan menos alimentos; en lo económico provoca que los precios de los alimentos suban, se produzca menos comida en general y la gente compre menos; y en la salud, como resultado, cada persona come menos calorías y más niños sufren de falta de alimento (malnutrición). Los efectos biofísicos de la crisis climática sobre la agricultura inducen cambios en la producción y precios, que se manifiestan en el sistema económico a medida que los agricultores y otros participantes del mercado realizan ajustes de forma autónoma, modificando sus combinaciones de cultivos, uso de insumos, nivel de producción, demanda de alimentos, consumo de alimentos y comercio.

Sin embargo, se ha demostrado que los pueblos indígenas poseen una notable capacidad de resiliencia frente a la crisis climática, sus sistemas de producción alimentaria, diversos y adaptados a las condiciones locales, han enfrentado y superado los desafíos climáticos durante milenios (Altieri, Nicholls, 2013).

A pesar de conocer que pervive la sabiduría ancestral, poco la valoramos, como el sistema de producción de nainu familiar que forma el paisaje natural forestal (Castillo, 2011). Desde esta perspectiva se debe considerar que el Programa de Apoyo a las Comunidades (PAC) de Onmaggeddummagan está realizando su trabajo. A pesar de ello, debe enfocarse en resaltar los beneficios de integrar la producción con la naturaleza. En lugar de que se infunda alarma sobre las crisis ambientales, climáticas o de biodiversidad, se debe promover un enfoque que valore y respete las prácticas ancestrales del pueblo Gunadule. Por lo que es importante fomentar la resiliencia a través de:

  1. Valorar y difundir la sabiduría ancestral sobre el manejo de paisajes naturales y adaptación al clima.
  2. Promover prácticas sostenibles de técnicas agrícolas y de producción que armonicen con el paisaje natural, como los sistemas de producción agroforestal de nainu familiar.
  3. Apoyar iniciativas locales de conservación y manejo comunitario de áreas naturales, revalorando la reciprocidad, la solidaridad y el fortalecimiento comunitario.
  4. Facilitar el acceso a recursos resilientes, como variedades de cultivos nativos resistentes al clima, pronósticos meteorológicos y técnicas de gestión del agua[8].

Hay que seguir viviendo, como lo vienen haciendo los pueblos indígenas. Y dejar estos planes de adaptación al cambio climático que se establecen en proyectos y acuerdos de conservación y manejo comunitario de áreas naturales, además de contar con variedades de cultivo resiliente, pronósticos del clima y manejo de agua (IPCC, 2014). Sumado a eso, pensar si realmente la innovación que tanto se habla es una trampa para buscar soluciones perfectas que no llegan nunca[9]. Si algo ha cambiado a pequeña escala ¡perfecto! Pero las innovaciones están diseñadas para grandes explotaciones agrícolas y no se adaptan bien a las condiciones y necesidades específicas de la agricultura indígena, rural o campesina[10] . Esto puede resultar en soluciones ineficaces o incluso perjudiciales para los pequeños agricultores, creando brechas entre los agricultores que pueden permitirse estas tecnologías y aquellos que no. Debemos que aprender de los errores del pasado, puesto que las trampas clásicas se repiten una y otra vez[11].

La agricultura de pueblos indígenas: respuesta efectiva a la crisis climática

De acuerdo con Torres-Soli, et al. (2020), la agricultura ha sido la principal actividad económica de los pueblos indígenas de Abiayala. Como los Totonaca de México, por su habilidad para cultivar maíz, frijoles y calabazas ha sido transmitida de generación en generación. El maíz, su principal cultivo, en particular, es considerado un alimento sagrado y es la base de su dieta. Utilizaban un sistema de terrazas para aprovechar al máximo la fertilidad del suelo y evitar la erosión. Esto les permitía obtener cosechas abundantes y asegurar su sustento alimenticio. También practicaban la irrigación, construyendo canales para llevar agua a sus campos. Además, se dedicaban a la pesca, la caza y la recolección de frutos silvestres. Las chinampas[12], un ingenioso sistema de cultivo de los Aztecas. Conocidas como “jardines flotantes”, son islas artificiales construidas en cuerpos de agua, principalmente en el lago de Xochimilco, que formaban un sistema agrícola en el que se cultivaban diversas hortalizas y cereales. Este sistema consistía en tramos de tierra rodeados por canales de agua, donde los cultivos se cultivaban en marcos de cañas que se llenaban de barro y materia orgánica; creadas utilizando un proceso metódico y respetuoso con el ambiente. Representan uno de los hitos más destacados en la agricultura del pueblo indígena azteca de Mesoamérica. Un sistema agrícola que no solo fue fundamental para el desarrollo de la civilización azteca, sino que también ofrece lecciones valiosas para la sostenibilidad agrícola en la actualidad (Altieri, 2004; Ezcurra, 2021). Los Sikuani de Colombia y Venezuela que desarrollaron en su conuco una horticultura de tumba y quema basada en el cultivo de la yuca amarga (Manihot esculenta) con una gran variedad y asociadas a otros cultivos (Rojas, 1994). Erickson (1986) hace referencia a los cultivos en camellones o waru-waru en el Perú Andino, una tecnología desarrollada, que aprovecha al máximo la capacidad hídrica de la región y los tiempos de inundación, como las lluvias. Aunque los orígenes de los waru-waru se remontan a hace más de 2,000 años en la región aymara, fueron abandonados durante el Imperio Inca y “redescubiertos” recientemente como una respuesta efectiva a la crisis climática y la variabilidad del clima[13]. Estos son algunos ejemplos de la sabiduría ancestral de pueblos indígenas que podemos encontrar en estudios realizados por diferentes autores.

Investigaciones realizadas (Heinz, 1987; Pearsall, 1992; Cooke,1998; Perry et al, 2007) sobre el origen de la agricultura, practicadas alrededor de los bosques tropicales, los hallazgos de cultígenos[14] en yacimientos arqueológicos sudamericanos indican que hace aproximadamente entre 8,000 y el 7,500 años antes del presente (AP) surgió la agricultura. Se ubican los primeros indicios de la mayoría de los cultivos de importancia económica que posibilitaron el desarrollo de las diversas culturas de pueblos indígenas. A pesar de ello, el desarrollo agrícola en Mesoamérica por los pueblos indígenas, por el año 9,000 a 10,000 AP (Casas y Caballero, 1995; Zizumbo y Colunga, 2008) alteraron el paisaje de vegetación natural vieja y en algunas áreas, radicalmente por las comunidades de agricultores[15] (Piperno y Pearsall, 1998; Cooke, 1998; Castillo, 2024).

En estos paisajes alterados se domesticaron cultivos nativos, en el caso de los agricultores Gunadule utilizaron al igual que otros pueblos indígenas, las palmas y frutos, como el corozo, coco espinoso o palma de vino (Acrocomia aculeata) y el nalub - pixbae (Bactris gasipaes) (Cooke y Sánchez, 2019). Podemos añadir al aguacate o aswe (Persea americana), el camote o gwalu (Ipomoea batatas) y dos cultivos culturales, el ají o gaa (Capsicum spp.)[16] y el cacao o sia (Theobroma cacao). Además, los Gunadule utilizaron sama o samagaa- palma aceitera (Elaeis oleifera)  y otros tipos de palma. Distintas palmas, entre ellas werug (Manicaria saccifera Gaertn.), para techar sus chozas cuando el pueblo Gunadule llegaron a las costas. Werug tiene mayor durabilidad para zonas costeras húmedas, como lo es masar (Gynerium sagittatum) para las paredes. Utilizaron para el techo de sus chozas wanug (Welfia regia) e ila (Socratea exorrhiza) para paredes, cuando las poblaciones estuvieron establecidas en las montañas de la actual Gunayala. Wanug e ila son más durables para zonas húmedas de montaña. Son de importancia para la construcción de viviendas entre los Gunadule (Castillo, 2001; Ventocilla y otros,1997)[17].

Sistema alimentario Gunadule frente a la crisis climática

Castillo (1983, 2024) menciona al sistema de producción agroforestal de nainu familiar que practica el pueblo Gunadule. Los cultivos en ladera en negsergan (bosque secundario) donde el nainu se rota anualmente, en ella se siembran oba - maíz (Zea mays), masi - plátano/banano (Musa spp.) y mama – yuca principalmente y cultivos de coberturas. Después de cosechado el nainu se deja en barbecho o en regeneración natural y cultivos perennes que forman un paisaje de jardín natural con árboles de uso doméstico, artesanal y medicinal y plantas medicinales. Y en las planicies donde en el nainu los cultivos se rotan o casi quedan permanentes los ogob – cocos (Cocos nucifera), los abonos que se utilizan son orgánicos naturales y se da mantenimiento casi a diario para obtener una buena producción. Las estrategias, aunque no escritas, sino cantadas, incluyen el sistema de nainu multiestrato para la producción de granos y tubérculos, como oba + mama + masi (Musa sp.) + sia + maryawal – guaba (Inga sp.) + ogob variedad tres filos; esta variedad de ogob se da principalmente en las islas coralinas, conocida como “San Blas” (Castillo, 1983, 2017, 2018; Fremond, et al., 1966; Purseglove, 1972). Este enfoque resalta la oralidad y el conocimiento cultural para que lo colectivo sea la fuerza de la lucha del pueblo Gunadule. Aún hay muchas otras tecnologías, mencionadas en líneas anteriores, halladas y utilizadas por los pueblos indígenas, aún no valoradas[18]. Estos cultivos no necesitaban pesticidas ni fertilizantes sintéticos. Tampoco tenían herramientas super avanzadas ni tecnología de punta. Lo que si tenían era algo mucho más valioso - sabiduría ancestral, sabían cómo cultivar basada en la naturaleza formando un paisaje natural, sin dañar el suelo ni la salud. Sistemas que eran considerados hasta hace poco perjudicial o en detrimento al uso del suelo, lo que ha demostrado lo contrario (Conklin, 1963; Salas, 1987; Warner, 1994).

A nivel de nainu, la práctica agroforestal y/o agroecológica rediseña los sistemas de producción para mejorar el paisaje natural. Porque con ello, se integra la biodiversidad y los procesos ecológicos en la producción de alimentos; reduciendo los insumos externos e introduciendo una producción sostenible basada en la naturaleza. Las observaciones de campo y estudios recientes indican que la mama - yuca en Gunayala enfrenta a la crisis climática (Céspedes, et al., 2017). Y bajo un sistema agroforestal diversificado es otra estrategia para mitigar la crisis climática. Creando un futuro más resiliente y sostenible para la agricultura de nainu.

El sistema alimentario del pueblo Gunadule, aparte que forma un paisaje natural, de acuerdo con Castillo (2016) y Cook (2017), son sistemas alimentarios que ofrecen una impresionante abundancia y variedad de alimentos, sin embargo, la verdad es que se está perdiendo la biodiversidad agrícola crucial y nuestras dietas cada vez homogeneizadas están conduciendo a la enfermedad y la obesidad, relacionadas con la dieta, como el cáncer, la diabetes y las enfermedades del corazón. Los niños Gunadule ya no consumen gwalu (camote) y frutos que se traían del bosque, como eslo (caimito), guseb (granadilla), sua (jobo), entre otros, si no se consumen y cultivan llegarán a desaparecer (Castillo 2016).

A manera de conclusión:

La crisis climática ejerce una presión directa sobre el sistema alimentario, mermando la disponibilidad de alimentos y agudizando la desigualdad en el acceso para poblaciones vulnerables, especialmente indígenas y campesinas.

Durante milenios, los pueblos indígenas de Abiayala y del planeta han domesticado cultivos en armonía con los árboles, asegurando nuestra subsistencia hasta hoy. El abandono actual de estas prácticas ancestrales se debe a los sistemas de producción convencionales, que han desvinculado a estas comunidades de sus conocimientos agrícolas ancestrales, basados en el respeto a los ciclos naturales y la conservación de especies nativas.

Cuando las semillas dejan de cultivarse y consumirse, no solo desaparecen físicamente, sino que con ellas se desvanece la identidad cultural, las técnicas de cultivo ancestrales se olvidan, las especies se extinguen y se interrumpe un ciclo vital.

El colonialismo europeo no solo encubrió, sino que su legado persiste en la negación o invisibilidad de las prácticas, preferencias, dietas y recetas de las naciones indígenas en ámbitos populares y académicos. Esta falta de reconocimiento real de la profunda influencia de la producción ancestral indígena en nuestra gastronomía y gustos alimentarios es evidente. Tras la colonización, la introducción de cultivos como el arroz, el banano, la caña de azúcar, el café, el limón y la naranja ha generado una fuerte dependencia y preferencia en nuestros agricultores, quienes se han adaptado a estas nuevas especies.

En un mundo donde la historia oficial frecuentemente omite o silencia las contribuciones de las civilizaciones indígenas, es crucial reflexionar sobre la riqueza y complejidad de sus culturas.

Referencias


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[4] Perfil propuesta de proyecto. Gestión territorial de Ubeb Yala, en la zona cultural terrestre para proteger los límites de la Biosfera de la Comarca Gunayala. Ubebyala. 10 p. (inédito)

[14] Cultígeno, se denomina a una planta que ha sido alterada o seleccionada por los humanos; es resultado de un proceso de selección artificial o domesticación.

[15] Sabbur o nabsaa (bosque primario o maduro, bosque residual), lo ideal para los agricultores gundaule, ya no existe (Castillo, 2024).

[16] Un interesante reporte científico colegiado, publicado en Science, habla de la utilización en América del ají o chile picante (Capsicum spp. L.), justamente de datos de almidón provenientes de artefactos de sitios arqueológicos (Perry, et al., 2007). Por lo menos hace 6 mil años se utilizaba. En Panamá, una herramienta de piedra del sitio paleoindio conocido como el Abrigo de Aguadulce registró almidón de ají picante. El nivel estratigráfico de dicho artefacto presenta una antigüedad de 5,600 años antes del presente (Perry, et al., 2007: 987).

[17] Aunque los autores no dicen que los guna usaron esa planta en el siglo XIX, al llegar a las costas de lo que hoy es Kuna Yala (Ventocilla, y otros, 1997: 139).