22 de abril de 2012

UNA FARSA LLAMADA MERCADOS DE CARBONO

Agriculturas y crisis climática

La agricultura y el sistema alimentario industrial son las principales causas del calentamiento global y la crisis climática. En contraste, las agriculturas campesinas e indígenas, biodiversas y descentralizadas, son el factor más importante para enfrentar esta crisis; además del hecho fundamental de ser las agriculturas que más aportan a la alimentación de la humanidad.

Pese a esto, la visión que predomina en las negociaciones internacionales sobre el clima se basa en los intereses de las empresas, dejando de lado los intereses de los campesinos. El intento ahora es integrar la agricultura y los suelos al comercio de créditos de carbono, lo cual significaría un nuevo subsidio a las trasnacionales de agronegocios, favoreciendo más a la agricultura industrial y un mayor despojo para las formas de vida campesinas.

Los datos sobre el calentamiento global varían según las fuentes que los arrojen, pero coinciden en señalar que la agricultura industrial es una de las mayores emisoras de gases de efecto invernadero, junto a la generación de energía y transportes basados en combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Las actividades agrícolas aparecen como responsables de entre 11 y 15 por ciento de las emisiones. Si bien este dato ya es grave, presentarlo desagregado de las emisiones de la cadena agroalimentaria industrial oculta una realidad mucho peor, en cuanto a su responsabilidad por la crisis climática. Si se considera la agricultura industrial y el sistema alimentario industrial, al que está necesariamente ligada, hay que cargarles una parte significativa de los porcentajes contaminantes a las emisiones de los transportes; otro porcentaje por la deforestación y el cambio de uso de suelo (en avance de frontera agrícola y en uso de papel: aproximadamente 75 por ciento del papel que se produce es para propaganda y embalajes, que son solamente demanda de las grandes cadenas de ventas), y casi a la totalidad del metano que emiten los basureros debido a la descomposición de basura orgánica, que son restos de alimentos que se tiran en las ciudades.

Según el excelente trabajo de Grain, la crisis climática es una crisis alimentaria (www.grain.org/nfg/?id=735). Basado en el análisis de decenas de informes, la agricultura y el sistema alimentario industrial son responsables de entre 44 y 57 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Llegan a esta conclusión agregando los siguientes datos: las actividades agrícolas representan de 11 a 15 por ciento de emisiones; el cambio de uso de suelos, desmonte y deforestación causan de un 15 a 18 por ciento adicional; el procesamiento, empaque y transporte de alimentos provoca de un 15 a un 20 por ciento, y la descomposición de basura orgánica de un tres a cuatro por ciento.

Por otro lado, Grain también hace un cálculo cuidadoso del papel de los suelos en la crisis climática: mientras su degradación es fuente de emisiones, si el suelo está vivo, con materia orgánica viva y natural que no es eliminada por fertilizantes sintéticos y agrotóxicos: además que se cuida según las diversas condiciones locales, con una combinación de diversidad y rotación de cultivos, incorporación de materia orgánica y otras, se podría devolver a los suelos, en pocas décadas, su capacidad natural de retener carbono y absorber casi dos tercios del exceso de gases de efecto invernadero que existen actualmente en la atmósfera. Pero esta forma de cuidar el suelo sólo es posible mediante la agricultura campesina y familiar, libre de tóxicos, descentralizada y diversa, adaptada a cada lugar. (Camila Montecinos, Cuidar el suelo, www.grain.org/biodiversidad/?id=459)

Sin embargo, los intereses de la industria pretenden explotar la capacidad que tiene el suelo de absorber y retener carbono para cobrar créditos de este elemento usando el suelo como sumidero. Por ejemplo, las industrias que promueven el llamado biochar (carbón vegetal). Se trata de sembrar extensas áreas de monocultivos de árboles para quemarlos, convirtiéndolos en carbón negro y luego enterrarlo, teóricamente para secuestrar carbono y aumentar la fertilidad del suelo.

Según sus postulantes –industrias que aspiran hacer grandes negocios, es también una forma de geoingeniería, porque con 500 millones de hectáreas o más podría enfriar el planeta. Cínicamente dicen que es una tecnología indígena amazónica. Pero el biochar y las formas indígenas de quemar y enterrar son tremendamente diferentes. En el primer caso se trata de ejercer violencia sobre el suelo, primero con grandes plantaciones y agrotóxicos, luego enterrando carbón en forma súbita y masiva, que según estudios incluso podría desequilibrar más el suelo y liberar el carbono retenido en forma natural. Además, parte del polvo de carbón negro se libera a la atmósfera en el proceso y tiene un efecto invernadero mayor que el dióxido de carbono, por lo que otros estudios evalúan que hasta podrían aumentar las emisiones.

Devastar millones de hectáreas con plantaciones y agrotóxicos para luego quemarlas suena realmente enfermizo. La forma indígena de cultivo se basa en miles de años de sabiduría acumulada en el manejo diverso y adaptado a cada región, de diferentes suelos; siempre respetando las condiciones naturales de cada lugar, de cada suelo.

Hay más propuestas de la industria para convertir la agricultura y la alimentación en su campo de lucro particular mientras el planeta se fríe y aumenta el hambre.

Silvia Ribeiro
Investigadora del Grupo ETC

Fuente:
Otros Mundos Chiapas, Revuelta Verde, Marea Creciente
México (eds.). Los mitos del mercado de carbono. Segunda edición. s.f.

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