(Abrahán Cuellar Araujo)
En nuestro
país no hemos salido del esquema y la mentalidad desarrollista. Me refiero a
que solo pensamos en términos de crecimiento y desarrollo de infraestructura.
La lógica del crecimiento es que la economía crezca, no importa si se lo hace a
través de la explotación irracional de los recursos naturales sin valor
agregado.
En esa
lógica de acumulación se han formado grupos de poder que controlan las
actividades económicas y se han enriquecido. A estos grupos de poder económico
no les interesa si otros grupos sociales no tienen nada, no les interesa la distribución
de la riqueza, tampoco les interesa si en esa lógica de acumulación se destruye
la naturaleza.
Esa lógica
de crecimiento y acumulación se reproduce en el imaginario social. A nivel
familiar pensamos en tener una casa, dos casas, un auto, dos autos o tener un
terreno, dos terrenos. En esta lógica lo importante es tener más que el otro,
no importa si el otro no tiene nada.
La lógica de
crecimiento en el Estado se expresa en la mayor acumulación, mayor ingreso
per-cápita y se mide a través del Producto Interno Bruto que es la totalidad de
ingresos por todas las actividades económicas del país.
En la lógica
de desarrollo occidental o capitalista se han formado las grandes urbes como
México, San Pablo, Rio de Janeiro o La Paz. Estas grandes ciudades han crecido
con la mentalidad desarrollista, aunque algunas de ellas, se han convertido en
urbes industrializadas como México y San Pablo. Estas ciudades tienen problemas
que no van a resolver en 30, 50 o 100 años. Problemas de basura, de
contaminación, de delincuencia, de pobreza extrema, etc. El mayor problema de
estas sociedades es la desigualdad social donde poderosos grupos económicos
mantienen en la pobreza a las grandes mayorías que forman las “favelas” o
barrios periféricos.
En Bolivia,
en algún momento se pensó en la ciudad – campo, lo que era Cochabamba, pero la
infraestructura de cemento le fue ganando al campo. Hoy en día cada vez queda
menos tierra para cultivar en el Valle. Esto ocurre por la migración campo
ciudad y por la falta de otra forma de planificar el desarrollo.
A partir de estas realidades y del escenario del debate internacional se plantea la siguiente pregunta ¿para que sirvió el desarrollismo o el desarrollo occidental o capitalista? Tenemos un mundo que está destruyendo la naturaleza y que condena a dos tercios de la humanidad a la pobreza.
En el mundo
tenemos un 20% “más rico” que consume el 80% de los bienes y servicios de la
población, y tenemos un 80% “más pobre” que solo consume el 20% de los bienes y
servicios que produce el mundo. Entonces hemos construido un mundo desigual,
donde los ricos están arriba y los pobres abajo muriendo de hambre, estamos
hablando de más de dos mil millones de personas en el mundo, que tienen hambre,
y eso no es ajeno a Bolivia, seguimos teniendo hambre aquí en los barrios o en
las comunidades.
En nuestro
país históricamente hemos vivido un modelo mono exportador de materias primas,
de recursos no renovables. La plata en la época colonial, el hierro en la época
republicana y gas en la actualidad. Seguimos exportando estos productos sin
industrialización y son recursos no renovables que se acaban en el tiempo, de
aquí a veinte o treinta años no habrá más gas. Como somos un país que ha
quedado rezagado en la industrialización y en el desarrollo tecnológico, los
gobernantes están pensando en desarrollar el agro negocio, grandes extensiones
de mono cultivos y ganadería a gran escala, no solo para el consumo en el
mercado nacional sino para exportar.
Esta visión
de desarrollo en vez de resolver nuestros problemas ambientales y
contradicciones económicas puede más bien profundizar las desigualdades
sociales. Primero porque implica seguir destruyendo la naturaleza para ampliar
la frontera agrícola-ganadera y habilitar millones de hectáreas a través de la
desforestación de los bosques. Segundo porque no garantiza soberanía
alimentaria para los más pobres y los excedentes se concentraran en pocas
manos, en manos de grandes inversionistas privados.
Tenemos el
ejemplo del Brasil, es el tercer productor mundial de alimentos pero esos
alimentos no llegan a la mesa de millones de brasileños que aún viven en la
pobreza. Es decir, se prioriza la exportación y el ingreso de divisas para el
beneficio de grandes empresarios. O el caso de Argentina que era el granero de
América pero ha sustituido sus cultivos por soja transgénica para la
exportación. Bolivia va por el mismo camino, peor aún si seguimos alentando la
producción de soja en Santa Cruz que está provocando la concentración de
tierras en manos de extranjeros.
¿No sería
más importante priorizar y fortalecer al pequeño productor, a la agricultura
familiar, a la agricultura ecológica que son los que alimentan a la población?
¿No sería mejor apoyar a la tecnificación del agro para recuperar tierras
improductivas y aumentar la productividad de las mismas? ¿No sería más
importante que exportar alimentos, garantizar con políticas públicas que todos
los bolivianos tengan alimentos adecuados y con calidad, todos los días del
año?
Por otra
parte, el desarrollismo en su concepción, deja en segundo lugar la producción y
el desarrollo humano y prioriza la infraestructura, la construcción de
carreteras, puentes, escuelas, centros de salud, coliseos, estadios y
producción de energía eléctrica. Con esta lógica, existe la idea de que hay
desarrollo y que estamos construyendo la base de la industria, la producción y
el progreso.
Basta mirar
el reflejo de sociedades que han transitado por este camino. En ningún caso,
han resuelto el problema de las abismales desigualdades económicas y principalmente
de la pobreza. La infraestructura de producción, si no va acompañada de
políticas públicas equitativas, beneficia en primer lugar a los grupos de poder
económico que tienen acceso al gran capital y a la tecnología. Estos grupos
monopolizan las actividades económicas y acaparan las tierras para producir a
gran escala para exportar, en vez de priorizar la producción de alimentos para
el mercado interno.
La
infraestructura de educación y salud son prioridad del Estado pero si no va
acompañada de un desarrollo humano adecuado no habrá mejor calidad de estos
servicios. Si no existe una formación crítica, reflexiva y transformadora no
podrá ser una educación liberadora. Si no especializamos a los profesionales
médicos con vocación de servicio, no podrán resolver los problemas de salud de
la población.
La
mentalidad desarrollista se reproduce como una especie de colonialismo externo
e interno. Seguimos pensando que el modelo de desarrollo occidental resolverá
los problemas de nuestra sociedad cuando en realidad profundiza y multiplica
los problemas.
Por eso es
necesario descolonizar esa mentalidad a través de la construcción de espacios
de reflexión crítica y de construcción de nuevos modelos de desarrollo
alternativos al capitalismo. El problema está en que los grupos de poder que
enarbolan la construcción de una nueva sociedad repiten en la práctica el mismo
modelo desarrollista de explotación irracional de los recursos naturales y de
construcción de grandes infraestructura.
Fuente: http://fobomade.org.bo/bsena/?p=2086
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