Por
Olmedo Beluche
José D.
Ulloa, arzobispo católico de Panamá, con el respeto debido me dirijo a usted
para solicitarle que reconsidere la idea de construir una estatua de la Virgen
Santa María La Antigua, de casi 40 metros de alto, en la bahía de Panamá. Desde
cualquier punto de vista que se considere ese proyecto se evidencia como
inconveniente, además de alejado del espíritu de comedimiento y modestia que
entendemos que el Papa Francisco quiere transmitir. Si el objetivo es
conmemorar los 500 años de religión católica en este continente, estoy seguro
que hay mil maneras mejores, más gratas e inclusivas de celebrar que construir
una estatua que sería una afrenta para buena parte de los habitantes de este
país.
Una
estatua es un símbolo y ésta es el signo bajo el cual Vasco Núñez de Balboa y
sus conquistadores no sólo vencieron, sino que asesinaron con crueldad hombres,
mujeres y niños, para luego saquear y robar a las poblaciones indígenas que
poblaban el istmo de Panamá. Para no entrar en una larga relación de los crímenes
de lesa humanidad cometidos por este conquistador, escudado en el estandarte de
la Virgen, me remito a lo dicho por un cura católico cuyo testimonio está más
allá de toda duda, Bartolomé de las Casas:
"Todas
estas obras, que por aquella tierra Vasco Núñez y sus compañeros hacían, era
disponer aquellas gentes para que amasen el nombre cristiano y se aficionasen para recibir la religión
cristiana; bien creo que pensaban los pecadores que ofrecían a Dios algún sacrificio agradable, so color que
punían o castigaban los
quebrantadores de la ley natural, no advirtiendo con su ceguedad cuántas más veces ellos a cada
paso la quebrantaban con mayores ofensas de Dios, destruyendo aquellos reinos y tantas gentes en ellos y haciendo heder el nombre de Jesucristo entre
aquellas naciones, con sus obras tan detestables, como dellos dijo San Pablo."
¿Es ese
el acontecimiento que se desea celebrar? ¿No sería más correcto conmemorar
estos 500 años con una reflexión autocrítica del papel jugado por la Iglesia
durante la Conquista, acompañándolo de un compromiso hacia las demandas de los
pueblos originarios de hoy que siguen siendo víctimas del saqueo de empresarios
mineros, hidroeléctricos o ganaderos? ¿No sería más acorde para el compromiso
con los pobres pregonado por el nuevo Papa, que a propósito de esta
conmemoración, la iglesia Católica exija del gobierno el respeto hacia los
derechos de los pueblos indígenas y la aprobación del Convenio 169 sobre
pueblos indígenas y tribales en países independientes?
En vez de
ello se ha aceptado la donación de un globo de terreno en Amador, por valor de
5 millones de balboas, de manos de un gobierno que se ha mostrado licencioso
con la propiedad pública. Para colmo, la estatua será construida por una
empresa como Odebrecht, sospechosa de sobrefacturar al Estado panameño, de
cuyos contratos algunos no perdemos la esperanza de que algún día habrá una
auditoria realmente honesta e independiente.
Señor Arzobispo, hay símbolos cuyo significado original se pierde en el
tiempo, pero este no es el caso. Las heridas de la Conquista siguen abiertas,
entre otras cosas porque la Conquista no ha terminado y se repite cada día.
¿Desea usted que los panameños al contemplar esta ostentosa estatua se refieran
a ella como la Virgen de los crueles conquistadores, de una empresa acusada de
"coimera" y un gobierno que abusa de gastos faraónicos pero que no
atiende elementales necesidades de la sociedad? Es mejor enmendar a tiempo que
perpetuar una ignominia.
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