1 de agosto de 2015

Adaptarse al cambio climático asegura la alimentación

Geodisio Castillo

Nos acercamos al umbral más importante que la vida humana enfrentará, el cambio climático, al que los agricultores deben adaptarse. ¿Por qué ellos?, porque la alimentación es la base de la vida, siempre hemos dependido de la agricultura y el bosque. Será necesario modificar – quizás radicalmente – los sistemas productivos, incluyendo los cultivos en los que estos sistemas están basados. El cambio climático amenaza a todos, sin ninguna excepción; sin embargo, es el sector agrícola, donde el impacto es inmediato y con consecuencias potencialmente catastróficas para la vida humana, como también para la vida silvestre.
 
Huerto familiar o casero de nainu en Armila, Gunayala. Foto: Gubiler
Notamos que el cambio del clima es irreversible, va a una gran velocidad. Se pronostican altas temperaturas y alteraciones radicales en los patrones de lluvias que los agricultores jamás han visto (Smith, et al, 2015). En Gunayala el agua no ha caído como se esperaba, aún los vientos del norte no se quieren ir. Esto nos indica con certeza que sí vamos a ver cambios en el clima, y seguro que serán nada diferentes a los tsunamis y/o terremotos ocurridos recientemente, serán catastróficas.

Los ciclones tropicales causarán daño en los cultivos de ecosistemas costeros, mientras que al subir el nivel del mar los acuíferos costeros se salinizarán. En zonas semiáridas se espera una mayor frecuencia y severidad de sequías y calor excesivo, condiciones que pueden limitar significativamente el crecimiento y rendimiento de los cultivos.

En muchos países, la población rural más pobre vive en áreas expuestas y marginales, y en condiciones que los hacen muy vulnerables a los impactos negativos del cambio climático. Y Gunayala es una estas regiones vulnerables. Las consecuencias del cambio del clima para estas regiones marginales y en ambientes frágiles, sus cultivos básicos de subsistencia serán severamente destruidas.

Se nota sin equivocarnos que el cambio climático está aumentando los riesgos para los agricultores, no hay otra forma que adaptarse al clima. Los agricultores dules lo sienten, entonces no hay otro que hacer cambios o innovar adaptando nuestros sistemas de producción de nainu para seguir alimentando a nuestra población.

De allí, la importancia de rescatar o revalorar fomentando nuestros sistemas de producción agroforestal de nainu, como así recuperar nuestras semillas nativas que por desuso se pierde. Nuestro de sistema de producción agroforestal de nainu, minimiza las pérdidas en productividad mediante la mayor utilización de variedades nativas tolerantes a la sequía, a las plagas, captación de agua, policultivos, recolección de plantas del bosque, son una serie de técnicas, que últimamente los científicos están valorando los conocimientos ancestrales.

A pesar de cultivar en ambientes marginales de tierra, con variabilidad climática no predecible y un uso muy bajo de insumos externos, estos conocimientos contribuyen de esta forma a que a los agroecosistemas tengan una capacidad de resiliencia notable ante los continuos cambios económicos y ambientales, además de contribuir sustancialmente con la alimentación local, regional y nacional. Este desempeño está relacionado con el alto nivel de agrobiodiversidad que caracteriza a los agroecosistemas tradicionales, lo cual tiene efectos positivos en el funcionamiento del agroecosistema.

La diversificación de cultivos es, por lo tanto, una estrategia importante para el manejo del riesgo de la producción en sistemas agrícolas pequeños. En general, los agroecosistemas tradicionales son menos vulnerables a la pérdida catastrófica porque, en caso de pérdidas, la amplia diversidad de cultivos y variedades en los diferentes arreglos espaciales y temporales generan compensaciones. En la mayoría de los casos, los agricultores mantienen la diversidad como seguro para enfrentar el cambio ambiental o futuras necesidades sociales y económicas.

Reconocimientos ancestrales

Los pueblos indígenas han dejado plasmados sus conocimientos, adaptados a condiciones ambientales cambiantes. Como ejemplo, nuestro sistema de producción agroforestal de nainu, y cito otros según investigaciones hechas por científicos.

Sistemas de cultivos múltiples o policultivos de nainu
Los policultivos exhiben una mayor estabilidad y menor declinación de la productividad durante una sequía que en el caso de monocultivos. En Gunayala estas prácticas son realizadas en zonas planas costeras y en laderas. Las prácticas realizadas en laderas, donde la vegetación se seca más rápidamente y el viento y la lluvia contribuyen a lavar pronto la poca capa fértil del suelo, hace que el agricultor practique la agricultura de nainu en forma secuencial o cíclica de parcela rotativa basado en el barbecho planificado (Castillo, 2001).

Según Castillo y Beer (1983) y Castillo (2001), estos sistemas de cultivos múltiples también se practican en huertos familiares. Esta práctica agrícola es de uso intenso, y se realiza en zonas costeras o planas de suelos aluviales o en napa sissid (suelo negro). Este suelo es el más preferido por ser un suelo fértil que puede mantener la producción de los cultivos por 5 a 10 años y dejarlo en barbecho por menos tiempo. El uso del fuego controlado es más frecuente, para eliminar la vegetación secundaria. La inclusión de árboles dentro del nainu no es muy frecuente, debido al uso del fuego. A pesar de esta restricción, la regeneración natural del bosque es común, y la práctica del asocio de cultivos con árboles maderables y frutales comienza a incrementarse en la región, convirtiendo parcelas de bosque secundario a mezclas de cultivos perennes y anuales.

Otra de las características de este sistema es la inclusión de árboles como linderos de nainu, es decir, es la utilización de diferentes combinaciones de árboles y frutales como sombra de cultivos anuales y/o perennes en policultivos. Los árboles, principalmente las frutales, como mango (Mangifera indica), assue (Persea americana), nalub (Bactris gasipaes) entre otras, se encuentran en el perímetro del nainu, o parcelas, sirviendo como linderos, no existen cercos o alambrados.

Si los nainus no mantienen cultivos anuales, estos se dejan en nainu matuled, es decir, en rastrojos manejados para aprovechar la producción de leñas y postes para construcción.

Las modalidades de plantación que practican los dules en sistemas agroforestales y policultivos casi no han sido estudiadas, Castillo y Beer (1983), cita cuantiosa información de especies arbóreas y de especies cultivadas que se siembran en combinaciones, e infinidades de combinaciones multiestratificadas. Cita 72 combinaciones agroforestales para la Región Gardi.

En fin, los agricultores dules siembran sus cultivos en arreglos agroforestales utilizando la cobertura de los árboles para proteger los cultivos contra vientos o fluctuaciones extremas en microclima y humedad del suelo. La presencia de árboles en los nainus agroforestales constituye una estrategia clave para la mitigación de los efectos impredecibles debidos a las variaciones microclimáticas. Además también dejan hojas o todo material orgánico del lugar como mulch en el suelo como cobertura que reduce la temperatura, la evapotranspiración y protege los cultivos de la exposición directa al sol, así como de la lluvia.

Uso de la diversidad genética local
Muchos agricultores pobres explotan la diversidad intraespecífica mediante la siembra simultánea y en el mismo campo, de diversas variedades locales que, en general, son más resistentes a la sequía (Altieri y Nicholls, 2009).

En Gunayala, es más notoria la diversidad genética local en huertos islas coralinas, asociaciones del cultivo de ogob (Cocos nucifera), masi (Musa spp.) y frutales, con presencia de animales silvestres, como la iguana verde, los cangrejos, entre otros. Estos animales forman parte de la dieta de los dules, recolectándose alrededor de los cultivos.

Waru-warus
Hace aproximadamente 3,000 años, un sistema ingenioso de campos elevados evolucionó en las altiplanicies de los Andes peruanos. Según evidencia arqueológica aquellos, waru-warus o plataformas, rodeados de zanjas llenas de agua, podían producir cosechas abundantes, a pesar de las inundaciones, sequías y heladas, frecuentes en altitudes de casi 4.000 msnm (Erickson y Chandler, 1989).

Sistemas de cosecha de agua en ambientes secos
Uno de los grandes desafíos del planeta es cosechar agua, mantener el agua para el bien de la humanidad, de allí los cultivos para la alimentación. El problema es que grandes volúmenes de agua se pierden por escorrentía superficial, evaporación y percolación profunda. El desafío es cómo capturar esa agua y ponerla a disposición de los cultivos en épocas de escasez (Reij y otros, 1996). Aunque la cantidad de precipitación que puede utilizarse efectivamente para el crecimiento de los cultivos en estas tierras es baja, muchos agricultores han creado innovadores sistemas de cosecha de agua que capturan y aprovechan la precipitación limitada (Barrow, 1999). Aquí citamos algunos ejemplos de sistemas tradicionales de cosecha de agua.

Los papago y otros indígenas de las zonas semiáridas de América del Norte
En estas zonas semiáridas el agua es el principal factor limitante, las experiencias de los indígenas seri, pima, papago y otros grupos, ofrecen opciones locales para agricultura que solo depende de las lluvias. Estas culturas han usado múltiples especies vegetales del desierto con alto contenido nutritivo como recurso básico para la producción de alimentos en forma apropiada al clima de estas zonas. Algunas de ellas han desarrollado técnicas agrícolas que utilizan canales hechos a mano, terrazas, bermas y otros medios, con el fin de minimizar la pérdida de agua de lluvia por escorrentía. Además, los agricultores nativos manipulan la flora silvestre de los campos inundados eliminando o protegiendo y cosechando especies seleccionadas (Nabhan, 1979).

Los otomí del valle del Mezquital, México
Este valle, que forma parte del sistema montañoso central de México, ha estado habitado por el grupo étnico otomí o hñähñü desde la época precolombina. Los otomí establecieron asentamientos permanentes basados en una agricultura de secano, y construyeron estructuras para la captura de agua (Toledo y otros, 1985). Según los estudios de Johnson (1977), el manejo de recursos naturales que practicaron los otomí refleja un nivel de producción diversificada, adaptada a los diversos paisajes del valle de Mezquital, así como un énfasis en la agricultura de secano y uso intensivo del maguey (Agave spp.).

Y así en otros países como África estos sistemas de captación de agua, aplicando los conocimientos locales han podido solucionar la problemática que hoy se vive el cual ahondará más en el futuro.

Sistemas de producción actuales dejarán de ser viables

No solo los científicos reconocen y aceptan, sino los mismos agricultores, que en muchos lugares del mundo los actuales sistemas productivos dejarán de ser viables en el futuro, poniendo en duda la seguridad alimentaria local y mundial.

Es inevitable el cambio climático, la cual atenta contra los actuales sistemas agrícolas y representa una amenaza directa a la seguridad alimentaria mundial. Si el agricultor no logra adaptar su sistema productivo a las nuevas condiciones climáticas, se verá obligado a encontrar otra fuente de ingresos o de subsistencia, o abandonar el lugar. Para la mayoría de los agricultores pequeños y medianos del mundo, adaptarse será crucial, porque el no poderlo hacerlo implicaría hambruna, desestabilidad social y económica, y migraciones masivas desde las zonas rurales hacia las ciudades. Para adaptar los sistemas productivos al cambio climático, es preciso contar con los elementos básicos para poder responder a las nuevas condiciones de producción. El elemento más básico para la adaptabilidad de la producción es el aprovechamiento de la diversidad genética que existe dentro de las especies cultivadas.

Tal y como Charles Darwin (1859, 1868) nos explicó con tanta elegancia, la diversidad es la base sobre la cual la selección de los mejor adaptados puede ocurrir para permitir la evolución de las especies y de los cultivos. Este principio fundamental de la biología evolutiva rige igual para las especies silvestres como para las domesticadas. Para que las plantas cultivadas y los agroecosistemas puedan evolucionar y adaptarse exitosamente al cambio, es imprescindible contar con una amplia diversidad genética.

Se calcula que existen unas 30,000 especies de plantas silvestres que son comestibles, y unas 7,000 especies que tienen algún registro de uso humano para la alimentación (FAO 1997). Aunque representan una gran diversidad de plantas comestibles, existe muy poca información sobre las propiedades nutritivas, características agronómicas y potencial de aprovechamiento para la gran mayoría de estas especies silvestres. Solamente no más de 500 especies de cultígenos o plantas que están domesticadas y solamente una fracción de ellas es aprovechada. Además nos olvidamos de la importancia de los recursos genéticos para la sostenibilidad de la agricultura, olvidando muchos de estos cultivos marginados o infrautilizados que conforman un importante porcentaje - mucho más de 50% - de la totalidad de la agrobiodiversidad domesticada disponible. Estos están sufriendo una erosión lamentable de su diversidad y algunos están en peligro de perderse. Poca atención han recibido de la comunidad científica[1].

A manera de conclusión

Podemos señalar que el cambio climático definitivamente, afectará a miles de familias de agricultores, tanto tradicionales campesinas y de los pueblos indígenas en países en desarrollo (Morton, 2007)

También es cierto que muchos de los sistemas tradicionales en muchas áreas rurales sirven como modelos de sostenibilidad que ofrecen ejemplos de medidas de adaptación a los ambientes cambiantes, desarrollando sistemas diversos y resilientes en respuesta a las diversas restricciones que han enfrentado a través del tiempo. Estos ejemplos de adaptación pueden ayudar a millones de pobladores rurales a reducir su vulnerabilidad al impacto del cambio climático (Altieri y Nicholls, 2009)

La organización de productores y otros interesados, alrededor de proyectos para promover la resiliencia agrícola al cambio climático, debe hacer un uso eficaz de las habilidades y conocimientos tradicionales, ya que ello proporciona una plataforma para el aprendizaje y la organización local, mejorando así las posibilidades de empoderamiento de la comunidad y de estrategias de desarrollo autosuficientes frente a la variabilidad climática y de esta forma aseguramos la alimentación (Altieri y Nicholls, 2009).

Referencias

Altieri, M.A. y Nicholls, C.I., 2009. Cambio climático y agricultura campesina: impactos y respuestas adaptativas. En: Leisa revista de agroecología. pp. 5-8

Barrow, C. J., 1999. Alternative irrigation: the promise of runoff agriculture. Earthscan Publications, Londres, Reino Unido

Castillo, G. y Beer, J., 1983. Utilización del bosque y de sistemas agroforestales en la Región de Gardi, Kuna Yala (San Blas, Panamá). CATIE, Turrialba, Costa Rica. 55 p. + Anexos

Castillo, G., 2001.  La Agricultura de “nainu” entre los Kunas de Panamá:
Una Alternativa para el Manejo de Bosques Naturales. En: Etnoecológica Vol. 6 No. 8, 84-99 pp

Darwin, C. 1856. On the Origin of Species. John Murray Publishers. London

Darwin, C.  1868. The Variation of Animals and Plants under Domestication. John Murray Publishers, London

Erickson, C.L. y K.L. Chandler, 1989. Raised fields and sustainable agriculture in the lake Titicaca basin of Perú . En: J. O. Browder (ed.). Fragile Lands of Latin America . Westview Press, Boulder, EEUU, pp. 230-243.

FAO, 1997. First Report of the State of the World´s Plant Genetic Resources for Food and Agriculture. FAO, Rome.

Johnson, K., 1977. Do as the land bids: A study of Otomí resource use on the eve of irrigation. PhD dissertation. Clark University, EEUU.

Morton, J. F., 2007. The impact of climate change on smallholder and subsistence agriculture. PNAS 104: 19697-19704.

Nabhan, G. P., 1979. The ecology of floodwater farming in arid southwestern North América. Agreocosystems 5: 245- 255

Reij, C., I. Scoones y C. Toulmin, 1996. Sustaining the soil: indigenous soil and water conservation in Africa. Earthscan, Londres, Inglaterra

Smith, S.J., et al, 2015. Near-term acceleration in the rate of temperature change. In: Nature Climate Change, Vol 5. pp. 333-336

Toledo, V.M., J. Carabias, C. Mapes y C. Toledo, 1985. Ecología y autosuficiencia alimentaria. Siglo XXI, México D. F.

Williams, D.E. Cultivos infrautilizados, cambio climático y un nuevo paradigma para la agricultura. En: Revista Ambienta. - http://www.revistaambienta.es/WebAmbienta/marm/Dinamicas/secciones/articulos/Williams.htm


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