Adelar
John Pizetta
Aprendemos de la
historia, de otros procesos organizativos y políticos de la clase obrera mundial,
que la formación es una de las tareas de la lucha por la emancipación de la
clase, es decir, una de las tareas de la revolución. A partir de esta premisa,
se puede señalar que los partidos, organizaciones, procesos, movimientos que no
dieron la debida importancia a la formación en todos los niveles, tuvieron
problemas, se desviaron del camino, ya que el pragmatismo terminó prevaleciendo
en detrimento de los objetivos estratégicos de la construcción de una sociedad
de hombres y mujeres libres.
Vivimos en América
Latina un escenario en el que la lucha de clases va mucho más allá de lo que
las disputas electorales proponen, ya que están a la orden del día las
posibilidades históricas de profundizar los cambios estructurales y de
enfrentar al orden del capital internacional, imperialista, para construir
procesos de desarrollo independientes, soberanos y autónomos.
Esta configuración
requiere nuevas formas de organización, que permitan enfrentar y superar las
tendencias a la institucionalización, al burocratismo y puedan ser dinámicas,
abiertas, adecuadas a las realidades específicas de cada país, siempre firmes
en los principios que guían los procesos de cambios económicos, políticos,
sociales, culturales; a la postre, la construcción de una nueva racionalidad
humana. Tales formas y métodos organizativos y de lucha precisan pasar
permanentemente por balances históricos para ver si cumplen con los objetivos
que se trazaron en el momento que surgieron. De ahí la importancia de las
reflexiones, los análisis, los debates, la humildad y la capacidad de crítica y
autocrítica, como mecanismos de fortalecimiento y articulación de tales
procesos.
Formación y objetivos estratégicos
Pero, ¿cómo pensar,
concebir y practicar procesos formativos/ educativos para ayudar a desentrañar
esta realidad que necesita ser transformada? ¿Qué entendemos por formación?
En el caso específico
del Movimiento Sin Tierra - MST, se entiende que la formación –como un proceso
permanente y sistemático, dinámico y amplio– siempre debe estar vinculada a la
estrategia de la Organización. Es decir, la formación tiene la tarea de
contribuir, clarificar y consolidar la estrategia, los objetivos del Movimiento
que se relaciona con un conjunto más amplio de fuerzas en la sociedad. Busca,
desde el punto de vista teórico-práctico, aproximar los desafíos y objetivos
más inmediatos con los desafíos y objetivos de largo plazo, de forma
articulada, como aspectos de un mismo proceso de lucha política. Para ilustrar
este postulado, pensamos que, para asumir los desafíos de la construcción de la
Reforma Agraria Popular, la formación tendrá como gran tarea ayudar a preparar
fuerzas para esa construcción; estar ajustada a esta estrategia de superación
de la sociedad actual.
El nuevo contenido de
la Reforma Agraria pasa necesariamente por este amplio proceso de formación y
sensibilización de la base social, ya que la fuerza de las ideas no está en
ellas mismas, sino más bien en la capacidad que las masas puedan
materializarlas en acciones y luchas concretas. Este nuevo contexto de la lucha
por la Reforma Agraria Popular plantea a la formación nuevos desafíos, a los
cuales la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF) precisa dedicarse para
innovar en las herramientas, en las metodologías y en el quehacer de la formación.
No es una cuestión de voluntad, sino una determinación de la realidad, porque
esa forma de desarrollo de capital en la agricultura influye también en la
forma y contenido de la formación, que debe ser pensada a partir de la realidad
y de las condiciones objetivas que buscan ir más allá de lo hasta ahora
realizado.
Por lo tanto,
entendemos que la formación política no es un acto espontáneo y voluntarista.
Por el contrario, requiere planificación, preparación, intencionalidad, pues
ella no se produce si no hay quien la piense, organice y ejecute. Es necesario,
por lo tanto, que las organizaciones creen colectivos, espacios, estructuras,
que posibiliten el desarrollo de tales acciones que involucran desde la base, a
los militantes, a los dirigentes y cuadros políticos, de manera articulada, con
programas bien definidos.
También creemos que la
formación debe dirigir la mirada hacia adelante, tratando de vislumbrar
soluciones a los problemas y deficiencias orgánicas evidentes en diferentes
espacios y niveles de construcción del Movimiento. En esta perspectiva, la
formación debe permitir el análisis e interpretación profunda de la realidad,
profundizar en las contradicciones que mueven esta realidad para ser capaces de
pensar, proponer y fortalecer los cambios que están en curso y que afectan al
conjunto.
Otro aspecto a
destacar es la importancia de la organización, de la estructura orgánica que agrupa
a los trabajadores. En el caso particular del MST, la formación siempre estuvo
muy vinculada a la proyección de militantes en la perspectiva de la lucha, más
que por la participación en cursos. Lo que proyectó la formación de militantes
y cuadros fueron las luchas, teniendo a la agitación y la propaganda como las
metodologías que daban cuenta de esta modalidad. Pero esta modalidad pertenece
a un ciclo del Movimiento que está siendo superado, pues la formación de la
conciencia no puede sostenerse sin una estructura organizativa que articule y
organice la actuación de la base principalmente por intermedio de círculos y/o
colectivos de militantes y dirigentes. Ahí la reflexión puede profundizarse: ¿En
el contexto actual, cuál es la estructura orgánica que logra garantizar mejor
la participación efectiva, potencializando la capacidad de movilización y de lucha
para enfrentar la realidad?
Formación para la emancipación
Si, como hemos dicho
antes, la formación debe estar vinculada a la estrategia de la organización y/o
al conjunto de la clase, la organicidad es la clave que permite poner en movimiento
una fuerza material capaz de encaminarnos a los objetivos estratégicos. Está claro
que en distintos países de nuestro continente, vivimos en un período histórico
de crisis, debilidad/fragmentación de los trabajadores como clase. ¿En la
realidad, cuál es la estrategia para contribuir a la organización y al avance de
la propia clase? El reto está en construir, en diseñar una forma organizativa que
acumule, transforme, que haga que la mayoría de los trabajadores participe
efectivamente. Cuando hablamos de organicidad, lo que tenemos que hacer es
abrir espacio a la participación sustantiva, con conciencia, reafirmando la
importancia del sujeto colectivo, de la dirección colectiva, de la
planificación y distribución de tareas, tratando de superar formas extremadamente
centralizadas de dirigir las organizaciones.
Otro gran desafío de
la actualidad tiene que ver con el Método del Trabajo de Base. ¿Qué significa
hacer trabajo de base? ¿Cuál es su contenido? Es necesario diseñar y construir métodos
eficientes y adecuados a las contradicciones de la realidad que nos toca vivir,
luchar para transformar. La formación básica se da en el trabajo de base, con
grupos, comunidades, y de forma permanente. Es allí donde se ejercitan valores
como el estudio, la solidaridad, el compromiso, la cooperación, etc. El trabajo
y la formación de base son los cimientos sobre los que se construyen los
procesos orgánicos, de lucha y de formación. No hay formación de dirigentes sin
formación de la base.
Destacamos también la
visión internacionalista de la formación de los militantes y dirigentes. No se
puede pensar en procesos que no estén articulados, de una forma u otra, al
contexto latinoamericano y mundial. Principalmente porque los enemigos son
comunes y para derrotarlos necesitamos unir fuerzas de manera más amplia. Así
que esto es parte de las reflexiones sobre la organización, la formación, los
desafíos de construcción de herramientas y luchas locales, pero que estén articulados
en proyectos más amplios de sociedad, de continente.
Con estos elementos,
recuperamos la idea de que los procesos de formación deben contribuir a la
construcción de fuerza social y política, es decir, ayudar a organizar al
pueblo. Es un requisito fundamental para acumular fuerzas. La formación
entonces se construye como un concepto político, elaborado y ejecutado de una
manera dialéctica, articulando los diferentes saberes y niveles, con principios
y valores que colaboran en la construcción del proyecto político de la clase con
objetivos estratégicos. Por lo tanto, es importante entender la formación
dentro de la dinámica de la lucha de clases en el momento actual y, a partir de
estas contradicciones, establecer las tareas que permitan avanzar.
Para concluir, esta
breve reflexión la hacemos teniendo en cuenta, por una parte, un momento político
muy complejo y difícil, de enormes contradicciones y conflictos de diversos
matices. Y por otro lado, un momento en que alimentamos mucha esperanza y
creemos en las posibilidades de realizaciones de aquello que aspiramos como
clase trabajadora. Los periodos de crisis son portadores de estas dos dimensiones,
una que busca subvertir lo establecido por el orden actual y otra que busca construir
lo nuevo, construir nuevos caminos. Estas dos dimensiones no son sucesivas, sino
que se entrelazan en el tiempo y en el espacio, a través de las acciones de los
hombres y la confrontación entre los intereses de las clases. Lo nuevo no nace
de la nada, lo nuevo nace de lo viejo, pero para que se fortalezca es necesario
derribar lo viejo.
Vivimos, por lo tanto,
ese momento de lucha entre lo viejo que está muriendo y lo nuevo que aún no
nace como obra de la organización, de las luchas y de la formación de los
trabajadores. Sabemos que nuevos y duros embates se avecinan hacia adelante; sabemos
que las dificultades serán inmensas. Pero, como decía Martí: “Las dificultades
son grandes, pero los que han de vencerlas, también”.
La Escuela Nacional
Florestan Fernandes, al cumplir diez años de vida, continúa con sus propósitos
de recorrer esos caminos, profundizando la comprensión sobre la formación de
cuadros, tratando de articular la práctica con la teoría, desarrollando las dos
dialécticamente. El gran desafío consiste en formar cuadros políticos que sean
capaces de interpretar correctamente la realidad, y sobre ella desarrollar la
praxis transformadora. La revolución es un proceso forjado a partir de las circunstancias
heredadas y las construidas por la acción de los hombres y de las mujeres en el
presente, y el espíritu revolucionario debe ser cultivado y vivido diariamente
por aquellos que se proponen esta tarea histórica.
En este contexto,
alimentamos la convicción de que la formación debe continuar siendo una necesidad
de la lucha por la emancipación humana, sobre todo porque es el alimento ideológico,
ya que, en su ausencia, la organización se siente cansada y con dificultades para
crear, respirar y luchar por el amanecer de una nueva era, de justicia y
libertad plenas. Ojalá podamos seguir sembrando conciencia en todos los
rincones de América Latina; fortaleciendo los procesos organizativos y las
luchas por los cambios, las rupturas estructurales, preparando el tiempo de la
cosecha que aún está por venir, aun sabiendo que el camino será difícil. (Traducción: ALAI)
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Adelar
John Pizetta
es militante del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST –
Brasil) y miembro de la Coordinación Política y Pedagógica de la Escuela
Nacional Florestan Fernandes (ENFF).
Fuente:
En: Educación popular: vigencias y desafíos. América Latina en
Movimiento, ALAI, no. 499, octubre 2014 año XXXVIII, II época. pp. 15-18
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