GRAIN-WRM-ATALC
Foto: Jerónimo Palomares |
Vivimos tiempos difíciles. La humanidad y el planeta estamos sumergidos en una
trama de diversas crisis que parecen agravarse o enraizarse cada vez más. La
crisis climática se suma a una crisis ambiental más general, y ambas se agravan
producto de la crisis económica. Al mismo tiempo, quienes detentan poder para
determinar posibles cauces de acción nacional e internacional parecen incapaces
de identificar soluciones reales. Las negociaciones internacionales giran en
torno a falsas promesas de solución, en medio de un ambiente de complacencia y
autoengaño que nos recuerda el traje del emperador: tenemos frente a nosotros la
evidencia desnuda que las crisis son graves en extremo, pero sólo escuchamos
aplausos para un manto de soluciones que no son tales.
A diferencia de lo que ocurría una década atrás, ya nadie puede
esgrimir ausencia de evidencia o de conocimiento acerca de la crisis climática
y de la crisis ambiental. Fueron miles y miles de organizaciones, activistas y
científicos que se dedicaron a invertir todo tipo de esfuerzos para hacer
conciencia en la sociedad y entre las autoridades. La evidencia científica y práctica
es tan abrumadora, que los intentos por ignorarlas se baten en retirada. Por
momentos, cuesta hoy recordar que no mucho atrás éramos un mundo en que casi
todos los gobiernos y empresarios se negaban a reconocer la crisis climática o,
en términos más generales, la crisis ambiental. Mientras el calentamiento y el
deterioro seguían y seguían, los gobiernos hacían poco o nada y las empresas
querían que se hiciera menos aún. Sin embargo, la conciencia acerca del
problema pareció abrirse camino de a poco. Hoy, los llamados a cuidar el
planeta surgen de todos los rincones. Desde las bombillas de bajo consumo en
cada hogar hasta grandes edificios corporativos que no contaminan un ápice, nos
rodean los ejemplos sobre cómo todos y cada uno debemos hacernos responsables
por las crisis y ayudar a solucionarlas.
Nuestra apreciación es que
el calentamiento global posiblemente resultará ser una
de esas fuerzas tectónicas
que —como la globalización o el envejecimiento de las
poblaciones— cambia gradual
pero poderosamente el paisaje económico en el que
operan
nuestros clientes...
Dr John
Llewellyn, Senior Economic Policy Advisor, Lehman Brothers[1]
El crecimiento de la
población y el desarrollo económico están ejerciendo crecientemente
diversas presiones sobre el
medio ambiente global. El cambio climático es
la mayor de tales
presiones..
Informe de Goldman Sachs de 21
de mayo de 2009[2]
¿Será que finalmente logramos concientizar a pueblos, gobiernos
y empresarios? En parte claro que sí y en parte claro que no. La información
que hemos socializado y la experiencia cotidiana han logrado que sectores
extremadamente amplios sepan hoy que los sistemas climáticos y ecológicos han
sido profunda y gravemente alterados. Por lo mismo, sólo una agenda ideológica
de corte dogmático extremo permite negar en la actualidad que enfrentamos una
crisis climática y ambiental de proporciones incalculables. Todo indica, sin
embargo, que gobiernos y empresarios no decidieron reconocer lo obvio porque
por fin vieron la luz, sino porque finalmente lograron idear o entrever formas
de hacer mucho dinero con las crisis que afectan la sobrevivencia del planeta.
Todos los grandes actores de las finanzas globales[3],
así como un número creciente de fondos de inversión en cambio climático[4] —tanto
públicos como privados— con el apoyo del Banco Mundial, el FMI y los
bancos regionales de desarrollo, han elaborado documentos donde resaltan una y
otra vez las grandes oportunidades de negocios que se han creado con las
alteraciones del clima y los ecosistemas. A ellos se les suma la labor de
“cheerleaders” que ejercen, más y más, los gobiernos y los organismos de
Naciones Unidas, especialmente el PNUMA, pero también FAO
y UNCTAD.
Creemos que hay disponibles
excelentes rentabilidades por las inversiones que se
hagan en empresas que se
beneficiarán de los esfuerzos por mitigar y adaptarse al
cambio climático. Enfrentar
el cambio climático probablemente será el mayor tema
de inversión a nivel global
en los próximos 20 años y más
Robin
Stoakley, Director de Schroders Climate Change Fund.[5]
Invierta en el futuro —con
productos sustentables del Deutsche Bank. Cuando
examinamos la economía
global, se hace visible la amplitud de las oportunidades
de negocios en el sector
del cambio climático. Rápidamente las empresas y los
inversionistas se están
dando cuenta que el cambio climático no es meramente un
asunto social, político o
moral, sino también un asunto económico y de negocios.
Deutschebank[6]
Creo con pasión que si
reformulamos los argumentos a favor de actuar sobre
el cambio climático,
alejándonos del lenguaje de las amenazas y castigos, y
utilizando términos
positivos, en términos de obtención de lucro, podemos
tener un mucho mayor
impacto.
David Cameron, Primer Ministro
del Reino Unido[7]
A esta nueva posible área de negocios se le ha denominado
“economía verde”. De abarcar casi exclusivamente las actividades relacionadas
con la generación de energía a partir de fuentes distintas al petróleo, el
concepto hoy se usa de manera más amplia para incluir: la comercialización de
todos los bienes que nos entrega la Naturaleza (desde el agua, la biodiversidad
y la tierra, hasta el aire, la belleza escénica, la recarga de los ríos y lagos
y cuanto proceso natural para el cual se invente una forma de venderlo[8])
y todas las actividades económicas que surgen de iniciativas para supuestamente
mitigar el cambio climático y el deterioro ambiental, para adaptarse a ellos o
para responder a sus efectos, especialmente los efectos nocivos. Agencias como
el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),
y muchos gobiernos, utilizan en sus documentos una definición que incluye
consideraciones de sustentabilidad, combate a la pobreza, equidad e inclusión.
Pero tales definiciones se derrumban al mirar ejemplos concretos de implementación
(como los que se discuten en este libro) y en especial al leer documentos
destinados a inversionistas del mundo entero. A fin de cuentas son los
inversionistas los que están dando forma real a la economía verde.
Las cifras son aún vagas. Los estudios y documentos corporativos
y gubernamentales aseguran una y otra vez que existen grandes oportunidades
para acumular riquezas (en el orden de los billones de dólares), pero no
explican sus cálculos sobre el futuro ni dan cifras generales más precisas. En
el mejor de los casos, discuten los casos existentes que actualmente se
consideran exitosos. Aun así, las posibilidades de hacer ganancias parecieran
ser mayúsculas. Morgan Stanley, que ha sido de las pocas entidades que ha dado
cifras concretas, indicó en 2007 que nada más en el sector de las “energías
limpias” habría ingresos del orden de billones de dólares para el año 2030[9].
Actualmente, sólo el mercado de carbono mueve globalmente cerca de 180 mil
millones de dólares al año[10].
El mercado total de bienes y servicios “bajos en carbono” (que incluye sólo
parte de los servicios de adaptación) superaría en la actualidad los 5 y medio
billones de dólares anuales (más del 7% del producto interno bruto global) y
está creciendo de manera acelerada[11].
Esta cifra queda pequeña frente a lo que significa privatizar la naturaleza en
su conjunto. La cifra dada muy al principio por uno de los promotores pioneros
de la economía verde es que si todo lo que entrega la naturaleza fuese
convertido en mercancía, el negocio que se crearía es equivalente a unas dos veces
el producto bruto mundial en su cálculo más conservador[12], [13].
Sin embargo, no importa cuán brillante se calcule, se vea o se
pinte el futuro de las “inversiones verdes”, la economía verde sigue siendo hasta
el momento una apuesta especulativa. Nadie sabe exactamente cuánta riqueza se
podrá acumular, quién la acumulará, cómo será posible acumularla, ni
exactamente en qué campo. Es este carácter especulativo lo que permite entender
muchas de las características actuales de los “emprendimientos verdes” y
especialmente de lo que está ocurriendo con las negociaciones internacionales
en torno al cambio climático y medio ambiente. Lo que vemos hoy es cómo los
grandes capitales buscan crear condiciones para mover todas las piezas
necesarias, no importa cuán significativas, para así efectivamente garantizar
que la economía verde se convierta en un meganegocio. Para ello se necesitan
manos libres y cualquier obligación o compromiso vinculante puede ser una
molestia. De allí se entiende la aparente paradoja de que justo en el momento
en que parecemos estar todos de acuerdo no sólo sobre la existencia del
problema, sino además acerca de su gravedad y urgencia, se derrumban (casi
podríamos decir por consenso gubernamental-empresarial) los pocos e
insuficientes compromisos para hacer algo al respecto.
Si todo el que necesitase
un pedazo de tierra para cultivar o vivir tuviese acceso a ella, nadie
necesitaría comprar o arrendar tierra. La tierra se ha convertido en mercancía
cuando pueblos enteros han sido expulsados de ella, ya sea por el cercamiento,
las encomiendas y haciendas, los acaparamientos actuales.
La economía de la destrucción. ¿Cuáles son las apuestas que hacen hoy las grandes
corporaciones con el aplauso de la mayoría de los gobiernos frente a ese futuro
incierto, pero prometedor?
La primera, por supuesto, es que no se pueden destruir los
negocios actuales si es posible sacarles algo más de jugo y si no surgen otros
aún más jugosos. Por tanto, si los negocios actuales necesitan quemar petróleo,
destruir el medio ambiente o continuar emitiendo gases con efecto de
invernadero a partir de cualquier fuente, no paremos la destrucción, sólo
démosle, o pretendamos darle, un cauce controlable. Y si contrarrestar el daño
o medicar sus efectos es buen negocio, ¿por qué no destruir un poquito más para
que haya más que reparar y medicar? Entramos así a la era de la destrucción
programada, la hermana bruta de la obsolescencia programada. Por ello, no es
sorprendente que las propuestas de economía verde estén tan íntimamente ligadas
a las falsas soluciones a las crisis climática y ambiental. Como tampoco lo es
la absurda discusión de si debemos tener como “meta” que el planeta de caliente
2°, 3° o 4°C.
La lógica de la destrucción es parte de la lógica más amplia de
la escasez, proceso básico de la economía capitalista, que consiste en
convertir los bienes no controlados por el mercado en bienes escasos, para así
tornarlos en mercancía. Todo ello bajo el cálculo que mientras más escaso sea
un bien, más estaremos dispuestos a pagar por él. Y cuando el despojo es total,
ya no hablamos de la disposición a pagar, sino de la obligación de hacerlo. Si
todo el que necesitase un pedazo de tierra para cultivar o vivir tuviese acceso
a ella, nadie necesitaría comprar o arrendar tierra. La tierra se ha convertido
en mercancía cuando pueblos enteros han sido expulsados de ella, ya sea por el
cercamiento, las encomiendas y haciendas, los acaparamientos actuales,
etcétera. Si todos nosotros pudiésemos producir nuestro propio alimento, nadie
pagaría por él. Si todos tuviésemos acceso al agua, nadie se vería obligado a
pagar por ella. El cobro se hace posible al concentrarse gente en la ciudad, al
deteriorarse y disminuir las fuentes de agua, al contaminarla o hacerla parecer
contaminada (para, por ejemplo, vender agua embotellada), o al construir
represas por doquier.
No es conspiración, es
sentido de la oportunidad
La experiencia
histórica nos dice que gobiernos y sectores sociales poderosos pocas veces
han planificado o previsto su futuro con certeza. A menudo, los avatares
mundanos los han tomado tan de sorpresa como al resto de los mortales. Pero
lo que hace distintos a los grandes hombres de la economía capitalista, es su
capacidad innegable e inigualable para aprovechar el instante cuando éste se
ve prometedor, y expurgar los peligros cuando ellos acechan. ¿Hubo algún
cónclave empresarial que decidió 50 años atrás el desarrollo de la ingeniería
genética? Ni remotamente. Ella surgió de científicos que posiblemente poco
sabían de economía y de política. Pero una vez que su potencial económico y
de control se fue desplegando, las grandes corporaciones se han apoderado de
ella hasta controlarla y subordinarla a niveles pocas veces vistos. ¿Alguien
previó el carácter aparentemente subversivo de internet? Ciertamente no los
estrategas militares que la impulsaron. Pero una vez que el peligro se hizo
visible, las autoridades civiles y militares, en perfecto concierto con el
lobby empresarial, impulsan su represión a extremos que pocos años atrás sólo
podíamos ver en películas de ciencia ficción.
Con el cambio climático
ocurrió algo similar. Nadie lo planificó, nadie lo previó, nadie lo quiso.
Pero ya que está aquí, las oportunidades de hacer negocios no serán
desaprovechadas.
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La destrucción programada es sólo una forma de producir escasez.
No es algo nuevo y va mucho más allá de la economía verde. Para poder lucrar de
la mano de obra asalariada, el capitalismo debió destruir los medios de vida
que brindaban sistemas sociales distintos a él en el mundo entero, y lo hizo
jugando la carta de las promesas de la modernidad, pero también con las balas
de las guerras imperiales. Para convertir las semillas en gran negocio, se
impulsó la destrucción de los sistemas tradicionales de custodia, mejoramiento,
goce, intercambio y producción de las semillas, eliminando así la capacidad de
millones de hombres y mujeres del campo para producir su semilla. Esa
destrucción se sigue impulsando hasta ahora; no hay otra forma de entender, por
ejemplo, por qué algo tan absurdo como la prohibición de vender e intercambiar
semillas locales se haya impuesto en Europa y se busque imponer en el mundo
entero como parte de leyes de propiedad intelectual.
Pero los ecosistemas y el clima aún se interconectan con todos,
y todos aún pareciéramos tener acceso a ellos. ¿De qué manera se hacen
“escasos” para así convertirlos en fuente de negocios? En primer término,
siguiendo la conocida vía de la privatización. El menú es diverso:
acaparamiento de tierras, privatización del agua, privatización de parques
nacionales, privatización del mar (bajo el pseudónimo de concesiones),
privatización del subsuelo (para la minería, el agua y el petróleo),
patentamiento de genes y seres vivos, creación de sistemas de pago por
elementos como el aire y la lluvia, etcétera. Cada uno de estos procesos
significa que pueblos y comunidades cuyos medios de vida dependen de los
ecosistemas afectados no tendrán acceso a elementos fundamentales para la alimentación,
la vivienda y la pervivencia de sus formas de convivencia, agricultura,
creación cultural, goce estético, etcétera.
En segundo término, ¿por qué no explorar, como ya decíamos, la
vía de un poco más de deterioro? Si los bosques se hicieran aún más escasos o
frágiles, ¿no estaríamos más dispuestos a pagar caro porque se mantengan los
que aún existan o por un programa de remediación que los restaure? Si el deterioro
climático y ambiental es tal que el alimento se hace escaso, ¿las grandes
corporaciones del agronegocio no multiplicarán sus ganancias, como tan bien lo
demostró la crisis del 2008? Pensemos en un planeta donde los paisajes hayan
sido devastados ampliamente, y sabremos que los parques nacionales y zonas de
reserva serán un negocio redondo, no sólo por las funciones ecológicas que
puedan desempeñar, sino por su vinculación al turismo o simplemente el acceso a
la belleza. Si aún no nos cobran por respirar, es porque aún hay aire
respirable suficiente para poder respirar sin pedirle permiso a nadie. Pero
piénsese en una situación de escasez de aire respirable, y no es difícil
imaginarnos haciendo cola para comprar contenedores de aire puro.
Imaginémonos entonces un mundo donde las condiciones climáticas
sean una amenaza permanente y de inmediato podremos visualizar una industria
floreciente comercializando condiciones artificiales para enfrentar los efectos
del clima, desde medicamentos contra nuevas enfermedades y espacios en zonas
altas contra las inundaciones, hasta refugios contra tormentas, sistemas de
estabilización de temperaturas, promotores de lluvias, etcétera. Y no hablamos
aquí sólo de condiciones domésticas o locales, sino de espacios tan amplios
como los que propone cubrir la geoingeniería. Detrás de cada una de las absurdas
propuestas ingieneriles para controlar el clima o enfriar el planeta,
encontraremos una empresa buscando convertirse en realidad o expandirse.
Sin embargo, aunque la
salud humana puede sufrir por el cambio climático, las
empresas médicas pueden mejorar
su situación financiera como resultado de un
aumento de la demanda por
sus productos
Las amenazas físicas, como
mayores sequías, tormentas más frecuentes y más
intensas y una tendencia
general a inviernos más cálidos y veranos más calurosos
disparará los ingresos de
los abastecedores de agua y de las compañías de seguros,
cuyas primas subirán.
Acaparando lo que quede. La destrucción por supuesto, ha de tener un límite.
En algún lugar, en algún nivel o condición —que aún no conocemos—habrá un
límite en que el mal funcionamiento del clima o del conjunto de los ecosistemas
dejará de ser buen negocio y pasará a ser un problema ineludible incluso para
los dueños del gran capital y el funcionamiento de los negocios. Por ello se
necesitan estrategias complementarias.
Una primera vía, que posiblemente se proyecte entre las más
importantes a futuro, es la de controlar, apoderarse y acaparar físicamente
espacios de reserva donde, supuestamente, la naturaleza o alguna parte de ella
seguirá funcionando de manera adecuada, o en su defecto apoderarse los espacios
que contengan los recursos claves que permitan paliar los efectos de la crisis
y ganar mucho dinero vendiendo tales paliativos. Éste es el segundo papel que
cumple la privatización. Ésta es la lógica, por ejemplo, del acaparamiento de
tierras. En la medida que la agricultura se vaya haciendo más difícil, será
cada vez mejor negocio poseer o controlar tierras cultivables en el corto o
largo plazo. Razones y lógicas similares yacen detrás de la carrera por nuevas
concesiones pesqueras en aguas más frías, de la fiebre de privatización de
parques nacionales y reservas naturales, o de la compra de vastas extensiones
de tierras bajo vegetación natural, ya sea en zonas de selva tropical, o en el
extremo sur de América del Sur.
El control físico de grandes extensiones cumple en esta lógica
de expansión de los negocios otro papel importante: impedir que especialmente
las poblaciones rurales sigan ejerciendo la vocación de evadir los mecanismos
de la dependencia. Ochenta y cinco por ciento de las familias campesinas e
indígenas del mundo acceden a menos de dos hectáreas de tierra[16] y, sin
embargo, aún se las arreglan para no desaparecer, para mantener en su mayoría
la “informalidad” y las formas de evasión de los mercados. A pesar de todos los
cercos legales, técnicos, políticos y propagandísticos que se le tienden a la
agricultura campesina e indígena, las relaciones con el mercado avanzan de
manera irregular y las resistencias surgen y resurgen en distintas
circunstancias. La lección aprendida por las grandes empresas y entes
financieros pareciera ser que mientras les queden recursos propios, los pueblos
del campo pueden siempre reinfectarse con el virus de la autonomía. La
respuesta, una vez más es: despojo total.
Ya sea como blindaje frente al deterioro ambiental, ya sea como
forma de desarmar los mecanismos de evasión y resistencia, ya sea simplemente
como gran negocio, el control físico de los espacios ha pasado a identificarse
como estratégico por parte de los capitales. Por lo mismo irá ineludiblemente
aparejado con procesos de expulsión de familias, comunidades y pueblos desde
sus poblados, tierras y territorios, procesos que ya estamos presenciando de
manera creciente. Si la expulsión y toma de posesión se hará de manera
“tranquila” o exigirá medidas de guerra abierta dependerá en gran medida de la
existencia de gobiernos que cooperen con los inversionistas y repriman a las
posibles hordas.
Globalmente, es posible que
el cambio climático lleve al descontento político y posiblemente incluso a la
guerra. El agua se convertirá en un recurso cada vez más escaso en algunas
partes del mundo, mientras en otras los niveles más altos del mar pueden causar
migraciones masivas que provoquen tensiones internacionales.
London Climate Change Partnership:
Finance Sub-Group. 2006.[17]
Un poquito de azúcar para facilitar las cosas. Desde el punto de vista de los negocios, la guerra o
el descontento pueden ser ineludibles, pero también altamente inconvenientes.
Por lo tanto, antes de aplicar el garrote, es conveniente mostrar la zanahoria.
Para los territorios indígenas y campesinos, que aún cubren una superficie
importante y contienen en ellos muchos de los bienes naturales mejor
conservados, la zanahoria preferida por el momento es la de la venta de
servicios ambientales y sus derivados, especialmente REDD y
REDD Plus. Como ya lo han dicho innumerables
organizaciones sociales, la estrategia REDD/servicios ambientales es un mecanismo que, por un
lado, permite a muchas de las empresas más contaminantes y destructivas del
planeta seguir contaminando y obtener ganancias de esa destrucción y, por otro
lado, crea condiciones para la expropiación paulatina de espacios y territorios
aún en manos campesinas y de pueblos indígenas. En una primera fase, lo que se
expropia es la capacidad de familias, comunidades y pueblos a comunes. Con la excusa de hacer tratos
serios, se imponen por contrato —o por simple orden de las autoridades— planes
de manejo determinados externamente, que limitan las fuentes de alimentación y
sobrevivencia, alteran los sistemas de convivencia, destruyen o debilitan las organizaciones
y traen a cambio ingresos monetarios exiguos que no solucionan problemas de
fondo e incluso exacerban las tensiones creadas. Los ejemplos que van
tornándose conocidos muestran comunidades que se endeudan, dispersan o
quiebran, lo que a menudo se traduce en abandono, migración, división de
tierras comunales, aceptación de contratos de arriendo a largo plazo, y
finalmente venta de tierras o la entrega de ellas porque se les obligó a
utilizarlas como prenda hipotecaria. La zanahoria muchas veces no logra impedir
el descontento, pero a menudo permite que éste surja sólo una vez que las
comunidades involucradas ya no estén en condiciones de reaccionar o resistir.
Manos libres para algunos, grilletes para el
resto. La lógica de la escasez y la destrucción
mejora las posibilidades de los negocios, pero no aporta claridad a los
cálculos sobre el futuro. Por el contrario, los hace más inciertos. ¿Qué se
puede destruir y cuánto sin causar una debacle que afecte también los negocios?
¿Hasta dónde es posible asegurar que los sufrimientos que sin duda traerá la
crisis climática no lleven a descontentos sociales que alteren todo? ¿Qué
ocurre si los procesos de expulsión y exclusión provocan explosiones sociales?
La incertidumbre económica, la incertidumbre física, la incertidumbre biológica
y la incertidumbre social no sólo se suman, sino que se exacerban unas a otras.
Qué se hace frente a la incertidumbre? Lo que no se nos dice
pero está en el trasfondo es que los capitales buscan hoy crear una dualidad
legal: libertad total para los capitales, restricciones cada vez mayores para
los pueblos. Como decir esto sería muy mal visto, desde las entidades
empresariales, financieras y gubernamentales se nos habla de libertad,
modernización, disciplina, transparencia, responsabilidad social empresarial,
autorregulación, apertura de oportunidades, combatir la piratería, fomentar la
inversión, crear un entorno seguro, pero en concreto se negocian cambios en
legislaciones, reglas, normas, estatutos, criterios y estándares que obstruyan
lo más posible que los pueblos, las comunidades, las organizaciones y los
individuos ejerzan derechos fundamentales, puedan mantener algún grado de
independencia frente al capital y persigan la obtención de la justicia,
mientras abren el mayor espacio de maniobra para las corporaciones[18].
La ausencia de reglas para las corporaciones es importante, en
primer lugar, para seguir acumulando ganancias. También lo es para minimizar
los costos y riesgos del capital frente a las crisis climática y ambiental,
especialmente lo que han dado en llamar “riesgos legales y regulatorios”, así
como los “riesgos de litigación.” Los primeros se refieren centralmente a
nuevas exigencias que los obliguen a adoptar tecnologías o procesos más caros
que los actualmente en uso y lo segundo a la posibilidad de enfrentar demandas
judiciales que los obliguen a pagos millonarios o a hacer los cambios de
tecnología antes mencionados.
Pero en el mediano y largo plazo, la ausencia de reglas (o al
menos el gran margen de maniobra que les proporcionan los tratados de libre
comercio y otros tratados internacionales, así como modificaciones
constitucionales y jurídicas diversas) es posiblemente más importante porque
entrega plena libertad de acción para explorar, tomar posición y tomar posesión
de un campo que se despliega hasta el momento incierto y desconocido. Cuando el
campo de juego aún no está claro, lo que los grandes capitales están pidiendo,
y muchos gobiernos corren a concederles, es un cheque en blanco que les permita
experimentar, especular aquí y allá hasta tener una idea más precisa de dónde
está realmente la riqueza extraíble, para posteriormente tomar posesión si los
negocios funcionan. Los grandes capitales necesitan, al menos por el momento,
un “todo vale”, un laisser faire planetario y extremo, y para ello cuentan con la
cooperación de la mayor parte de los gobiernos y organismos internacionales.
Papá Estado entra en escena. Pero
incluso aplicando las diversas estrategias, el futuro sigue lleno de incertidumbres.
¿Cuál será la mejor forma de adquirir el control? ¿Qué tal si resulta demasiado
cara? ¿Qué pasa si se eligen los espacios equivocados? ¿Y si la inversión
necesaria es demasiado alta? ¿O las ganancias se demoran en llegar? ¿Y si la
población se vuelve en contra y se pierde la inversión?
Las preguntas son demasiadas para invertir de manera segura. Por
lo mismo, la inversión privada en los nuevos mecanismos de mercado (por
ejemplo, REDD) ha sido hasta el momento mayoritariamente cauta y
muchas veces marginal. Lo que han hecho las entidades privadas de inversión ha
sido principalmente utilizar dineros ajenos para experimentar.
Aquí entran en escena las “asociaciones público-privadas”. En
ellas se busca la complementación perfecta: los Estados correrán el riesgo y
las empresas correrán a recoger las ganancias. Como ya hemos visto en varios
otros procesos de concentración de la riqueza, los Estados serán los llamados a
invertir mientras haya que correr riesgos grandes, sean necesarios procesos importantes
de investigación y desarrollo, o los costos y las necesidades de inversión base
sean demasiado altas. Las empresas privadas serán las que ejecutarán el trabajo
que las inversiones estatales pagarán, y lo cobrarán a tasas convenientes para
ellos. Son cientos los proyectos de investigación, construcción de
infraestructura, creación de sistemas de seguros, creación de sistemas de
control de los consumidores, etcétera, que ya están en marcha con dineros
estatales. Y si algún estado no tiene dinero, el Banco Mundial y otras agencias
están disponibles para asegurar el endeudamiento[19].
La presencia del Estado, sin embargo, no es de larga duración. Una vez que las
condiciones se hacen más claras y propicias, el traspaso al sector privado de
las buenas oportunidades de negocios se lleva a cabo. Si tales oportunidades se
presentan poco prometedoras, serán los Estados los encargados de pagar los
costos.
Otra limitante es que los
beneficios esperados, aun cuando sean comercializables (como en el caso de
abastecimiento de agua o de tratamiento de basuras), pueden tomar tiempo para
materializarse. Junto con los altos costos, esto puede desincentivar la
inversión privada, lo que implica que el papel de los gobiernos y de los fondos
públicos es crucial
TEEB —The
Economics of Ecosystems and Biodiversity for National and International Policy
Makers 2009.[20]
Acceso a nuevas fuentes de
financiamiento: bajo los acuerdos internacionales sobre
cambio climático, habrá
mayor financiamiento público para los esfuerzos de
adaptación en comunidades
vulnerables en países en desarrollo, y los gobiernos
buscarán a socios del
sector empresarial que puedan entregar los necesarios bienes
y servicios. Una respuesta
efectiva al cambio climático no sólo requiere financiamiento
para el desarrollo de
tecnologías bajas en carbono, sino también puede
resultar en financiamiento
para investigación y desarrollo de productos y servicios
relacionados con
necesidades de adaptación fundamentales. Las empresas locales
y globales que actúen de manera
temprana para desarrollar capacidades expertas
relacionadas con la
adaptación al cambio climático y las soluciones de la economía
verde, tendrán una ventaja
competitiva para aprovechar las oportunidades de
ser contratados por socios
gubernamentales
Adapting for a Green Economy:
Companies, Communities
and
Climate Change. A Caring for Climate Report[21]
Otra fuente de dinero ajeno para hacer inversiones en beneficio
propio es el de los fondos de pensión. Las entidades financieras y los
mecanismos de inversión toman el dinero de las pensiones y los invierten con
ganancias aseguradas para ellos a través de los cobros de administración. Si
las inversiones provocan ganancias, las entidades de inversión ganan; si las
inversiones fallan, pierden los trabajadores. Éste es un mecanismo que ya está
siendo utilizado de manera significativa en el acaparamiento de tierras, pero
es también el que utiliza el que hasta ahora es considerado el más exitoso
fondo de inversiones en “empresas verdes”[22].
Si comprendemos, al igual
que muchos pueblos del campo, que nuestra labor es emprender una batalla sin
fecha límite por cuidar y recuperar la salud de todo el planeta, el tiempo está
a favor nuestro.
Recuperando el verde esperanza. Enfrentamos tiempos difíciles. Las agresiones de la
economía verde ya dejaron de ser amenazas teóricas y van tomando un carácter
trágico, especialmente para muchas comunidades rurales. Lo que vemos más y más
son formas de presión, desinformación o abierto engaño, chantaje e intimidación
utilizadas con el fin de impedir que las familias y comunidades involucradas
tengan la oportunidad de informarse adecuadamente, reflexionar individual o
colectivamente, hacer uso de mecanismos colectivos de deliberación, decisión y
movilización, o puedan revertir la firma de contratos dañinos y abusivos.
Frente a esto, las tareas urgentes son muchas, pero una y otra vez se repite la
necesidad de fortalecer la capacidad para ver más allá de la propaganda, la
desinformación y las mentiras, para recuperar los mecanismos de reflexión y
decisión colectiva que permitan resistir y desmontar las agresiones.
Enfrentamos tiempos difíciles. Pero somos parte de un número
creciente de personas, organizaciones, comunidades y pueblos que vamos tomando
conciencia que lo que el mercado explotó y destruyó no puede ser reparado por
una expansión del mercado. Somos parte de una mayoría que tiene en sus manos la
experiencia y la disposición para fortalecer o poner en marcha las soluciones
reales, desde formas de vida digna que no dependen del consumo ni las ganancias
desenfrenadas, hasta sistemas locales de agricultura y alimentación en base a
la soberanía de los pueblos y la permanencia de los pueblos indígenas y
campesinos en los espacios rurales. Son muchas las formas de organización y
movilización que hoy se proponen y desarrollan para hacer realidad lo anterior
y para hacer comprender a las autoridades que la movilización no cesará hasta
lograr la implementación de soluciones reales.
Enfrentamos tiempos difíciles, sin lugar a dudas. Pero si
comprendemos, al igual que muchos pueblos del campo, que nuestra labor es
emprender una batalla sin fecha límite por cuidar y recuperar la salud de todo
el planeta, el tiempo está a favor nuestro.
Fuente: Economía Verde: Un asalto final a los bienes comunes. En: Biodiversidad, sustento y culturas. Compendio especial, con el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales y Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe. pp. 3-12
[2] Goldman Sachs. Change is coming: A
framework for climate change – a defining issue of the 21st century. http://www.goldmansachs.com/our-thinking/environment-and-energy/change-iscoming.html
[3]
Los diez mayores entes
financieros a nivel global —Bank of America, Barclays Capital, BNP Paribas, Citigroup, Credit Suisse, Deutsche Bank, Goldman Sachs,
JPMorgan Chase, Morgan Stanley, Nomura Securities, UBS, Wells Fargo Securities— han publicado documentos sobre las
potencialidades de la economía verde en sus sitios web.
[8]
De acuerdo al informe TEEB, La Economía de los
Ecosistemas y la Biodiversisdad (informe comisionado por el G8, el grupo que reúne a los ocho países con las economías más grandes del mundo y que será la base de sus posiciones en Río+20 ), uno de los mayores desafíos que se enfrenta hoy es que “Todos los días la naturaleza nos da muchas cosas y de mucho valor, pero la naturaleza esquiva los mercados, queda al margen en la fijación de precios y se escapa de las tasaciones”. http://ec.europa.eu/environment/nature/biodiversity/economics/
[9] Clean Energy: Sustainable Opportunities.
Octubre 25, 2007. http://www.morganstanley.com/views/perspectives/print/0fbc1272-41a0-11dea1b3-c771ef8db296.html
[10] Point Carbon. Volume of carbon traded in
2011 grew 19%, bucking downturn. 11 Jan 2012 http://www.pointcarbon.com/aboutus/pressroom/pressreleases/1.1714530
[11] Llow carbon environmental goods and services.
Report for 2009/2010.Report commisioned by the Department of Business,
Innovation and Skills. Julio 2011. http://www.bis.gov.uk/assets/biscore/business-sectors/docs/l/11-992x-low-carbon-and-environmentalgoods-and-services-2009-10
[12] Robert Constanza et al. The value of the
world’s ecosystem services and natural capital. Nature, vol. 387, 15 mayo, 1997.
[13]
El producto bruto global
se estima hoy entre 60 y 70 billones de dólares. Ver, por ejemplo, datos
entregados por Banco Mundial en http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD/countries
[16] Oksana Nagayets. Small farms: current status and key trends Prepared for the
Future of Small Farms Research Workshop, Wye College,
June 26–29, 2005.
www.smallholdercoalition.org/files/Small-farms-current-status-andkey-trends.pdf
[17] Adapting to
climate change: Business as Usual? Informe publicado por la alcaldía de Londres. http://www.london.gov.uk/lccp/publications/docs/business-asusual.pdf
[18]
Sólo como ejemplo, el
Grupo Banco Mundial (conformado por el Banco Mundial, la Corporación Financiera
Internacional y la Agencia Multilateral para las Garantías a la Inversión—MIGA en inglés) desarrollan un área de trabajo denominado “clima
empresarial” destinado a facilitar el establecimeinto y funcionamiento
corporativo en el mundo entero. Han publicado un manual llamado “Cómo reformar
los permisos empresariales” (“How to reform business licenses”) y lo describen
como un manual para llevar a cabo reformas legales “estilo guillotina”. Entre
el tipo de permisos cuyas exigencias hay que “guillotinar” se encuentran los
permisos mineros. https://www.wbginvestmentclimate.org/advisory-services/ . En una segunda publicación, las mismas
entidades informan que entre 2008 y 2011 sólo sus programas lograron impulsar
en el mundo entero 641 reformas de eliminación de requisitos legales
“innecesarios” o “injustificados” para la actividad empresarial. https://www.wbginvestmentclimate.org/uploads/2011%20FIAS%20AR_FINAL.pdf . Luego, a sólo algunas páginas de distancia,
el Banco Mundial justifica la instalación de nuevas leyes de propiedad
intelectual que “impida que los agricultores guarden semillas de la variedad
protegida, compartan la semilla con sus vecinos o lleven a cabo ventas
informales de semilla”. http://siteresources.worldbank.org/INTARD/Resources/IPR_ESW.pdf
[19]
Véase, por ejemplo, el
sitio web del Banco Mundial. Al buscar préstamos asociados a cambio climático, http://www.worldbank.org/projects/search?lang=en&searchTerm=climate%20change , más del 80% de los últimos 200 préstamos
aprobados se han hecho a entidades estatales de distinto nivel. Véase también
una lista de diversos fondos http://www.climatefundsupdate.org/global-trends/global-financearchitecture
[21]
Informe redactado por el
Pacto Mundial y el Programa de Medio Ambiente de Nacionaes Unidas, Oxfam y
World Resources Institute. www.unglobalcompact.org/docs/issues_doc/Environment/climate/C4C_Report_Adapting_for_Green_Economy.pdf
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